Hasta pronto Salvador, hermano combatiente del amor


Me siento desvastado y profundamente conmovido por la partida de Salvador Cardenal. Convivimos con la muerte pero no nos acostumbramos a ella, en particular cuando se trata de personas tan ligadas a tu propia historia de vida. Me conmueve su actitud ante la enfermedad y ante su propia posibilidad de morir, su sencillez, candor e inocencia, como un niño grande cargando su guitarra y sus canciones.
Acompañé los días terribles e increíbles de la guerra con aquellas notas maravillosas de guerrero del amor, “te cambio una canción por el coraje de tus jóvenes manos/te cambio este amar de la vida y sus promesas por el frio de tus pies/te cambio esos veinte años duplicados por la cariñosa flor de la esperanza”.
Me enamoré con aquella intensa y urgente “si buscabas/ un cuerpo complaciente que soltara tus amarras/un fuego tan ardiente que encendiera tus cenizas/un corazón de refugio donde huir de tanta gente/con buscar la libertad a través de otra persona / la encontraste”.
Aluciné con “un piano me consuela cuando tú no estás/mis dedos pulsan las teclas pensando en tus labios/y de pronto me dejas haciendo el amor con mis sueños”
Me sentí como un pájaro, al escuchar “en el jardín de Dios creció una flor/el colibrí voló sin ver atrás/el colibrí lloro detrás del sol/y no la podía ver la del néctar del amor”.
Nos corresponde nacer y nos corresponde morir. Pero gente como él, no debería morir a mitad del camino, aunque en un país donde somos tan jóvenes y mueren tantos jóvenes, deberíamos estar acostumbrados. Pienso en la certidumbre de “que hay muertos que nunca mueren”, pero tengo la convicción de que Salvador Cardenal simplemente nos acompaña desde otra dimensión, estará ahí con sus letras, su música, su pasión por la vida y la naturaleza, su actitud, su valor, su ternura, su contribución para despertar nuevas conciencias y darnos a todos esa “casa abierta” de nuestras propias vidas.
Gracias Salvador, “quisiera darte buena suerte/y ser tu amigo hasta la muerte/que la distancia no me entuma/y la amistad no me consuma”.
Gracias Salvador, “dame tu corazón contento/quiero tu corazón, latiendo para sonar mejor”.
Gracias a ti Katia, por acompañarlo con tu amor y tu voz.

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