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Mostrando entradas de marzo, 2010

La alegria de vivir (Autor anonimo)

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Dale riendas al amor que te impulse a soñar. Dale alas a los sueños que te permitan volar. Deja que tu vuelo toque el cielo, y que tus deseos sean el horizonte. Aférrate a las ganas de vivir con el hambre de ganar y la sed de ser feliz no prometas lo que tu mano no ha de cumplir porque matar y mentir son sinónimos de un mismo fin ilumina la mañana de un nuevo día al compás de una sonrisa regálate la magia de lo incierto del futuro y lo venidero mientras enjuagas en la ducha los crueles miedos de la noche dejando atrás cada reproche hoy no es el día de las hadas que regalen vestidos del príncipe que espera su princesa de lo complejo y lo perfecto de los que no se equivocan nunca y los que viven siempre en lo correcto hoy es el día del perdón del error y el acierto de la gente común que sin querer es héroe de cuento de los caen y se levantan de los que luchan y se entregan de los que se permiten volver a empezar porque son los que saben vivir porque no es grande quien es perfecto son los

Gracias Carlos Fonseca Grigsby, poeta de Nicaragua

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Suelo pensar a veces… a veces, que Dios puso mi tristeza en tu vientre y que tú la pariste. Que hasta después de ese acto, yo aprendí a llorar. Y que entonces aprendí que mis lágrimas son seres que misteriosamente te recuerdan con igual o más intensidad que yo. – Arráncate el pecho, abre tu corazón, que allí yazgo, extendido sobre una camilla, como un paciente esperando por ser operado – Yo te he construido un reino de palabras. Un reino en ruinas. De agrietados castillos de viento y un trono fantasmagórico. De fuentes lacrimosas y jardines inmarcesibles que se han marchitado desde que tu ausencia posó desnuda en el tiempo.

Hasta pronto Salvador, hermano combatiente del amor

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Me siento desvastado y profundamente conmovido por la partida de Salvador Cardenal. Convivimos con la muerte pero no nos acostumbramos a ella, en particular cuando se trata de personas tan ligadas a tu propia historia de vida. Me conmueve su actitud ante la enfermedad y ante su propia posibilidad de morir, su sencillez, candor e inocencia, como un niño grande cargando su guitarra y sus canciones. Acompañé los días terribles e increíbles de la guerra con aquellas notas maravillosas de guerrero del amor, “te cambio una canción por el coraje de tus jóvenes manos/te cambio este amar de la vida y sus promesas por el frio de tus pies/te cambio esos veinte años duplicados por la cariñosa flor de la esperanza”. Me enamoré con aquella intensa y urgente “si buscabas/ un cuerpo complaciente que soltara tus amarras/un fuego tan ardiente que encendiera tus cenizas/un corazón de refugio donde huir de tanta gente/con buscar la libertad a través de otra persona / la encontraste”. Aluciné con “un piano