La decrepitud

Esa mañana se despertó con el habitual dolor de cabeza. Se incorporó lentamente de la cama por el malestar propio de la osteopenia. Fue al baño, contempló el color amarillo y se dijo, debo tomar más agua. Tomó la pastilla blanca para la presión y fue a la cocina a calentar la taza de café. Oyó que le llamaban por su nombre, pero casi de inmediato se dio cuenta que era otra alucinación auditiva. Sigo empeorando musitó. Llenó de agua su vaso cervecero y se puso a revisar la agenda del día. Esperar a la nieta a las 9,30. Ir al banco a las 10. Salir a la clínica al medio día. Ver el fútbol por la tarde y el béisbol por la noche. Escribir un poco. Sorbió el café y se puso a hojear los titulares. El obispo de Miami lanzando arengas políticas, el país vecino como vocero de los estadounidenses, las futbolistas españolas enfrentadas al poder, la misma m*e*da de siempre dijo, mientras terminaba el café El dolor se había ido. Regresaría mañana. Se metió a la ducha. El agua fría lo estremeció...