Ofilio Picon. Cantautor con olor a pueblo


 Ofilio Vidal Picón Duarte ***

No suelo adular a nadie. Suelo honrar a los caídos, a los muchachos y muchachas forjadores del amor sin límites, muriendo sin pedir nada a cambio. 

Pero hoy me siento honrado y agradecido de compartir unas palabras sobre Ofilio, un niño con barba, un adulto de corazón tierno, un hombre sensible y maravilloso. Un extraordinario ser humano, alejado de la fanfarria, la vanidad, el ego, el poder. Un hombre que tiene limpia, limpia la mirada.

La vida me permitió acercarme al alma de este ser humano entrañable. 

Un poeta, escritor, artista, patriota, hijo, papá y esposo.

Un cantautor oloroso a pueblo, un amigo de hace 50 años y aunque lo vea cada década el sentimiento, la emoción, el cariño, la comunión en principios y valores sigue intactos

Lo conocí en La Casa del Estudiante en el León de mis amores y ahí escuché su voz y el rasgueo de su guitarra, junto a Roberto Garcia Boza, Arturo Gomez Castillo, Arturito el ginecólogo y ahí entre canciones, transitamos los años maravillosos de nuestra juventud de los años 70

Todos nos graduamos como médicos, pro Ofilio se enamoró del arte, la creación, la musica, la prosa, el poema, la musicalización y desde ahí nos superó a todos, sin perder su esencia de humildad, honestidad, consecuencia y compromiso con los desheredados de la tierra

Ofilio ha escrito decenas, cientos de canciones, ha musicalizado a Ruben y a Alfonso y sigue haciendo arte con el arte. Ha escrito la esencia de lo mejor del canto de Nicaragua y no se detiene, sin recursos, sin productora, un artesano brillante que algún día será estudiado y recordado por muchas generaciones 

Hoy con emoción contenida, presento un poema de Ofilio, lo hago con el corazón al mil evocando a mi madre Y a la mamá de Ofilio

MADRE

A María Leticia Duarte Zapata

dic. 1935/ oct. 1999.

Madre aquí la luna se empecina en salir

incluso en ser hermosa algunas noches

y es más grande el vacío de tu ausencia

que el agudo dolor de tu partida.


Cuánto de vos se me quedó en los ojos, 

cuál de mis gestos es más tuyo que mío 

qué ley universal se está cumpliendo 

si te siento vivir en la hoja que leve besa el viento.


Madre qué fue de lo que un día fuimos

vos una muchacha de mirada limpia 

yo, acunado en tu regazo oyendo tu voz dulce

y el mundo era el vaivén de aquella silla.


Cuántos días fueron felices en tu vida

cuando el ansia por los fines de semana

la casa sola, las chicharras bajo el sol a mediodía

la radio vociferando en la repisa.


Las lluvias torrenciales y explosivas

la sombra maternal del tamarindo

el vuelo de las trenzas de la abuela

el panteón con sus luces misteriosas.


Mis temores conjurados en tu cuello

la fragancia de los mangos en la troje

la trama de retazos de la tarde

el café que alborotaban las comadres.


La guitarra y mi tío en nubosas carcajadas de tabaco

tibia espuma de la leche en las mañanas

pantalones con bordados de satín de mis hermanas

“Life” llegando con mi padre y la alegría…


Y una fría madrugada en los sesenta

con los rusos y los gringos disputándose la luna

salimos de aquel mundo de magia de la infancia

destartalado el camión, heridos el pudor y el alma.


Cuánta vida costaría ese viaje

que iniciamos en un insólito solar baldío

olores a basura y abandono: Acahualinca

correntadas de jabón, anillo de miseria, 

cinturón de olvido.


La dureza sin matices de esos años

atrapados en el vértigo del tiempo

el dolor como centro implacable de tu casa

y el milagro sentado diariamente a nuestra mesa.


Veintiséis años cuidando a tu pájaro de nubes

y al hombre que el trabajo partió en dos

volando se fueron a otro cielo sueños de juventud

y se te fue marchitando el amor como las manos.


Terremotos, huracanes y sequías, maremotos, pestes

dictadura, erupciones, ausencia de los hijos, guerras

entre el Fifí y el Mitch, tus ojos impávidos de asombro

entre el encanto de Jacqueline Kennedy y la dureza 

de Bárbara Bush.


Madre te veo claramente en la penumbra del cuarto

pariendo a mis hermanas bajo una lluvia de siglos

estruendo de truenos y relámpagos la noche

la comadrona y vos, yo temblando 

y afuera la furia en la tormenta.


Te veo también con tu bastón de aluminio 

la sonrisa serena, de vuelta ya de todo en Santa Rosa

en el vano de la puerta, completando el ciclo

de regreso al origen, con el ánimo de una última mirada... 


He temido por años escribirte estos versos

sabía que desbordarían los recuerdos y me dolería el alma

también que no hay palabras que puedan reconstruir tu historia 

porque sabemos que moriste cada día para darnos vida.


He llorado mamá cada palabra: por tu perdón,

por tu orgullo de madre, por tu varón, por tu hijo 

por los años de ausencia, por los besos que no supe darte

por tus nietos que engendré y no conocimos.


Es tarde mamá, no alcanzaste a mirar el nuevo siglo

estás viviendo ahora en la región de las sombras 

espero que sea dulce y reposado tu sueño

no temas, no haré ruido, no me podría perdonar si te despierto.


Ofilio Picón 

Artista Nicaragüense 

Orgullo Nacional


Gracias hermanos por tu alma al descubierto, las lágrimas compartidas, el arte valor amor talento sentimientos al escribir estas palabras que suben al cielo e impregnan la tierra de la brisa suave del Espíritu.


Te quiero mucho 


Gracias, de todo corazón 


René

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