GRACIAS

 

¡Gracias!

(Relatos, recuerdos y momentos de un protagonista, en su pequeño gran país).


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

René Pérez Montiel

 

 

 

 

 

 

 

“No se puede tener todo en la vida” (Anónimo)

 

“Soy humano y nada humano me ha sido ajeno” (Tácito)

 

“Trata a los demás como quisieras ser tratado” (Jesús de Nazaret)

 

“El amor borra multitud de pecados” (San Pedro)

 

A veces pienso que he tenido «demasiado buena suerte» (José Luis Martín Descalzo)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Prólogo
“Todo hombre debería tener tres corazones: para con Dios, uno de hijo; para con los demás, uno de padre y para consigo mismo, uno de juez”

Fray Luis de Granada.

 

¡Estrellas fugaces!, ¿las has visto?, aparecen en una noche estrellada, se despliegan hermosas y brillantes en el universo de tus ojos, y de repente desaparecen. 

Así quiero recordar mi propia vida, súbita, fugaz, sin dejar huellas. Un instante en las pupilas que no regresa jamás.


Ojalá y al leer estos relatos te diviertas un poco, como el payaso de los circos de mi infancia, qué con sus muecas, máscaras y tonterías, me hacían reír a carcajadas.
He crecido un poco, pero he escrito como un niño entusiasmado con su juguete nuevo.

Estos momentos, son tuyos, léelos cuando quieras, te pertenecen, te los regalo.

No soy escritor, no he estudiado literatura y siento un gran respeto por quienes lo hacen y me deleitan con sus libros y poemas.

 

Estos relatos breves son palabras “crudas", sin valor literario alguno. Al inicio pensé en escribir para mis nietas y futuros bisnietos, tomando el consejo de un viejo amigo, para dejarles alguna semblanza de su abuelo o bisabuelo ya difunto.

 

Y al empezar a escribir no he parado de hacerlo, son borradores, escritos con prisa, con más corazón que talento. 

 

Al “publicar” estos recuerdos, encontrarás una suerte de borrador de mi vida, se trata de un pequeño libro para mi familia y amigos íntimos. Repito no soy un escritor, pero si he leído y vivido bastante.

 

Me siento parte de una generación en extinción, quizás al leerlos, ya esté muerto, no importa. 

Cuida de tu vida, disfruta el camino, aspira el olor de la tierra mojada, prolonga los besos, disfruta los abrazos, ama, se feliz, dale sentido a tu vida, comparte, se agradecido.

Hasta pronto, llueve, hace un poco de frío, abrígate bien. Te espero.

 

 

 

Una explicación necesaria

 

He comenzado a escribir pensando en ti, aunque no sé exactamente tu nombre. 

 

La idea de escribirte surgió hace algún tiempo y por varias razones la he postergado varias veces, para ser más específico, comienzo a escribir unas cuantas páginas y me detengo, pero, hoy, una madrugada de mediados de septiembre he tenido el impulso de iniciar la versión madura de esta especie de confesión autobiográfica y espero esta vez no fallarte.

 

Pretendo poner en estos caracteres ante ti, un pedazo de tu historia personal, pues la vida de tus ancestros, mi propia vida, es también parte de la tuya. 

No tengo ninguna expectativa al hacerlo, más que contarte un poco sobre mí, en el contexto del país donde me tocó vivir entre finales de la década de los 50 y la segunda década del S XXI, un poco más de 60 años de historia.

 

He llegado a comprender que la vida de un ser humano es compleja, contradictoria, a veces errática, poco original, una y otra vez tendemos a repetir los mismos errores, la historia se repite como decía Hegel a veces como comedia, a veces como tragedia. 

 

No sé qué te parecerá a ti, a mí me ha parecido más trágica que cómica; pero la intención primaria de este relato, es contarte mi versión de la historia, espero que la leas sin pretensiones literarias, y con un poquitín de interés, al fin y al cabo, es también como te lo he dicho antes, un trozo de tu propia historia de vida.

 

A mis estudiantes (en mi época de profesor universitario), les decía que el mundo no ha sido siempre como ellos lo conocían; trato de explicarles que no siempre existió Internet, ni teléfonos inteligentes, videojuegos, imágenes tridimensionales, ni Inteligencia Artificial. 

 

Les parece una leyenda escuchar, que hubo un tiempo donde no existía el televisor, les cuento que en el barrio donde nací, había una señora que tenía un televisor de 14 pulgadas blanco y negro, donde todos nos acercábamos a ver desde la calle las imágenes en movimiento, era un espectáculo y se trataba del gran invento de los 60, el televisor.

 

 

Nací en la época del cine en blanco y negro y de los teléfonos de magneto (tenías que ir a una central telefónica donde el empleado daba vuelta a un magneto para activar las señales eléctricas de los teléfonos que se conectaban por cables de una ciudad a otra); conocí los primeros módems para conectarse a internet a través de un teléfono a finales de los 80; conocí los primeros teléfonos móviles tan grandes y pesados como un “walkie-takie”, y pude presenciar en primera fila la transición del cine a colores, luego al cine digital y ahora el tridimensional. Vi el inicio de un mundo digitalizado en una década vertiginosa.

 

Aclaro que este relato no lo escribo por el desarrollo tecnológico, sino por los cambios históricos y sociales de los que fui protagonista, que influyeron no solo en mí, sino en toda una generación. Viví una época de revoluciones y cambios, y fui además un sobreviviente de muchas circunstancias adversas: enfermedades transmisibles, pobreza extrema, abandono paterno, humillaciones- es terrible sentirse humillado, sobre todo si es un niño.

 

Sobreviví a la cárcel, a la tortura, a la guerra; miles de jóvenes fueron asesinados, como Mauricio Abdalah, y por alguna razón desconocida permanecí vivo, logre cumplir casi todos mis sueños: ser médico, viajar, tener mi propia familia, y en la época madura de mi vida, logre tener un encuentro personal con Dios, y por ello estoy aquí, para dar gracias por los hermosos ojos de Armantina, Mey Ling, Reneé Tamara, Claudia Lucia, Tania Isabel, Allison Alana, Ernesto René y allá desde el cielo, Álvaro José y María Belén, acompañando a la Chepita, Sylvia y la tias Maria Lourdes y Chamana. 

 

En este relato tendrás la visión sobre un hombre, a veces atormentado, a veces feliz, un hombre que luchó por sobrevivir y darle un sentido a su existencia. De un infante enfermizo, pasé a ser un niño parental, rebelde y tenaz, luego a un adolescente soñador, más tarde a un hombre joven, que se creía capaz de cambiar el mundo y finalmente poco a poco, la vida me fue convirtiendo en un hombre casi maduro, que aprende día a día, a amar y agradecer.

 

He dicho algunas veces que no temo a la muerte, algún día llegará. He dicho que no quiero un funeral con lágrimas, sino una reunión familiar sencilla, donde esté colocada una foto mía sonriendo, y varias fotografías de las personas que más ame: Armantina María, mis hijos y nietos. Me gustaría hubiese un poco de música, las canciones que me acompañaron tanto tiempo. Que se contara que amaba la vida y que quise tomar de ella muchas cosas.

 

Sé que fui un egoísta, neurótico, idealista y romántico, una especie de librepensador intelectual, pero no me quedé al margen de los acontecimientos, estuve ahí, adelante, en todas las trincheras donde me toco combatir y luchar.

 

Me siento orgulloso de no haber tomado un solo centavo ajeno, me siento feliz de haber sido útil a cientos (¿miles?) de pacientes y estudiantes; me siento feliz de haber servido y acompañado a mi madre en los últimos años de su vida, y haber perdonado a mi padre. 

 

Me siento tan contento por las veces que hice sonreír y hacer feliz a Armantina. No sé porque el buen padre Dios me quiso tanto, me regaló tantas cosas. No sé.

 

A veces cuando veo mi vida hacia atrás, me parece mentira estar aquí, a mis sesenta y piquito de años, con una familia, esposa, hijos, nietos, un trabajo, un plan de retiro, una vida normal. 

 

Allá a lo lejos creo ver al niño vestido de marinero en una bicicleta pedaleando en la acera de la casa hacienda del ingenio San Antonio, asistiendo a la casa escuela de D Anita para aprender a leer, jugando en las calles del barrio, declamando los poemas de Rubén, recibiendo los premios de la escuela y la medalla del concurso de oratoria, mi clasificación en Medicina, las noches de tortura, el entrenamiento clandestino, la noche en Laguna de Perlas cuando conocí a Armantina, los días y noches de guerra, mis viajes a diferentes lugares del mundo que no conocía, la llegada de cada uno de mis hijos y nietos, me parece mentira estar aquí.

 

¿Cuáles fueron las claves para estar aún aquí y de esta manera? Ojalá y estas líneas, te ayuden a comprender y comprenderme. 

Gracias. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dedicatoria

 

En una madrugada de enero, compartí públicamente y por primera vez, la idea de escribir este pequeño libro y pude darme cuenta de un error, estaba siendo excluyente, al pretender dedicarlo únicamente a las futuras generaciones, es decir, a quienes no han sido protagonistas de esta historia, y como he aprendido a lo largo del camino, que es de sabios reconocer los fallos, lo hago ahora, y dedico este libro a los personajes que han estado aquí, a la orilla de mi corazón:

 

A mi madre Thelma María, quien encontró a mi padre y entre ambos lograron engendrarme.

A mi amada Armantina, esposa, amiga y confidente de casi toda la vida.

A mis hijos, Mey Ling, Reneé Tamara, Claudia Lucia y Ernesto René, protagonistas del tiempo presente.

A mis nietas, Tania Isabel y Allison Alana, las herederas del futuro.

A mi hermanita mayor Sylvia Elena, mujer sabia y valiente.

A mis hermanos, Augusto, Alfonso, Dagoberto, Mario, Marthita, Juan Carlos, Miguel Adrián, Miguel Ángel e Ileana.

A toda mi familia, primos, sobrinos y otros parientes, poco conocidos.

A quienes ya no se encuentran con nosotros, personajes entrañables, mi abuelita Chepita, mi hermano Mauricio Abdalah, mi padre Alfonso, mis tías Lulita y Chamana, y mis hijos no nacidos, Álvaro José y María Belén.

Y a todos y todas, que se acerquen a leer este manuscrito.

 

A todos, vivos y muertos, les pido perdón por tantas cosas, sobre todo por pedirles que lean este manuscrito. 

 

En el no hay ninguna pretensión literaria, tan solo se trata de la puesta en escena de un pedacito de la historia, la visión de un protagonista.

 

El relato inicia en la segunda mitad de los años cincuenta y termina en el tercer lustro del siglo XXI, se trata de un poco más de 60 años de vivencias, que como estrellas fugaces han pasado muy rápidamente en el firmamento, yo mismo a veces me he reconocido de esta manera, una lejana y pequeña estrella fugaz.

Espero tengan las pupilas dispuestas a mirar aquello que en labios de Saint Exupery fuese dicho una vez, “a veces lo esencial es invisible a los ojos, ello solo es posible ser visto con los ojos del corazón”, los invito entonces, abrir su corazón y acompañarme en este relato, ustedes han sido parte de ellos.

Tan solo he aprendido, poco a poco, a escuchar y sigo aprendiendo a amar.

 

Índice

 

Parte I= El niño que queria ser doctor

 

1.            El Doktor Fausto

2.            El Ingenio San Antonio

3.            El don de la vida

4.            Mi nacimiento

5.            Mi madre

6.            Mi héroe desconocido

7.            La Chepita: mi santo favorito

8.            Soy humano y nada humano me es ajeno

9.            La escuela: mi primer amor

10.        El concurso de oratoria

11.        Mi relación personal con Dios

12.        El padre Soto, un pastor con olor a oveja

13.        Mi niño interior

14.        Pueblo blanco

15.        La magia del cine

16.        Un radio, un reloj y un carro.

17.        Aló Managua

18.        La magia de la sonrisa

19.        El valor del atrevimiento

 

 

Parte II= En búsqueda de un sueño

 

20.        León, la ciudad universitaria y magnifica

21.        El gran milagro

22.        Mi ingreso al FSLN (1ª parte)

23.        Los años maravillosos: la universidad

24.        Medicina: la vocación de mi vida.

25.        Mi ingreso al FSLN (2ª parte)

26.        La casa del estudiante

27.        Estas son las mañanitas

28.        Mi ingreso al FSLN (3ª parte)

29.        El juramento en el FSLN

30.        4 de mayo de 1976

31.        La cárcel, la tortura y el dolor

32.        Mauricio Abdalah

 

 

 

 

 

Parte III= La magia del amor

 

33.        Aprendiendo a amar

34.        La novia de mi juventud

35.        Amor en tiempos de guerra

36.        Tan pequeña es, tan frágil es.

37.        El nacimiento de mi primera hija

38.        Decisiones en la vida de pareja

39.        Feliz cumpleaños mi amor

40.        Viviendo el aquí y el ahora

 

 

Parte IV= La revolución inesperada

 

41.        Fundador del Ministerio de Salud

42.        El día del triunfo

43.        19 de julio

44.        Leonel Rugama

45.        Martha Isabel

46.        Mi primera vez en el Teatro Rubén Darío

47.        La Nicaragua posible

48.        Hay un tiempo para todo bajo el sol

49.        Mis razones

50.        El muerto vivo

 

Parte V= La vocación de la paternidad

 

51.        La hermosa tarea de ser padre

52.        La difícil tarea de ser hijo

53.        Trabajo, luego existo

54.        Candil de la calle

55.        La familia: el mayor tesoro

56.        Nuestros hijos

 

Parte VI= Viajero infrecuente 

57.        Mis primeros viajes

58.        Las cuatro estaciones

59.        Dejarnos sorprender por Dios

 

Parte VII= El sentido de la vida

60.        El mundo académico

61.        Flash Back

62.        ¿Miedo a vivir?

63.        La vida con sentido

64.        ¿Quién que es, no es romántico?

65.        Resiliencia

66.        La increíble sonrisa de Gioconda

67.        Celebrando el amor

68.        La vida es como es

69.        Aunque no seas estúpido

70.        Black Mirror

71.        Miedos, temores y fobias

72.        Cinismo y escrupulosidad

73.        Mi amor por los libros

74.        Mi amor por la comida

75.        El mayor tesoro: Mi familia

 

Parte VIII= El último de mis amores

 

76.        El último de mis amores

77.        Jung, arquetipos y sombra

78.        Breves lecciones de psicoterapia

79.        La salud mental: un instrumento de Dios

80.        Quiero ser libre

81.        Conócete, conóceme.

82.        Aprendiendo a vivir en pareja

83.        En el mundo tendréis tribulaciones

84.        Las transiciones en la vida

 

Parte IX= Mi camino hacia Dios

 

85.        Mi guía espiritual

86.        El gran arquitecto

87.        Mi largo camino de conversión

88.        Noches oscuras del alma

89.        Unidos por siempre

90.        Gracias Padre Víctor

91.        Nada es imposible para Dios

92.        ¿Dios existe?

93.        El paraíso perdido

94.        La gente más feliz de la tierra

95.        El evangelio equivocado

96.        La homilía del jueves 

97.        Pasos para la plenitud

98.        La clínica de los viejitos

99.        La alegría del dolor

 

Parte X= Mi Nicaragüita

 

100.    ¡Mi Nicaragua, mi Nicaragüita!

101.    La revolución sandinista

102.    El amor en tiempos del caos

103.    La Peste

104.    Ideología, violencia y poder

105.    La vida: ¿comedia o tragedia?

106.    Misioneros del amor

107.    Despedidas y encuentros

108.    Doña Perlita

109.    Sobre vocación y vida

110.    Mis “influencers”

 

 

Parte final= Despedida

 

111.    Mi testamento

112.    Oh muerte, bendita muerte

113.    Los vivos y los muertos

114.    Vela y entierro

115.    “My bucket list”

116.    El día de mi muerte

117.    ¿Y sigue siendo sandinista?

118.    Gratitud e ingratitud

119.    Gracias a la vida

120.    Carta a mis hijos

121.    Carta al Niño Dios

122.    Gracias

123.    Proyecto de vida

 

Epílogo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

I parte= El Niño que quería ser doctor

1.        El Doktor Fausto

 

En los inicios del s XIX se publicó una novela en Alemania, llamada Fausto o la tragedia de Fausto, que en resumen cuenta la historia de un hombre, el doctor Fausto, deseoso de alcanzar el conocimiento infinito, y el amor de una mujer llamada Gretchen. 

En ese contexto “el diablo” conocido como Mefistófeles habla con Dios, y le propone conquistar el alma de Fausto, quien decide hacer un pacto con el diablo, donde este le concederá todo lo que pida, incluyendo juventud, sabiduría, el amor de Gretchen, a cambio de poseer su alma en la vida eterna. 

 

En el transcurso del relato muere Gretchen, y Fausto inicia una serie de aventuras, al final muere también, pero los ángeles le salvan y va al cielo. 

En el fondo el relato describe los sentimientos, emociones y pasiones humanas y el amor por Margarita (Gretechen) lo que al final permite al Fausto salvar su alma. 

 

Ya en el s XX, el escritor Thoman Mann, premio nobel de literatura escribe “Doktor Faustus”, donde analiza las pasiones y desgracias humanas, el destino de Alemania, y la trágica lucha entre el bien y el mal.

 

El Fausto es una de las grandes obras de la literatura universal, y en la primera etapa de mi vida descubrí esta historia y de alguna manera me ví reflejado en ese hombre atormentado, yo también aspiraba a dominar el conocimiento. 

Me “enamore” de muchas “Gretchen” y como no tenía medios para ello, me deje llevar por el mundo en busca de las grandes pasiones humanas, y al final Dios y sus mensajeros me salvaron de la muerte y me han dado una segunda oportunidad de salvar mi alma.

 

En alguna manera esta es la vida de los seres humanos, deseosos como dice el Eclesiastés de “disfrutar la vida, tenerlo todo, vanidad de vanidades”, y hay “tiempo para todo”, pero al final, aunque "Dios hizo sencillo al hombre, el hombre se complicó con muchas razones." 

 

Tanto mi madre como mi esposa, muchas veces me han dicho que acá en la tierra, hay un preámbulo del cielo y del infierno, nosotros mismos nos complicamos la vida, hacemos elecciones equivocadas y luego, no queremos asumir las consecuencias de nuestros actos

 

Culpamos a Dios o a cualquier otra persona, nos justificamos y queremos vivir como “nos da la gana”, justificándonos o atribuyendo nuestros eventos desafortunados a la “mala suerte” o la voluntad de Dios, una teología pesimista y aleatoria, sin responsabilizarnos, por tanto sin arrepentirnos o tomar la decisión de cambiar. 

Ya lo sabes, si sigues haciendo las mismas cosas, obtendrás los mismos resultados. 

 

Yo mismo he sido un claro ejemplo de algunas de estas cosas, sobre todo después de mi adolescencia, entregué mi poder, me dejé llevar por el placer, me alejé de Dios, asumí el rol de “salvador” y luego el de “victima” tratando de justificar mis conductas y terminé asumiendo el rol de “victimario”, haciendo daño a muchas personas, entre ellas mi propia familia, esposa e hijas. Una especie de caricatura del Fausto.

 

Se que hay gentes sencillas, cuyo único “leitmotiv” es el de sobrevivir, ser “buenas personas”, otras optan por conductas adictivas, con un deseo inconsciente de evadir sus propias cargas y optar por este “camino fácil” y autodestructivo. 

 

He transitado por todos los caminos y he llegado a la conclusión que tienes que ser “tú mismo”, pero no lo debes hacer solo. Recuerda que somos seres bio psico sociales y espirituales, y que cuentas con un Dios que te ama gratuita e incondicionalmente, solo tienes que conocerlo, dejarte abrazar por El, reconocerlo como tu salvador, tener un Encuentro Personal con El, y dejarlo actuar, dejar a Dios ser Dios.

 

Ocurre muchas veces que no logramos encontrar lo que buscamos, no porque el objeto no esté ahí- a nuestro alcance-, sino porque nuestros ojos están nublados para hacerlo. La percepción de la realidad está condicionada por los eventos registrados sensorialmente en el cerebro, pero también existe otro tipo de recepción, la del corazón, y cuando está nublado por los eventos de la vida, tampoco podemos apreciar la belleza del amanecer, aunque la tengamos frente a nuestras pupilas.

 

Hace algunos años varios hombres armados entraron a mi casa, se llevaron el trabajo de una vida entera, “quedamos en la calle”, secuestraron a nuestra hija mayor y se marcharon. Yo estaba trabajando en León y mi esposa acompañando a una familia en el barrio. Gracias a Dios nuestra nieta no estaba en casa y a nuestra hija no la violaron ni se la secuestraron.

 

 

Todo se redujo a las pérdidas materiales y al estrés post traumático, miedo, inseguridad, tristeza, dolor. Oramos por los delincuentes, los perdonamos y dimos gracias a Dios por haber preservado la vida de nuestra hija. Y esa es la experiencia cotidiana de muchas personas. 

 

Al final como en el poema a Marilyn Monroe quedaremos solos y desnudos ante Dios, como un astronauta en la noche espacial, por ello hoy le pedimos que cuando estemos solos, desesperados, deseosos de llamar a “alguien” y éste no responde, pedimos que sea Él, el que conteste el teléfono. 

 

Abramos las puertas del corazón a Dios, sin rituales, sin apariencias, sin falsa piedad, a Él no lo engañamos, El no verá las apariencias, sino nuestro corazón, tierno y sencillo; mostremos el alma, sin máscaras ni maquillajes; mostremos nuestras heridas, conflictos, dolor; solo en Él encontraremos éso que andamos buscando. Déjate amar por El y deja a Dios ser Dios. Créeme, vale la pena.    

 

 

2.           El Ingenio San Antonio

(Ellas sueñan con él, y él con irse muy lejos. Y los viejos sueñan morirse en paz, y morir por morir, quieren morirse al sol. La boca abierta al calor, como lagartos. Medio ocultos tras un sombrero de esparto-Joan Manuel Serrat)

 

El Ingenio San Antonio en los años 50 era el Centro Agroindustrial mas importante de Nicaragua. Miles de obreros laboraban 24 horas al día por un periodo de seis meses: la llamada época de zafra. 

Los mas desafortunados se dedicaban al corte manual de caña de azúcar, un oficio inhumano. Los “paileros” comenzaban a trabajar al amanecer y terminaban a eso de las 11 de la mañana, bajo un calor infernal de 37 grados, una sed bestial, expuestos a las mordeduras de serpiente, cortes accidentales, briznas de la planta en la cornea, deshidratación. Y la paga era mínima, unos cuantos pesos por varias toneladas de caña. Un pailero de 40 aparentaba 60 años. 

 

El Ingenio era como un monstruo gigante, un dragón que lanzaba fuego a quiénes se acercaban a el, hombres y mujeres necesitados de trabajo y sentido de vida. Algunos trabajaban en diversas labores del campo, siembra, riego, fertilizadores, fumigadores. Los mas favorecidos se encargaban en la automotriz del mantenimiento de la maquinaria, conductores, mecánicos, ayudantes de oficios varios. 

 

 

Otros se encargaban de la carpintería, albañilería, jardinería, recolectores de basura, afanadoras, “hace mandados”, los llamados bedeles, mensajeros, telefonistas, telegrafistas, cocineras, secretarias, amigas y amantes de los privilegiados, los técnicos, profesionales, colonos y dueños del ingenio.

 

La inmensa fabrica era el corazón del ingenio, un edificio desnudo y ruidoso, donde por pasillos y escaleras, podías asomarte a las calderas, centrifugas, tuberías, donde operarios con turnos cada 8 y 12 horas mantenían despierto al monstruo seis meses al año. 

La inmensa chimenea blanca despedía un humo negro que se elevaba al cielo tiñendo todo del color de la muerte, la nube oscura dejaba caer una pelusa frágil y negra, que caía por todas partes, ensuciaba la ropa colgada en los tendederos, contaminaba el agua almacenada en barriles, te caía en los ojos, el pelo, la ropa, los tejados y las mentes de los trabajadores y sus familias.

 

Las calles eran estrechas, con muchos arboles, calles de tierra, llenas de lodo en el invierno y de polvo en verano. Los tractores, camiones, camionetas y enormes maquinas llenaban las callejuelas, sin distinguir entre avenidas o calles, todo era igual, ruido, calor, movimiento, trabajo, gentes y animales mezclados, como un enorme mercado humano, sucio y ocupado. 

Nadie tenia permiso para la vagancia o el descanso. Ahí se llegaba a trabajar, a producir miles de tonelada de caña que llenaban de dinero los bancos y empresas de una de las familias mas ricas de Centroamérica: los Pellas, dueños, amos y señores del Ingenio San Antonio.

 

Al fondo del ingenio estaba el Hospital, un edificio de una planta, de color blanco y verde, donde enfermeras, médicos y pacientes, convivían y compartían. Decenas de trabajadores, intoxicados, heridos o enfermos de malaria. Embarazadas esperando el momento del parto. 

Al inicio estaba la admisión y el laboratorio, luego una pequeña sección para curación, inyecciones y cirugía menor, un laboratorio y un centro para el estudio de la malaria, salones para la consulta externa, las tres áreas de hospitalización, niños, varones y mujeres. 

Y al fondo el quirófano, donde se hacia de todo, desde una cesárea, hasta una hernia, un apéndice, un traumatizado, o se mejoraba o se transfería a otro hospital, o se moría. 

Del hospital todos salían, o vivos o muertos, pero nadie se quedaba ahí.

 

 

Las casas de los trabajadores eran pequeñas y calurosas. Una salita, un cuarto compartido y una cocina, las puertas y ventanas forradas de cedazo para tratar de escapar de los mosquitos: el enemigo público número tres, después de la pobreza material y el ruido; los mosquitos estaban por todas partes, los doce meses de año. 

Crecían en las presas y riachuelos que bordeaban el ingenio, vivían en las alcantarillas y cauces, se alimentaban de la sangre de las personas, de cualquiera, pero por alguna razón desconocida, sobre todo de la gente pobre. Transmitían dos tipos de parásitos, el vivax y el falciparum, el primero transmitía la malaria, fiebre de cuarenta y dos grados con alucinaciones y sudoración intensa. Y el segundo era sinónimo de muerte. 

 

Pocos sobrevivían a la fiebre de aguas negras. Los baños compartidos, los servicios sanitarios contaminados, la desnutrición, el calor, el ruido y la pobreza hacían el resto.

 

Existían también, en los alrededores del Ingenio, las llamadas “colonias”, habitadas usualmente por las familias de los paileros, conglomerados habitacionales, miserables y calurosos, donde las gallinas y cerdos convivían con los niños.  

Ubicadas a 10 o 15 minutos del ingenio, las colonias eran una especie de hormigueros donde cada madrugada salían los camiones destinadas al acarreo de caña, atestados de seres humanos oscurecidos por el sol, hombres con sus machetes, sombreros y ropas de trabajo, cargando sus pichingas de agua de pozo, marcados por la fortuna de tener un empleo, consumiendo sus vidas como velas por el fuego de la familia Pellas. La misma pobreza distribuida en las cinco colonias, abastecedoras de fuerza de trabajo, donde no existían condiciones higiénico sanitarios y donde la Declaración Universal de Derechos Humanos, aún no había llegado. 

 

La entrada al Ingenio era hermosa, una alameda de enormes palmeras, cubría el camino de tierra y piedra hacia la vecina Chichigalpa, dos kilómetros de polvo y calor que se recorrían en 15 minutos en viejas camionetas repletas de pasajeros. 

Paralelo al camino estaba la vía férrea, donde las viejas y enormes locomotoras resoplaban día y noche, arrastrando dos vagones para los empleados que podían ir sentados, luego varios vagones donde los obreros y trabajadores de menor categoría iban de pie, cansados, pero contentos, algunos llevaban un poco de comida, una pichinga de agua; 8 o 12 horas después regresarían a sus casas, cenarían, dormirían un poco, y a la madrugada siguiente, muy temprano, al amanecer, de nuevo, ahí, a trabajar.

A ganarse el pan, a enriquecer el dinero de los Pellas, orgullosos y contentos de mostrar en sus carnés, el logotipo de la Nicaragua Sugar Estates.

 

Como en una postal, al fondo se elevaba a 1745 metros sobre el nivel del mar, el majestuoso Volcán San Cristóbal, siempre humeante y rodeado de hermosas nubes blancas, que contrastaban con el color verde azulado del volcán, que desde el cielo vigilaba al Ingenio.

 

Por esa época, exactamente en 1956, un siglo después del nacimiento de Nikola Tesla, en ese enorme Ingenio Azucarero, la vida me regaló a mis padres y me concedió la oportunidad de nacer, en un día de diciembre, legalmente un 28, pero en la realidad un 19. 

La pobreza hizo que fuese Sagitario y no Capricornio. Mi abuelita me inscribió tardíamente en el Registro Civil de las Personas, nueve días después de la fecha real, para evadir la multa. 

En realidad, no se contaba con las monedas para viajar a la cabecera departamental e inscribirme para ser reconocido como ser humano real, un candidato a ciudadano, un varón a quien le llamaron Fausto René Montiel.

 

Nací con dos nombres y un apellido, un nombre cuasi mitológico, el Fausto, y otro el paradigmático René, una emulación del Descartes del “Cogito Ergo Sum”, y un solo apellido, el de mi madre, una guapa mujer que tuvo la fortuna de cruzar su vida con un doctor exportado del sureste del país, que no se tomó el cuidado de compartir su apellido con su único hijo varón, que 21 años después seria medico, igual que el.

 

Ese Ingenio, estas palmeras sensuales y cadenciosas, el enorme y mágico volcán, el ruido y calor, la pobreza, el no reconocimiento parental, el hospital, los mosquitos zumbando tus oídos, las alucinaciones de la malaria estremeciendo el cuerpo, la enorme chimenea, el cielo azul lleno de pelusa negra, las calles estrechas polvorientas o lodosas, la explotación de la fuerza de trabajo, una guapa mujer, mi madre, y un desconocido doctor, mi padre, junto a los cuadernos de la educación pre escolar, constituyen el abono de mis primeros recuerdos.

 

Un lugar al que llegué a odiar, un pedazo de Nicaragua lleno de recuerdos, una familia valiente, creyente e ingenua, donde jamás pensé en regresar, y fue mi primer lugar de trabajo, primero como estudiante y luego como medico. Aquí nació mi segunda hija, aquí fui dirigente político, aquí casi me asesinan y a mi esposa. 

Aquí comenzó mi historia y espero que quienes lean esta crónica de vida, tengan una idea de mis orígenes, y puedan ubicar, estén donde estén, el Ingenio San Antonio, el pequeño, ruidoso, injusto y cálido lugar donde nací.

 

 

3.           El don de la vida

 

Probablemente fui fecundado un quince de marzo en las primeras horas de la noche, asumo que ese día, el doctor Pérez (mi padre desconocido), salió del turno en el hospital y pasó “visitando” a mi bella mamá. Yo nacería unos doscientos ocho días después.

 

Cuenta la leyenda que el buen doctor había conocido a Doña Thelma María, como su paciente; la había auscultado bien, como solíamos hacer los médicos “de antes”, (los de ahora, ni siquiera te vuelven a ver) y de ese examen físico, nació el amor entre ellos.

Siempre me ha gustado pensar que mi fecundación significó minutos muy lindos entre mis padres. Él venia de estudiar medicina en México, había pasado por León donde quedaron cuatro hijos (mis primeros hermanos) y llegó al hospital del Ingenio san Antonio donde eventualmente conocería a mi futura mamá. 

 

Ella, mi madre, era (aún se percibe) una mujer muy guapa, y con el “ojo clínico” y los buenos modales del doctor, no le habrá costado mucho conquistarla.

 

Nací en el tiempo del invierno. Y fui fecundado en primavera. Dos de las estaciones mas hermosas del año. En cierta medida fue una señal de lo que viviría: muchas lluvias y nevadas, mezclado con abundancia de flores y canto de las aves. Estas serian las dos facetas de mi vida, un hombre romántico e introspectivo, mezclado con una gran pasión por la vida y todo lo que en ella existe.

 

Con el paso de los años aprendí a dar gracias por haber nacido y todo lo que he experimentado, quiero creer que fui tomado en cuenta en el hermoso Plan de Dios para todos los hombres, y que todo lo vivido ha valido la pena.

 

Dicen muchos que no hay que arrepentirse de nada, yo no sé, no estoy seguro de eso, pero bueno, lo pasado es pasado, y no hay manera de rebobinar nada. El futuro es incierto e inexistente. 

Sé, aunque no soy tan racional en esto, que solo contamos con el presente, el aquí y el ahora que nos muestran Fritz y Laura Perls, pero no es tan sencillo. Sigo trabajando en ello.

 

Hace algún tiempo, una amiga muy querida me pidió escribir sobre mi próxima vida, y aunque me acusen de nuevo de hereje e idólatra lo hice, no recuerdo muy bien lo que escribí, pero más o menos puse que nacería en una ciudad con clima frío, que mi padre sería escritor y mi madre pianista, que hablaría varios idiomas, no tendría hijos ni esposa, seria un poco mas alto (1,80) y con un poquito más de carnita, conocería muchos países, no tendría hermanos, y jugaría muy bien al ajedrez, tocaría guitarra y podría poner serenatas y cantar en las fiestas, aprendería a nadar y sabría contar chistes, seria un tipo educado (a la antigüita), me fascinaría leer, el teatro, la opera y aprendería a reconocer un buen vino, seguiría siendo heterosexual y amante del mar, las montañas, los ríos y la lluvia.

 

Y por supuesto tendría una relación personal con Dios, sin máscaras ni falsa piedad, ni exceso de rituales. Un hombre coherente y cordial, seguiría siendo médico y psicoterapeuta, tendría una pequeña casa con muchas plantas, me encantaría caminar, seria un gran conversador, sabría bailar todos los ritmos, no seria un hombre violento, y tendría un corazón “grande” como dicen los holandeses. 

 

Por ahora, solo soy lo que soy, uno más entre los siete mil millones, quinientas mil personas del planeta tierra, un poco de polvo y barro, sobre el que Dios sopló con mucho amor. 

 

Acompaño a Violeta Parra y Mercedes Sosa: “Gracias a la vida que me ha dado tanto, me ha dado el sonido y el abecedario; con el las palabras que pienso y declaro: Madre, amigo, hermano, y luz alumbrando, la ruta del alma de la que estoy amando”. 

 

 

 

4.          El niño que nació sin reflejo de succión

Para los registros formales nací un miércoles diez y nueve de diciembre de 1956 (año del mono según el calendario chino), a las seis de la tarde, en un caserío del Ingenio San Antonio, en el occidente de Nicaragua. Soy Sagitario Capricornio.

 

Mi padre fue el doctor Alfonso Pérez Andino, un médico del pueblo minero de Santo Domingo, en el noroeste de Chontales, procedente de una familia de inmigrantes hondureños, que habían llegado durante “la fiebre del oro” en el s XIX; la familia Pérez, aparece en los registros oficiales de la alcaldía de Santo Domingo, como fundadores del pueblo.

 

Mi madre es doña Thelma Montiel García, de oficio costurera o modista como se decía en aquel tiempo, originaria de León, la “ciudad universitaria” y nacida en Chichigalpa, en el Occidente del país. Mi familia materna tenia ancestros granadinos, rivenses y leoneses.

 

Mi parto fue domiciliar, una costumbre popular en esa época, aparentemente sin complicaciones, tan solo nací con raquitismo fetal, que me convirtió poco a poco, en un niño flacucho, enfermizo y eventualmente “acomplejado”, un dismorfismo que me atormentaría toda la vida.

Vivíamos en una pequeña casa, en el noreste del Ingenio, en un sector destinado a los trabajadores menos calificados de la empresa, un lugar caliente, plagado de mosquitos, a pesar de los cedazos en ventanas y puertas.

Recuerdo al ingenio, como he dicho antes: un lugar lleno de ruido, olor a bagazo de caña y pobreza.

 

Mamá contaba que había padecido “de todo, menos poliomielitis”, y mi hermanita Sylvia, decía que “siempre estaba enfermo”. Me daban la leche materna con un gotero, ya que mis labios carecían del reflejo de succión. Crecí muy flaco, acomplejado de mi contextura física. Agoté todas las enfermedades “propias de la niñez”, producto de la pobreza y las condiciones de insalubridad, propias del ambiente del ingenio de aquella época. 

 

La mortalidad infantil era muy elevada en los años cincuenta y yo era el candidato perfecto a ser un deceso neonatal más (mi hermanita mayor había fallecido a los pocos meses), pero sobreviví. De todas mis enfermedades neonatales, solo recuerdo la malaria, la faringoamigdalitis y la cistitis aguda, que me atormentaron hasta mi juventud temprana. Mi madre cuidó de mí y Dios hizo el resto. 

 

Fui asentado en el Ingenio San Antonio, como Fausto René Montiel, ya que no fui “reconocido”, por el doctor Pérez. Años después, la primera esposa de mi padre, Doña Nelly me aconsejó llevar su apellido, no se porqué le obedecí, busqué dos testigos “Masaya” y rectifiqué mi partida en la ciudad de León, como Fausto René Pérez Montiel. Quizás en el fondo, añoraba cierta identidad, aunque fuese del buen doctor.

Hoy quiero evocar como figura simbólica de mi nacimiento, el hermoso Volcán San Cristóbal, visto desde el Ingenio San Antonio, con su alameda de palmeras, sobre la vía férrea que une el Ingenio con Chichigalpa, la centenaria ciudad que me acogió hasta los trece años. El volcán sigue siendo un espectáculo hermoso e imponente. 

 

Ahí me quiero situar, un niño, un sobreviviente, en una familia de mujeres valientes y trabajadoras, un micromundo de explotación de la fuerza de trabajo, un pequeño lugar del universo donde Dios me depositó al nacer.

 

Hoy quiero evocar como figura simbólica de mi nacimiento, al hermoso Volcán San Cristóbal, visto desde el Ingenio, sobre una alameda de palmeras, sobre la vía férrea que unía el Ingenio con Chichigalpa, la centenaria ciudad que me acogió hasta los trece años. Aún hoy en día, sigue siendo un espectáculo hermoso e imponente. 

 

Ahí me quiero situar, en el ingenio, entre el ruido de la fábrica y el humo negro de la enorme chimenea, en medio de las palmeras, sobre la línea férrea, con el inmenso volcán al fondo: un niño sobreviviente, una familia de mujeres valientes y trabajadoras, un micromundo de explotación de la fuerza de trabajo, un pequeño lugar del universo donde Dios me depositó al nacer.

 

Inicio esta breve historia dando gracias a Dios, a mi madre D Thelma, mi abuelita Chepita, mi hermanita Sylvia, mi esposa Armantina, mi primera maestra d Anita, y no sé cuántas otras personas, muchas aún presentes, otras ya olvidadas, que convirtieron este pedacito de piel y huesos, en lo que logré convertirme, un hombre útil y agradecido, un hombre, un ser humano, al que nada humano le ha sido ajeno

 

Posdata. Nunca me he considerado originario de Chichigalpa, sino del Ingenio San Antonio. Dos realidades totalmente diferentes en la época que nací. Antes, en el Ingenio, había un villorrio, casuchas humildes y hacinadas, donde vivían los hijos de los trabajadores menos calificados. Actualmente no existen. Los dueños del Ingenio las destruyeron en los años 90. Cuando llegué a Chichigalpa a la escuela primaria, ya sabía leer y escribir. La profesora Anita hizo un trabajo extraordinario. Hasta hoy le estoy inmensamente agradecido a ella y a mi madre.

 

 

5.            Mi madre

Máximo Gorki, el gran escritor ruso, escribió una bellísima novela titulada “La Madre”, sobre Pavel y su madre Pelagia, una historia que me cautivó desde el inicio. Compré el libro, en la librería “Villa” de León. Les recomiendo leerla: la fábrica me recordaba al Ingenio San Antonio; el papá Mijail (Misha), representa al hombre brutal y alcoholizado, que yo no tuve, pero infelizmente, típico de muchos hogares; y Pavel, el hijo, simboliza al joven, idealista y amoroso (un poco de mí mismo). La novela me robó el corazón y aún guardo un ejemplar de 1974 con muchísimo cariño.

 

Mi madre, D Thelma aún vive. Una mujer de quién siempre recordaré que inculcó en mí, el amor a Dios, la literatura, el arte y los libros. Una mujer valiente que enfrentó sus embarazos en la etapa adolescente, trabajando y cuidando de sus hijos, en palabras nicaragüenses: “se echó los ovarios a tuto”, sin “pedir cacao” ni inspirar lástima a nadie. 

Una gran mujer, con mucha dignidad, que mantuvo su frente muy en alto, ante las circunstancias tan difíciles que le tocó vivir. 

 

Una persona muy inteligente, con una caligrafía preciosa y una amplia cultura general, nadie pensaría que no logró completar su primaria. Y con una profunda Fe cristiana, cada vez que habla catequiza, domina con detalle la Palabra y se percibe el sello de muchos años en el Camino Neocatecumenal. 

 

Por muchos años fue del coro “Candelaria”, de la iglesia, y amiga de muchos sacerdotes. Quienes la conocen de Chichigalpa, podrán corroborar su fortaleza espiritual, temple de guerrera, facilidad de expresión, y aún a sus ochenta y seis de años, se percibe su belleza física, una mujer hermosa, alta y guapa, características que, en sus años de juventud y pobreza, condicionaron en cierta medida muchas de las dificultades que le correspondió vivir y de la cual fuimos naciendo, uno a uno, sus hijos.

 

Debo reconocer que jamás fui sucio o descalzo a la escuela, mi madre lavaba, almidonaba y planchaba mi único traje, todos los días. 

Siempre llevé mis cuadernos y útiles en un “bulto” de cuero, me enviaba a cortar el pelo cuando lo necesitaba, y me dio muchísimos consejos, sobre la honestidad, dignidad de la mujer, trato hacia los demás, buenos modales, respeto a los mayores, pero lo que más le agradezco es la fe cristiana que inculcó en mí. 

 

Me enseñó a vivir, a dar gracias todos los días, encomendarse al creador en cada momento. Con ella y mi abuelita, aprendí a doblar mis rodillas, a orar y confiar en el amor y misericordia de Dios hoy y siempre. 

 

En casa se rezaba todo el tiempo, en casa y en el templo siempre escuché la hermosa voz de mi madre, entonando los cantos de la iglesia, siempre con pasión y emoción, entre nosotros siempre estuvo la presencia de Dios, siempre. 

 

Hubo muchos problemas, de todo tipo, pero jamás se dejó de recurrir a ese Padre Misericordioso, jamás. La frase favorita de mi abuelita, que mi madre repetía con frecuencia “de que te afliges, si Dios no está muerto”. Mucho de mi vida de conversión actual, fue, no lo dudo, por las oraciones de mi esposa y mi madre.

 

Hoy mi madre llegó a la edad de la sabiduría y la tercera niñez, ya no puede cocinar la “gallina rellena”, no puede cuidar ni de ella misma, su mente está bastante lúcida, pero su cuerpo ya no le responde. Ha llegado la hora de cuidar de ella, ojalá y Dios me permita hacerlo con amor. Termino diciendo que no creo mucho en eso de los cementerios y llevar muchas flores. Procuro hacerlo todo en vida. 

Y finalmente comparto que he aprendido que todo aquello que has rechazado o te desagrada de tus padres o ancestros, debes anotarlo bien en tu cerebro y en tu corazón, y no lo repitas. No critiques, más bien, no lo repitas, hazlo mejor. 

Cada Día le pido a Dios por mis padres, uno ya está en su presencia, mi madre aún peregrina conmigo. Ojalá y ambos lleguemos al cielo, y podamos abrazar a mi abuelita, a Sylvia, a mis hijos no nacidos, a mi padre. 

Se que todo es gracia, por eso rezo cada noche como cuando era un niño, “ruega por nosotros, santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de Nuestro Señor Jesucristo”. Amen

 

 

6.            Mi héroe desconocido

 

Por alguna razón los niños tenemos un héroe, y yo como todo niño también lo tuve, mi héroe infantil fue mi padre desconocido. 

 

Mi madre no me lo describía bien físicamente, pero si me hablaba mucho de sus “cualidades”, supe por ella que era “un gran cirujano”, un médico brillante, que cuando estaba “un poco tomado” era mejor todavía. Exaltaba sus dotes de seductor: amable, cariñoso, encantador, atento. 

 

Pienso que de alguna forma vio en mi padre, algunas características de mi abuelo, don Ramón Montiel, un hombre alto y elegante, con ropa limpia, con sus pañuelos perfumados, zapatos lustrados, con sombrero, bigote y bastón, figuras icónicas de mi infancia, hombres elegantes y desconocidos. Una suerte de “conquistadores”, egoístas, hombres “candiles de la calle y oscuridad de sus familias”. 

 

Pero con todo eso, yo pensaba en mi padre como un héroe: médico, luchador, valiente, los periódicos de la época hablan de su juicio en el consejo de guerra; autor o colaborador de autopsias de los cadáveres de Rigoberto López Pérez y Cornelio Silva, un hombre que fue detenido innumerable veces, que estuvo en la “jaula de los leones”, torturado por Somoza, en fin una leyenda, que mi mente infantil grabó, esperando algún día abrazarlo y sentirme orgulloso de ese héroe desconocido, que era mi padre, pero que no estaba conmigo. Ese abrazo nunca llegó.

 

Años más tarde supe de mis hermanos paternos: Augusto, Dagoberto Alfonso y Mario, además de Ileana y mi hermana materna y paterna: Marthita, la hija del cual el doctor Pérez no se enteró jamás.

 

Recuerdo haber llegado a Santo Domingo, lugar de nacimiento de mi padre, preguntar por la familia Pérez Andino, y cuán grande fue mi sorpresa de encontrar vivo a mi tío David, el hermano mayor de mi padre, un anciano que me abrazó como un hijo, me presentó a su joven esposa, sus hijos y nietos. 

 

Fui a la alcaldía del pueblo y supe que mi bisabuelo o tatarabuelo, era uno de los “fundadores” del municipio, un hondureño que vino a Nicaragua en la época de la fiebre del oro, y acabó ahí, enamorado de alguna mujer nicaragüense, y de esa generación de “buscadores de oro”, migrantes, enamoradores y aventureros, había nacido yo, hijo de un médico desconocido.

 

Mi hermano Dagoberto murió de cáncer de estómago, lo conocí tras el triunfo de la revolución, venia del partido socialista, un hombre puro de corazón, mirada limpia, hablar pausado, que se me acercó. Fue quién me llevó a mi padre años después, y al poco tiempo, ambos fallecieron, mi tío abuelo David también falleció. Con sus muertes, la luz de mi familia paterna y mi papá héroe se fue apagando. 

 

Conocí luego a mi hermana Ileana, una mujer brillante, hija dilecta de papá, actualmente magistrada de la CSJ, muy parecida a mi hija Mey Ling. 

Hemos hablado un poco, le guardo mucho cariño, le admiro y en ella, veo la última obra de arte de papá, mi héroe desconocido, apagado y mustio, como esas estatuas abandonadas y corroídas por la historia, la naturaleza y los hombres.

 

Un buen día mi esposa fue a orar al Santísimo, llegó a “entregarme”, ya no podía conmigo, una copia de mi padre en muchos sentidos, me “dejó” ahí, me “abandonó” en los brazos de un hombre extraordinario llamada Jesús de Nazaret, y Él hizo la obra que yo había querido realizar, pero no podía.

 

Por muchos años estuve atrapado por una conducta hedonista, un Id saturado de placer, “hormonas”, sexópata, egoísta, alejado del Dios de mi infancia, proyectando, por un lado, un “brillante profesor”, un “intelectual”, un revolucionario, y por otro un adicto más, un pecador, metido en el mundo, triste, avergonzado, solitario, como el niño de 9 años, sentado en la acera de Chichigalpa.

 

Un fin de semana de Julio, mucho tiempo después, abrí las puertas de mi corazón, me dejé abrazar por Cristo, lloré por varios días y encontré a mi héroe desconocido, un hombre que vino a este mundo para enseñarnos a amar, que murió por mí en una cruz, que dio testimonio con su vida del perdón, hijo legitimo del amor: Mi padre celestial. 

 

Empecé a entender muchas cosas, Él me abrió los ojos, vi toda mi vida con otra perspectiva; Él me abrió los oídos para escuchar su palabra; Él abrió la puerta de mi cárcel personal, me invito a ser libre; y supe que estaba naciendo de nuevo, que Él hace nuevas todas las cosas, y desde entonces me reconocí como hijo de Dios, había encontrado a mi héroe, supe que nunca estuve solo, que Él me había llevado a la escuela, me había liberado de la cárcel, que había sido mi pedagogo personal, mi padre, mi Dios y mi Señor.

 

He llorado tantas veces al verlo en el Santísimo, al ver sus pies sangrantes y sucios en la Cruz, al escudriñar su Palabra, al sentir que a pesar de todo lo que hice, me ha perdonado y no ha dejado de amarme. 

 

Hoy solo tengo una tarea pendiente: alcanzar su gracia para ir al cielo. “Donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia”. 

Hoy solo quiero como el publicano en el templo, de rodillas, con la vista hacia el suelo, suplicarle: “Señor, ten piedad de mi, porque soy un Pecador”. 

Y GRACIAS por todo lo vivido. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Gracias. Bendito seas Señor.

7.              La Chepita: mi santo favorito

 

Hoy un “website” católico hace una extraña pregunta: ¿Cuál es mi santo favorito?  

Mi respuesta es simple: mi abuelita Chepita, la mamá de mi mamáuna viejecita tiernamente cristiana, que denotaba dulzura y bondad con solo mirarla. 

Se levantaba y se acostaba con una sonrisa. Desde la preparación del café con leche matutino, hasta la oración antes de dormir.

Ella iniciaba y terminaba su día encomendándose al Creador. Ante cada problema o dificultad el recurso personal y familiar era el rezo del Rosario de rodillas. Jamás olvidaré a la viejecita cargando el Vía Crucis todos los soleados viernes santos. 

 

En casa rezaba el Mes de María, el Mes del Corazón de Jesús, la Purísima y la novena al Niño Dios. Jamás faltaba a misa, confesión y comunión. Y su Biblia fue su actitud y testimonio personal.
Todo lo hacía con amor. Todo. Con una sonrisa, con paciencia, cariño, ternura, sin reproches, sin regaños, jamás dijo una palabra ofensiva, vivió y murió amando.

La Chepita salía todos los días al mercado con una pana de frutos, que cortaba del patio de la casa: mangos y nísperos, recorría diez cuadras hasta el mercado, y regresaba con la comida y el postre del día. 

Preparaba los alimentos como si fuesen el banquete de fin de año. No comía hasta que se levantaba de la mesa el ultimo de nosotros.

Luego empezaba a coser en su vieja máquina Singer, hacia delantales que canjeaba por comida. Encendía la radio y su sonrisa y paz, iluminaba toda la casa, a veces canturreando, a veces rezando, a veces con su mirada silenciosa, no necesitaba gritar para que todos supiésemos lo que debíamos hacer.

Las tormentas eléctricas de cada día del invierno (seis meses anuales mínimo), eran la ocasión propicia para el rezo (de rodillas) del rosario, con la palma de ramos en la cabeza. Devota de la virgen y todas las celebraciones marianas en el año. En semana santa, cargaba la pesada imagen del crucificado bajo el sol inclemente del viernes santo, semana mitad iglesia y mitad familia.

La disfruté por trece años, hasta que me fui a León a terminar mis estudios de secundaria. Y solo regresé el día del infarto cerebral que la llevó directo al cielo. 

Murió en silencio, tal como vivió, sin hacer ruido, sin quejarse, sin dejar nada material, más que una extraordinaria herencia de amor incondicional. Mi santa preferida.

Y hoy al releer al padre José Luis, sospecho tener una pizca de razón.

"Siempre he pensado que lo mejor del cielo deben de ser sus santos anónimos, los desconocidos, los que jamás serán canonizados ni aparecerán en ningún calendario, los San Juan García, San Pepe Rodríguez, San Luis Martínez, Santa María González o Santa Luisa Pérez.

Porque, naturalmente y por fortuna en el cielo hay muchísimos más santos que los que la Iglesia reconoce oficialmente. Aquí en la tierra hacemos las cosas lo mejor que sabemos —que es bastante mal—, pero en el cielo hilan muchísimo mejor y más fino. Y así, en la Gloria habrá montones de buena gente.

Tan buena gente que ellos mismos se habrán llevado una sorpresa gordísima al encontrarse con que arriba les rinden culto, cuando ellos creían ser «de lo más corriente». Y es que resulta que para ser santo no hay que hacer nada extraordinario.

Basta con hacer extraordinariamente bien las cosas ordinarias. Si ustedes me permiten la autocita, voy a copiar aquí una especie de «decálogo para un hombre que quería ser santo» que yo escribí, hace muchísimos años, cerca de cuarenta.

Decía así:
Amarás al Señor tu Dios y en cada cosa descubrirás su voz, su luz, su sombra.
Cantarás cada día al levantarte, sonreirás al tiempo que te crece delante.
Al cruzar los umbrales de tu puerta, un momento detendrás la pisada y dirás: «Estoy contento».
Tenderás la sonrisa como una mano a todos, tendrás a flor de labios las palabras «amor», «claro», «nosotros».
Amarás el silencio del templo, y el quedarte largo tiempo en un ángulo, y decir sólo: «Padre».

Al sentir en tus manos el roce del dinero sentirás alegría… y un poquito de miedo.
No creas que tu esfuerzo ennoblece el trabajo, sino que es el trabajo quien redime tus manos.
Amarás a tu esposa y a tus hijos; y el pobre conocerá tus pasos, tu mano y no tu nombre.
Soñarás en ser mártir treinta veces al año y lo serás seiscientas en el afán diario.
Te dormirás soñando que hay una mano blanca que te cierra los ojos, mientras tú dices: «Gracias».

No sé si cumpliendo estos diez mandamientos ingresará uno, sin más, en el cielo, pero la verdad es que yo ya me contentaría con cumplir la mitad. Y, lógicamente, sin milagros.

Me temo que hemos encadenado indebidamente la idea de la santidad y la de los milagros. Porque la Iglesia hace muy bien exigiendo el milagro como sello y garantía para canonizar a un santo.

Pero aún éstos se realizan después de la muerte, porque lo que es para ingresar en el cielo a nadie le van a pedir que haya multiplicado los panes o devuelto la salud a los enfermos. Por eso más que hablar de «olor a santidad» yo suelo hablar de «olor a gente sencilla». 

Y en este mundo nuestro, estridente y dolorido, hay, gracias a Dios, mucho olor a gente sencilla. Son gentes de todas las edades y condiciones. Y uno se los encuentra donde menos sospechaba
(José Luis Martin Descalzo)

 

 

8.            Soy humano y nada humano me es ajeno

 

El sol en occidente se siente más cálido e intenso, quema, hiere los ojos y la piel, la tierra está al nivel del mar, hay 36, 37, 38 grados. 

Bajo esa fiebre de la naturaleza, una mañana, una “carreta” salió del ingenio san Antonio, ahí venían dos mujeres y algunos niños, mi abuelita y mi madre, mis hermanitos y yo: nos habían “expulsado” del ingenio, mi padre nos había abandonado, y no teníamos “derecho” de seguir ahí, salimos del ingenio, bendecido con el sudor, la vida y muerte de miles de trabajadores. 

 

En el ingenio quedaba el cadáver del tío Agustín, destrozado por el ferrocarril, del cual cayó, dormido, tras un turno inhumano de varios días. 

Quedaba mi tía Lula, esposa de Agustín, la Lulita de los increíbles frescos de cacao con torta de piña, que aún disfruto (murió en tierras jarochas por una insuficiencia renal crónica, el regalo del ingenio a miles de trabajadores, fallecidos en una epidemia silenciosa y oculta por el poder de la familia Pellas). 

Y quedaron también Doris María Auxiliadora y sus hijas Jennifer y Carolina, mujeres valientes y con un hermoso corazón. 

 

 

 

Salimos del ingenio con todas nuestras cositas, todo alcanzaba ahí, en la vieja carreta, empujada por dos bueyes envejecidos y tristes, rumbo a Chichigalpa, el poblado más cercano, distante a unos cinco kilómetros. Iniciábamos una nueva vida. 

Ahí viviría hasta mis trece años, moriría mi abuelita y viviría mi madre, ahí nacería mi hermano Juan Carlos y los gemelos, Miguelito y Adrián. Una puerta se cerraba y se abrirían otras, como suele ocurre en la vida.

 

Dice Eric Berne que los seres humanos tenemos hambre de caricias, y hambre de alimentos también. Hambre de afecto, seguridad, protección, amor, hambre, una palabra que hoy en pleno s XXI, sigue acompañando a millones de personas: hambre.

Recuerdo en mi etapa escolar que siempre tenía hambre, y sigo a mi edad, comiendo con hambre, con un apetito como si llevara días sin hacerlo, termino el plato en pocos minutos, suelo disfrutar muy poco del alimento cotidiano. Y así ha sido desde muy temprano, esperaba con ansias a mamá, que siguió trabajando en el ingenio, para comer con mis hermanos, lo que ella llevaba envuelto en papel de aluminio, quizás su almuerzo, comida que sabía al mejor banquete del mundo.

 

Con mi madre aprendí a disfrutar de todo lo humano y lo sigo haciendo, ella me abrió los ojos al mundo, me enseñó a disfrutar de la puesta del sol en la playa; a disfrutar de las copiosas lluvias del invierno nicaragüense de entonces; de las rosas de todo color que había en el jardín; disfrutar de mis hermanos, amigos, maestros, escuela, iglesia, veía todo con esperanza, “nada es eterno en la vida”, y tenía la certeza, que un buen día todo sería mejor. 

Dejaríamos de vivir en “cuarterías”, seriamos respetados por los vecinos, tendríamos una casa digna, creceríamos y seriamos adultos felices.

 

Mi madre me hablaba mucho sobre cómo tratar a una mujer, de los talentos para “enamorar” de mi abuelo y mi padre, de la “anatomía” femenina, ella misma era muy guapa, me entrenó para ser un caballero, estar atento a las necesidades de una mujer, ser tenaz, perseverante, me contaba historias extrañas de un colombiano llamado Vargas Vila, que fue capaz de seducir hasta a su propia madre. 

 

Y al ver llegar a las “muchachas” del pueblo a “medirse” la ropa, me fui obsesionando con “el amor” en los brazos y algo más de una mujer. 

 

 

Mi timidez infantil y mi inseguridad adolescente las fui cambiando, por la figura del joven médico “revolucionario”, encendido, fogoso, apasionado, ardiente, “luchador” por un mundo mejor, trabajador infatigable, ocurrió una metamorfosis exterior y conceptual, aunque por dentro seguí siendo el mismo niño introvertido y lleno de carencias. 

 

Y viví, viví mucho, experimenté muchas cosas, y di gracias a Dios, por haber creado a las mujeres, la música, la poseía, los árboles y el viento, las culturas, razas y pueblos, animalitos y plantas, todo me parecía bien. Agradecí la naciente revolución, lloré la derrota electoral del 90, y seguí adelante cada día, sin detenerme, “la vida debía seguir, aunque el cielo cayera sobre nosotros”.

 

Por mucho tiempo en mi vida, convivían en mis, dos personajes: uno era como el lobo bueno del poema de Rubén: “salía a la calle, iba por el monte, descendía al valle, entraba a las casas, los salmos oía y los claros ojos se le humedecían”. Y el otro, lleno de vergüenza, autodestrucción, “lealtad”, rencor, resentimiento y dolor acumulado, que salió por mi piel, e hice daño, mucho daño a mi propia familia y a muchas otras personas. 

Ya, gracias a Dios, todo quedó atrás. Terminaré mis relatos y la vida seguirá, como debe ser, y me sigo sorprendiendo por el amor de Dios, el don de la vida, la familia, el servicio, mi país. 

 

De José Luis aprendí a ser agradecido y el valor de equivocarse y levantarse: “No existen hombres que nunca hayan roto algo. No ha nacido quien nunca fracase en algo. Lo que sí existe es gente que sabe sacar fuerzas de sus errores. Y sería estupendo educar en la idea de que no hay una vida sin problemas, pero lo que hay, es capacidad para superarlos. No vale, realmente, la pena llorar por un plato roto. Se compra otro y ya está. Lo grave es cuando por un afán de perfección imposible se rompe un corazón. Porque de esto no hay repuesto en los mercados”

 

 

9.          La Escuela: mi primer amor

 

Muy cerca de mi casa natal en el Ingenio San Antonio, vivía Doña Anita Arguello, una maestra de escuelita privada, como se le conocía antes a la educación pre escolar. Mi mamá tuvo el acierto y la inspiración de llevarme muy temprano donde la maestra, y ahí, no sé conque métodos aprendí a leer y escribir muy temprano. 

Fue el primer gran amor de mi vida: la escuela, los libros, la educación, el aprendizaje. El primer libro “serio” que leí, después de la cartilla del ABC fue “Las aventuras de Tom Sawyer” de Mark Twain, un regalo de mi hermanita Sylvia, celebrando mi ingreso al mundo del saber

 

Al emigrar a Chichigalpa mi madre me llevó a la Escuela Superior de Varones “Gilberto Ramírez” donde me aceptaron en infantil. 

Recuerdo mi primer asiento: una caja de jabón GL, pero me sentía muy feliz: estaba en la escuela y algún día podría ser alguien en la vida, estaba en la escuela a pesar de la pobreza material y las difíciles condiciones de vida de mi abuelita y mi madre, que para entonces cuidaba de tres hijos, más adelante llegarían otros tres, sin una figura paterna que nos diera un poco de dinero y seguridad. 

La escuela fue mi refugio seguro como más adelante seria la presencia de Dios y la Iglesia.

 

Estaría en segundo o tercer grado cuando llegó una delegación del Ministerio de Educación de Managua que investigaba el conocimiento que los niños teníamos sobre Rubén Darío, llegaron al aula acompañados del director, el profesor Parring originario de la Costa Caribe, habían recorrido los grados superiores y ningún niño había respondido las 3 preguntas: ¿Cuál fue el primer libro de Rubén?, ¿Como se llamaban sus padres biológicos y adoptivos? ¿Y cómo se llamaba su padrino?, inmediatamente levanté la mano y respondí a sus preguntas: Azul, Félix García y Rosa Sarmiento, El Coronel Félix Ramírez y Doña Bernarda, Máximo Jerez. 

 

Ese día cambió mi vida. Empecé a ser reconocido como el “niño inteligente” de la escuela, empecé a declamar poesía en los actos del colegio y tuve una clara conciencia que había encontrado la manera de salir de la pobreza material: podría estudiar y algún día ser médico, como el padre ausente que había tenido, pero de quien nada recordaba.

 

Terminé la primaria. Ingresé al Instituto “San Luis Gonzaga”, un colegio privado de la familia del Presbítero Víctor Manuel Soto, quien me puso a la orden la pequeña biblioteca, y ahí pasaba mis tardes de recreo, leyendo y leyendo. 

Tuve brillantes maestros, siempre he recordado con muchísimo cariño a mi profesor de Algebra y Trigonometría: Jorge Antonio Padilla Somarriba, quien me dio el aliento y cariño que tanto necesitaba. Él y el Padre Soto fueron con la profesora Anita, tres de las grandes figuras de mi vida escolar. Les estoy eternamente agradecido.

 

 

10.     El concurso de Oratoria

 

Estaba en segundo o tercero de secundaria cuando me informaron del Concurso Departamental de Oratoria en Chinandega, para estudiantes del I al V año. 

No sé cómo, me escogieron como representante del colegio y por algunas semanas, el abogado Octavio Barboza me preparó en su oficina, el tema fue el Tratado Cañas-Jerez. 

 

Estoy eternamente agradecido con el Dr. Barboza, vivía en una casa hermosa, a unas 5 cuadras de mi casa. Con mucha paciencia y perseverancia se hizo cargo de este niño, aspirante a orador.

 

Y llego el gran día en el Teatro Nela de Chinandega, poco a poco fueron eliminando a los participantes de todos los colegios e institutos del departamento. Y quedamos dos finalistas, Vicente Baca Lagos del V año del colegio “san Luis Beltrán” y yo. 

 

Yo miraba a Vicente, como si fuera un gigante, ahora es un brillante abogado. Hace poco pude saludarlo y recordar juntos esos momentos.

 

Los miembros del jurado, nos dieron un tema libre con 15 minutos de disertación y hablé sobre Soberanía y Autodeterminación, a partir del tratado Bárcenas Meneses Esguerra. 

 

Esperamos el dictamen del jurado y cuando dijeron mi nombre, el teatro repleto de estudiantes se llenó de aplausos, que aún resuenan en mi corazón. Fui recibido como niño héroe en Chichigalpa, me esperaron desde la Shell de la entrada y me llevaron hasta el parque central. 

 

Aún conservo la medalla de “oro” que me entrego el alcalde municipal. Fue uno de los días más felices de toda mi vida. Y este fue mi primer gran amor: La Escuela.

 

Posdata: Una compañera de escuela en secundaria, me recuerda delgadito, asustadito y tímido, súper inteligente y “buena onda”.

Posdata: Fui un niño con muchas carencias. Pero Dios nunca me abandonó y tuve mujeres valientes y trabajadoras a mi lado: mi abuelita Chepita, mi madre, mi tía y mi hermanita Sylvia.  A la escuela asistía mañana y tarde. Aprendí con mi madre auto responsabilidad y auto estudio. La escuela para mí fue la barca segura de mi vida. Dios me hizo este inmenso regalo desde niño. Él fue mi padre, llenó mi vida de seguridad, amor y confianza. Sobre Dios, hablaré mucho a lo largo de estos relatos. 

 

 

 

11.     Mi relación personal con Dios

 

Uno de los talentos más preciados que Dios me regaló fue mi familia. 

Casi todo lo bueno que Dios ha puesto en mi corazón lo aprendí de mi abuelita. Mi madre, mi hermanita Sylvia, mi tía Chamana, la tía Lula, y otros ángeles hicieron el resto.

 

Desde muy temprana edad fui un chavalito de iglesia. Ayudaba a Don Toño, el sacristán en todo lo que podía: tocar las campanas, preparar el altar, revestir al padre Soto. Rezaba las novenas de la Iglesia. Rezaba el rosario. Tocaba las campanillas al momento de la consagración. 

Era una especie de monaguillo, asistente del sacristán y del sacerdote. 

Jamás me perdía las grandes celebraciones litúrgicas del año, escuchaba con mi corazón sobrecogido las predicas del padre Buitrago, lloraba en las misas concelebradas, me postraba de rodillas ante el Santísimo cada jueves. 

Nunca le pedí nada a Dios. Yo creía que el matrimonio feliz, la buena fortuna, la salud, tener una casa propia, bicicleta, televisor, muebles, etc, etc, era únicamente para los ricos.

Disfrutaba increíblemente de la Semana Santa y Navidad, siempre había algún regalillo, alguna ropita nueva, una manzana, un par de uvas, raspado, gallina rellena, alegría de la buena, aunque fuese por un par de semanas al año.

 

No recuerdo en qué momento pasó por mi cabeza, o platicando con el padre Soto, la idea de ir al seminario, pero no, no era la vocación que Dios tenía para mí. Yo quería una familia, un matrimonio, una esposa, una profesión, en alguna medida quería ser algo parecido a mi padre. O bien quería que Dios me concediera algo, que, en mi mente infantil, estaba vedado a los pobres.

 

Toda esa época tuve una Fe Infantil, inocente y tierna, como la de mi abuelita. Mi llegada a León, mis estudios en la universidad y lo que me tocó vivir y ver, ya como adolescente, fueron cambiando mi perspectiva, me acerqué al Dios de los pobres, con el padre Juan Bautista Peguero (qepd). 

 

Empecé a meditar mi primera Biblia, la Biblia Latinoamericana, que aún conservo. Empecé a proclamar a un Dios redentor de los oprimidos, amigo de los niños que morían temprano o enfermaban de poliomielitis o malaria falciparum. Busqué al Dios, consolador de las madres solteras y las abuelitas solitarias. 

Me aprendí la bellísima cita de san Juan: Nadie tiene más amor que el da su vida por sus hermanos (Juan 15,13), y quise ser ese joven, pero, Mauricio Abdalah, mi hermano del alma seadelantó y me pidió vivir.

 

Mi Fe madura y adulta tuvo varios pasos. La pedagogía de Dios conmigo fue amorosa y paciente. Inició con los rezos de mi madre, siguió con mi peregrinación a la Basílica de Guadalupe en México con mi hermana Sylvia, las lágrimas y oraciones de mi esposa Armantina, las oraciones de muchos sacerdotes (el padre Soto, el padre Víctor, el padre Juan Domingo, el padre Joselito, el padre Juan Bautista, el padre Ricardo, el padre Félix, el padre Ignacio en México), la guía espiritual del padre José Luis Martin Descalzo, las predicas del hermano Salvador Gómez, retiros con el Camino Neocatecumenal y otros hermanos, muchas lágrimas y rodillas doblabas delante del Santísimo, pero un buen día, una tarde de domingo, salió mi Arco Iris en el cielo, el Señor tuvo compasión de mí y Él entró en mi corazón, de una vez y para siempre.

Ese fue el día de mi segundo nacimiento, mi bautismo de adulto, el inicio de mi camino de conversión, un hermoso camino que sigo recorriendo día tras día. Me convertí en un hombre enamorado de Dios, un hombre agradecido, con una profunda convicción de pecado, una criatura necesitaba de su amor y misericordia, y decidí, con la ayuda idónea de mi esposa Armantina, seguirle. 

 

Y aquí estoy, tras el Nazareno y el Resucitado, repitiendo “por tus sangrientos pasos, Señor, seguirte quiero, y si contigo muero, dichoso moriré, piedad, perdón te pido, pequé mi Dios, peque”. 
Hoy sé que donde abundó el pecado, sobreabunda la gracia, hoy sé que para El no hay nada imposible, y que algún día seré juzgado en el amor, por mi Fe y mis Obras. 

 

Hoy estoy como Bartimeo y como el publicano, con la cabeza inclinada implorando: Ten piedad de mi Señor, porque soy un pecador. Hoy junto con la Chepita y Sylvia, ambas en el cielo, rezando juntos: Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros, tus hijos, ahora y en la hora de nuestra muerte.

 

 

 

 

 

 

 

12.      El padre Soto (un pastor con olor a oveja)

 

Los lectores de mis "relatos", "memories" y post desde, saben que de niño tuve una especie de mentor: Monseñor Víctor Manuel Soto Gutiérrez, el sacerdote del pueblo donde me crie de los 4 a los 13 años. 

La iglesia fue mi segunda casa, ahí, en el templo encontré el refugio necesario a lo que acontecía en mi vida, y nos complementamos rápidamente, el padre Soto, Don Toño el sacristán y yo, hicimos un equipo muy eficiente. Aprendí el oficio de monaguillo y todas las oraciones, rezos, devociones y temas de la piedad popular y de la liturgia.

Tocaba las campanas, limpiaba las imágenes, ayudaba con la colecta, arreglaba el templo, llevaba los vasos sagrados, tocaba la campanilla al momento de la consagración. Y cuando las viejitas llegaban al rezo del rosario o del mes o novena de turno, debe haber sido extraño escuchar la voz de un niño que devotamente, desde el altar mayor leía primero, y luego rezaba, de memoria, todas las oraciones.

 

Ya pre adolescente mi madre logró matricularme en el Colegio San Luis Gonzaga (aún existe), donde el padre Soto era director y sus hermanas, las administradoras. Y aunque me sacaban del colegio de vez en cuando, por el retraso de mi madre en los pagos (nos ponían de pie en un pasillo, sin poder recibir la clase, a todos los morosos), pude concluir mi ciclo básico (3o de secundaria) y tener a mi disposición la biblioteca del colegio, donde pude complementar lo que no me enseñaban los excelentes profesores de entonces.

 

Nunca hablamos "en serio", pero veladamente el padre Soto veía en mi un futuro sacerdote, y yo, calladamente, admiraba y recreaba este oficio divino. 
Dios, que me ha querido tanto, me privó del pecado de ser un mal presbítero. Y salí del pueblo hacia León, con la imagen del consagrado, el cariño y paciencia del padre soto, las predicas del padre Buitrago y un profundo amor infantil hacia Jesucristo, la Virgen y los santos.

 

El padre Soto fue una especie de padre espiritual, con sus gafas, sotana gris clara, voz de profesor, mirada dulce, benevolente conmigo hasta el último día, las clases de religión que el impartía, sentía que eran solo para mí. Aprendí todas sus clases, que completaba con La Biblia en imágenes de la mini biblioteca del colegio, miraba la creación del mundo, la apertura del mar rojo, el nacimiento de Jesús, su muerte en la cruz, su resurrección y ascensión al cielo, todo como una película maravillosa y tierna

Ese amor de Cristo, del padre y de las oraciones en el templo, llenaron muchos huecos de mi infancia y pre adolescencia. Sin darme cuenta me salvaron del alcoholismo disperso como el viento en Chichigalpa y me proyectaron muy lejos, hacia el León de Rubén Darío, el León de mis amores.

 

Fue una etapa de fe infantil, búsqueda de protección, amor y seguridad, de trece años de letanías y procesiones, que comenzaron con mi abuelita y mi madre, y continuaban en el templo, la Casa de Dios, y los santos sacerdotes, una imagen ingenua y tierna de lo que hallaría más tarde en mi vida de adolescente y adulto, en lo que me convertí muy rápidamente.

 

 

 

13.     Mi Niño Interior

 

Aunque ya soy un hombre “grande”, alguna vez fui un niño y hoy quiero evocar esos años únicos de la escuela, en particular lo que ocurría al salir de ella. 
Yo siempre tuve muchas responsabilidades en casa, pero de una u otra forma me las arreglaba para jugar y divertirme con mis amigos. Mi abuelita me hacía levantar muy temprano a comprar la leche, que ella hervía, la mezclaba con café de grano molido y la colaba, para servirnos el “café con leche” de la mañana. 

Cuando nacía alguno de mis hermanos menores, y mi abuelita tomaba una temporada fuera de casa, me encargaba de "cuidar" a mis hermanos, fueron cuatro menores que yo, Marthita (flaquita y enferma), Juan Carlos (guapo y creativo), y los gemelos (Miguel Ángel y Miguel Adrián), felices y contentos. 

 

La verdad me divertía mucho lo que hacía en casa: recuerdo que debía comprar leña y luego cortarla en pedacitos para el fogón, lustraba los zapatos de todos, hacia atol para alimentar a mis hermanos, barría el patio trasero, delantero y la casa, pasaba el “lampazo”, quemaba la basura (muchas hojas) en el patio, tiraba el agua servida hacia la calle, y no recuerdo que otra cosa, pero estudiaba, hacia las tareas, y por fin, ya libre, podía salir a la calle a jugar con mis amigos.

 

Aún viven algunos, con mejor memoria que la mía, pero recuerdo muy bien que jugábamos béisbol, Volley-ball, handball y futbol, jugábamos a la guerra en el patio de un vecino, a las escondidas en los patios de las casas, muchas veces separados únicamente por un cerco de piñuelas. Tuvimos el privilegio de no vernos atrapados, como ocurre hoy en día, por un teléfono, un juego de video, la TV o el internet, jugábamos hasta que las mamas nos llamaban para cenar o dormir. 

Muchas veces jugaba con mis hermanos, jugábamos a la procesión, hacíamos una tarima, poníamos un santito con flores y todo, y recorríamos el patio cantando y rezando. A veces íbamos al río, recogíamos piedras y flores, seguíamos a las mariposas y pajaritos, comíamos guayabas o papaturros que crecían cerca del cementerio, jugábamos a los enfermos y el doctor, a las adivinanzas, trabalenguas, los cuentos de miedo, “el cero escondido”, en verdad la pasábamos bien.

Otras veces jugaba solo, hacia dos bandos de hojas, las verdes y amarillas y las ponía una frente a otra, y jugaba a la guerra, “matando” enemigos (las hojas) con un viejo cuchillo de cocina; otras veces jugaba béisbol con un pedazo de escoba y tapas de “chibolas” (las gaseosas de hoy en día), inventaba nombres de jugadores y “narraba” el juego: Yo era fanático del equipo “Flor de Caña” y del “León” y era amigo de Sergio Lacayo, uno de los mejores lanzadores de Nicaragua, quien vivía cerca de nuestra casa. Jugaba al yo-yo, al “ron-ron”, al “bolero”, al “ping-pong”, a las patadas, al boxeo

 

Creo que lo que más extrañé al irme a León a terminar mi bachillerato, fue dejar a mis hermanos y amigos del barrio, algunos de mis amigos murieron, otros se fueron del pueblo, otros aún viven y trabajan ahí.

 

Me decían “el gigante René Mena” por un jugador de béisbol guatemalteco, otros eran crueles y se burlaban de mí, por circunstancias propias de mi entorno familiar, pero a ninguno le guardo rencor, los recuerdo con mucho cariño.

Por lo general voy a Chichigalpa con regularidad a compartir con mi madre, y desde que diviso el viejo san Cristóbal evoco mi infancia, veo las mismas calles, ahora asfaltadas y llena de negocios de todo tipo, los viejos billares de “Joaquín, el chivón” y “Lolo Mendoza”, la iglesia y el parque, la calle donde siempre está sentado “Pelayo” un personaje que permanece sentado, en short y sin camisa.

 

El aire caliente, los trabajadores del ingenio que están por todos lados, y mi casa, donde ya desapareció el níspero que nos dio de comer tantas veces, ya no hay cerdos ni gallinas, ya se han muerto doña Mina, doña Brígida y don Gonzalo, ya no hay muchos niños jugando en la calle. Para mi Chichigalpa es a lo que Serrat evoca en su canción “Pueblo Blanco”.

Fui un niño necesitado de muchas cosas: cariño, protección, seguridad, un niño avergonzado, quizás por la falta de mi padre, quizás por la pobreza material, quizás por las diferencias entre mis hermanos. 

 

Soñaba con una bicicleta, miraba la tele apoyado en la baranda del vecino (hasta que nos corría la dueña de la casa), necesitaba dinero para darle a mis hermanos, sobre todo Juan Carlos y Marthita, quería comprarle el carro, el reloj y un radio nuevo a mi abuelita, muchas cosas a mi madre. 

 

Un niño ensoñador, hundido en los libros o en la iglesia, tímido, estudioso, con su cabecita llena de planes futuros y deseando huir de aquel lugar, alejarme de las cuarterías, recuerdos y momentos dolorosos. Soñaba con un mundo nuevo y mejor para todos, como Moisés tras la tierra prometida.

 

 

14.     Pueblo blanco

 

Chichigalpa era un pueblo como un serial “noir” de la televisión, donde todo le pertenecía a los dueños del ingenio San Antonio, la gente caminaba sobre la calle y no en las aceras, la única asfaltada era la calle central, un pueblo bordeado de prostíbulos con luces rojas en las puertas, borrachos tirados en la calle, con personajes pintorescos como “Guacapaz”, un vagabundo vestido de saco que dormía en el atrio de la iglesia; “Tres piedras o pajarito”, un señor carretonero que se ponía una insignia en el sombrero con la imagen del presidente de turno, y caminaba con el pantalón doblado hasta las rodillas

 

“Mambulo” era un guardia brutal y temido, “oreja” con fama de torturador; “la Elvira” que vendía a la entrada del cine; el doctor Flores, el padre Soto, “las niñas Somarribitas” que vendían pan y eran benefactoras de la iglesia y los pobres

 

“Los turcos” que vendían telas en la calle de los buses, los borrachitos barriendo las calles, los guardias cuidándolos, las señoras curioseando a quienes pasaban por la calle de madrugada, tarde o noche, las señoras corriendo al tercer repique para la iglesia, y los hombres jóvenes como zombis caminando rápido para ir a trabajar a la licorera o al ingenio.

 

Mi lugar favorito después de la biblioteca escolar, era el parque central, donde habían “chinitos” para jugar, una pileta con tortugas, una “concha acústica” donde se hacían los actos solemnes.

Todavía existe la glorieta donde vendían “eskimos”, y unos bancos raros con los asientos invertidos, donde los novios llegaban para toquetearse, bajo las luces amarillentas del parque. 

Recuerdo que una vez me caí de lo alto del “sube y baja”, desde una altura de unos tres metros, casi de espaldas y quedé sin habla, tarde una eternidad en recuperarla, me levanté y me fui despacio a casa (jamás le conté a mi mamá).

 

Otro día me resbale en la “lama” de la pileta de tortugas y casi me ahogo, la pileta tendría como un metro de profundidad y no podía salir por los bordes resbalosos por las algas, hongos y humedad. Tipo Indiana Jones logré salir empapado y sucio. Recorrí a cien por hora las dos cuadras hasta la casa, para lavar el pantalón chingo, la camiseta, los calcetines y los zapatos burros. Este ha sido uno de mis secretos mejor guardados.   

 

Por lo general voy a Chichigalpa, a compartir con mi madre, y desde que diviso el viejo san Cristóbal evoco mi infancia, veo las mismas calles, ahora asfaltadas y llena de negocios de todo tipo, los viejos billares de “Joaquín, el chivón” y “Lolo Mendoza”, la iglesia y el parque, la calle donde siempre está sentado “Pelayo” un personaje que permanece sentado, en short y sin camisa, una anti inspiración de mi infancia.

 

Respiro el aire caliente, veo a los trabajadores de la familia Pellas que están por todos lados, y mi casa, donde ya desapareció el níspero que nos dio de comer tantas veces, ya no hay cerdos ni gallinas, ya se han muerto doña Mina y doña Brígida, ya no hay muchos niños jugando en la calle. Para mi Chichigalpa es a lo que Serrat evoca en su canción “Pueblo Blanco”.  Yo me fui de aquel lugar y solo regreso por mi madre. 

 

No sé si volveré el día que ella ya no esté conmigo, ahí están las tumbas de mis ancestros y de Mauricio, ahí nacieron dos de mis hijas, ahí está el monumento a los asesinados el 26 de mayo, la casa donde funcionaba el antiguo dispensario. Debería tener algo de gratitud. Pero no.

 

Entro de mañana y salgo de madrugada, con una mezcla de nostalgia y huida. Lo que más extraño de todo, es mi niñez jugando con mis amigos y hermanos. Por algo dice el Evangelio, que hay que nacer de nuevo, ser como niños, para entrar al reino de los cielos.

 

 

 

 

 

15.     La magia del cine

 

Esa noche fui al cine por primera vez, posiblemente con mamá, la película se llamaba “El Ladrón de Bagdad”, al terminar salí con la certeza de haber descubierto “un mundo nuevo”. Una luz blanca como haces de humo, salía de una ventana alta, en la parte de atrás del local, y sobre una enorme pantalla, también blanca, aunque un poco sucia por el tiempo, se veían imágenes, voces, sonidos e historias, como salidas de un cuento de hadas. 

 

Era como si los personajes de mis libros infantiles cobraran vida, y que las letras escritas sobre las páginas, mostraran lo que ahí estaba escrito. 
Esa noche recuerdo haber visto a princesas, sultanes, mercaderes y ladrones. 

Un enorme caballo blanco, con alas poderosas volando sobre las nubes, y un hombre muy astuto, “el ladrón” de la película, montado sobre el corcel, galopando en el cielo, sonriendo y alejándose de la tierra, escapando de los soldados y perseguidores. Esa noche reí, aplaudí y agradecí a mamá, y a quienes habían inventado esta maravilla, que muchas décadas después, me sigue fascinando y transportando a universos mágicos y desconocidos. Esa noche descubrí uno de mis escondites preferidos: el cine.

 

Recuerdo el Cine “Adela” en el Ingenio san Antonio, y luego los cines “Chichigalpa” y “Paris” de mis años de infancia. A la entrada estaba la “taquilla” o boletería donde se pagaban unas monedas para entrar. Y dentro había dos espacios, la “luneta” adelante, con largas bancas de madera y el “palco” atrás, con sillas individuales, y un “segundo piso”, el palco especial, diseñando para los novios, que llegaban a besarse y toquetearse, sin ningún interés por la cinta, ellos hacían su propia película.

 

A la entrada del cine estaban las “ventas”, cosas que se podían comprar para consumirlas dentro del local, recuerdo a una señora hermosa llamada “Elvira” quien era una de las vendedoras principales. 

Te ofrecían mangos verdes en trocitos, jocotes crudos y cocidos en bolsitas de plástico, y encima te ponían un poco de sal; naranjas peladas y partidas por la mitad; vendían tajadas fritas con ensalada de repollo; vigorón y enchiladas. 

 

Los novios debían llevar dinero adicional para comprar, e iban con la Elvira donde la chica escogía que deseaba comer, y entraban al cine con su respectiva bolsa de mangos o jocotes. 

 

Un amigo del colegio de apellido Vergara (que Dios le bendiga por siempre), era grande y mayor que yo, y a quien nunca volví a ver, me tomó cariño. Él trabajaba en el cine pidiendo el boleto, que depositaba en una urna de madera. No sé bien como, Vergara supe de mi pasión por el cine, y mi carencia de dinero para asistir, y tuvo el detallazo de “invitarme” a menudo. 

 

El asunto era así, yo debía esperar a que las luces del cine se apagaran, y en la penumbra, mientas pasaban las “escenas” o las noticias de “El mundo al instante”, debía ingresar al cine, hacer el simulacro de dar el ticket o depositarlo, y entrar a luneta. Gracias a Vergara pude ver decenas de películas y disfrutar de este mundo novedoso y fascinante, mientras viví en chichigalpa.

 

Ya en León rápido ubiqué “la calle” de los cines”, que estaban a media cuadra de la universidad, el “Teresita” y el “Orión”, el “Teatro González” frente al parque central, el cine “Alex” en san Juan, y también recuerdo viejos y pequeños cines en Guadalupe y Sutiava y cerca de san Felipe. En la vieja Managua alguna vez fui a los imponentes teatros “Margot” y “González” y también al cine “Karawala” en Granada. La mayoría ya desaparecieron, algunos son direcciones de referencia y otros funcionan como templos de “Pare de Sufrir”. La guerra y la llegada del cine digital, los relegaron al rincón de los recuerdos.

 

Hoy inicio estas “memories”, con mi humilde homenaje al cine, el séptimo arte. Y he disfrutado realmente de “obras de arte”, grandes actores y actrices, directores, guionistas, músicos, cintas que he visto una y otra vez como “El Padrino I y II”, “Perfume de Mujer”, “Atrapado sin salida”, Hable con Ella”, “Lolita”, “Todo sobre mi madre”, “Las reglas de la vida”, “Malena”, “La Pasión”, “Ciudadano Kane”, “El Señor de los Anillos”, la inolvidable “The Shawshank Redemption”, “Inception”, “The dark knight”, Schindler List, La vida es bella, Chocolate, El paciente inglés, Memento, El náufrago, los “westerns” de Clint Eastwood y decenas de etceteras. El poder actoral de Daniel Day Lewis, Marlon Brandon, Meryl Streep, Sofía Loren, Sidney Poitier, Denzell Washington, Michael Fasbender, Michelle Williams, y tantos y tantas “superstars”.

 

Hoy el cine ha cambiado, creo que, para bien, tecnología de video y sonido extraordinarias, confort, pero de vez en cuando extraño el “apagón”, el “corte de la cinta”, la sala entera “chiflando”, la lluvia de semillas de jocote, las risas inocentes, los aplausos cuando el “bueno” derrotaba a los “malos”, las lágrimas y la emoción del romance, el desamor, la muerte, el miedo a lo desconocido.

 

Te invito a disfrutar del cine, un arte que ya en 2020 cumple 125 años, y quizás seguirá existiendo un tiempo más. 

 

Yo me quedo con las líneas de Michael Caine al terminar de leer cada noche, a los huérfanos en St Clouds “Buenas Noches Príncipes de Maine, Reyes de Nueva Inglaterra”

 

16.      Un radio, un reloj y un carro

 

Mi abuelita, la persona con más olor a santidad, que he tenido cerca de mí, continuamente decía que había tres cosas que no debían fallar en todo hogar: un radio, un teléfono y un carro. 

 

Si contextualizamos esta demanda en la década de los 60, y nos acercáramos un poco a la vida de la Chepita, quizás podamos comprender este anhelo, y discernir un poco, lo que cada cual pueda, hoy en día, seleccionar para sí mismo.

 

En mi casa había un “buen ambiente” todo el tiempo, mi abuelita canturreaba, mi madre cantaba de “a de veras”, y en ausencia de ellas, la radio sonaba casi todo el día. 

 

Era la época de las radios en AM y pocas emisoras, época de radio novelas y programas especiales. La no existencia de la TV y de la energía eléctrica, puso de moda radios con baterías, que permitían, “al gusto del cliente”, escuchar las noticias de la mañana y del medio día, las radionovelas de media mañana y media tarde, y la música especial para dormir. Escuchaba las Radios Cosigüina, Mundial, Estación X, Azul, y otras que no recuerdo. 

 

Mi abuelita era fanática del equipo de los equipos de béisbol “Flor de Caña” y ¨León”, escuchaba con ansiedad el resultado del juego y el sorteo de lotería cada semana y llorábamos o reíamos justos con las novelas de amor y aventuras. Era natural no concebir la vida doméstica sin la existencia de un aparato de radio, que siempre tuvimos en casa. Aún recuerdo mi primera compra, con mi primer salario de medico: una radiograbadora, que no duró mucho, ya que para presumir la lleve a “Paso Caballos” y una ola del mar la “bañó” y calló para siempre.

 

El reloj, era otro equipo infaltable para mi abuelita. No se aún por qué. Pero ella necesitaba con frecuencia saber la hora y a veces encendía la radio, únicamente para escuchar la hora. En casa no recuerdo a nadie con reloj.

Pero si debíamos saber la hora, para salir a tiempo a la escuela, llegar a tiempo al trabajo, la hora de rezar el rosario, la hora de las comidas, la hora de dormir, la hora de levantarse. 

 

En invierno, cuando el cielo se abría y llovía con tormenta por 6 o 7 meses, era casi imposible saber la hora para cada cosa, y quizás de ahí entienda ahora, la importancia del reloj para mi abuelita. Yo he sido y sigo siendo una persona súper puntual, todo el que me conoce lo sabe, y quizás de ahí deviene este hábito, infelizmente pasado de moda. 

Mi primer reloj fue un “Citizen”, un reloj de pulsera cuando me bachilleré, no sé si fue un regalo de mi único primo hermano materno Ofilio o de mi hermanita Sylvia. Este reloj me acompañó en mi vida universitaria. Ha sido el único Citizen de toda mi vida.

 

Y el carro, era el invento soñado para la Chepita. No era igual tomar el tren o el bus a Paso Caballos o a Managua, que ir en “carro”. En bus o en tren tardabas “un mundo”, en cambio el carro te llevaba rápido a cualquier parte. En bus o en tren solo podías ir a lugares específicos. 

 

Mi tío político Ofilio, esposo de mi tía materna Chamana, tenía un jeep Land Rover y con el hacíamos viajes de cuando en cuando. Y claro mi abuelita, que era una mujer de aventuras y viajes, como los antiguos Vikingos, adoraba y soñaba con el “carro” que nunca llegó a casa.

 

De hecho, fue en un Niva usado que compré a mediados de los 80, donde la llevé en su último viaje al Hospital de León, ya inconsciente, y de donde la traje de regreso, ya muerta, hacia la casa materna en Chichigalpa. 

 

No sé qué “externalidades” sean útiles para ti, ciudadano del s XXI. Yo al menos retomo un reproductor de música como mi abuelita, solo que en lugar del radio tengo varios dispositivos donde llevo a todos lados mi música preferida. 

Incluso tengo lista la “playlist” que pondrán en mi velatorio, cuando este ya muerto. 

 

Y tengo un carrito, un Suzuki Alto 800, que me lleva como un caballito, de un lado a otro, aunque prefiero “que me lleven” a “llevar”, prefiero que alguien lo conduzca, a ser el conductor. 

Mi lugar preferido sigue siendo el mar, quizás por eso me enamoré de “Mediterráneo”, el poema canción de Joan Manuel Serrat.

 

 

 

Y en cuanto al reloj, lo sustituyo por un buen laptop, aún no soy bueno con un smartphone, en cambio mi MacBook Pro, regalo de mi hermanita Sylvia, guarda todos mis ebooks, poemas, secretos, relatos, memorias y locuras, con las que convivo, día tras día. No se tú, espero que elijas bien.

 

 

17.     Aló Managua

Creo que mis estudiantes de Medicina en León me miraban con alguna desconfianza, cuando les contaba que no siempre han existido los teléfonos móviles, conocidos en Nicaragua como “celulares”, y es que en realidad, el dato suena sospechoso, cuando en el mundo existen casi ocho mil millones de teléfonos, una cifra estratosférica, si partimos del hecho que la población del planeta es es de siete y medio millones de personas. 

Para cualquier “millenials” o para mi nieta Tania Isabel, en el mundo podría faltar todo, menos el teléfono movil con conexión a Internet.

Yo tuve el privilegio de haber nacido en un momento del tiempo cuando no existía el teléfono móvil, y en la mayoría de las casas no existían tampoco teléfonos “fijos”, sino que cuando alguien quería hablar por teléfono debía ir a la “central telefónica” y solicitar una llamada, esperar que el interlocutor fuese notificado, y ambos eran citados, a veces mediante “un telegrama”, a una hora especifica, para “conectarlos”, y realizar la comunicación en unos lugares especiales llamados “cabinas telefónicas”.

En el Ingenio san Antonio o en Chichigalpa, había un señor de apellido Cáceres, que era el encargado del teléfono. La oficina parecía una agencia de espionaje, un panel con decenas de “conectores” y un montón de cables, como un pulpo enorme, donde el encargado, metía y sacaba los conectores, estableciendo la comunicación entre una y otra ciudad. 

El telefonista se ponía unos auriculares enormes sobre las orejas, y como un astronauta sin traje espacial, o un funcionario de la Nasa en Houston, trataba de enviar la voz de las personas, las llamadas ondas acústicas, transformarlas en ondas eléctricas, y comunicar a quienes llegaban al “correo” con sus familiares o amigos.

Mi tía Chamana y mi hermanita Sylvia vivían en Managua, y seguramente eran ellas las que se comunicaban con mi madre o mi abuelita. El asunto es que a la casa llegaba un telegrama, “Llegar 11 am. Llamada telefónica. Managua” o algo así, los telegramas debían ser breves, ya que se pagaba por letra o por palabra. 

Yo a veces acompañaba a quien citaban al “correo”, me sentaba en un banco de madera, y desde mi puesto de observación podía ver y escuchar el ritual del telefonista: “Managua, aló Managua” y metía y sacaba los cables en los agujeritos del panel, “Managua, me escucha Managua. Managua, aló Managua”, con un tono de voz entre interrogadora y autoritaria, hasta que por fin, se establecía la comunicación, y nos decían “Cabina tres”, y nos acercábamos a la cabina numerada con el tres. 

Y el asunto era que no se escuchaba bien, y me decían “oí vos, que yo no oigo nada”, y yo acercaba mi oreja al auricular y solo escuchaba algo como el zumbido del mosquito “bzzzzzzzzzzzz” y nada. Y le decíamos al telefonista, y el volvía a su “aló Managua”, hasta que se lograba la comunicación. 
Era fabuloso, pero a mi lo que más me gustaba, no era hablar o escuchar, sino ver el ritual del telefonista con su montón de cables y agujeros, metiendo y sacando los alambres, con sus enormes auriculares en las orejas.

En mi casa de la época infantil jamas hubo un teléfono, no se exactamente cuando empezaron a poner lineas en los domicilios de la gente pobre, creo que la institución se llamada Instituto Nicaragüense de Telecomunicaciones y Correos, o algo así, el famoso TELCOR. 

Hoy en casa de mi madre hay un teléfono “convencional”, y aunque uno de mis hermanos trato de enseñarle el uso de un “celular”, a mi madre no le gustó mucho porque la batería se terminaba, las teclas eran muy chiquitas o no se escuchaba bien la señal. El asunto fue resuelto con un teléfono inalámbrico, ya que a ella se le dificulta llegar al teléfono antes que deje de repicar.

 

Del teléfono de magneto, pasamos al fijo domiciliar, luego al celular que parecía “walkie talkie” de Bellsouth, luego al movil mas pequeño, hasta los teléfonos inteligentes de hoy en día, que cuestan como una motocicleta. Hay personas que andan con 2 o 3 teléfonos en las bolsas, o la “nueva moda” de los que tienen doble y algún día triple o cuádruple chip, cosas de la modernidad.

Yo, por alguna razón desconocida, no soy amigo de los teléfonos y suelo no contestarlos, no me gusta que me llamen ni llamar, salvo casos de extrema necesidad. Soy fan del Internet y las redes sociales, me fascina la comunicación digital, los textos, el google, WhatsApp, Facebook y cosas por el estilo. Pero recuerdo con mucho cariño la época de los telegramas, y las citas a las cabinas telefónicas, y el ritual del telefonista, y aun escucho su voz nasal y fastidiada: “Managua, aló Managua”. 

Al menos nos hacían caminar, la gente ahora, al menos en el pueblo, no camina ni una cuadra, sino lo hace en caponera o bicitaxi, pero eso será en otro de mis “memories”.

 

 

18.     La magia de la sonrisa

Siempre me ha costado sonreír, paradójicamente muchas personas a quienes aprecio dicen que me veo mejor sonriendo, y les creo. Quisiera sonreír más, pero no siempre puedo hacerlo. Armantina quien, junto con mi madre, son quiénes más y mejor me conocen, lo saben. Pero en realidad han pasado muchas cosas divertidas en el transcurso de mi vida. 

 

Recuerdo por ejemplo la época del “pantalón chingo”, costumbres de la época, en que no podía usar un pantalón normal. Casi toda la primaria debí soportar la tortura del pantalón encima de la rodilla, y me daba una pena “horrorrible” mostrar mis patitas todas flacuchas, sin músculos, y lampiñas, a las muchachas del barrio. 

 

Había dos o tres de ellas que me gustaban, de las que no diré mucho porque aún viven, pero era lo más penoso del mundo vestirse de esa manera, con los mismos zapatos “burros” de entonces, los mimos calcetines, la misma camisa y otra cosa super fastidiosa, un corte de pelo, casi pelón con un copetito ridículo, que no se porque el barbero te dejaba como adorno. Parecía un “mocho” de escoba vieja.

 

Recuerdo una vez que había un acto en el colegio y mi madre se esmeró con mi camisa blanca y mi pantalón chingo blanco, lavado, almidonado y planchado. Salí de casa, había llovido como llovía antes en occidente. Yo caminaba capeando los charcos, cuando de repente, zas, me resbalé y caí de nalguitas en un lodazal. Regresé negro de la vergüenza y la suciedad a casa, caminando desde la escuela, que quedaba como a 5 cuadras de mi casa, fueron 10 de los minutos más penosos de mi vida infantil.

 

Con el tiempo aprendí a reírme de mi mismo. Me reía de mis dientes “apiñados”, mi pelo “chirizo”, mis brazos y piernas flacas, mi casa con piso de tierra, los agujeros en las tejas, el mal olor de los cerdos en el patio, el zumbido de los mosquitos cada noche, el “pompón” lleno de cucarachas, y aprendí a disfrutar de cada cosa que me pasaba, a ver con agradecimiento cada detalle de la vida, a deleitarme con la comida que preparaba mi abuelita, mis amigos del barrio, el beisbol, el mar, la poesía, la lluvia y el sol. 

La adolescencia me enloqueció, no sabía qué hacer con mi creciente sexualidad, sin poder tener una novia, y sencillamente como “Gollum” aprendí a esperar. Todo terminó el día que me puse la gabacha blanca, mi estetoscopio “Littmann” en el cuello, y la guapa enfermera me dijo: ¿Empezamos Doctor?

 

Creo que fue Hegel el que dijo que la historia tiende a repetirse, a veces como una comedia y en otras como tragedia. He transitado por varias épocas, y como escribe Dickens he vivido el mejor y peor de los tiempos, momentos de locura y sabiduría, de fe e incredulidad, luz y tinieblas, esperanza y desesperación. 

 

A veces como Andrei Sokolov me preguntó ¿Por qué? A veces obtengo respuestas desde la Fe y a veces desde la razón las niego todas. A veces dejo de hacer preguntas y trato de vivir cada momento, con gratitud, mansedumbre, esperanza, sin embargo, hay momentos en que me cuestiono todo. Freud me diría que racionalizo demasiado.

 

Quizás ahora entiendo porque me gustan tanto los circos, sobre todo los pequeños circos de pueblo, los de la “gran ciudad” no tienen idea de esta maravilla, el hombre que anda con la “barata”, es el mismo que vende los boletos, el que levanta las pesas, sube al trapecio, se viste de payaso, es mago, domador de perros y gatos, hace de todo. La mujer bonita es la bailarina, equilibrista, amazonas, encantadora de serpientes, y esposa del cirquero. 

 

Pero lo que más disfrutaba del circo eran los payasos, rellenos de pintura, sonriendo, haciendo tonterías, y creo que eso es lo que necesito todavía, reír un poco de la vida cotidiana, seguir riendo de mí mismo, de estos relatos, memorias, posts en Facebook, blogs o cualquier cosa parecida.

 

Hoy estoy escribiendo aquí, mañana podría estar muerto, quizás por esa incertidumbre, si en alguna de estas palabras has reído o llorado un poco, entonces ha valido la pena. Por ahora digamos junto con nuestro Rubén: 

! ¡Cuánto calienta el alma una frase, un apretón de manos a tiempo! ¡Hasta la vista!

 

 

 

 

 

19. El valor del atrevimiento

 

Cuando era pequeño, nunca me gustó ser castigado por mi madre. Algo en mí decía, que ella no me pegaba por algo que yo había hecho mal, sino porque estaba disgustada por x circunstancia, del cual yo no era responsable. 

Y lo que más que molestaba era cuando escuchaba decir “que me golpeaban, porque me querían”. Aun lo escucho, y me perdonan la expresión, creo es uno de los rituales más crueles que podemos hacerle a un niño. ¿Quién lastima a quién ama?

Pero bueno, asumiendo que ésta condición extraña fuese cierta, entonces ¿Qué es esa cosa llamada amor?, ¿Cómo se expresa el amor?. Ahora soy grande y sigo sin entender muchas cosas, entre ellas el significado de la palabra AMOR. 

Seguramente a ambos, nos han hablado de los 3 grandes amores: El amor a Dios, el amor al Prójimo y el amor a TI mismo. 

Y no sé, si también te han dicho varias veces, al menos a mi, si me lo repiten con frecuencia, que nadie da lo que no tiene. Es decir cómo pretender dar amor, si no hemos tenido experiencias de amor, si no tenemos amor “en el corazón”. 

Al menos en mi experiencia personal la imagen de amor que guardé en mis neuronas de largo plazo fueron la actitud de mi abuelita: ternura, servicio, paciencia, protección, disciplina, alegría, confianza, y muchas etceteras. 

Tangencialmente de mi hermanita Sylvia: comunicación, capacidad de escucha, don de consejo, detalles de amor, interés en mis tonterías, apoyo incondicional. 

Y de mi madre: fortaleza, valor, tenacidad, asumir las consecuencias de sus actos, disciplina, trabajo duro. 

Esos fueron mis paradigmas y de ellas aprendí, sin que tuviese ese nombre, el significado de amor.

 

Ya adolescente tuve mucha confusión entre sexo y amor, de hecho rechacé varias veces las ofertas de mis amigos para “visitar” uno de los muchos prostíbulos que habían en el pueblo, pues entendí que ellas vendían sexo, y yo quería amor.

Recuerdo que mi madre me decía que “debía respetar a una muchacha virgen”, a menos que tuviese intenciones “serias” con ella. 

Eso lo apliqué sin mucha conciencia, cuando conocí a mi esposa Armantina, con la cual yo quería algo serio y no únicamente sexo. 

Y nunca olvido a una jovencita que confesó estar “enamorada” de mi, y su disposición a tener una “experiencia” conmigo, la cual rechacé al enterarme que era virgen, porque yo “no pensaba casarme con ella”. Cuando contaba estas historias a mis estudiantes, usualmente los varones se reían de mi, y las chicas decían “!que bonito!”.

Del amor de Dios he hablado mucho, y lo seguiré haciendo. El es fuente de amor. Pero ¿Qué hay del amor a uno mismo?. 

Yo al principio no me amaba, tenia muchos “complejos”, no me gustaba mi forma de ser, rechazaba mi imagen corporal, mi condición económica, mi retrato partido por la mitad, por la carencia de un padre. 

Tenia una “baja autoestima”. Y poco a poco, empecé a conocerme, y tomar “todo lo bueno” de la historia de mis padres, descubrí mis “talentos”, me tracé un propósito de vida, asumí mis estudios con una profunda motivación, y tomé prestados varios modelos de conducta: me encantaba la historia de Leonidas y sus trescientos héroes, la tenacidad de Miguel Angel en el techo de la capilla sixtina, el liderazgo de Moises en el Sinaí rumbo a la tierra prometida, la bravura de los indigenas torturados por los españoles y el “yo no estoy en un lecho de rosas”, y los héroes infantiles de entonces: Diriangen, Adiact, Andrés Castro, Sandino.

Y fui emergiendo, de una crianza autoritaria, un carácter disciplinado, y una personalidad abierta al mundo, capaz de cruzar el mar, luchar como “Gandalf” en el puente, luchar, “morir con las botas puestas”. 

Empecé a verme “bonito” en el espejo, a confiar en mi, trabajar duro, asumir los retos de la vida y asumir las consecuencias de mis elecciones y decisiones, con una filosofía estoica y romántica. Un aventurero, un rebelde con causa, un “Robin Hood” de mi propia vida, y convertí mi vocación de médico en una suerte de “apostolado”.

Una vez llevaron a mi trabajo una beca para la Universidad Libre de Bruselas, el único requisito era “hablar francés”. Preguntaron quien llenaba el requisito, y yo, levanté la mano, y me dieron la beca. ¿La verdad?, no hablaba una palabra, pero salí del trabajo, fui a buscar a un amigo “belga” y le pedí me diera clases privadas del idioma todos los días. 

Viajé a Bruselas, hice el curso y lo aprobé, entendiendo una décima parte del idioma como tal, pero con un cien por cien del idioma “actitud” y “yo puedo”. Aún guardo el diploma de la ULB, y todavía puedo decir: Merci. Au revoir. S´ll vous plait.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

II parte= En búsqueda de un sueño


 

20. León, la ciudad universitaria y magnifica.

 

Al terminar mis estudios de tercer año mi madre me llevó a un taller para aprender un oficio. Lo hice, le agradecí y le expresé mi sueño por ser médico, un sueño imposible, ¿con que dinero podría costear estudios?, hospedaje, libros, clasificar en quizás la carrera más demandada en Nicaragua por esa época. El primer paso era bachillerarme y en la Chichigalpa de entonces el colegio llegaba hasta el 3o año. 

Mi mejor amigo, Mauricio Abdalah, me convenció de ir con él a León, al Instituto Nacional de Occidente “Máximo Jerez” (INO), un centro de estudios legendario. Una especie de preparatoria universitaria, todos sus profesores eran eminencias, doctos, sabios y en su mayoría catedráticos. 

 

Ahí llegue en 1970 a mis 13 años, y desde que vi la ciudad se me quedó en el corazón para siempre, recorrí sus largas calles, vi sus hermosos edificios coloniales, conocí poco a poco su historia, fui a la hoy casa museo Rubén Darío, entré a rezar a la Basílica Catedral, le di gracia a la Virgen de La Merced, vi a cientos de estudiantes por las calles, escuche a hombres humildes discutir de filosofía, política y religión, me di cuenta que el mundo no se reducía al Ingenio San Antonio y la licorera, me di cuenta que había un hermoso planeta que apenas estaba descubriendo, y me dejé llevar por la fascinación de la intelectualidad y la cultura impregnada en la ciudad universitaria.

 

El INO estaba ubicado contiguo al convento e iglesia de San Francisco, un enorme edificio con paredes de adobe donde habían estudiado hombres y mujeres ilustres de León. Las aulas largas albergaban a decenas de estudiantes, y ahí me senté en un pupitre al fondo del salón, temeroso y confiado, a descubrir el mundo de la química y la física, la economía y la filosofía, a recibir clases de francés, aprendí a jugar el ajedrez en la magia creada por Bobby Fischer. 

 

Conocí a Catherine Cezanne, nieta del impresionista Paul Cezanne, conocí al doctor Raúl Bermúdez, el “Gato Viudo” que se sabía de memoria el libro de geografía de Incer Barquero, conocí a mi mentor el doctor Wiron Valladares, al quien no le entendía una palabra al dibujar las ecuaciones de física en el pizarrón, el profesor de química escribir complejas formulas sin ayuda de libros, era un mundo nuevo para mí, y poco a poco, fui aprendiendo y adaptándome, y sin darme cuenta, un buen día terminé mi bachillerato.

 

Wiron Valladares (qepd), graduado de honor en La Sorbona de Paris me trató como su hermano menor o su hijo, en su casa encontré un plato de comida y muchos libros. Mauricio Abdalah, el hombre más generoso que he conocido, con quien había estudiado primaria y secundaria, me invitaba siempre a lo que fuese, con ellos y muchos amigos y brillantes profesores pude transitar dos años de estudios, formación, aprendizaje y actitud. Ahora si podría ver más claro la puerta de entrada a la Facultad de Medicina, la única en Nicaragua en esa época.

 
No asistí a mi promoción de bachillerato en protesta hacia el director, el famoso Emilio Vargas y su red de inspectores, la mayoría informantes de la Guardia Nacional. Vi por primera vez una toma de iglesia, asistí a un mitin y escuché la brillante oratoria de Virgilio Godoy (qepd), y fui tomando conciencia de la Nicaragua empobrecida en la que había vivido 15 años. 

 

Supe que no era casualidad la mortalidad infantil y la enfermedad, la pobreza y el analfabetismo, que había una realidad histórica que había estudiado antes, cuando diserté sobre Patria, Soberanía y Autodeterminación. Estaba naciendo un nuevo René, un adolescente que no quería ser espectador, sino protagonista de un país, mi país: Nicaragua.

 

 

21.    El gran milagro

 

Ahora ya tenia mi diploma de bachillerato, pero ¿Cómo hacer para ingresar a la facultad de medicina?

No tenia dinero, ni familiares con esa posibilidad, ni “conexiones” con gente poderosa, no era muy inteligente, pero Dios tenia preparada un milagro para mi vida adolescente.

 

De alguna manera supe de la existencia de la doctora María Haydee Flores, directora de Bienestar Estudiantil en la UNAN León, y sin ningún tipo de protocolo toqué su puerta, sin levantarse de su enorme escritorio y con decenas de libros en las paredes, me escuchó atentamente: “doctora, me acabo de bachillerar, quiero estudiar Medicina y no tengo dinero, mi madre es muy pobre, muchos amigos me han dado de comer y dormir, no soy inteligente, pero sí muy esforzado, deme una oportunidad, y le jure que no la defraudaré. Por favor”. 

 

Me escuchó, pidió a doña Rosita, su asistente tomar mis datos, supe que llegaron a Chichigalpa, hizo la investigación de campo, habló con los vecinosex profesores, verificó mi historia y elaboró su informe.

Un mes antes del inicio de clases en la UNAN León recibí el telegrama más importante de mis primeros quince años de vida: me citaban a una reunión en la oficina de Bienestar Estudiantil, y la doctora Flores en persona me recibió y me notificó que había recibido un beca completa de la UNAN León para estudiar Medicina, siempre y cuando clasificara, que me habían nombrado inspector de la Casa del Estudiante, una residencia universitaria donde podría dormir toda mi carrera, y que había sido contratado como empleado de Bienestar Estudiantil con un salario de doscientos córdobas mensuales, siempre y cuando no reprobara ninguna clase y cumpliera al cien por cien los reglamentos de la universidad. 

Mi corazón no me alcanzaba en el pecho, había logrado el objetivo de mi vida: ingresar a la universidad, todo lo vivido había valido la pena, TODO, y ahora dependía de mí: estudiar, estudiar y estudiar, la pasión de mi vida. No imaginé todo lo que iba a vivir: el amor, la tortura, la pasión por la medicina, muchas cosas estaban por comenzar. Pero ahora era el tiempo de cosechar, la universidad esperaba por mí.

 

 

 

22. Mi ingreso al FSLN (1ª parte)

A Carlos Rojas, le decían "pollito" en el pueblo. Era hijo de una profesora famosa, de apellido Rojas Úbeda , vivían en una casa bien bonita a la entrada de la ciudad. Era un muchacho blanquito, de buena estatura, finito y de hablar pausado.

No éramos amigos, sino conocidos, creo que éramos de la misma edad. Lo conocía por su mamá. Daba la impresión de lo que un tiempo se llamaba "un chico plástico".

Yo era del barrio, un Chavalo flaco, que jugaba "handball" con mis amigos de la cuadra y que por esos milagros del Dios de los pobres, estudiaba medicina en León.

En vacaciones trabajaba en el hospital del Ingenio, como asistente de enfermería de don Polito, el encargado de curar, inyectar, extirpar uñeros, drenar abscesos y experto en sacar trocitos de caña de las corneas a los trabajadores paileros.

El ingenio y la licorera era el lugar de trabajo de medio mundo, y yo ahí habia trabajado ahí desde la secundaria, empecé cosiendo sacos para el azúcar de exportación, en una bodega, bajo el mando del Señor Arguello, mi primer empleador, un buen hombre que siempre me trató con amabilidad y pagaba lo justo los sábados al medio día.

Yo había vistos desde niño las profundas diferencias entre la vida de la gente con dinero y nosotros, los pobres. Había conocido lo que es vivir en una cuarteria (como el chavo del 8. vivía con hongos en los pies y los genitales, había nacido desnutrido fetal y había sobrevivido a todas las enfermedades propias de la infancia de la gente del tercer mundo. Mi madre había sido mamá siendo una quinceañera y me había enseñado que debía estudiar y trabajar para salir adelante.

La escuela y la iglesia era mi refugio. Y disfrutaba de ambas. Creía que las cosas bonitas de la vida eran solo para los ricos: tener un televisor, una bicicleta, una casa con ladrillos y pareces pintadas, ropa y zapatos nuevos, un hogar con papá y mamá. Y miraba la pobreza con inocencia infantil. Creía que al morir el Papá Dios me daría todo lo que no había tenido en la vida.

Pensaba que el "matrimonio por la iglesia", la fiesta de los quinceaños, tener un automóvil, era solamente para los ricos. En fin, crecía y miraba el mundo dividido en clases, como en la India. Y me parecía extraño pero normal.

Mi hermanita mayor había muerto a los pocos meses. Normal. Los pobres iban a cortar algodón, a lustrar zapatos, a cortar caña. Normal. Las muchachas prostitutas debían acceder a lo que el cliente pedía por 7 córdobas, y a bailar pegados a un precio fijado de común acuerdo. Normal.

Un día escuche a un señor llamado Virgilio Godoy, hablar en un mitin del PLI, y empecé a comprender que no era normal que la familia Somoza, la familia Pelllas y otras familias, tuvieran tanto y que el resto casi nada, no era normal morir a temprana edad, tener menos expectativa de vida, más enfermedades prevenibles por vacunas (en ese tiempo no eran gratis como ahora) y tampoco era normal las profundas diferencias entre unos y otros.

En mis clases de Economía en el INO de León, empecé a entender los conceptos de plusvalía, inequidades sociales, explotación, riqueza, pobreza, y lei que la historia de la humanidad, había sido la historia de una lucha de clases. Explotados y explotadores. Pobres y Ricos. Patricios y esclavos. 

Y de vez en cuando mi madre me contaba sobre mi padre desconocido, el doctor Alfonso Pérez, luchador antisomocista, detenido decenas de veces, torturado en la loma de tiscapa, compañero en la jaula de los leones de Somoza junto a otros colegas médicos.

Ya no era un niño de 8 años, tímido y avergonzado, era un adolescente de 17 años, todavía un poco tímido, pero con menos vergüenza y mas sentido de patria, dignidad y soberanía. Con 12 años había ganado el premio departamental de oratoria disertando sobre los tratados Bárcenas Meneses Esguerra y Chamorro Bryan. Mis ojos estaban cada dia mas abiertos y mi conciencia empezaba a forjarse.

No era una casualidad la caja de jabón GL, mi primer asiento en la Escuela "Gilberto Ramirez" en primer grado, ni la muerte neonatal de mi hermanita, ni la vida de todos los pobres de Nicaragua. Ni la extensa fortuna de los terratenientes y latifundistas. No. Ni la masacre de El Chaparral, Olama y Mollejones, o el 22 de enero. 

Por eso, cuando el Pollito Rojas se me acercó en el verano de 1974, y me habló del FSLN, y la necesidad de que los mejores hijos de Nicaragua, hicieran realidad los sueños de Sandino y Martí y Adiact y Diriangen y las luchas de los obreros y las sufragistas y los campesinos y los desheredados de la tierra. No vacilé en decir que SI. Yo debía estar ahí. Heredar a mis futuros hijos una patria nueva. 

No tenia ni idea todo lo que estaba por venir. Dije que SI y comencé a ser parte de un pequeño grupo de chavalos y chavalas de esa época (los años 70). 

Tenia 17 años cuando ingresé al FSLN.

 

 

23. Los años maravillosos: la universidad

 

En 1973 miles de adolescentes llegamos a León, una buena parte de ellos con el propósito de estudiar Medicina, para ello la universidad ofrecía un año “básico” donde tras 2 semestres de estudio, se promediaba el 75% de notas y 25% del llamado “test psicométrico”. 
Inicié con el pie izquierdo al fracasar en el examen de Matemática Introductoria, lo que me obligaba a cursar Matemáticas II en los llamados cursos de verano. 

 

Las clases “plenarias” eran el histórico auditorio “Ruiz Ayestas” y las clases de grupo en aulas. Los docentes eran monstruos sagrados de la educación, como el Doctor Edgardo Buitrago profesor de Historia de la Cultura, el geniecillo Javier Martínez en Matemáticas, la sexy doctora Lugo en Biología, el doctor Rogelio Ramírez en Sociología, el doctor Villaverde en Química. Estaba sobre hombros de gigantes.

 

Tomé la decisión de estudiar 5 horas por día, de 7 pm a 1 am, dándole prioridad a las clases más complejas y me dio resultado: Obtuve en matemáticas 0, I y II, 90 de promedio. Y así fue en mis otras clases y así transcurrió el año hasta concluir. El test psicométrico fue un completo desastre, obtuve solo 16 de los 25 puntos. 

Ahora todo dependía de mis notas y esperar el día en que la universidad publicaba la lista de los “clasificados” en cada una de las carreras: Jamás olvidaré ver mi nombre en el # 36, había logrado el primer obstáculo: mi ingreso a la Facultad de Ciencias Médicas.

 

El Hospital san Vicente estaba situado al norte de León, un viejo edificio del S XIX, donde los grandes maestros de la medicina, de la escuela francesa y norteamericana compartían sus conocimientos en aulas, laboratorios y “salas”, como se le llamaba al escenario directo con los pacientes. Se nos asignaba un cadáver a cada 4 estudiantes que debíamos disecar en el transcurso del año. 

 

Las aulas eran llamadas “gallineros”, por su aspecto, pequeños espacios de madera con ventanas recubiertas de cedazo. Éramos un centenar de adolescentes entrenándose para ser los futuros médicos, una de las vocaciones más complejas y para mí la carrera más fascinante y exigente de la universidad. Un hermoso sueño de mi niñez hecho realidad.

Inicié nuevamente con el pie izquierdo, una severa faringo-amigdalitis con fiebre de 39 grados y amígdalas purulentas, me tuvo 10 días en cama, los primeros de “Vida de Relación”, como se le llamaba al módulo de Neuroanatomía, y en esa época, si perdías un módulo, perdías toda tu carrera. Era Medicina y no otra cosa. No te podías dar el lujo de reprobar nada. Solo Dios sabe cómo terminé mi primer año, pero lo hice, y así el segundo, tercero y cuarto ciclo, hasta terminar mi entrenamiento formal e ir al internado rotatorio.

 

Las clases eran de 7 am a 5 pm, con dos horas para almorzar durante 10 meses consecutivos. Mantuve la decisión de estudiar 5 horas diarias, de 7 pm en adelante y en época de exámenes no dormir ni una hora, lo que llamábamos “pasar de paso”, solo 30 minutos de “break” a las 10 pm para tomar una sopa de tomates con dos huevos y seguir estudiando. Tomaba pastillas de ácido glutámico y en época de exámenes recurrir a las anfetaminas para no dormir, el café no era suficiente.

 

La universidad en León era un hervidero de ideas, en su mayoría de oposición a la dictadura de los Somoza, habían “asambleas” en el auditorio, “manifestaciones” en las calles, mitines en las aulas, papeletas, afiches y mantas por doquier, las imágenes de Sandino, la música de Los Mejía Godoy. 

 

Mi generación fue la de Arlen Siu, Dora María Téllez, Mauricio Abdalah, había brillantes oradores como Víctor Hugo Tinoco, Carlos Arroyo, Omar Cabezas, Irving Dávila e Iván Montenegro. En mi aula de clases, además de Dora María y Mauricio, estuvieron Perla Ma Norori y Julio Ramos. 

Y en mi cabecita de adolescente renacía la figura de mi padre, el doctor Alfonso Pérez Andino, luchador antisomocista quien estuvo en “la jaula de los leones” de la loma de Tiscapa, torturado brutalmente, junto al doctor Pablo Dubón y el Doctor Clemente Guido. Y yo no podía fallarle a mi país, a mi padre ni a mí mismo.

 

A los 18 años fui ¨reclutado” al FSLN por María Lourdes Jirón, y esto no ocurrió en las aulas de la Universidad sino en vacaciones de 1975 en la ciudad de Chichigalpa. Dos años después fui capturado por la GN, entregado a la OSN (Oficina de Seguridad), y torturado durante los días interminables del verano de 1977. Y ahí hubiese terminado mi vida, el sobreviviente de la mortalidad infantil y de la pobreza material, el muchachito estudioso de primaria y secundaria, el chavalito callado y meditabundo de mi pueblo, el estudiante universitario fortuito. Me habrían encontrado con un tiro en la cabeza en alguna calle o comarca de occidente, pero Dios tenía otros planes para mí.

 

 

24. Medicina, la vocación de mi vida

Todos los días a las 6.50 am ya estaba sentado en el “gallinero” esperando el comienzo de clases. Me parecía increíble como el doctor Julio Cesar Terán González explicaba la fisiopatología cardiovascular. 

 

Era como traducir el libro de Guyton de una manera comprensible a mis neuronas. Gozaba de las ocurrencias y diapositivas femeninas del maestro Uriel Guevara, explicando Patología. Sufría en los laboratorios de anatomía y fisiología. 

 

No entendía una sola palabra del ciclo de Krebs en Bioquímica. Me fascinaba ir a la sala para aprender a auscultar el corazón o escuchar los ruidos pulmonares. 

 

Me moría de la risa al ver entrar al profesor Salvador Salinas Esquivel con su pelvis y el muñeco, a explicar el proceso del parto. Envidiaba al “matacho”, un colombiano, profesor de neuroanatomía por sus conocimientos y haber conquistado a la chica Medicina.

 

 

Mis hermanos de estudio eran Arturo Gómez Castillo, un brillante cirujano plástico, Valerio Guevara, un eminente cirujano, Jorge Cuadra formador de anestesiólogos, a veces se sumaba Arsenio Aguilar, pediatra esteliano, y nos fascinaba estudiar con libros, los apuntes ilegibles eran algo complementario. 

El término “socones” era para gente como nosotros, estudiantes de tiempo completo, en la famosa residencia universitaria “La Casa del Estudiante”.


El ritual iniciaba a las 5 am, esperando turno para bañarnos (los estudiantes de la Costa no se bañaban tan a menudo, ahí conocí a Lumberto Campbell, Enrique Rojas Smith. Y otros famosos como Ofilio Picón, Denis y Ramón Moncada Colindres , Roberto Boza, el poeta Enrique Zavala, una generación extraordinaria, solidaria, fraterna, humana y comprometida).

 

A las 6 am salíamos a desayunar donde D Anita, frente a los cines (media cuadra al norte del básico), y a las 6,30 a esperar el bus en el parque san Juan que nos llevaría al Hospital San Vicente. A las 10 había un receso para comprar algo para comer y beber, que casi nunca usé, porque mis finanzas eran limitadas. Y a las 12 salíamos a esperar el bus para ir a almorzar. 

Algunos de mis colegas, “los ricos”, llegaban en sus autos, era celebre el Toyota Celica de Eduardo Frizell, un chinandegano que trabaja en NY. Almorzábamos, íbamos al baño, un medio “pelón” y a la 1.30 pm esperar el bus. 


Las clases de la tarde eran súper pesadas, por el calor y la monotonía de algunos profesores, era celebre un fisiólogo Danilo Lanzas que dormía a medio mundo o el psiquiatra Danilo Pozo, pero la mayoría eran un derroche de sabiduría, elocuencia o sentido del humor

 

Recuerdo al maestro Dennis Saavedra, a Wiron Valladares (qepd), Rigoberto Sampson (qepd), Jaime Granera, Uriel Vallecillo, Humberto López, Ernesto Fonseca Pasos, Ofelia Rojas, Gustavo Sequeira Madriz (qepd), Rene Meléndez, tantos y tantos grandes maestros de la medicina.

A las 5,30 pm salimos como locos al bus, cenábamos a las 6 en punto, y antes de ir a estudiar, y sobre todo en época post examen, las maravillosas tertulias y “juegos”. Nos reuníamos a cantar música de Joan Manuel Serrat, con las guitarras de Arturo y Arturito, Roberto, y Picón. 

 

Poníamos serenatas, hacíamos bromas terribles, como esconder las muletas al poeta Zavala o echar agua helada a cualquiera en horas de la madrugada, jugábamos a la guerra con las chinelas de hule, reíamos a carcajadas, por un semestre fume marihuana con música de Santana y Ambrosia. 

 

Íbamos al cine a disfrutar de las chicas de Lando Buzzanca, a veces a comer carne asada a la estación, recibimos al “genio”, un tipo que sabia de todo y respondía a cualquier pregunta y lo mejor, era ir a Poneloya, a disfrutar de la luna, las guitarras, un par de tragos de ron, un toque de cannabis y bañarnos desnudos en la playa. Un tiempo maravilloso.

 

Teníamos dos equipos de softball, uno de ellos era el de Los Trabucos, todos tenían un apodo, a mí me decían “Chichi”, por ser de Chichigalpa. 

 

Estudie con una generación entrañable, conocí a Jorge Arostegui, hermano del alma, Martha Medina mejor estudiante de Nicaragua en primaria, secundaria y universidad; a Lorgia Larios, Aurora Velázquez, Ligia Espinoza, Eduardo Quant Palaviccini, Gerardo Sánchez, Freddy Cárdenas, Carlitos Cruz, Ligia Altamirano, Maritza Cuan, Julio Silva, patólogo en Canadá, Otto Aldana brillante neonatologo en Chicago, Luis Favilli quien me regalo el libro Karonte Luna, sobre mi padre Alfonso Pérez Andino, Enrique Vega, Juan Carlos Leyton, Haroldo Aguirre, Luis Tercero, Anahel Mairena, Dagoberto Cisneros, Nelson Moncada, Edilberto Lacayo, Aurora Velázquez, Paulino Medina, Bismarck Pérez, Bayardo Linarte, David Garcia, Nestor Castro, Salvador Gutiérrez Quant, y tantos doctores y doctoras, hombres y mujeres, capaces, comprometidos, una generación de oro de la Medicina en Nicaragua.

Nos correspondería ejercer en medio de la guerra, fuimos al internado en 1978 e iniciamos el servicio social en 1979. 

Seriamos directores de hospitales de campaña, médicos de la guerra, y muy temprano también, padres de familia, especialistas y sub especialistas. 

 

No estoy seguro del dato, pero creo que de todos los médicos de los frentes de guerra de esta generación fui el último en especializarme, pero todo, todo valió la pena. Y entre las tumbas de los médicos asesinados o muertos de forma prematura, logré llegar a la edad del retiro, la madurez, con un poco de locura y un poco de sabiduría.

 

 

 

 

25. Mi ingreso al FSLN (2ª parte)

 

Cada historia de vida tiene un contexto. El mío fue el de un pueblecito en los 60 y luego en León en los 70. Dos contrastes. La terrible explotación y las condiciones de vida del Ingenio San Antonio y las luces de libertad desde las calles y casas de León.

En los primeros 13 años de vida, viví lo que el somocismo ofrecía a los pobres: analfabetismo, desnutrición infantil, muertes prematuras, explotación brutal de la fuerza de trabajo, una vida sin futuro, los condenados de la tierra diria Frantz Fanon.

En León aprendí que la vida no se reduce a ser empleado de la familia Pellas. Seguí estudiando, terminé mi bachillerato en el INO e ingresé a la universidad.

Empecé a asistir a las asambleas estudiantiles, verdaderas escuelas de oratoria para los adolescentes de entonces. y fui entendiendo que la única forma de terminar con el Somocismo era con la propia vida de los jóvenes patriotas, como en el pasado, lo habían hecho Andres Castro y José Dolores Estrada en San Jacinto.

Conocí a Dora Ma Telllez, Arlen Siu, Carlos Arroyo, Victor Tinoco, Irving Davila, Ivan Larios, Ivan Montenegro. Una generacion comprometida con los pobres, muchachos con la mirada limpia, valientes, tenaces.

Y también conocí el Evangelio de los Pobres, la llamada Teologia de la liberación. No encontré contradicción alguna entre las palabras del maestro y la vida de los pobres en Nicaragua.

Escuchaba por las noches Radio Habana. Y empecé a leer la historia de Nicaragua con otros ojos. Leí a Gregorio Selser y a Marta Harnecker. Lei a Sergio Ramirez y a Paulo Freire. Me compré La Biblia LatinoAmericana. y mientras clasificaba para medicina fui conociendo la historia del FSLN.

Me senti inspirado por la gesta del general AC Sandino. Y las luchas en otros pueblos. No era solo Nicaragua. Había dictaduras en toda America Latina, era la triste época de las crueles dictaduras militares en Africa y nuestra America. 

Una tarde, casi al anochecer, el pollito Carlos Rojas, me presentó a una muchachita bajita, un poco gordita, de hermosa sonrisa, y mirada limpia, hablaba con serenidad y firmeza. 

Nunca imaginé que era hija del mariano José Jirón, una figura en el león de entonces. Me saludó con una sonrisa, me dio la mano y me dijo, ahora voy a ser tu responsable.

 

Era Maria Lourdes Jirón, una de las mujeres más valientes que he conocido.

Con ella organizamos la primera célula sandinista a la que pertenecí. Ahí llegaba José David Zuñiga, un muchacho casi vecino, cuyos padres tenían un negocio en la calle principal del pueblo, llegaba otro muchacho, hijo de otra profesora, que ahorita olvido su nombre y otro Chavalo, un chinito chirizo y flaco.

La casa de seguridad era la casa de mi madre. Uno a uno llegaban a las 7 u 8 de la noche, y en la cocina familiar, a la luz de candiles, empezamos a estudiar, a leer y discutir, libros, documentos y manifiestos. Terminábamos con el canto de los gallos del amanecer, y cada quien salía, uno por uno, hacia su casa.

Vivíamos a una cuadra y media del comando de la GN. Vivía una mezcla de sensaciones y emociones. Eramos muy jóvenes, entre 17 y 21 años. Yo era junto con el chinito, los menores.

A la hora en que los paileros salían a dejar su piel en los cañaverales del ingenio, la hora del rezo del rosario de la aurora, la hora en que terminaban las torturas en las carceles de Somoza, la hora de hacer el amor de las parejas, la hora en que jóvenes, en el campo y en la montaña, nos preparábamos para todo lo que teníamos que hacer.

Nada nos obligaba. Nadie pensaba en otra cosa, mas que en ser parte de la lucha, para construir la patria nueva.

"Nosotros iremos, hacia el sol de la libertad o hacia la muerte, y si morimos no importa, otros nos seguirán". Así decía Sandino. 

Eran las vacaciones del II año en la Facultad de Medicina, finales de 1975.

 

 

26. La casa del estudiante

 

Durante mis años de estudiante universitario en León había varias “casas” o “residencias” que la UNAN León ofrecía como parte de la beca, a quienes no podíamos pagar un hospedaje privado. 

 

Como he contado, vivía en “La Casa del Estudiante”, que estaba situada de la estatua de la madre en el parque san Juan de León una cuadra y 10 metros al norte, a mano derecha (ahora creo que hay un salón de belleza o algo así). Hoy quiero compartir algunas vivencias, pero sobre todo algunos seres humanos extraordinarios, con los que compartí esos “años maravillosos”.

 

Quisiera comenzar con los muertos, “los imprescindibles” como dice Bertold Bretch: El primero de ellos: Mauricio Abdalah Ramírez, mi hermano quien vivía en “la casa del estudioso”, al otro lado de la cuadra, asesinado por la GN el 29 de junio de 1979. Y Guadalupe “Lupe” Moreno, quien vivía en la “Residencia No 4”, caído el 20 de junio de 1979. 

 

Pero también hay muchos sobrevivientes, comenzaré con los mayores: Denis Moncada Colindres, estudiante de derecho y actual Canciller de la República; Lumberto Campbell Hooker, estudiante de física, actual vice presidente del CSE; Roberto García Boza, estudiante de derecho, uno de los primeros rectores de la UAM; y algunos de los menores, los hermanos Ramón y Juan Gregorio Moncada Colindres, originarios de El Jícaro y nietos del célebre Juan Gregorio, del Estado Mayor de Sandino, ambos destacados combatientes sandinistas. 

 

El cantautor Ofilio Picón, quien solo estuvo un año, ya que luego se marchó a estudiar Medicina a México.

De mis colegas, aún sobrevivientes, puedo mencionar a Arturo Gómez Castillo, uno de los fundadores del programa de Cirugía Plástica en Nicaragua; Jorge Cuadra Saravia, uno de los formados de anestesiólogos en el país; Arsenio Aguilar, fundador del programa de pediatría en el Hospital de Estelí; Valerio Guevara (quien estudiaba todas las noches con nosotros), uno de los cirujanos más destacados en la historia del Hospital Bautista; Haroldo Aguirre (otro de nuestros asiduos visitantes), pediatra neonatología quien laboró muchos años en el Hospital de Chinandega; Roger Pereira Umaña, por años médico forense en Chinandega. 

Otro visitante frecuente era Douglas Juárez, médico radicado en EEUU y destacado jugador nacional de ping pong.

 

De otras carreras recuerdo a Enrique Rojas Smith, estudiante de derecho de la RAAN; Rodolfo Granera, estudiante de Farmacia originario de Chinandega; Enrique Zavala “el poetilla”, estudiante de Derecho corinteño.

 

De nuestra generación de estudiantes de Medicina, recuerdo a Carlos Roberto Huembes, Lucrecia Lindo. Lenin Fonseca, Dora María Téllez, Maritza Cuan, Julio Ramos, Perla María Norori, ya fallecidos, a excepción de Dora María, la célebre “Dos” en el asalto al Palacio y Maritza, ambas ex ministras de salud.

 

 

Y ¿Qué decir de las pocas mujeres de mi generación? Capaces, talentosas, brillantes como Martita Medina, Lorgia Larios, Aurorita Velázquez, Ligia Espinoza, Ligia Osorio, Aurora Maltez, Reyna Úbeda, Martha Mendoza, Mayte Padilla entre otras.

 

El viernes pasado fui con mi nieta Allison Alana al parque de la Colonia 14 de septiembre, y al verla jugar y divertirse como toda niña, recordé lo ocurrido 40 años atrás en este mismo lugar. Y que contraste, de un lugar de bombardeos y combates, ahora un hermoso complejo deportivo. 

 

Quizás por esto, hoy domingo recuerdo mis días en Occidente, pero más que eso, a los que murieron, a los que soñaron con todo esto: un país donde los niños y también los adultos, no tuviésemos que andar escondidos o huyendo, como lo predijo en su momento el mártir Edwin Castro “algún día hijo mío, todo será distinto”.

 

Posdata: Un día de nuestra estancia en "el Gallinero" (primer ciclo de medicina), antes de comenzar la clase, un grupo de nuestros compañeros comenzaron a hostigar a un sapito que estaba arrinconado en una esquina. Mas de alguno agarraba “puntería” con el animal. Justo en el momento de más risas eufóricas, René, se levantó de su asiento, llegó donde estaba el animalito, lo tomó en sus manos, y salió con la misma determinación a dejarlo no sé dónde. Todavía no tenía amistad con él, solo veía a un compañero serio y observador que se sentaba en un rincón de la última fila. Comprendí que esa sensibilidad de Rene con ese pequeño animalito era la misma sensibilidad que mostraba con su compromiso con las mayorías empobrecidas de este país, y me hizo respetarlo y comencé a construir con él una sólida amistad que aún perdura y que vive con el recuerdo generoso y ejemplo de Mauricio, la Perla, Julio... (Jorge Arosteguí)

 

 

 

27. !Estas son las mañanitas que cantaba el Rey David!

Nunca he sabido si el famoso Rey David cantaba o no las mañanitas, pero si estoy convencido que tenia muchas “muchachas bonitas”, me da la impresión que el Rey tenía, como muchos hombres heterosexuales, una fuerte inclinación por la belleza femenina. 

 

Una vez un sacerdote al confesarme me advirtió “tenga cuidado con lo que mira, no sea que le ocurra como al Rey David, que ya ve todo lo que le pasó por andar viendo lo que no debía”. 

 

 

Desde ese mañana tengo la sana costumbre de quitarme los anteojos cuando diviso una “bella criatura”, ya que veo todo un poco borroso, y hay que hacerle caso a san Juan Eudes “ante la tentación se valiente: huye”.

Pero bueno reyes aparte, yo no tengo ni idea lo que es vivir como ellos (que aún existen), pero si he disfrutado mucho de los cumpleaños. De niño no tengo muchos recuerdos, jamás tuve una piñata o un queque, y como mi cumple es el 19 de diciembre, cerca del 24, así que solía recibir un solo regalo que mataba dos pájaros de un tiro. 

De mi madre no podía esperar regalos materiales porque, obvio, ella no tenia dinero para eso, lo poco que había era para ropa o zapatos, que debían durar hasta que la tela o el cuero se rompieran. Yo miraba algunos vecinos con sus bicicletas (jamas aprendi a usarlas ni nunca tuve una, ni de segunda mano). Veía la TV encendida en algunas casas (la costumbre era asomarse tras la “baranda” de las puertas ajenas, a ver algún programa infantil). 

 

Veía arbolitos o nacimientos, escuchaba la música navideña o los festejos en casa de algunas personas (como les he contado yo creía que los ricos tenían dinero y los pobres teníamos a Dios) y no entendí muy bien cómo era eso. 

 

Aún me cuesta entender como alguien tiene tanto dinero, y otros nada de nada. He trabajado duro toda mi vida y el presupuesto mensual sigue “completo”, seguro los economistas sabrán porque son tan distintos los cumpleaños en casa de unos y otros, quizás sea como dijo un sabio por ahí “cosas de la suerte”.

 

Mis “verdaderos” cumpleaños comenzaron en 1973 y no han terminado. Por esa época vivía en León en una “residencia” universitaria, como se les llamaba a las casas donde nos alojábamos quienes nos teníamos papas que nos pudiesen pagar “un cuarto privado”. 

 

Vivíamos unos 25 estudiantes de distintas carreras. Y mi buena mamá tuvo la genial idea de llevarnos cada 19 de diciembre, unos días antes de salir de vacaciones de fin de año, una porra con la famosa “gallina rellena” de Occidente (en Managua la hacen horrorosa) y mi prima “la chilo” me regalaba una botella de Flor de Caña “Superior”, ella trabajaba para el Ingenio san Antonio y ahí le regalaban una botellita. 

La comida y la bebida llegaban tipo 5 pm. Y no me pregunten cómo, pero alcanzaba para todos. Era el gran día que yo y todos estábamos esperando. 

La fiesta empezaba con la comida, en unos platitos de plástico nos repartíamos la gallina, aún aspiro ese delicioso aroma. Luego venían los traguitos de ron con chibola Flores. Salian las guitarras y todos a cantar: el repertorio completo de Joan Manuel Serrat, Julio Iglesias, Jose Feliciano, Raphael, Roberto Carlos. Contábamos anécdotas, hacíamos chistes de todo, no teníamos secretos de nada, todo salía a la luz y todo eran risas y bromas, teníamos 17 años y nada ni nadie nos quitaba el sueño.

Y luego tras conocer a Armantina, y hasta hoy, siempre hemos celebrado los cumpleaños, nos cantamos las mañanitas al despertar, hacemos la comida especial, nos damos regalos, nos sentamos a platicar de todo, hacemos el brindis al gusto de cada quien. En “Unidos por Siempre” conocimos el “Martinelli” una bebida espumosa sin alcohol, que sabe divina bien fría; con mi hermanita Sylvia aprendi a tomar “Don Julio”, pero la comida es insustituible: la gallina rellena. 

Aún hoy en día, mi madre llama por teléfono muy temprano y me canta “las mañanitas”, y sigo disfrutando- ahora mi celebración dura un mes- mi cumpleaños y doy gracias a Dios, por el don de la vida, un cumpleaños que cada vez lo celebro con mas asombro, estoy vivo a pesar de tantas y tantas cosas. 

Hay una canción de Silvio que recuerdo cada 19 de diciembre y que más o menos dice así: “Vivo en un país libre, cual solamente quiere ser libre. En esta tierra, en este instante. Y soy feliz porque soy gigante. Amo a una mujer clara, que amo y me ama, sin pedir nada -o casi nada, que no es lo mismo, pero es igual. Soy feliz, soy un hombre feliz, y quiero que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad”.

 

 

 

28. Mi ingreso al FSLN (3ª parte)

 

Nací en una familia cristiana, mi madre y mi abuelita me regalaron un testimonio de vida, basado en la piedad, fe, temor de Dios y amor a los demás. Fui monaguillo desde muy temprano, hasta mi salida del pueblo a los 13 años. Mi ingreso al FSLN no cambió en nada mis creencias, todo lo contrario. 

En este camino fue clave el padre Juan Bautista Peguero, con él conocí al Dios de los pobres, me convertí en delegado de la palabra, recorrí las comunidades campesinas, familias enteras que por generaciones le trabajaban a los latifundistas de occidente. 

La vida del campesino es diferente de la vida en la ciudad o la vida de los obreros. Es una explotación mas sutil y mas cruel. En cierta manera era una vida semi feudal. 

El "patrón" era dueño de todo, incluso de la piel de las muchachitas, hijas del campesino, que al crecer y hacerse mujercitas, el patrón podía hacer con ellas, lo que quisiera. Las tierras eran del patrón, y el campesino construía ahí su casita, cosechaba, vivir y todo era para el patrón. Nos tocó "abrir sus ojos y sus corazones".

Entre los campesinos de Posoltega, Somoza tuvo un semillero para reclutar alistados para la guardia nacional. De ahí era el famoso torturador Juan Angel Lopez, y los zanjones de Posoltega, fueron escenario de asesinatos y torturas, ahí quedaron muchos cadáveres, enterrados clandestinamente, asesinados por el simple hecho de querer cambiar el régimen de explotación, que habían vivido por generaciones. 

Aún recuerdo con cariño a Adolfo "Fito" Galeano, veterano organizador campesino y miembro del Partido Socialista, quién se unió al FSLN.

 

En Chichigalpa se inició la organización del movimiento estudiantil de secundaria, adolescentes como yo, que creían que su vida y su futuro le pertenecían a la familia Pellas. Estudiaban para convertirse en futuros empleados de la oligarquía de siempre, la que pactaba con Somoza, la que convertía a las personas en una mercancía, fuerza de trabajo, una cosa y no una persona. 

Pobres que se hacían trabajadores del Ingenio o la licorera, y al recibir "utilidades" o una bolsa de granos básicos, la llamada "provisión", se creían semi dueños de las empresas, y defendían con una mezcla de ingenuidad y sobrevivencia a los Pellas. No conocían otra cosa. 

 

El Ingenio San Antonio era una figura simbólica de la situación de la clase obrera de Nicaragua. Ahí nació el Seguro Social, la Junta de Beneficencia de doña Hope Portocarrero, la señora de Somoza. 

Ahí nació el sindicato revolucionario, en contraposición al sindicado "blanco". Del ingenio surgieron grandes combatientes del FSLN. 

Yo vi los cadáveres de los asesinados el 26 de mayo, aún el nombre de Ronald Altamirano se levanta, para recordar la dignidad, el valor, las luchas para terminar la explotación del hombre por el hombre.

Yo estuve ahí, fue mi escuela, mi "trabajo" como militante semi clandestino: delegado de la palabra, organizador del MES, y sobre todo, miembro del equipo de apoyo para elaborar y distribuir la propaganda del FSLN. 

Salía de León a las 6 pm hacia Chinandega, donde me esperaba Maria Lourdes Jirón, "la chinita Jirón", y con los ojos cerrados, caminaba con ella de la mano, hacia la casa de seguridad, donde se imprimían en mimeógrafos de madera, los comunicados de la Dirección Nacional del FSLN, terminábamos a las 5 am, cuando regresaba a Leon, debía estar en el hospital a las 6,55 de la mañana.

Asi transcurrieron 1975, 1976 y 1977. Tres años inolvidables. Una mezcla de preparación política, trabajo organizativo y de propaganda, reclutamiento de colaboradores. Nos movíamos en silencio, bajo las reglas del chequeo y contra chequeo, con el principio de la compartimentación y el centralismo democrático.

Sabia que en cualquier momento podría ser capturado y asesinado. Nos movíamos en medio de la red de "orejas" y jueces de mesta. En León, era un estudiante más, con instrucciones de no involucrarme en nada, esa debía ser mi fachada. 

Recuerdo a Larry Valladares, un compañero de la facultad de medicina , militante del FER, tratando de reclutarme y ante mi negativa, me dijo irritado "vos sos un reaccionario". Sonreí, tomé mi libro de Semiología y me fui a clase con el Dr. Rigoberto Sampson. 

No sabia que él, junto a los doctores Fabio Salamanca, René Meléndez y Wiron Valladares, eran de la Comisión de Salud del Frente Occidental "Rigoberto López Pérez". Me di cuenta en los dias de junio de 1979.

 

 

 

29. El juramento en el FSLN

En el empalme a la entrada del pueblo, hay una gasolinera propiedad de la familia "ElAzar", llamada "la Shell". De ahí usted puede caminar al sur (hay dos kilómetros hasta la ciudad) y a unos 500 metros hay una finquita, nunca supe quienes eran los dueños. Ahí fui citado un sábado a las 9 o 10 am, era una mañana cálida y soleada. Me esperaba Maria Lourdes "la china" Jirón, para hacer el ritual de la juramentación al FSLN.

Muchos han oido el "Patria Libre o Morir", pocos conocen su significado y tras largos meses de estudio y práctica de carácter socio político, había llegado el momento de hacer el juramento.

Fue un momento solemne en mi vida, similares a los de mi nacimiento en el viejo ingenio, mi primera comunión, mi vida como monaguillo del padre Soto, o mi clasificación para estudiar Medicina. No recuerdo todo lo que me leyó Maria Lourdes, lo que no olvido, es el compromiso con Nicaragua en memoria y homenaje a todos los caídos en la larga lucha desde el Gral AC Sandino y Benjamin Zeledón, hasta el presente.

Aún no había muerto Carlos Fonseca y el frente se hallaba dividido en tres tendencias. La mía era la GPP (guerra popular prolongada). Y se juraba por toda la sangre derramada, hasta dar la vida, si fuese necesario.

No había ningún tipo de viáticos, ni fotos para la vanidad humana, ni ostentaciones rimbombantes, ni micrófonos abiertos para escucharse a si mismo, ni fondos de una ONG, nada de eso. Solo se escuchaba el canto de los pajaritos y el ruido del monte. Y ahí, de pie, junto a unos troncos, puse mi mano sobre la bandera roja y negra, y juré defender la patria y luchar hasta el ultimo momento de mi vida, para dar todo por los demás, sobre todo por los pobres.

 

Recordé la miseria popular, los niños muertos por cualquier cosa, las mujeres abusadas, los trabajadores envejecidos e intoxicados por el DDT en el algodón o la caña de azúcar, recordé el ejemplo de dignidad y honestidad de mi madre y el valor de mi padre, mi hermanita muerta, los amigos con poliomielitis, los campesinos sin tierra, la patria azul y blanco, manchada con sangre de hermanos, y a la dictadura de los Somoza, dueños de Nicaragua en alianza con la oligarquía conservadora y el visto bueno de los EEUU. 

Y juré. Juré como los niños a los cuales se les hace la promesa a la bandera, el 14 de septiembre. Era un adolescente de 18 años.

Y eso fue todo, Maria Lourdes me dio un abrazo y nos despedimos. Regresé a casa caminando.

Lloré con una emoción indescriptible el 19 de julio de 1979, mientras me quedaba en el hospital, despidiendo a mis amigos y compañeros de lucha salir hacia Managua, desde el 18 de julio. Ya Somoza había huido y la victoria era una realidad.

Cuando fundamos el Ministerio de Salud, realizamos la Cruzada Nacional de Alfabetización, se entregaron los primeros títulos de Reforma Agraria, se inauguraron las primeras escuelas en el campo, los primeros centros de salud rurales, tuvimos vacunas para todos los niños, casas maternas para las mujeres campesinas, hospitales en la costa caribe, se entregaron becas a los estudiantes universitarios, se llenó el país de colegios, institutos y universidades

Cuando tuvimos una red de carreteras, enviamos cientos de hombres y mujeres a especializarse fuera del país, se crearon sitios especializados para atender a mujeres y adolescentes, centros de atención psisosocial, y parques para niños, y cambiamos los prostíbulos del malecón de Managua, por el Paseo Xolotlan y El Salvador Allende.  Me digo "valió la pena".

Yo no hice casi nada. Pero hubo miles de hombres y mujeres que lo dieron todo, incluso su propia vida. Murieron con la mirada limpia, lo mejor de lo mejor de Nicaragua. Por ellos sigo luchando, desde la trinchera de la salud, para seguir sembrando en esta tierra bendita.

No pretendo convencer a nadie. Los jóvenes de ahora, sabrán hacer las cosas mejor que nosotros. Creo en las palabras de Sandino, "mientras Nicaragua tenga hijos que la amen..."

Mis hijos y mis nietas nacieron en un pais diferente. No se dan cuenta, pero mucho de lo que ahora tenemos, tuvo su nacimiento el 19 de julio de 1979. Una nueva Nicaragua.

Este es el penúltimo relato sobre el porqué soy sandinista. Cuando rechacé lo que me ofrecieron como compensación, con la derrota electoral en 1990, le dije al compañero "gracias, pero no acepto nada, ni la finca, ni el bus de la ruta León Managua, nada de nada. Soy médico y volveré a mi vida de médico”

No ingresé al FSLN por algo material, y mucho menos ahora, que la sangre bendita de Mauricio Abdalah y miles como ellos, riegan el país. Por ellos, por esos hombres y mujeres, héroes y mártires, y su herencia de dignidad y honestidad, sigo siendo orgullosamente Sandinista.

 

 

30. Cuatro de mayo de 1976

 

Tenia 19 años cuando salí de madrugada, en compañía de Maria Lourdes "la china" Jirón (hija del dariano d José Jirón), para hacer "pintas", ese 4 de mayo en las casas de Chichigalpa.

Llevaba un spray con pintura roja y un calado rústico que decia: Sandino Vive.

Habia ingresado al FSLN un año antes y mis tareas eran muchas, estudiaba Medicina en León y viajaba casi todas las noches a Chinandega, para trabajar en propaganda en una casa de seguridad.

Esa madrugada lo hacíamos en Chichigalpa, bajo un silencio total (hasta los perros dejaron de ladrar) y un frío inusual en el occidente caluroso de siempre.

Llevábamos dos horas haciendo "pintas", cuando escuchamos el chirrido de las llantas del BECAT en la esquina. La sangre se me congeló enseguida.

Escuchamos el grito del jefe del Becat, "por aqui andan esos hdp, matenlos". 
Y al unísono el ruido de las botas de los guardias, los garands amartillados, los perros comenzaron a ladrar.

La china me dio una granada de fragmentación y me dijo: aqui nos separamos. Me dió un abrazo y desapareció en un cerco de piñuelas.

Yo sabía lo que tenía que hacer. Y sabía lo que me esperaba si me capturaba la guardia. Pensé en mi madre, en el padre Peguero, en mi Nicaragua y en que aún estaba muy joven y a un paso de terminar mi carrera como médico.

Era un 4 de mayo, dia de la dignidad nacional.

Estaba a unas 5 cuadras de la esquina del comando de la guardia, hacia el norte, y de repente vi un baño en un patio. La guardia venia en mi dirección, escuchaba los hjptazos, los gritos, el olor a muerte.

Me escondí en una esquina del baño sin puertas, donde no se proyectaba la luz de la luna, con la espoleta de la granada entre mis dedos. De algo estaba seguro. No me matarían solo a mi. Todos se irían conmigo. El radio de acción de esa granada era de 5 metros a la redonda.

Mi corazón palpitaba al mil, hacía lo imposible para no respirar, un frio horrible recorría mi cuerpo. Estaba en cuclillas, esperando.

Escuchaba los pasos en el patio. Tambien ellos tenian miedo. Sabian que éramos patria libre o morir.
Y poco a poco se fueron alejando. Desaparecieron

Comencé a escuchar voces de los trabajadores paileros del ingenio, esperando el camión de las 4.30 am. Esperé un poco y salí.

Caminé hacia la casa de mi madre. Estaba rezando El Rosario de la aurora.

Vi a mis hermanos durmiendo. Sonrei. Algún dia todo sería distinto. Me bañé y regresé a León. Aun estaba vivo. No era el único, otros habian hecho lo mismo y mejor.

Amanecía en Nicaragua, con las pintas en las calles: Sandino Vive

 

 

 

 

 

31. La experiencia de la cárcel, la tortura y el dolor.

 

Era un poco más de las 5 de la tarde, estaba sentado en una de las viejas sillas en la salita de la casa de mi madre en Chichigalpa, cuando el jeep de la Guardia Nacional frenó bruscamente frente a la calle. Dos guardias con sus rifles “garand” se bajaron y uno de ellos me preguntó ¿Quién es René Pérez?, le contesté “Yo soy”. 
Me tomaron de los brazos con violencia (a pesar de que no puse resistencia alguna), me tiraron al piso del jeep y uno de ello me puso el pie de la bota en el cuello y me dijo: “Ya vas a saber lo que es rico hijo de puta”.


Estaba iniciando una de las historias más dolorosas en la vida de mi madre y uno de los episodios más dramáticos en mis primeros 19 años. Todo lo que pasó después fue como un vértigo surrealista, lo mejor de todo es que muchos años después aún estoy con vida.

Me llevaron al comando de la GN, frente al parque central de Chichigalpa, hoy ya no existe y en su lugar está la llamada Cancha Múltiple. 

 

Me llevaron a una celda alta y oscura, con piso de tierra, a unos 4 metros de altura se veía una ventanita con barrotes, y me empujaron contra el piso. Recuerdo que andaba un jean viejito y una camiseta nueva color morado claro que me había regalado mi hermanita Sylvia. 

No tuve tiempo de pensar mucho, a los pocos minutos me sacaron de la celda, me ataron las manos a la espalda con un mecate de Nylon y me tiraron al piso nuevamente, al parecer la bota en el cuello era una señal de importancia para ellos, y me llevaron al comando departamental en Chinandega al mando de un general que Somoza había enviado especialmente para atender los asuntos de la seguridad del estado. El jefe de la GN en Chinandega era el famoso Oscar “el perro” Gómez.

 

La celda en Chinandega era pequeña, solo para mí, oscura y fría, con un hueco en el piso y sin un sitio para acostarse, recuerdo el olor a humedad y una especie de escalofríos en el aire, sabía que estaba en el umbral de la muerte. Todos mis pensamientos estaban con mi Madre.
Ella apenas supo de mi captura corrió al comando donde le dijeron que yo no había sido detenido y que regresara a su casa. Oficialmente estaba desaparecido. Buscó a una señora de apellido Sacasa, representante de los Somoza en Chichigalpa, ella hizo alguna llamada, pero mi suerte ya estaba echada. Había sido entregado a la Oficina de Seguridad (OSN).

 

El primer día en Chinandega, me tiraron al piso de la celda una bolsa de plástico con frijoles podridos, que no probé, no tenía hambre, solo pensaba en mi madre, y la verdad, a mí no me daba miedo la muerte, y tenía alguna idea de la tortura, evoqué mi lectura de “El Tábano”, un libro sobre el valor y el estoicismo y me dije: sabré resistir. No tenía ni idea de todo lo que iba a pasar.

 

Mi “militancia en el FSLN” había comenzado dos años atrás, al inicio consistió en prepararme ideológicamente, muchas lecturas, que creía no necesitar. 

 

Yo sabía lo que estaba pasando en Nicaragua, tenía algún grado de conciencia del país en el que vivía, sabia de la explotación brutal de los obreros en el Ingenio San Antonio, conocía la pobreza y la injusticia, había conocido al Dios de los pobres y sabía que todo tiene un precio, incluyendo la vida.

 

Al 2o día recibí una deliciosa comida con el sabor inconfundible de mi casa, ingenuamente la comí con hambre y esperanza, 15 minutos después abrieron la puerta de la celda, un guardia me dijo que mi mama quería verme, le creí, y al doblar un pasadizo, un tipo con ropa civil, de baja estatura pero regordete, con una guayabera blanca, me agarró del brazo y me repitió la sentencia, “ahora vas a saber lo que es rico, hijo de puta”.


Me llevó a un cuarto súper frío con aire acondicionado, me vendaron con mi camiseta y me ataron las manos a la espalda.

 
No quiero precisar el tipo de torturas, no se trata de dar detalles, ni alimentar pensamientos tristes y dolorosos, todo ya ha pasado y en su momento, cuando supe quienes habían sido mis torturadores e interrogadores, los perdoné a todos.

De los golpes no pude comer en semanas, nunca he sentido tanto dolor en mi vida, los morados y moretones los tenía por todo el cuerpo, no podía ni dormir del dolor, me dolía orinar, me dolía horriblemente respirar. 

 

Mi madre aún conserva mis notas, escritas en trocitos de periódico, que de una u otra manera se pueden enviar desde la cárcel. “mi querida y adorada mamá, cuanto siento lo que está pasando por mi culpa, no sufra ni llore mucho si algo me ocurre, todo esto terminará algún día, hay Un Dios que nos ama, y algún día habrá justicia, paz y libertad para todos. 

Hay mucha gente valiente y digna luchando por una patria libre y hermosa, cuide de mis hermanos y de mi abuelita. Su hijo que la ama. René”.

 

Una tarde todo terminó, dejaron de sacarme a medianoche a ponerme un fusil en la cabeza y apretar el gatillo, dejaron de llevarme a escuchar los gritos de los torturados, dejaron de llevarme a ver los chavalos muertos, masacrados y tirados en el patio del comando, dejaron de golpearme. 

 

Por meses tuve dolor en el pecho. El Dr. Fabio Salamanca (padre, qdep) me tuvo en tratamiento hasta recuperarme. Mi mente se encargó de borrar todos los detalles, de los que ahora solo comparto algunos. 

Mi corazón perdonó a toda esa gente, uno de ellos aún vive en EEUU.

Agradezco en el alma las lágrimas y oraciones de mi madre, de rodillas ante Cristo por varios días, a toda mi familia, al rector Mariano Fiallos, a las amistades de mi madre, y por supuesto a Dios. 

 

El me rescató a través de otras personas. Me rescataría muchas veces más. Él tenía para mí, otros planes. Salí con el mismo “jean”, mi camiseta olorosa a sudor, sangre y dolor, miré al cielo en el atardecer de Chinandega y respiré muy hondo, y le dije en voz baja: ¡Gracias Señor!

 

Posdata: No pude evitar las lágrimas desde el fondo de mi corazón, siempre fue para mí un gran ejemplo de ser humano, de Revolucionario, de Sandinista, orgullosa de trabajar con usted, de compartir tantos ideales y de Esperanza en un mañana distinto, gracias por su amistad (Josefina Ulloa).

 

 

 

32. Mauricio Abdalah

 

Chichigalpa en los años 60 era una ciudad dinámica y bulliciosa. En la calle principal, donde quedaba la parada de buses, estaban ubicadas las tiendas de “los turcos”, comerciantes árabes, fenicios y palestinos, que llegaron a Nicaragua buscando no sé qué cosa, que se quedaron en esta tierra, vendiendo telas, o haciendo cualquier negocio, hombres hábiles, que, con su acento y aspecto inconfundible, le dieron a su vida y sus “tiendas”, un “toque” inconfundible en los lugares donde se asentaron. 

Así llegó don Abel Abdalah al pueblo, quizás atraído por el comercio generado por la familia Pellas, quizás huyendo de una decepción amorosa, quizás buscando un lugar tranquilo para sus tres hijos. 

Yo no lo sé. Pero a mí, me llevó un nuevo hermano, una persona excepcional, el ser humano más tierno, humano y dulce que yo haya conocido: Mauricio Abdalah, su hijo menor.

 

Sé que todos tenemos en la vida personas a quienes amamos, más allá de papá, mamá y familia. Sé que puedo estar sesgado por el amor y las circunstancias, pero muchos, que le conocieron, no me dejarán mentir, y podrán relatar con más propiedad que yo, la historia de este muchacho excepcional, mi hermano del alma, un joven médico quien entregó su vida por todos y para todos. 

Yo tuve el privilegio de compartir con él, la escuela primaria, el instituto en la secundaria y la escuela de Medicina. Fueron 15 años de complicidad, amistad, cariño y cercanía, como pocas personas en mi vida. 

Su padre don Abel, fue como un padre para mí, y sus hermanos Jelua y William, mis hermanos mayores, quien aún viven y a quienes puedo abrazar de vez en cuando, ella una brillante ingeniera y él, uno de los mejores cirujanos de Nicaragua. La última vez que los vi fue en el velatorio de la doctora Esperanza Santamaría, en la primera iglesia bautista de Nicaragua. Son y serán mi familia.

 

Le decíamos “el turco”: alto, taciturno, amante de la literatura y poesía, de carácter pasivo y semblante tranquilo, un compañero y amigo, solidario con quien lo necesitaba. Brillante, sensible, generoso, diferente, modesto, relleno de valores y capaz como lo hizo, de dar su vida por los demás. 

 

Con él aprendí a disfrutar de las canciones de Sandro y de los cigarrillos Windsor. Fue la única persona con la que “consulté”, antes de casarme con Armantina, y solo me dijo “te será fiel toda la vida”, y ello bastó para disipar cualquier tipo de dudas.

 

Hace algunos años, una doctora del Hospital “Carlos Roberto Huembes”, me pidió agregar un par de línea sobre la biografía de Mauricio, recuerdo haberle enviado algo como esto: 

 

¿Qué más puedo decir de Mauricio?, de aquel muchacho desgarbado, con cara de poeta, alma de niño, corazón valiente, lleno de humildad, solidaridad, profunda compasión ante el dolor, visionario, con una clara comprensión de la realidad histórica de su querida Nicaragua.

 

Qué puedo decir, más allá de su profunda mirada, desde donde contemplaba toda la injusticia del país: analfabetismo, exclusión, inequidad y represión militar. Un pequeño país donde Somoza y sus allegados poseían todo y un pueblo empobrecido y humillado no tenía nada.

 

Mauricio comprendió desde muy joven esta realidad, tras su estatura física y moral, tras el dolor humano de la separación de sus padres, tras el humo de un cigarrillo, tras las canciones de Sandro, el argentino, tras los estudios donde siempre fue brillante, cuadro de honor, siempre estuvo ahí, en el estrado de los mejores, sin ostentación alguna, sin vanagloria.

 

Nunca se ufanó de su talento, solo lo delataba su mirada y sus gestos, siempre dispuesto a compartir, a dar todo lo que tenía, dinero, alimentos, ropa, zapatos, todo, pero siempre en silencio, sin que nadie se diera cuenta, nunca necesito el aplauso o el reconocimiento.

De la vida política de Mauricio podrían decirse muchas cosas, y yo soy el menos indicado para ello, únicamente diré que nunca rehuyó nada, desde la semi clandestinidad o desde la opción más radical, nunca dijo no puedo, siempre estuvo ahí reclutando con su ejemplo e incluso desde su muerte.

 
Una semana antes de la insurrección de Mayo del 79 en el Ingenio San Antonio, me lo encontré en la parada de buses de Chinandega, yo venía de Villanueva donde estaba realizando el servicio social, y me dijo “no regreses al centro de salud, ándate a casa con Armantina (estaba embarazada de nuestra primera hija, Mey Ling), cuida de ella y tu hija, quédate con ella hasta que todo pase”. No le pregunté nada, e hice casi todo lo que me pidió. Dos semanas después la GN asesinaría al personal de salud de VillaNueva, mi hija jamás me hubiese conocido, yo no estaría relatando esta historia.

 

Fue asesinado un 29 de junio de 1979 a sus 22 años. Ese mismo día, casi a la misma hora nacía mi primera hija: un nacimiento surgido tras su muerte, y me pregunto: ¿cuántos niños y niñas más?, ¿Cuántos nuevos nacimientos surgieron de la semilla de tantos jóvenes como Mauricio?


Su padre, Don Abel escribió un poema epitafio en su tumba: “Triste quedo nuestro hogar con tu partida”. 

Por esas cosas de la vida, su tumba está al lado de los restos mortales de mi abuelita Chepita, quien junto a mi madre lo amaron como un hijo. Y lo seguimos amando y extrañando.

 

Más de alguno podrá discrepar, gritar, calumniar, ofender, difamar, manipular, provocar. No importa. Mauricio trasciende a cualquiera. Nadie puede quitar la sonrisa de su rostro, nadie puede robar su trascendencia e inmortalidad. Nadie. Sé que su alma inmortal está en el cielo, porque ¿Quién puede mostrar más amor, que aquel que da la vida por sus hermanos?

 

A Mauricio Abdalah

 

Tu nombre llevaba el viejo hospital de Chinandega,
tu nombre lleva una sala del hospital de la policía en Managua,
tu nombre lleva una calle del Reparto Las Palmeras en Chichigalpa,
pero ¿qué importa todo eso?

¿Es que acaso buscabas el reconocimiento o el aplauso?
Los que te conocimos sabemos que no querías aparecer en la foto, no querías llamar la atención,
¿Pero cómo no hacerlo?
Te delataba la mirada, la sonrisa, la complicidad, el amor,

Hoy que estas allá, en el cielo,
te digo que todo valió la pena, todo,
nos quedamos con tu actitud, tu coherencia, tu pasión por la vida, tu ejemplo,

Gracias turco, hermano del alma,
déjame llorar un momento,
déjame desahogarme, déjame por favor,
déjame escuchar "el maniquí" de Sandro,
déjame tomarme un trago de ron,
déjame recordar el vaso de chicha, que me comprabas en el mercado central de León
déjame que cuente que me pagabas el pasaje, 

que me dabas de comer, que me salvaste la vida

Gracias turco, gracias por tu sacrificio y tu amor,
y perdón por mis lágrimas,
déjame llevar esperanza (o algo de comer) a los niños y a los pobres,
déjame abrazarlos esta navidad y contarles que existió un médico de 22

años,
que murió para que ellos vivieran y crecieran y amaran y estudiaran, bajo este hermoso cielo azul de tu amada Nicaragua.

Posdata= ABDALAH, quiere decir en turco: SIERVO DE DIOS. creo que Mauricio, a quien no conocí, cumplió (Álvaro Mendoza).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Parte III. La magia del amor

 


 

33. Aprendiendo a amar

 

Hoy les compartiré algo sobre el amor. Ya han conocido sobre mis primeros amores: mi abuelita, la escuela, Dios, mi vocación de médico, mis convicciones políticas, el ajedrez, los libros, la música, el servicio a los demás, ya conocen algunas cosas.

 

Como ya he contado, mi madre era modista y en casa llegaban muchas señoras y señoritas a “medirse” la ropa y no sé porque, no les importaba desvestirse delante de mí, de manera que desde muy pequeño tuve el placer de contemplar aspectos de la anatomía femenina. 

 

Además, en casa siempre había revistas de mujeres, por años leía con detenimiento Vanidades, Cosmopolitan y una revista muy particular llamada “Luz”, que trataba sobre “educación sexual”. 

La mayor parte de mis amigos iban a los prostíbulos, a los cuales siempre tuve terror. Una vez inclusive me pagaron los diez córdobas de la “prestación” como le llama Vargas Llosa, entré a la habitación, la joven se quitó su ropa y todo, la vi, le di su dinero y salí huyendo. 

 

Esto no era mi imagen del amor o del sexo. Aún tengo en mis neuronas sensoriales el olor a aserrín y creolina, y la música de “roconola” de los prostíbulos de la época. Esto no era para mí. 

Con una mezcla de ingenuidad y romanticismo creía en el amor y estaba dispuesto a encontrarlo algún día cercano.

 

Pensaba que nunca amaría, (mucho menos serio amado) y jamás me casaría. Mi familia tenía una larga tradición de madres solteras y se contaban tristes historias de traiciones y desencuentros. Y en mi cabecita eso del matrimonio era para la gente rica del pueblo, y el amor se miraba bonito en el cine y se escuchaba dramático en las radionovelas, pero en la vida real, era una especie de fantasía o sueño inalcanzable.

 

Mis primeras novias decían amarme mucho, yo atribuía este “amor” adolescente de las dos primeras, porque estudiaba medicina (el único en el pueblo), y la ultima antes de casarme, por el contexto de haber salido de la cárcel y ser miembro del FER (Frente Estudiantil Revolucionario), había muchas hormonas, pasión y amor erótico. Pero amor, amor, no.   

 

 

 

No daré detalles sobre ellas porque aún viven y no me han autorizado compartir sobre esta experiencia, pero solo diré tres cosas: 1. Llegué virgen a la universidad y dejé de serlo a los 19 años, un poco antes de mi captura por la GN. 2. Anhelaba tener una esposa y una familia y 3. No tenía idea alguna del significado del amor. Ni idea.

 

Muy tarde aprendí que quizás la tarea mas importante en la vida, es aprender a amar. El amor, el gran maestro de la historia humana. Amor ágape, amor del bueno, amor incondicional. Entendía de alguna manera que Dios me amaba, pero Él estaba demasiado lejos o en el templo, y que se ocuparía de mí, el día de mi muerte, no imaginaba todo lo que tenia preparado para mi y que el amor, muy pronto tocaría a mi puerta.

 

 

34. La novia de mi juventud

 

Al finalizar la carrera de Medicina fuimos invitados a realizar prácticas de salud comunitaria en la Costa Caribe, al inicio rechacé la idea, pero un colega (Edilberto Lacayo) me convenció y nos fuimos un grupo de chavales de diversas carreras de la salud embarcados en el Rama hasta Bluefields y sus comunidades. Un viaje que cambiaría mi vida para siempre. 

 

Al llegar nos organizaron en equipos multidisciplinarios y fui enviado a Laguna de Perlas, del grupo solo recuerdo ahora a Jorge Arosteguí y la chica que me iba a romper el corazón, mi primer gran amor y actual esposa. El primer día empezamos a atender, eran decenas de niños con desnutrición y multiparasitosis. 

 

A media mañana se me ocurrió ir a la farmacia a preguntar qué tipo de antiparasitarios teníamos disponible, y al caminar por el pasillo, aun no sé porque, volví a ver hacia la derecha y vi a la chica más bella que jamás había contemplado en mis 20 años de vida, ella estaba “sumergida” en su microscopio, pero al pasar frente a ella, desvió por medio segundo su mirada en mi dirección y ocurrió el “flechazo”. 

 

Ella estaba ubicada en un sitio donde había un mueble que solo permitía ver menos de la mitad de su cuerpo, y no me detuve, seguí caminando, ella posiblemente no me observó, pero yo grabé sobre todo su mirada. Y el día siguió su ritmo, trabajando duro hasta las 5 de la tarde. 
Esa noche el grupo planeó “una salidita” a bailar a la disco en Bluefields, pero yo decidí quedarme y ELLA también. 

 

Recuerdo que después de cenar y que la “panga” se hubiese ido en medio de la noche, yo que era un tipo introvertido y torpe en ese campo, me acerqué a ella y le ofrecí ayudarle en un proceso respiratorio superior, le busque medicinas, mejoró un poco y empezamos a platicar no sé por cuanto tiempo, quizás una de los momentos más intensos de toda mi vida: le declamé poemas de Neruda, le conté mil quinientas cosas sobre hijos y familia, y le ofrecí matrimonio.


Creó que me vio como loco, pero a partir de esa noche fuimos inseparables. La última noche bailamos sin parar en la fiesta de despedida (mi única fiesta en años de universidad), regresamos juntos en el barco y en el bus de El Rama a León ella se durmió en mi hombro, yo era el “rey del mundo”, y al regresar a León fuimos la “comidilla” de todo el grupo: René y Armantina.

 

Pasaron varios meses para que aceptara ser mi novia, pasaron varios meses para que me diera el primer beso, nos casamos por primera vez en septiembre de 1978, de manera que en 2018 cumpliremos 40 años de complicidad con tres hijas y dos nietas y muchas historias por compartir. Juntos hemos aprendido muchas cosas, entre ellas a perdonarnos, a no discutir por el pasado, aceptarnos como somos, a ser grandes amigos, a compartir con la familia que construimos y a servir juntos en la Pastoral Familiar. 

 

Ella fue uno de los instrumentos de mi conversión como adulto y ha sido para mí algo más que la “ayuda idónea” que nos propone la Palabra.
He pedido a Dios la gracia de morir antes que ella, soy un cobarde y no deseo estar solo, sin ella a mi lado. Soy un hombre pecador, con muchos defectos, soy como una plantita a la orilla de Ella, un caudaloso río. 

Armantina me ha enseñado a amar, una hermosa decisión con Dios en el centro de nuestras vidas. Se que soy humano y que nada humano me es ajeno, pero sé que ella es como la hermosa canción de Alejandro Sanz, mi amiga, mi novia, mi amante, mi compañera de vida, mi esposa, la madre de mis hijos, la mujer prudente de La Biblia. Con Armantina sigo aprendiendo la tarea más importante de la vida: Amar.

A los 21 años, cuando terminaba la carrera de Medicina en el viejo hospital san Vicente de la ciudad de león, fui invitado a participar en una brigada de salud que viajaría a lo que hoy se llama Región Atlántica Sur, donde irían jóvenes egresados y estudiantes de último año de carreras como Odontología, Farmacia, Tecnología médica y Medicina, al principio no me pareció una buena idea, pero un compañero de clases, Edilberto Lacayo, me persuadió de viajar, acepté, sin darme cuenta que se trataba de un viaje que cambiaría mi vida de forma definitiva. 

35. El amor en tiempos de guerra

 

1978 sería un año especial en la historia de Nicaragua, en ese tiempo comenzaría el proceso insurreccional que meses después daría fin a los 50 años de gobierno de la familia Somoza en Nicaragua; ese mismo año los estudiantes de Medicina habíamos decidido no celebrar la ceremonia de graduación y habíamos enviado los fondos recolectados a los familiares de los asesinados en Monimbó; el ambiente era por supuesto de mucha tensión política y los jóvenes, éramos el blanco de las balas de la guardia nacional, pero a esa edad no teníamos miedo a nada, creíamos luchar por una Nicaragua mejor y estábamos dispuestos a todo, incluso a dar nuestra vida, si fuese necesario. 

Meses antes había salido de la cárcel, había sido detenido y torturado en el comando de la guardia nacional en Chinandega, y por una gestión milagrosa había salido libre y escapado del consejo de guerra, mi eventual traslado a las oficinas de la seguridad en Managua y hubiese sido el final de mi sueño desde niño, de ser médico. 

Pero ahora estaba libre, había concluido mis estudios y en poco tiempo iniciaría a trabajar como médico en el hospital del ingenio san Antonio, era un hombre feliz, había sobrevivido a la pobreza, había salido de Chichigalpa, había sobrevivido a la cárcel y la tortura, y con mi beca universitaria había terminado mi carrera de medicina. Y solo tenía 21 años. 

Mi sueño ahora era aprobar el examen de medicina en Estados Unidos, gestionar una beca en la embajada norteamericana e irme a estudiar medicina interna; en mi entusiasmo adolescente había comprado el libro de Harrison de Medicina Interna en inglés y me preparaba estudiando para el examen de ingreso en las universidades de EEUU, también soñaba con mi apartamento de soltero con una cama ancha, sabanas limpias, almohadas suaves, un estéreo para escuchar a Joan Manuel Serrat y muchos libros. Era un mediquito de 21 años de edad. 

Salimos de León en varios buses al mejor estilo universitario, canciones, bromas, risas, juventud, hormonas, entusiasmo y un deseo natural de servir, de poner en práctica los largos años de estudio de las ciencias médicas; atrás quedaba el viejo anfiteatro y sus cadáveres preparados con formalina, el laboratorio de fisiología donde ensayábamos todo tipo de experimentos con los perros callejeros leoneses, las clases de patología, las clínicas en el hospital, los turnos, los compañeros de la casa del estudiante, donde viví 5 de los mejores años de mi vida. La inolvidable ciudad de León, las manifestaciones, serenatas y desvelos, tantas y tantas cosas. 

Al llegar a El Rama, nos subimos a un viejo barco que hacía la ruta hacia el puerto de Bluefields por el majestuoso río El Rama, un viaje de varias horas por lo noche, en medio del silencio del Caribe, el ruido del motor, las risas juveniles y la inseparable botella de ron, que alguien había metido de forma clandestina en la maleta. Un grupo nos apoderamos de inmediato de la parte alta del barco, un piso donde había aire acondicionado y una vista inmejorable del río, un espectáculo fascinante y majestuoso. 

A medianoche supimos que el barco se había averiado y debíamos estar ahí, en medio del río, mientras reparaban la nave; no sabía nadar, pero en mi corazón no cabían inquietudes de ningún tipo. 

No pensaba en nadie en particular, ni en mi novia, una militante del Frente Estudiantil Revolucionario (FER), ni en mi madre o mi abuelita, viviendo en Chichigalpa, ni en mis hermanos, no, solo respiraba el aire del río, la brisa nocturna, la magia del ambiente, no me molestaban los mosquitos, había sobrevivido a 21 años de malaria, a decenas de enfermedades, la vida era mi presente, mi realidad, mi aquí y mi ahora. 

Llegamos a Bluefields en la mañana del día siguiente, llevaba mi maletita con los 4 trapos que me pertenecían y la cámara profesional de mi tío Ofilio, ella sería el testimonio de mi primer viaje al Caribe, aunque en realidad de mi país, no conocía casi nada. Desayunamos y nos distribuyeron en los diferentes municipios de la región, yo fui enviado a laguna de perlas. Laguna de Perlas era un lugar paradisíaco, arenas blancas, palmeras, olor a naturaleza, un calor tropical envuelto en una brisa marina espectacular, comidas exóticas con aceite de coco, personas que nos miraban con ojos de asombro, y nosotros en nuestras gabachas blancas, con estetoscopios al cuello y aquella mirada juvenil, llena de vida, inocencia y pasión. 

Viajamos de Bluefields a Laguna de Perlas en "panga", un medio de transporte que consistía en una lancha de madera con un motor fuera de borda, nos pusimos chalecos salvavidas y atravesamos el caribe a más de 60 kilómetros por hora, en una especie de canal construido a la orilla del océano. Un primer viaje en barco, un primer viaje en panga, un primer viaje al caribe, una primera vez en muchas cosas.

Esa misma mañana iniciamos las consultas médicas, eran decenas de personas, en su mayoría niños y mujeres, algunos ancianos, entraba un paciente, salía otro, auscultábamos corazones, escuchábamos pulmones, palpábamos abdómenes, empezamos a reconocer una lista de enfermedades tropicales y parasitosis múltiples; del libro a la realidad, nos sentíamos importantes, útiles, necesarios, felices de llevar un poco de salud a esos lugares olvidados y remotos en la geografía de Nicaragua. 

El Caribe, el antiguo reino inglés, la iglesia morava, las casas encima de tambos, la mezcla racial, la distancia cultural y social con esos hermanos nuestros, tan nicaragüenses como nosotros y a la vez tan distintos. 

Serían como las 11 de la mañana, cuando me levanté para ir a la farmacia a preguntar por un medicamento, habíamos traído medicinas, pero todo se agotaba rápidamente, entre el consultorio y la farmacia había un pasillo de unos 6 metros, y en medio habían ubicado a la derecha, el laboratorio, camine con mis 125 libras y mis 173 centímetros de entonces, cuando de repente, no se aun porqué, volví a ver hacia mi derecha

Y ahí estaba ella, sentada frente a un microscopio, observado las muestras enviadas por nosotros; una muchacha que nunca antes había visto en mi vida, fue como una visión celestial, el cabello castaño, la piel blanca, la bella nariz, un perfil real, desconocido, tierno, femenino, y entonces ocurrió el milagro; ella volvió su mirada hacia su derecha también, y de repente vi sus ojos, el brillo de Dios en su mirada, vi reflejado la ternura, la profundidad, la timidez, el encanto, la dulzura, y quedé paralizado, quieto, inmóvil, palpitante, pleno; mientras ella sin darse cuenta siquiera, retornó la vista al microscopio y siguió observando hymenolepis nana y tenia solían, yo caminé hacia la farmacia como autómata, había conocido a mi futura esposa, Armantina María, la mujer más importante de mi vida a partir de entonces.

 

Posdata: Recuerdo ese viaje sobre todo que el barco se descompuso a medio viaje y se pudo reparar hasta como las 10 de la noche. Aun así, estuvimos alegres cantando y esperando continuar el viaje. A mí me tocó ir a Kukra Hill y de regreso nos venimos en el “Bluefields express. Buenos recuerdos. Te agradezco, me has hecho revivir algunas cosas que tenía en el baúl de los recuerdos, tanto de bachillerato en el INO como los años de universidad (Anahel Mairena).

 

Posdata: Felicitaciones a Armantina, a través de esa emotiva narración vemos a un hombre muy enamorado, agradecido con ese gran amor que su dulce amada le ha profesado por tantos años y que aun en los momentos más adversos, ese amor ha sabido como salir airoso. Deben de sentirse realizados porque han sabido construir un amor a prueba de todo, algo muy difícil en estos tiempos (María del Socorro Najar)

 

Posdata: Qué lindo papá. Es hermoso leer historias de tus padres. ¡Excelente memoria!! No tuve la suerte de tenerla jajaja. Edita tus relatos luego, imprímelos y haz una carpeta o un libro, lo que te venga mejor https://static.xx.fbcdn.net/images/emoji.php/v9/f57/1/16/1f609.png;) (Renee Tamara, mi segunda hija)

 

 

 

 

 

 

 

36. Tan pequeña es, tan frágil es

 

El bus de la UNAN León que transportaba al grupo que regresábamos de la Costa Caribe, llegó al Parque san Juan a eso de las 6 pm.

Armantina y yo nos despedimos como amigos. Atrás habían quedado días inolvidables para mí, le había declamado poemas, ofrecido matrimonio, bailamos como concursantes de “baile por un sueño”, y ella se durmió recostada en mi hombro, en el largo trayecto El Rama-León. Pero en realidad no había pasado “nada”. 

Armantina me miraba como un “loquito”, un compañero del viaje y nada más, pero yo no. Yo estaba súper enamorado, pero como todo chavalo sinvergüenza, llegué a la residencia (la casa del estudiante, quedaba cerca del parque san Juan), me bañé y me fui donde “mi novia” por El Laborío, en realidad no sabía ni que le iba a decir, pero fui y mi saludo inicial fue “¿Cómo has estado?, ¿No tenés por casualidad algo de comer?, y su respuesta fue inmediata “aquí no hay carne de cordero” (Armantina es de apellido Cordero), y me quedé sin palabras, ¿Cómo se había enterado?, en esa época no había teléfonos móviles. 

 

Algún leones o leonesa, que venía con nosotros en el bus, había llegado directito a su casa a contarle el “chisme”,! que velocidad!, y bueno, no recuerdo que le dije o no le dije, pero poco tiempo después terminamos la relación.

 

Armantina estaba en último año de su carrera como Tecnólogo Médico, y sus prácticas eran en el laboratorio del Hospital San Vicente, situado a la entrada, en una especie de “palomera”, una segunda planta.

 ¡Recuerdo que llegué como niño con juguete nuevo, y desde la parte de abajo empecé a gritar su nombre:

! Armantina!

¡Y apenas asomó su cabecita le grité de nuevo! 

¡Soy Libre! 

 

No recuerdo que reacción habrá tenido, seguro se moría de la vergüenza, pero era cierto, era libre, yo le había contado de mi “noviazgo” y ella era una mujer de principios y respetaba a esta muchacha, me tocaba a mi dar el siguiente paso, y presentarme de nuevo como “soltero y sin compromisos”. Pero que va, no fue nada fácil.

 

Fui asignado como Médico Interno al Hospital del Ingenio San Antonio y en esa época, los buses tardaban como una hora de Chichigalpa a León, y del Ingenio a Chichigalpa existían unas “camionetas” con bancos, que te transportaban los 5 kilómetros de distancia. 

De manera que el tiempo real para transportarse del hospital del ISA a la casa donde vivía Armantina en León, era casi de dos horas, y recuerdo que salía “volando” del hospital, al salir de turno a las 3 pm para estar a las 5 donde Armantina y “hacer la visita”, aunque no éramos novios, sino un “candidato a novio”, y en ocasiones iba a su casa en Managua, un recorrido más largo y peligroso, ya que estábamos en 1978, y la guardia buscaba jóvenes por todos lados, revisaban los codos y las rodillas, y por una mínima “chimadura” podías caer detenido, torturado y asesinado, pero nada me detuvo, empezaron varios meses de insistencias, visitas interminables, y una noche, Dios es bueno, mientras veíamos en el TV blanco y negro el concurso de “Miss Nicaragua”, en la casa cerca de San Felipe, donde ella vivía, Armantina se acercó a mí, me tomó el rostro con las manos, me envolvió en su increíble y tierna mirada, y me dio el primer beso. Ese fue uno de los días más hermosos de toda mi vida.

A partir de entonces, todo fue diferente, éramos el show de los vecinos, nos demostrábamos tanto amor, que para nadie fue una sorpresa, que fuese a Managua donde sus padres, primero a pedir permiso para ser “novios” oficialmente (en esa época no significaba sexo, como ahora), y yo hablé de este tema con mucha seriedad, “intimidad sexual hasta en el matrimonio”, quería que fuera mi esposa y no una pareja sexual como otras de sus amigas o mis amigos, y así fue. 

 

Presionados por las condiciones del país, el ambiente insurreccional, el deseo de los papas de Armantina de irse a Costa Rica, nos casamos ese mismo año. Nuestros padrinos fueron el doctor Jorge Arostegui y su esposa, la doctora Patricia Ruiz. Un familiar nos regaló el viaje de luna de miel al Hotel Cosigüina en Chinandega, y comenzamos una aventura que ya lleva casi 40 años.

 

Hemos vivido de todo. Los que conocen nuestra historia, saben que pasamos muchísimas pruebas, sobre todo Armantina y nuestras hijas. Pero Dios que ama a la familia y el matrimonio, tenía planes con nosotros, y nos preservó y nos unió de nuevo, y aquí estamos hoy, renovando el amor día a día, enfrentando juntos las batallas cotidianas, buscando ayuda cuando es necesario, aferrados a Dios, con la certeza que para El nada es imposible. 

Hay una película llamada “Meet Joe Black”, donde en una escena, “la muerte” pregunta en el comedor, ¿cómo saber si una mujer ama a un hombre?, y le dice a "Quince", el esposo de "Allison": ¿Cómo sabes que ella te ama? Y le responde: “porque conoce todos mis defectos y sigue conmigo”. Y esa me parece es una gran definición del amor. 

Armantina me ama, a pesar de todo. Y yo me siento abrumado ante tanto amor. Y el amor dice san Pedro borra multitud de pecados, y algún día todo desaparecerá, la iglesia, la fe, la esperanza, pero el amor siempre prevalecerá, siempre. Amar y aprender a amar, es la esencia de la vida. Por eso dice san Agustín, ama y haz lo que quieras. 

 

De mis años de universidad aprendí una hermosa canción de Joan Manuel Serrat, llamada “La Mujer que yo quiero”, que entre otras cosas dice: “la mujer que yo quiero no necesita deshojar cada noche una margarita/la mujer que yo quiero es fruta jugosa, madurando feliz, dulce y vanidosa/. Eso y mucho más es Armantina, la mujer que yo quiero.

 

 

37. El nacimiento de mi primera hija

 

En mayo de 1978 cuando inició la insurrección en el Ingenio San Antonio, vivía con mi esposa Armantina en Chichigalpa, recién habíamos alquilado una casa en el Reparto Las Palmeras, y ella estaba de turno en el Hospital, cuando una tanqueta de la GN atacó el lugar y mi esposa embarazada de 7 meses tuvo que salir acompañada de médicos y enfermeras, con una banderita blanca en medio de los cañaverales, caminando los 5 kilómetros bajo las balas y aviones pus and pull, hasta que logró llegar a casa. 

 

Esto provocó el nacimiento prematuro de nuestra primera hija Mey Ling, en una casa de campaña improvisada de la Cruz Roja, quien fue otro de mis innumerables partos (una de las tareas más demandados del ejercicio de la medicina en esta época).

Armantina, literalmente, como se dice ahora, se había salvado de morir y ahora, esperaba el nacimiento de nuestra primera hija.

Recuerdo que era un viernes 29 de junio de 1979, y el ruido de los aviones “push and pull”, se escuchaba a cada momento, en aquel verano inolvidable para Nicaragua. 

 

Era el día 27 de la insurrección final, que había comenzado el sábado 2 de junio, con el asalto al cuartel de la guardia somocista en el Ingenio San Antonio, donde se encontraba mi esposa Armantina, una joven mamá de 21 años, quien llevaba en el vientre a la pequeña Mey.

 

 

 

Yo trabajaba como nunca antes en mi vida, como médico en el primer centro de salud con camas de Nicaragua. Los pocos médicos del pueblo habían huido, y el Frente Occidental “Rigoberto López Pérez”, me había designado el hacerme cargo de la atención en salud a la población.

 

Mey traía una “circular de cordón”, no contaba con medicinas ni equipos si se presentaba una complicación, los aviones sobrevolaban la ciudad, se escuchaban tiros por doquier, y así en medio del desbarajuste y el temor, ocurrió el parto un poco antes de las 3 de la tarde del 29 de junio, casi a la misma hora que estaban asesinando a Mauricio.

 

Un “compa” me había llevado la noticia del inicio del trabajo de parto de mi esposa, había bajado a valorarla y le dije que estuviese tranquila, que ya pronto seria la mamá más linda de la cordillera de los maribios. Nos habíamos casado pocos meses antes, sin sospechar que nuestras vidas cambiarían tan radicalmente. Las insurrecciones de 1978 y 1979, habían estallado como granadas de fragmentación, para acabar de una vez y para siempre, con la sanguinaria dictadura somocista.

 

Habíamos visto a las tropas del CONDECA, los soldados de la EEIBI, y los terribles soldados coreanos, con sus fusiles galii y sus caras pintadas. Había escapado de la cárcel, la tortura y la muerte, mientras estuve encarcelado en Chinandega, bajo las ordenes del Perro Gómez y mi esposa embarazada había tenido que caminar, embarazada de 37 semanas, los 5 kilómetros que hay entre el ingenio y Chichigalpa. 

 

El ambiente de guerra, había adelantado el parto, pero me sentía lleno de confianza. Nadie sabia cuando terminaría todo, yo debía atender al hospitalito, y Armantina estaba bajo el cuido de la Divina Providencia, y la familia Sequeira y los vecinos, todos solidarios y unidos como nunca antes, un pueblo unido para cuidarse, mientras esperaba el amanecer de la joven Revolucion.

 

Después del medio día, preparamos todo en una carpa que la Cruz Roja había levantado en el parquecito de Las Palmeras, ahí teníamos una improvisada sala de partos, y con la ayuda de una enfermera vecina, empezamos el parto de Mey. Mi esposa siempre ha dicho que sus partos fueron algo maravilloso, deseados y realizados con mucho amor, y estaba haciendo todo muy bien, como si fuera una parturienta experimentada. No parecía una primigesta, y muy valientemente, seguía todas las instrucciones de su marido, el joven doctor Pérez.

 

Todo iba bien, hasta que sentí la “circular de cordón”, una complicación no esperada, ya que el cordón umbilical se había enredado en el cuello de mi pequeña hija. 

Recordé los cientos de partos realizados en el hospital y las enseñanzas del maestro Salvador Salinas Esquivel y los libros de obstetricia. Yo sabia lo que tenia que hacer, y debido al pretérmino del embarazo, pude colocar las pinzas alrededor del cordón, y cortar, con la ayuda de la enfermera, para la salida exitosa de mi bella chinita del vientre de su mamá. Y así fue. 

Nació nuestra hija, extraje la placenta, aplicamos el procedimiento de rutina en todo parto y sonreímos todos, Armantina, la enfermera y yo, mientras observábamos a nuestra hija, mientras los aviones seguían sobrevolando la ciudad y a lo lejos, como truenos en invierno, se escuchaban las explosiones de las bombas de 500 libras.

 

La guardia se rendiría 20 días después, Somoza se iría para siempre de Nicaragua, mientras Mey Ling y muchos niños nacían bajo el sol de la Revolución, los hijos de la nueva Nicaragua. Los compas recuperaron una cuna, y la llevaron para que Mey tuviese un lugar donde dormir, mientras esperábamos sin saber aún, que el 19 de julio estaba tan cerca.

 

Todavía un rocket, una bomba arrojada por un push and pull , caería en el patio de la casa, donde Armantina daba el pecho a Mey Ling, pero Dios, que es tan bueno, quiso que no explotara, y quedara ahí, hundido en la tierra, a pocos metros de donde estaban esas dos mujeres, una madre y una bebecita.

 

Ese mismo día, un 29 de junio de 1979, a la misma hora en que nacía Mey, había sido emboscado y asesinado mi hermano, un médico de 22 años, Mauricio Abdalah, delatados, bajados del vehiculo donde circulaba con Gerardo Lindo, torturados y fusilados, como acostumbraba hacer la genocida guardia somocista. Nacía Mauricio a la inmortalidad y nacía Mey, para convertirse en la mejor psicóloga de su generación.

 

Han pasado 41 años, y Mauricio nos sigue cuidando con su mirada dulce, cuidándonos con amor desde el cielo, aún recuerdo sus últimas palabras, “cuida de Armantina, que no le pase nada”. Gracias hermano del alma. Gracias. Tus restos mortales están en Chichigalpa, a la par de mi abuelita Chepita. Ahí te llevó entre lágrimas tu padre, don Abel, ahí estas y seguís estando en Mey y tantos y tantas, niños, hombres y mujeres, qué de una forma u otra, hacemos realidad tus sueños, y los sueños de Sandino, como aquellos versos del poeta, “algún día, hijo mío, todo será distinto”.

Posdata= La tanqueta atacó el Hospital de día y salimos de noche al reparto Nena dormimos y comimos dónde el doctor Elías Aguado y donde Jaime Pérez y al día siguiente al amanecer salimos en fila india sobre la carretera con un pañal blanco haciendo de bandera de paz al llegar al portón que susto un convoy de la GN, y allí nos dividimos, cada quien a su casa. Ese día comenzó mi amistad con Armantina (Isolina García).

 

Posdata= El parto de mi primer hijo fue atendido por usted y por la enfermera, Luisa Emilia Mayorga en el hospital del ISA en 1978, ahí lo conocí y luego como director del dispensario Mauricio Abdalah (Cony Mendoza Téllez)

 

 

38. Las decisiones en la vida de pareja

 

Tenia 21 años y Armantina 20, cuando nos casamos, y afrontamos una incertidumbre: ¿dónde y con quién vivir?.  No teníamos el dinero necesario, el país estaba al borde la guerra, los padres de Armantina vivían en Managua, mi madre en Chichigalpa. 

Ella aún no terminaba su carrera, mientras yo estaba asignado al Ingenio san Antonio. Tomamos una decisión salomónica, no viviríamos con ninguno de nuestros padres, rentamos una “casita” en la colonia El Hipódromo en León

Yo ganaba un mil córdobas, la renta era de seiscientos, de alguna manera sobreviviríamos, sin la influencia de nuestros padres, solos ella y yo, estábamos casados y queríamos independencia. Fue una de las primeras y grandes decisiones de nuestra vida.

Ahora, observamos una generación de “adultecentes”, hombres y mujeres que viven como adolescentes: están con sus padres, dependen de ellos, no asumen compromisos, no quieren tener una “vida propia”, tienen una pareja, pero actúan como solteros, generan relaciones de apego y dependencia que “no les permite crecer”, pero en el fondo tampoco ellos lo quieren hacer.  

Aún no había cumplido 14 años cuando salí de la casa de mi madre, para ir a León a concluir mi bachillerato en el INO, y ya no regresé más. Del Instituto, pasé a la universidad, luego me casé, vino la guerra, el triunfo de la revolución, nacieron nuestras hijas y la vida nos dio una y mil vueltas, pero solos, ella y yo, sin la presión o influencia de nadie más. 

 

Creo que eso nos hizo más fuertes y un poco más sabios. Todas las escuelas que estudian la conducta humana nos invitan a vivir el presente y a tomar decisiones en cada momento, eso es la vida en buena manera. 

La Biblia nos habla del “eterno presente” de Dios, nos dice que cada día tiene su propio afán. Los sabios nos señalan que quien “vive en el pasado”, tiende a conductas depresivas, pasa rumiando sus viejas heridas, asume el rol de víctima de las circunstancias y entra en terribles círculos viciosos de codependencia, culpa, resentimiento y conmiseración.

Por otro lado, quienes viven en el futuro, que aún no llega, tienden a la ansiedad, estrés, angustia, somatizan todo lo que les ocurre, no tienen paz ni sosiego.

He aprendido que nada sustituye a la paz del espíritu, nada. Ni el dinero, éxito profesional o algo similar. A diario decenas de personas, recurren al uso de “máscaras”, aparentando lo que no son. Vemos presentadoras de TV, “famosos”, personas “brillantes”, pero con vidas vacías, carentes de amor, alejados de Dios, cargados de conductas adictivas, personas depresivas, infelices, muertos-vivos.

La vida esta llena de transiciones, y una de las más relevantes, es la transición a la madurez: personas capaces de tomar decisiones, individuos que no culpan a otros de las consecuencias de sus elecciones, hombres y mujeres que se conocen y se aceptan a si mismos, con sus virtudes y defectos, sin apegarse a nada ni nadie, que su “felicidad” no depende de la aceptación de otros, que no recurren a la agresividad para ocultar su fragilidad, o a la soberbia para esconder sus carencias. 

Dice la Palabra, que el Reino de Dios está dentro de nosotros mismos, y que guardamos ese tesoro en vasijas de barro. 

Hoy en la etapa final de estos recuerdos, comparto algunas cosas que he aprendido. Se que nadie aprende por experiencia ajena, pero el sentido común te propone aprender de los errores. Procura no “tropezar” varias veces en la misma piedra.

Aprende, pregunta-te, ¿Por qué hago esto?, ¿Por qué me irrita esto?, hazte preguntas e indaga sobre tus propias reflexiones y hallaras respuestas sabias y veras más claro el camino.  

 

Yo al menos, procuro acercarme a personas sabias y coherentes, y trato de “llenarme” de su humanidad y plenitud. Y salvo, en casos de mi trabajo como psicoterapeuta, me alejo de gente “contaminada”, que ni acepta sus problemas, ni quiere salir de ellos. La mediocridad y toxicidad es contagiosa.

Desde este espacio virtual y limitado, te invito a una vida en el espíritu, no será fácil, pero vale la pena. 

Te invito a “construir tu día”, a dejar de mentir-te, aprender a amar-te, dejar de compadecer-te y trabajar por ser TU mismo, sin culpas ni auto reproches, y todo lo que hagas, que sea con la intención de amor. 

Si amas, todo lo veras de una manera diferente. Si no amas, todo te molestará, así que elige bien. Termina el año, terminan muchas cosas, e inician otras nuevas: procura ser feliz. Animo.  

 

39. Feliz cumpleaños mi amor.

Tengo la ventaja que mucha gente conoce mi historia, y en este pequeño libro que estoy entregando en trozos a mis amigos, familiares y hermanos en Cristo, he abierto mi corazón y dejar una semillita para quienes deseen una vida nueva. 

Hoy quiero compartir, con quienes aún no la conocen, una breve semblanza de Armantina, mi novia y esposa desde 1978, con quien espero renovar los votos de 40 años de matrimonio, el próximo 30 de diciembre.

La conocí el viernes 31 de marzo de 1978 en Laguna de Perlas, y esa misma mañana me enamoré de su hermosa mirada, una mirada honda, tierna, pura y leal. Una mirada que no ha cambiado en estos 40 años, todo lo contrario, su mirada sigue llena de amor, perdón, servicio, transparencia, alegría, con un toque de inocencia, dulzura, paz y bondad.
Han pasado 4 décadas juntos, nos han nacido tres hermosas hijas, perdimos a dos hijos, y Dios nos ha regalado dos bellas nietas. Además de Mey Ling, Renee Tamara y Claudia Lucia, nació Ernesto, quien es un hermoso joven, guapo e inteligente. Tania Isabel y Allison Alana, nuestras nietas, la familia se ha completado con Anibal, esposo de Renee Tamara, nuestro nuevo hijo. Una familia que se levanta cada día, y en esta hermosa obra de Dios, están las oraciones y las actitudes de Armantina.

¡Cuántas veces oró por mi y por nuestra familia!, ¡cuántas veces dobló sus rodillas!, ¡cuántas veces me perdonó! y perdona las actitudes con que a veces herimos su corazón, y siempre ahí está Armantina, comprendiendo, perdonando, reconciliando, sirviendo y amando.

La recuerdo, trabajando, porque siempre ha trabajado (fuera de casa), estudiando sus dos carreras, una de ellas ya con hijas en edad escolar, y muchas veces, sin su esposo, y siempre salió adelante, siempre asumió su responsabilidad, jamás “pidió cacao”, y Dios, en su infinito amor, le dio las fuerzas y la actitud para cuidar nuestra familia y nuestro matrimonio.

Fue Armantina quien me llevó de nuevo a los brazos de Dios, fue ella quien me regresó a la iglesia, fue ella a quien Dios utilizó para someter a este hombre, duro de corazón, lleno de heridas y hedonista, a los pies de Cristo. Ella es mi consuelo, mi alegría, mi paz, mi refugio seguro, mi mejor amiga, mi soporte, mi esposa de siempre.

Este próximo 21 de marzo, inicio de la primavera, Armantina estará de cumpleaños, y mi corazón se enternece y gratitud. No tengo como agradecer tanto amor recibido.

Se que Dios me ha amado siempre, y El me envió a Armantina, quizás solo así podía llevarme al cielo, con una mujer como ella: mi profeta, mi evangelizadora y mi testimonio vivo de amor y constructora de lo mas difícil: la iglesia doméstica.

Feliz día mi amor, se feliz hoy, mañana y siempre. Solo le pido a Dios me haga ser cada día un mejor esposo, poder amarte cada día más, demostrarte mi amor con nuevas actitudes, ser testimonio de amor para nuestros hijos, nietas y quienes nos conocen.

Dice Joan Manuel que la mujer que yo quiero es “fruta jugosa prendida en mi alma, madurando feliz, dulce y vanidosa”. Dice la Palabra de Dios que “la mujer sabia, edifica su casa y vale mas que las piedras preciosas. Se reviste de fortaleza y de gracia, y mira gozosa el porvenir. Abre su boca con sabiduría, y en su lengua hay una doctrina de bondad. Vigila la marcha de su casa, y no come el pan de la ociosidad. Sus hijos se levantan para proclamarla dichosa, su marido para hacer su elogio”. 
Feliz Cumpleaños Armantina, amor de mi vida. Dios ama a la familia y al matrimonio.

 

40. Cuarenta y muchos aniversarios

A inicios de marzo del 2018, decidimos realizar nuestro viaje por el 40 aniversario de vida matrimonial. Jamás imaginamos la tragedia por la que nuevamente vive Nicaragua. 

Tuvimos que dejar a mi madre, hijos y nietas. No teníamos el dinero ni la opción de cancelar o cambiar las reservas. Ya en una semana regresaremos. Hemos peregrinando de templo, de catedral en catedral, de Basílica en Basílica. Pero sobre todo dentro de nuestro corazón. Hoy meditaba con mi esposa como algunos "aprendizajes" tienen un efecto de rebote. Y todo parece indicar (ojalá y me equivoque) más violencia y derramamiento de sangre inocente.


Yo viví con mi esposa las insurecciones del 78 y 79. Y toda la guerra de los 80. No le deseo a ningún país volver a esos días. Mucho menos a mi país. A mis 60 y más años me entristece ver como el círculo vicioso se repite una y otra vez. No aprendemos la lección y seguiremos haciendo las mismas cosas y seguiremos obteniendo los mismos resultados.

!Como me duele la sangre inocente derramada!. Que impotente me siento ante los azuzadores del odio, que ahora si estarán contentos.

Yo he vivido varios gobiernos y jamás me he ido de Nicaragua. No tengo ciudadanía norteamericana. Ni dinero. Ni apellido. Ni púlpito. Ni medios de comunicación. Ni ONGs. Ni poder. No tengo nada. 

Muchos de los azuzadores toman un avión y se van. Otros se esconden en sus mansiones o en sus millones. Los muertos siempre los pone el pueblo. Yo no he dejado de doblar mis rodillas. No he dejado de escuchar la Palabra. No soy ni zelota ni esenio. 
Muchos esperaban a Jesús como líder para derrocar al imperio romano. Pero El vino a destruir el imperio del pecado y de la muerte.

Yo fui joven y fui parte del Movimiento Cristiano y luché por los pobres. Lo he hecho toda mi vida. Ahora. En el final de los tiempos, cuando se libran guerras terribles de todo tipo, ya no espero nada del mundo. Nada. Y no escucho a los sembradores de odio. No me contaminaré de sus intereses. Ya no.

Me entristece el odio que pulula en las "redes sociales", me entristece la inevitabilidad de un conflicto mayor. No queremos dialogo, no queremos paz, no queremos escuchar a Dios. 

Proyectamos todas nuestros vacíos personales en la idolatría de la ideología, el poder, deseo de venganza y violencia.

Con una mezcla de cansancio y el corazón en Nicaragua ante los crímenes, el vandalismo y la destrucción de un país, que veníamos construyendo con mucho amor y trabajo. El odio fue creciendo como la peste de Camus y al final ganó el mundo.

 

Una vez más Dios fue utilizado para los intereses políticos y los jóvenes como siempre, dando la cara y la vida, por lo que los mayores no somos capaces de hacer. Nicaragua, el país fragmentado y ciego ante su propia historia.

 

Y cada quien seremos juzgados en el amor y todos estamos a tiempo. Si escuchamos al Buen Pastor.

Mis oraciones por mi Nicaragua. Mi esperanza puesta en Cristo. Ya no me quedan palabras. Que Dios tenga compasión y misericordia de todos nosotros.

 


41. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Parte IV. La Revolución


 

41. Fundador del Ministerio de Salud y muchas otras cosas

 

Cuando era un niño siempre me llamaba la atención una casa a la que todos llamaban “la sanidad”, a la que en determinados días de la semana llegaban varias señoras vestidas con ropas “provocativas” y hacían una larga fila esperando ser atendidas.

Poco a poco me fui enterando que las señoras eran trabajadoras sexuales, una profesión muy extendida en el pueblo y que llegaban para ser “chequeadas” por el doctor Flores, el doctor del pueblo, un señor medio gordito, de bigotes y cara con cicatrices por el acné, que había estudiado en México. 

 

En la sanidad siempre había un miembro de la guardia nacional, ya que las señoras debían pagar un dinero por el chequeo, nunca supe cuánto, pero ellas debían ganar su poquito, ya que la calle de los prostíbulos, a la orilla de la pasada del tren, siempre se escuchaban alegres, con música, gritos de contentura y una lucecita roja siempre encendida por las noches, y las “tiendas” donde acampaban en temporada de zafra eran asiduamente visitadas por los obreros del ingenio. 

 

Cerca de mi casa había un prostíbulo de mejor calidad, le llamaban “las pintoras”, nunca supe porque, ya que nunca supe que pintaran nada, pero decían que llegaban señoras de Guatemala y El Salvador a trabajar. Ahí se parqueaban carros elegantes y hombres distinguidos del pueblo, ahí en vez de los 7 o 10 pesos habituales por la “prestación”, se pagaban entre 50 y 100 córdobas, una fuerte cantidad de dinero para la época en que la moneda estaba al 7 x 1.

 

Pero bien, no existía una atención de salud como tal. Muchas personas de la generación menor de 30 años, cree que lo que existe en Nicaragua ahora, así fue siempre y no tienen ni idea de que entre otras cosas que no había en Nicaragua, era un Ministerio de Salud. 

 

En mi programa doctoral sobre la Reforma de Salud, al estudiar la etapa previa a 1979, encontré que existía el Seguro Social en algunos lugares del país (en realidad nació en 1956 en el Ingenio San Antonio), algunos hospitales en las cabeceras departamentales (lugares para el buen morir) y que el concepto y practica de atención primaria nació justamente con la Revolución.

 

 

 

Era un joven médico de 22 años, esposo y padre de una bebecita con días de nacida, en un país con dolores de parto de una revolución; en una pequeña ciudad liberada, en el occidente, al frente del primer centro de salud con camas, del nuevo Ministerio de Salud.

 

Los combatientes tomaron la casa de un señor rico del pueblo y ahí me llamaron para formar el primer hospital de guerra en Occidente, ahí estuve los días y noches de mayo, junio y julio de 1979, unos ángeles llamados La Familia Sequeira y otras personas cuidaron de mi esposa y mi hija recién nacida. Recién pasado el triunfo llegó de Chinandega el doctor Plutarco Anduray Palma y me nombró director del primer centro de salud con camas de Nicaragua, aún conservo la carta con el nombramiento, ya borroso con el paso de los años, pero fresco aun en la memoria de esos días inolvidables.

 

No parecía haber diferencia entre los días y las noches. Se atendía todo lo que llegaba: heridos de guerra, partos, urgencias médicas, consulta externa. No habían médicos en el pueblo, de repente todos habían desaparecido. Y el frente occidental “Rigoberto López Pérez” me había confiado la dirección del hospitalito, mientras seguían los combates en todo el país.

El primer médico en llegar fue Edilberto Lacayo, luego Bayardo Linarte y finalmente David García. Todos eran combatientes con experiencia político militar. Yo solo tenía formación política y un profundo deseo de servir, sin pensar mucho en todo lo que vendría después.

No tenía idea de cuánto tiempo duraría la guerra. Mi familia materna sobreviviendo a escasos metros del antiguo comando de la guardia y mi esposa con mi hija, en el reparto Las Palmeras al sur de la ciudad, bajo el cuidado de la familia Sequeira y otros vecinos de buen corazón.

A veces me arrimaba a la pared en el hospitalito y me quedaba dormido. Entraban y salían combatientes; se les hidrataba y se curaban heridas menores y seguían combatiendo.

El personal de enfermeria fue ejemplar, llegaban todos los días, no había salario para nadie, se trabajaba sin descanso, con vocación, alegria y amor. 

Las medicinas se agotaban, la leche para niños era escasa, se recuperaba lo que se podía de las farmacias, se subsistía, esperando recibir suministros de Chinandega o Leon. 

Recuerdo a los doctores Rigoberto Sampson, Wiron Valladares, Fabio Salamanca y Rene Melendez, con sus uniformes verde olivo y fusiles recuperados, dirigiendo la atención sanitaria en todo occidente

Recuerdo al Dr Plutarco Anduray Palma, impresionado con el trabajo desarrollado en esos días de guerra del personal de salud. Aun guardo el diploma aval de reconocimiento oficial al “primer centro de salud con camas” del gobierno revolucionario

Fueron 40 días y noches que cambiaron Nicaragua y nuestras vidas para siempre

Aún voy al pueblo y veo el moderno hospital primario, construido a la entrada y paso por donde funcionó el improvisado hospital de campaña, y me digo “las personas que ahora reciben tratamiento por la Insuficiencia Renal Crónica, derivada de los plaguicidas usados por los latifundistas, no tienen idea, lo que ocurrió aquí”. 

Y me sonrío al ver cuánto ha cambiado el pueblo, calles, negocios, bancos, farmacias, el pali, ópticas, colegios, escuelas, niños jugando, adultos trabajando, ancianos sentados en la acera viendo pasar una bici taxi, enamorados besándose en el parque, chavalos jugando con sus celulares, me digo, no saben todo lo qué pasó aquí.

Pocos conocen la gesta de José Mercedes Cubillo, el héroe de la tanqueta, en el parque está el monumento a los héroes y mártires del 26 de mayo y en el viejo cementerio está Mauricio Abdalah: todos ellos desde la eternidad, los héroes de esta patria, aún empañada por los traidores de siempre.

Para mi, como sobreviviente y protagonista, siempre será 19 de julio, sobre todo por ellos, los caídos: Constructores de paz y forjadores de la nueva Nicaragua.

 

Ese fue el germen del naciente Ministerio de Salud, jóvenes médicos y enfermeras, quienes no conocíamos horario, nadie pensaba en un salario, tuvimos que dejar nuestras familias, dejarlo todo, había que atender a muchas personas civiles, además de combatientes, los heridos más graves los enviábamos a León. 

 

Hoy existen nuevos hospitales en casi toda Nicaragua, contamos con una extensa red de atención primaria, hay muchas deficiencias todavía, somos un país empobrecido y con recursos limitados, pero nada comparado con el pasado, que quedó ahí, enterrado para siempre.

 

Posdata= Las trabajadoras sexuales llegaban los días jueves. Era el doctor Luis Flores, y recuerdo que la sanidad estaba frente al Comando de la Guardia Nacional. Eran chequeadas porque debían de estar listas para los días de trabajo fuertes, viernes y sábado. Si una o varias de ellas salían enfermas, pasaban a hacer labores domésticas en la cantina donde eran explotadas. Porque eran propiedad del dueño de la misma. Recuerdo que cuando una de ellas se escapaba, la guardia la buscaba por toda la región y cuando daba con el paradero de ella, era entregada a su dueño. 

Las trabajadoras sexuales eran vendidas o intercambiadas por otras, de otros departamentos. 

Y en cuanto a “las Pintoras”, recuerdo que había hombres pudientes que se enamoraban de algunas y las honraban, pagando el total de las deudas impagables, al dueño de la cantina y llevándolas a vivir con ellos como “mujeres libres” (Erick Baltodano).

 

 

 

42. El día del triunfo

 

Jamás creí estar vivo el día del triunfo de la Revolución. Me parecía un sueño, al que no daban crédito mis ojos: ver la enorme comitiva de chavalos con pañoleta roja y negra, rumbo a Managua. Yo no podría ir, teníamos demasiados pacientes en el hospital improvisado, y la verdad yo preferí quedarme. Esa fiesta era para los combatientes. Y con lágrimas en los ojos y un nudo estrujando el corazón, despedí a mis amigos, rumbo hacia Managua. 

 

Recuerdo que vi el hermoso cielo azul de Nicaragua y me dije que había valido la pena tantos y tantos años de lucha y sangre derramada. Evoque la miseria, el analfabetismo, el abuso, la ignominia, el dolor de tantas personas. Evoque los gritos de los torturados, la sangre de los asesinados el 26 de mayo en el Barrio El Pueblito, la muerte de Mauricio, las violaciones, la gente arrojada de los helicópteros. Y llore con una emoción desconocida, plena de incertidumbre, como el nacimiento de un bebe: estaba naciendo una nueva Nicaragua, y yo estaba ahí, no había sido únicamente un testigo, era un protagonista. 

 

Había ingresado al FSLN a los 19 años (siguiendo el legado de mi padre, un veterano luchador antisomocista, y la herencia de dignidad de mi madre, una mujer honesta e integra) y aportaba un granito de arena, al igual que decenas de muchachos y muchachas de mi generación. Sabía que la dictadura era poderosa, contaba con el apoyo de los EEUU y los grupos oligárquicos de Nicaragua. 

 

Y apenas unas horas antes sabía que Somoza había huido de Nicaragua, a pesar de su poder militar y su ejército armado de galiles y bombas de 500 libras. Recordé el humo negro de los bombardeos en Chinandega, a mi esposa (embarazada, con 20 años de edad), atacada por tanquetas en el hospital del ingenio san Antonio, las lágrimas de mi madre cuando me tiraron (amarrado con las manos en la espalda), en el piso del becat. 

El nacimiento de mi hija en medio de los bombardeos, apenas 3 semanas atrás. No podía creer que el día del triunfo había llegado tan pronto. 

 

Era un médico joven de 22 años (miembro de la junta de reconstrucción municipal de la ciudad de Chichigalpa), que pasaba día y noche en el hospital de campaña. Había estado días antes, con Sergio Ramírez y Daniel Ortega en mi “elección” como miembro de la JRM del movimiento Pueblo Unido, en medio de una plaza llena de gente perpleja y expectante. 

 

Había recibido a la delegación del estado mayor del Frente Occidental, estaba “entrenado” como miliciano, y en esa pequeña ciudad, la primera liberada, un 19 de junio de 1979, estaba yo, atendiendo partos, suturando heridos, hidratando, curando, salvando vidas, era médico y sabia como hacerlo, pero jamás me creí ver envuelto en la euforia colectiva del 19 de julio. 

 

Han pasado muchos años desde entonces, y veo de nuevo las banderas, escucho la música de Los Meja Godoy, y evoco a mis compañeros de estudio y colegas asesinados, a Mauricio Abdalah, Perla María Norori, Lenin Fonseca, Lucrecia Lindo, Manuel Ballesteros, Arlen Siu, a mi cuñado Rene Berroteran, y tantos otros, madres, huérfanos, discapacitados. Y de nuevo hay lágrimas en mis ojos. ¿Porque tenían que ser las cosas de esta manera?

 

Algunas gentes hablan de dictadura (refiriéndose al gobierno actual). La comparación es grotesca y ofensiva. Sé que no hay sociedad perfecta (veo la matanza contra negros en EEUU, los ataques terroristas, los asesinatos en México, los secuestros en Guatemala, Honduras y El Salvador), la esclavitud sexual, la venta de órganos, y tanta tristeza y dolor humano). 

 

Y me siento feliz de ser nicaragüense y haber nacido en Nicaragua. Veo a cientos de chavalos estudiando medicina (una carrera imposible por sus costos en el exterior) “pagando” aquí 10 dólares anuales, miles de personas con títulos de propiedad en el campo y la ciudad, escucho y leo en los medios de comunicación decir cualquier mentira (sin ningún tipo de represión), observo como irrespetan y agreden a la policía, hay decenas de organizaciones de mujeres y de discapacitados defendiendo sus derechos, hay universidades en la costa caribe, veo los centros comerciales, los cines, los bares, los estadios, veo los parques para niños, los CDI, pre escolares y escuelas para todos. Esta es otra Nicaragua.

 

 

En fin, no hay sociedad perfecta y en cada país se podrían hacer mejor las cosas, Nicaragua no es una excepción. Pero mucho de todo lo bueno que ahora tenemos, fue la semilla ensangrentada de esos miles de chavalos que dejaron su vida para tener ahora esta Nicaragua. 

 

No pretendo que nadie esté de acuerdo conmigo, en absoluto, solo doy mi versión de la historia porque YO ESTUVE AHÍ, y tengo el derecho de honrar a mi país, porque el que yo también estuve dispuesto a dar mi propia vida. 

 

Hoy estoy vivo. Doy gracias a Dios cada día por ello y espero legar a mis hijos y nietos una herencia de honestidad y servicio sobre lo vivido y actuado en esta Nicaragua, Nicaragüita, única, original y hermosa para todos. 

 

 

43. Diez y nueve de julio

 

Hoy y cada 19 de julio, elevo mis oraciones al Creador por todos estos chavalos y chavalas, que dieron su vida por esta su amada Nicaragua. No pretendo convencer a nadie. Pretendo compartir la historia que 

YO viví y de la cual tuve el orgullo de participar. 

 

Ellos y ellas si sembraron AMOR, ellos y ellas si fueron consecuentes hasta el final. No de palabras rebuscadas o bonitos discursos, sino con su coherencia de vida. Si algo tenían era VALOR, FIRMEZA, AMOR, HONESTIDAD, DESPRENDIMIENTO DE SI MISMOS, COHERENCIA, TERNURA, PASION, FIDELIDAD. 

Hoy 19 de Julio los recuerdo a Ellos y Ellas, y nosotros los sobrevivientes, nos corresponde como en los tiempos antiguos, narrar a nuestros hijos y nietos, por qué celebraremos siempre el 19 de julio, porque no fue solamente un día, fueron muchos años de lucha para que HOY podamos contar la historia. Podemos discrepar en muchas cosas, pero jamás sobre el Valor y el Amor de ellos y ellas. 

Yo estuve ahí, primero como un joven catequista del Movimiento Cristiano (ya falleció el padre Juan Bautista Peguero), yo estuve ahí en las calles de Chinandega, Chichigalpa y el Ingenio San Antonio, durante muchas madrugadas entre 1975 y 1977 (aún vive María Lourdes Jirón y mi madre D Thelma, colaboradora histórica del FSLN), pero ya partió Carlos Rojas y Mauricio Abdalah. 

 

Yo estuve ahí en las cárceles de Chinandega torturado por la OSN y por los especialistas del famoso "Perro" Gómez. 

Yo estuve ahí en el Hospital de Campaña en una de las primeras ciudades liberadas de Nicaragua (aún vive el Dr. Fabio Salamanca), pero ya partieron los Dres. Rigoberto Sampson, Wiron Valladares y Rene Meléndez.

Yo estuve ahí, en el antes (1956-1979) y en el después (1979-2017) y aún sigo llorando a los caídos y viviendo cada 19 de Julio con emoción, lágrimas y orgullo. 

 

Algún día moriré y podré abrazarlos de nuevo, darle las gracias y 

compartir la vida eterna juntos. Podemos discrepar en muchas cosas, menos en nuestros muertos. ¡Siempre será 19 de Julio! 

Gracias hermanos. Hasta la Victoria Siempre. 

 

44. LEONEL RUGAMA

Yo tenía 14 años cuando lo mataron. El tenía 20 años, casi la misma edad que Mauricio Abdalah cuando lo mataron también.

A Leonel lo conocí por sus versos y por el texto "Y las casas quedaron llenas de humo".
A Mauricio si lo conocí y mucho. Ahora tendría mi misma edad. Lo asesinaron el mismo dia y casi a la misma hora que nació mi hija mayor.

Ahora muchos repiten su consigna. Me pregunto ¿lo conocen?
Aún guardo mi foto frente a la iglesia El Calvario de León en 1978. Ahí asesinaron a otros como Leonel y como Mauricio.
Muchos que ahora abren sus portones, entonces los cerraban.

Y recuerdo a los capellanes de la GN. Yo estuve ahí. No lo leí en un post de ninguna red social.

Y observo el rostro severo de Leonel y el rostro de niño con barba de Mauricio. E inevitablemente la contrasto con la soberbia, vanidad, sarcasmo, ironía y odio, de quienes, ahora, se arrogan ahora el derecho a repetir sus consignas. Y callo.

Y cuando esto termine. Y el pueblo pobre que no terminará jamás de llorar a sus muertos, vuelva a su vida cotidiana. 
Ellos, los poderosos de siempre. Abuelos, padres, hijos y nietos. Volverán a sus viajes y vacaciones. A sus autos, iPhones y discotecas. Seguirán usando coca y éxtasis. Y seguirán en sus mansiones y con más dinero.

El poder los seguirá uniendo y los desheredados de la tierra, seguiremos haciendo su comida, cuidando a sus hijos, limpiando sus casas. Eso ha sido la historia de la humanidad por 7000 largos años.

Y yo ya habré muerto. Y mis nietas leerán alguno de mis viejos libros y quizás encuentren el epitafio de Leonel Rugama, y quizás entiendan algunas cosas o quizás lean el blog de algún millenial de entonces. 

Yo no lo sé. Sólo espero que al leerlo, si lo leen, se interrogen el porque siendo tan jóvenes, se tomaban la vida tan en serio.

"Nunca apareció su nombre
en las tablas viejas del excusado escolar. 

Al abandonar definitivamente el aula, 
nadie percibió su ausencia. 

Las sirenas del mundo guardaron silencio,
jamás detectaron el incendio de su sangre. 

El grado de sus llamas,
se hacía cada vez más insoportable. 

Hasta que abrazó con el ruido de sus pasos, 
la sombra de la montaña.

Aquella tierra virgen lo amamantó con su misterio, cada brisa lavaba su ideal,
y lo dejaba como niña blanca desnuda, 
temblorosa, 
recién bañada. 

Todo mundo careció de oídos y el combate, 
donde empezó a nacer,
no se logró escuchar".

Leonel Rugama.

 

 

 

45. Martha Isabel (MIC)

La conocí en León, durante mi etapa de vida en el Comité Regional de Occidente, y tuve la oportunidad de acercarme a su historia de primera mano.

Supe acerca de su integración al Movimiento Cristiano y luego al FSLN tras la gesta de Julio Buitrago, siendo aún una adolescente 

Supe sobre sus días y noches de tortura, a manos de la OSN, vi las cicatrices en su cuerpo y en su alma, cuando ocurría algún "flash back".

Supe de su actitud de renuncia a sus privilegios de clase y su compromiso incondicional por los "desheredados de la tierra".

Supe de su lucha por los derechos de los migrantes en Costa Rica, "voz de los sin voz"

Supe sobre su última batalla contra la enfermedad y la renuncia a ser tratada con privilegios.

La recordaré como una mujer digna y valiente, que renunció, incluso al amor y a tener una familia, para dedicarse de tiempo completo a darse, a los demás.

Gracias MIC. Hermana de desvelos y sueños. Yo vi tus lágrimas y tu dolor. Vi tu hermoso corazón.

Dale un abrazo a Mauricio Abdalah, Arlen Siu, Claudia Chamorro, Julio Buitrago y Leonel Rugama.

Besos hasta el infinito.

 

 

46. Mi primera vez en el Teatro “Rubén Darío”

 

A inicios de la década de los 80, mientras trabajaba con el Sindicato "Ronald Altamirano" del Ingenio San Antonio, recibí la invitación para un viaje a Managua, y me pidieron seleccionar un pequeño grupo de obreros, tanto del sector campo como de la fábrica. 

Y así lo hice. 

Nos pusimos nuestro vestido de domingo y un microbús nos trajo a la gran ciudad (para la mayoría, era su primera vez en la novia del Xolotlán).

Llegamos a eso de las 5,30 pm y nos trasladaron al Teatro Nacional Rubén Darío (jamás había entrado). 

Nos asignaron asientos en la platea y nos sentíamos extasiados, ante las luces, el mobiliario, el sonido, la elegancia del lugar (reservado para la clase alta y allegados a la dictadura, en la era somocista).

Comenzó el espectáculo, nos pusimos en pie para cantar el Himno Nacional, y apareció Carlos Mejía con los Palacaguina y dijo que esa noche estrenaría el "Canto Épico al FSLN" y lo quería hacer rodeado de obreros y campesinos.

Fue una noche mágica e inolvidable. Lloramos de la emoción.

Casi 40 años después he recordado ese momento.

 

He evocado a Mauricio Abdalah, Arlen Siu y Perla Norori, mis compañeros en 1973, cuando ingresamos a la Universidad, todos asesinados por la dictadura somocista, junto a miles de hombres, mujeres y niños (lo mejor de Nicaragua).

Nunca serán olvidados. 

Su vida y las canciones de la revolución, están en el imaginario colectivo de un país digno, rebelde y hermoso como Nicaragua.

Termina la noche y aún resuena en mis oídos la letra y música de la última canción del Canto Épico: "Siempre será 19, siempre será 23, siempre será Julio heroico, avanzando siempre, sin retroceder".

"Ellos sembraron amor, ellos sembraron el sol, y hoy nosotros, defendemos la vida, la cosecha encendida: La Revolución".

 

 

47. La Nicaragua posible

Recuerdo haber escuchado una vez al doctor Alejandro Serrano Caldera, hablar de la Nicaragua Posible, y luego haber escrito un libro sobre ello, y creo que esto ha sido el sueño de muchos Nicaragüenses, construir un país diferente al que conocimos y vivimos en carne propia en las diferentes etapas de nuestra historia. 

Una vez me dijo Gloria Ramirez, “René, no existe una sociedad perfecta”, y posiblemente los politólogos tengan teorías mas claras al respecto. 

Hoy quiero compartir una visión de la historia que me ha tocado vivir, diferentes momentos entre 1956 y 2019, un poco mas de 60 años de historia, tienen una relativa validez, sobre todo si el que escribe, ha sido un protagonista de primera mano.

La primera figura inspiradora de mi vida fue el doctor Alfonso Pérez Andino, mi padre, a él no le conocí, pero supe de su historia por el Doctor Clemente Guido, el Doctor Pablo Dubón y el Doctor Luis Favilli, y por algunos recortes de periódicos de la época, ahí encontré a un hombre comprometido con Nicaragua, un luchador antisomocista, un hombre valiente y consecuente, con sus luces y sombras en lo humano, pero coherente en su historia política. Y de niño me decía “yo quiero ser como él”. 

En La Prensa aparece declarando en el Consejo de Guerra donde le mandó Somoza, en los libros aparece en la terrible Jaula de los Leones que tenia Somoza en la Loma de Tiscapa, mi propia madre me ha contado de las innumerables veces que la GN llegaba a echarlo preso, y mi hermano Dagoberto me compartió muchas otras historias de “Karonte Luna”, que ya descansa en la paz del Señor.

Luego me tocó vivir en carne propia la pobreza de mi familia y el empobrecimiento del país, donde la Familia Somoza controlaba casi todo. Tuve familiares muy cercanos al régimen por parte de mi tía Chamana (qepd) y de una forma u otra, me acerqué a los dos mundos. 

Mi hermanita menor falleció de malaria falciparum a los pocos meses de vida, mi propia casa en el Ingenio era un hervidero de mosquitos, cucarachas y ratas, la pobreza material es terrible, todos mis hermanos con hambre esperábamos la llegada de mamá de trabajar en las casas de los ricos del ingenio para almorzar-cenar con hambre y alegría las sobras de la comida que mi madre recibía, la ropa de la escuela era lavada a diario, mi única camisa y pantalón por años hasta que ya no me quedara, el mismo “bulto” para llevar mis cuadernos, los mismos zapatos, el piso de tierra, el “pompón” para defecar, los hongos en los pies y los testículos, las enfermedades de mis hermanos menores sin posibilidades de atención médica

 

Y sobre todo la terrible y cruel explotación a los obreros del Ingenio San Antonio, hombres de 30 años que parecían de 60, la malaria endémica, la epidemia de insuficiencia renal crónica, la actitud y visión que tenían los poderosos de las personas “no te preocupes René, solo son trabajadores, gente sin futuro, borrachos, un poco mas de bagazo de caña”. 

En fin fui creciendo y tomando conciencia que mi país, el “país bajo mi piel” necesitaba un cambio.

Ser resultado por el FSLN fue fácil, aun vive Maria Lourdes Jiron y puede compartir la historia, hice mi juramento de “Patria Libre o Morir” a los 17 años, y empecé: salía de clases a las 5 pm y a las 6 pm tomaba el interlocal para Chinandega (una vez me llevó Nestor Castro quien trabajaba en uno de los “impalas” de la época). 

Me llevaban “vendado” a la casa de seguridad y ahí trabajábamos haciendo propaganda y luego distribuyéndola. Regresaba a las 6 am, me bañaba y luego a clases, como si nada.
Luego me vinculé con el padre Juan Bautista Peguero y fui su “delegado de la palabra”, hablaba sobre el Evangelio de los Pobres, el Cristo de los Oprimidos, el fin de la explotación del hombre por el hombre, el Jesus de las Bienaventuranzas, con el recorrí las comarcas y zanjones de Posoltega. Y al final Chichigalpa, en la organización del movimiento estudiantil de secundaria y la distribución de los comunicados del FSLN.

Mi casa, la casa de mi madre fue casa de seguridad, ahí nos reuníamos y estudiábamos toda la noche, en la cocina, iluminados con un candil, mi madre veía y no preguntaba, preparaba café y algo de comer, en silencio, colaborando con la causa de su hijo y la de miles de Nicaragüenses. Jose David Zuñiga “Euclides” conoce esta historia y mucho mas, el “pollo” Rojas, Maria Lourdes “la china Jirón”, jóvenes valientes, inteligentes, capaces, llenos de amor por Nicaragua. Esto y otras cosas pasaban en mi vida cuando fui detenido.

En León tuve el privilegio de participar en el Congreso “La Marcha hacia la Victoria no se detiene” en 1977, en la marcha de Leon hacia Managua en la lucha por la autonomía universitaria (guardo un profundo aprecio y respeto por el doctor Mariano Fiallos, uno de los que abogó personalmente por mi libertad cuando estuve en la cárcel).

Y ya en el internado, el re encuentro con algunos de mis hermanos de lucha, el trabajo clandestino con los heridos en la insurrección de 1978, y en los días increíbles de mayo y junio de 1979, el nombramiento del Frente Occidental “Rigoberto Lopez Perez” para organizar la atención medica desde Chichigalpa. 

Nunca olvidaré la histórica visita de la Comisión Medica del FSLN y ver a mis antiguos maestros y amigos: doctores Rigoberto Sampson, Wiron Valladares, Rene Melendez y Fabio Salamanca quien aun vive y trabaja en la Escuela de Medicina del Hospital Militar. Su visita fue tan reconfortante, como el re encuentro con mis colegas y doctores Bayardo Linarte y David Garcia, quien junto a muchos médicos y profesionales pusimos un granito de arena en ese momento histórico de Nicaragua.

En los inolvidables días del 17, 18 y 19 de julio, todo estaba por comenzar. Somoza se iba, la Revolución triunfaba. Las tropas marchaban hacia Managua. Pensé en los muertos, en Mauricio mi hermano, en las lagrimas de tantas madres. Y me quedé ahí en mi pequeño “hospital”, atendiendo día y noche, con mi corazón de medico y mi alma de patriota, le di nuevamente Gracias a Dios.
Había nacido el Ministerio de Salud.


Ya nadie debería comprar una vacuna, ni morir por falta de atención médica. Todo había valido la pena.

 

 

48. Hay un tiempo para todo bajo el sol

 

De niño no tuve tiempo de pensar en el destino, o sobre si las cosas ya están escritas o no. Mi buen amigo el padre José Luis afirma que lo construimos día a día, con nuestras decisiones y elecciones, en la hermosa libertad de los hijos de Dios, y que todo lo que nos ocurre tiene un propósito, no siempre claro en nuestra conciencia.

A veces pienso, como escribe Calderón, que toda mi vida ha sido como un sueño, del cual despertaré en cualquier momento, pero no, todo lo vivido ha ocurrido intensamente, sigue y seguirá ocurriendo:

Recuerdo muy claramente la plaza repleta de gente en los días interminables de junio de 1979, la Junta de Gobierno en pleno en el pueblo, discursos, uniformes, multitud, consignas, y de repente, mi mano levantada y “proclamado” miembro de la Junta de Reconstrucción Municipal por el MPU, junto con Otto Martínez y Orlando Gómez, dos hombres un poco mayores que yo: un joven de 22 años, con vocación de médico, casado, con una hija recién nacida, fundador del Ministerio de Salud, llamado por la naciente Revolución a contribuir por unos meses, en la organización de la nueva Nicaragua, un llamado que jamás pensé, duraría más de una década.

 

Hay un cuento llamado “La Hojarasca”, así fue mi vida esos años, como un polvazal en medio del “pueblo blanco”, que me llevó de un lado hacia otro, de Chichigalpa, al Ingenio san Antonio, El Viejo, León, La Paz Centro, Nagarote y de nuevo León, nacieron todos mis hijos, el país vivió la guerra, el boqueo, días de 24 horas, noches de 24 horas, no necesitaba dormir, las horas eran pequeñas para tanto quehacer. Mis sueños de estudiar Medicina Interna fueron quedando en el olvido, mi libro de Harrison en Ingles aún lo guardo en mi pequeño museo, como las sesiones con mi amigo el doctor Dennis Saavedra y el doctor Mastrapa, un internista cubano, libros y personajes, testigos de planes juveniles inconclusos. 


Mis prioridades cambiaron radicalmente, murió mi abuelita, nos mudábamos una y otra vez, mi esposa y mis pequeñas hijas vivieron las terribles consecuencias del bloqueo, la escasez, el peligro, caminando de un lado a otro, peleando con decenas de personas para conseguir un lugar en el bus para viajar a Managua o alguna otra parte. 

Armantina trabajaba en el Hospital del Ingenio, luego en el de León, en un tiempo en el de policía en Managua, cuidaba de 3 niñitas, fue la heroína de un tiempo vertiginoso, luminoso y cruel. De todo lo vivido, lo único que me he arrepentido, fue el abandono a mi familia. Dios me ha perdonado, yo aún no me perdono totalmente.

 

Tuve la oportunidad de disentir con Sergio Ramírez y Daniel Ortega, rechacé la “autoridad moral” de personas como Omar Cabezas, expuse abiertamente mis ideas en Asambleas Regionales y la Asamblea Sandinista, sobre todo en cuanto el trato “privilegiado” a los “técnicos” de las empresas del estado, en detrimento de otros sectores de la sociedad.

Fui uno de los pocos escépticos sobre la victoria del frente en las elecciones de 1990, e hice lo posible por servir con honestidad y trabajo arduo a quienes necesitaron de mi contribución en esos años increíbles.

Una mañana de 1990 me llamaron a una reunión extraña y me ofrecieron una finca y un bus de la ruta León-Managua, los vi con extrañeza y asombro, rechacé ambos ofrecimientos, les dije lo que mis amigos y familia saben, que jamás hice algo esperando una recompensa o un pago determinado, lo sabe Dios y lo sabe Mauricio, que les agradecía su ofrecimiento, no sabía nada ni de fincas ni de autobuses, yo sabía de Medicina, y tan solo quería regresar a mi vida como tal. 

 

Escribí una carta a Luis Carrión, encargado de estos asuntos, y semanas después me llegó la respuesta, que infelizmente quedó extraviada, donde me “autorizaba” regresar a mi vocación de médico. Mi viejo amigo el doctor Rigoberto Sampson, me dio la oportunidad de reincorporarme a la Facultad de Medicina en León, y ahí comenzó una nueva etapa en mi vida.

Hoy y siempre, he sentido un profundo respeto por todos los caídos, evoco una y otra vez a Mauricio Abdalah, y estoy seguro de la honestidad, valor y amor, de miles de hombres y mujeres, adolescentes y jóvenes, que dieron lo mejor de sí: sus propias vidas, por una Nicaragua mejor. Aún luchamos por ello. Mis hijos y nietos no tienen ningún motivo para avergonzarse de su padre y abuelo. Lo que aprendí sobre trabajo honrado, dignidad y decoro, con mi madre y abuelita, aun lo guardo con mucho orgullo.

 

Posdata= En el año de 1990 pocos compañeros se negaron a aceptar bienes, y mi amigo René, es uno de ellos, debo aclarar que en esa época se hizo para apoyar a compañeros sin profesión y que pasaban al desempleo, todos tuvimos nuestra propia experiencia (Luis Pérez Carmona).

 

49. Mis razones

Hay un afiche de 1981, donde aparece la silueta de Sandino en medio de cientos, miles de nombres de los hombres, mujeres y niños caídos en la lucha sandinista. Es un afiche que guardé por mucho tiempo, que me recordaba a Mauricio Abdalah, Manuel Ballesteros, Perla Ma Norori, Arlen Siu y muchos de mi generación, que sin pensar en su vida, bienestar, comodidades, futuro, dieron lo mejor de si, por esta patria Nicaragua. Ellos son mis razones.

Con el padre Juan Bautista Peguero, conocí al Dios de los Pobres, el Cristo Roto, el que se manifiesta en cada pobre, en el borrachito de la esquina, la prostituta del andén, el drogadicto de enfrente, el que pasa cada madrugada revisando la basura para sobrevivir, la viejecita enferma, el niño abusado, la niña entristecida por el divorcio de sus padres. Ese Dios, lo conocí en 1975, siendo aún adolescente. Él fue una de mis razones.

Mi hermanita mayor murió recién nacida, en mi pueblo era común la poliomielitis, la malaria, la tuberculosis, la pobreza mataba mas que los virus y bacterias, la familia Pellas era la dueña de la vida de miles de obreros, unos pocos poseían todo, y la inmensa mayoría, sobrevivíamos, en el dia a dia cotidiano. Querer cambiar esto fue otra de mis razones.

Nací bajo el somocismo, fui protagonista de la Revolución, conocí el neoliberalismo de los 90, la corrupción asociada, el privilegio y el contubernio de los empresarios, latifundistas y explotadores, con el poder de turno. No me pueden contar historias sobre lo que vi y sobreviví. Nos han empobrecido desde siempre. No nos han permitido ser un país soberano, libre e independiente (la utopia eterna).

Y he visto renacer a Nicaragua, he recorrido el pais con sus nuevas carreteras, he llevado a mis nietas a los nuevos parques infantiles, he compartido con mi esposa algunas de las bellezas de Nicaragua, he sido atendido en las nuevas instalaciones de salud, leo todos los días los periódicos nacionales y post en redes sociales (no me vengan con el cuento de la "falta de libertad de prensa").

Y soy muy critico con los errores cometidos. No soy un ciego. Tengo criterios y formación para analizar el contexto actual. Tengo un punto de vista como ciudadano y ansio como la mayoría, ver ondear las banderas de la paz y el desarrollo sustentable para todos, sobre todo para los pobres (vuelve la utopia).

Arribamos a otro aniversario, y sigo creyendo en la Revolución, sigo siendo Sandinista y sigo trabajando por la Nicaragua posible. Quizás envejecí prematuramente, quizás estoy sesgado por mi historia de vida, quizás sigo creyendo en utopias sociales, quizás sobre muchas cosas.

Y sigo escuchando a Silvio, a quien tuve el privilegio de conocer hace casi 40 años: "Si no creyera en lo que duele/Si no creyera en lo que quede/ Si no creyera en lo que lucha.
Qué cosa fuera/ Qué cosa fuera la maza sin cantera/ Un amasijo hecho de cuerdas y tendones/ Un revoltijo de carne con madera/ Un instrumento sin mejores resplandores
que lucecitas montadas para escena/ Qué cosa fuera, corazón, que cosa fuera/ Qué cosa fuera la maza sin cantera/ Un testaferro del traidor de los aplausos/ Un servidor de pasado en copa nueva/ Qué cosa fuera, corazón, que cosa fuera/Qué cosa fuera la maza sin cantera
Un eternizador de dioses del ocaso/ Jubilo hervido con trapo y lentejuela/ Qué cosa fuera, corazón, que cosa fuera/
Qué cosa fuera la maza sin cantera.

 

 

50. El muerto-vivo

Una mañana me llegaron a buscar con urgencia para dilucidar si un hombre, aparentemente “muerto”, aún estaba vivo. Les respondí que llegaría después de comer, y así fue, terminé mi trabajo habitual, y me fui caminando por las calles soleadas de Chichigalpa en busca del insólito caso. Llegué, la casa quedaba al norte del pueblo, cerca de “los rieles” que llevan a Chinandega. Y en un gran patio encontré en una “tijera” cubierta con una sábana blanca el cuerpo del muerto-vivo. 

Los familiares me explicaron que el susodicho padecía del corazón y el día anterior, se había quedado “como dormido”, y que por más que le hablaban o le movían, no despertaba. Pero como no le veían “cara de muerto”, decidieron ir a buscarme. En esos tiempos de confusión e incredulidad, no existía médico forense, y como todos los médicos del pueblo habían huido, a mí me correspondía dar el veredicto. 

Saqué mis instrumentos de trabajo, y comencé a examinar el cuerpo, poco a poco, pedí a los curiosos que se retiraran, y solo permití la presencia de un familiar, era la mamá o la esposa, ahora mismo no recuerdo bien. 

Primero traté de escuchar los latidos del corazón y nada. Luego ausculté los campos pulmonares, nada. Observé si había algún tipo de movimiento en la caja torácica o alguna parte del cuerpo, y nada.

 Saqué del maletín, mi martillo de reflejos, y ninguno respondía. Finalmente saqué mi lamparita y examiné las pupilas, nada, dilatadas y sin brillo. Finalmente, con una agujita traté de tocar las corneas y nada. El señor estaba muerto.

 

Le expliqué a la familia que había signos de muerte cerebral y que había que proceder al ritual funerario, me dieron las gracias, me dieron algo de regalo y me fui, pensando en mi hermana Sylvia que de niño me contaba sobre la catalepsia. Ella decía que al morir la cremaran o “prepararan” con formalina, pues no quería despertar dentro de un ataúd. Con estas precauciones decidí regresar donde el fallecido, y le ofrecí a los familiares, mis servicios para “preparar” el cadáver, a lo que se negaron aduciendo costumbres religiosas de esa época. Dos días después supe del entierro.

 

Hay personas que están vivas, pero actúan como si estuviesen muertas. Sin planes de ningún tipo, sin proyecto de vida, no tienen sueños ni utopías, no se motivan por nada ni por nadie, no se molestan ni se alegran, no les gusta leer ni escuchar música, ni bailar, ni sonreír. No quieren trabajar ni estudiar. Nada de nada. Dice el gran Gustavo Adolfo que “no son los muertos los que en dulce calma la paz disfrutan de su tumba fría, muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía”.

 

Yo, creo estar seguro, no tengo temor de la muerte, pensé vivir treinta a lo sumo y aún sigo aquí, soy de una generación en vías de “extinción”: una persona con un profundo amor por la vida, que disfruta de un cacao de verdad con una “cosa de horno” en el mercado de León, aún veo al océano con asombro, como si fuese un gigantesco ser vivo lleno de agua, y por las noches sigo esperando a la nave espacial que me lleve de regreso a mi planeta desconocido, porque muchas cosas que hacen los terrícolas siguen sin gustarme. Una vez escribí, donde me confesaba sentirme “un extraño” en mi propio país. De niño alguien me regalo un librito de Bécquer donde encontré que “la vida no es la vida que vivimos, la vida en el honor, es el recuerdo. Por eso hay hombres que en el mundo viven, y hombres que viven en el mundo muertos”. 

 

Me dirán que estos son escritos de hace siglos, y no tienen validez alguna. Y quizás tengan razón. Yo solo soy un sobreviviente, un soñador, un romántico empedernido, un casi muerto, que aún vive, y que como dice Rubén, un hombre que sueña, que vive de fuego, de luz, de perfume, de amor. 

Y el día que muera, dejaré escritas las recomendaciones de mi hermanita, a mí que no me cremen, pero “por si las moscas”, que me preparen con abundante formalina, o que utilicen algún órgano que fuese útil (que no me lo creo), pero por ningún motivo me donen a la universidad, que me daría vergüenza vean mi escuálido cuerpo, aunque ya estuviese bien muerto.

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Parte V= La vocación de la paternidad


 

 

51. La hermosa tarea de ser padre

 

Cuando veo la pared de mi consultorio donde están colgados mis títulos universitarios, tengo la sensación de que el más difícil no está ahí: el título de Papá. 

Los títulos de doctor en medicina y cirugía, psicólogo clínico, psicoterapeuta, maestrías en administración, salud pública, epidemiología y educación superior, y otros más de la Universidad Libre de Bruselas, CIET Internacional, UNA, UCA, UNAN, pasantías y cursos cortos, estancias académicas en Holanda, Suecia, Oxford, tantas oportunidades surgidas posterior a 1990, cuando pude dejar mis responsabilidades políticas como miembro de la junta de reconstrucción municipal, secretario político, jefe de organización del Comité Regional de Occidente y miembro de la Asamblea Sandinista, años y años de estudios, experiencias, aprendizajes, viajes, congresos, artículos y todo lo concerniente al mundo académico. Y siempre me interrogo, ¿Y tu rol como padre? Y por lo general me reprocho y me auto repruebo.

 

Desde niño sentí la ausencia de mi padre, lo esperé por 25 años y como el genio de la lámpara, nunca llegó, pero en realidad si llegó, pero cuando menos lo esperaba. Ya había nacido Renee Tamara, mi segunda hija, había atendido su parto en el Hospital del Ingenio San Antonio, era una hermosa niña alta y blanca.

Ser padre-lo aprendí en mi vida y en el entrenamiento como psicoterapeuta, mi última vocación-significa brindar Protección, Seguridad, Proveer, y por supuesto amar a sus hijos, demostrarlo con sus actitudes y conducta, siendo un esposo fiel y unido a su esposa como familia. Ese es el modelo de padre que yo había formado en mi mente, y el que nunca tuve.

 

Mi madre jamás me habló mal de mi padre, todo lo contrario, me regaló una hermosa imagen de él. Pero no estaba conmigo y no estuvo jamás, lo extrañaba, me sentaba en la acera de mi casa en Chichigalpa a esperarlo, miraba a mis amigos del barrio, y muchos de ellos tenían un papá. Mi madre tuvo otros hijos, pero ninguno de sus padres era mi papá, me sentía triste, solitario, avergonzado y diferente. Ya me llegaría mi oportunidad.

 

Recuerdo que un día mi madre me dijo que su padre, mi abuelo D Ramón Montiel llegaría al pueblo, fui a esperarlo a la parada de buses, un señor elegante, delgado, alto, blanco, de cabello blanco, rostro bondadoso, educado, gentil, me recordaba al “Alfred” de las películas de Batman. 

Y al llegar a la casa, mi madre me pidió decirle que no le quería recibir, y yo, como mensajero infantil, sin entender muchas cosas, fui y le dije, “dice mi mamá que no le quiere recibir” y el abuelo Ramón, me quedó viendo con tristeza y se marchó.

 

Pues bien, a mí me tocó lo mismo, un buen día mi hermano Dagoberto tocó a mi puerta, y me dijo que mi padre quería conocerme. Jamás lo hubiese creído. 

 

Había esperado a mi papá por 25 años, y ahora aparecía, cuando había logrado mi primer título universitario, tenía una esposa, dos pequeñas hijas, había sido miembro de la junta de reconstrucción municipal, era el secretario político del municipio, había sobrevivido a la pobreza, muerte prematura, enfermedad y tortura. 

 

Había sido humillado por muchas personas, había soportado vergüenzas, penurias de todo tipo, en fin, mis neuronas se llenaron de dolor, el sistema límbico demandó castigo, mi corazón palpitaba a mil por hora, y le dije: “decile al doctor que gracias, ya no lo necesito, puede regresar a su casa y a su vida”. Mi hermano insistió un poco, pero mi lenguaje corporal y mi eje hipotálamo hipofisiario adrenal había lanzado demasiado cortisol y adrenalina, y repetí NO.


Mi hermano me vio como san Francisco al lobo, y se marchó. Poco tiempo después el doctor Alfonso Pérez Andino murió al caer de una escalera, dice la leyenda que tenía 60 años de edad. No fui a su entierro y aún tengo pendiente conocer su tumba. Fue declarado “ciudadano del siglo” en Acoyapa. 


Me tomó años perdonarlo. Gracias a Dios, obtuve la gracia del perdón y hoy procuro honrarlo y dignificarlo, con mis oraciones y destacar todo lo bueno que fue capaz de hacer. De sus siete hijos que he logrado tener noticia, soy el único médico. Infelizmente repetí mucho de lo que critiqué de él, sobre ello compartiré en un próximo relato.

 

Posdata= Gracias por compartir momentos tan personales. Además de admirar tus dotes literarias en prosa, aumenta mi admiración y respeto hacia tu persona. La pérdida ha sido de aquellos que no han sido parte de tu vida, pobre de ellos no haber compartido tus triunfos y frustraciones. Dignificado más aún por tu humildad y por perdonar a aquellos que te hicieron pasar malos momentos (Otto Aldana)

 

Posdata= Felicidades doctor. Me impresiona saber su valor, al relatar su historia, digna de un hombre valiente y excelente corazón. Mi papá siempre me expreso q usted es un hombre valiente (Alejandra Caldera)

 

 

52. La difícil tarea de ser hijo

 

Cuando era un niño amaba la Navidad y Semana Santa, época de regalitos transitorios, luces y la inocente espera del niño Dios. Siempre quise una bicicleta y nunca la tuve. Un televisor y tampoco. Un papá y una mamá juntos, y nada. 

En alguna manera fui un niño frustrado, melancólico, dismórfico (por mi delgadez), y avergonzado por la pobreza y una familia, un tanto disfuncional.

 

Dios me regaló 4 hijos, Mey Ling, Renee Tamara, Claudia Lucia y Ernesto René. En la práctica fui un padre ausente para los 4, al inicio por que tomé la elección equivocada de priorizar mi trabajo y responsabilidades políticas, antes que, a mi familia, y después de los 34 años, por dedicarme a mi especialización profesional, cuando puede obtener el “permiso” de la dirección del frente para dejar mi cargo de secretario político de León.

Como padre fui el clásico proveedor, y traté de compartir tiempo de calidad, fui cálido y cariñoso, los amaba y los sigo amando, pero no constituyeron mi prioridad, el trabajo, la política y el mundo académico me absorbieron. 

A veces he hablado con cada uno de ellos, he pedido perdón, pero el daño está hecho, su cuido, educación y desarrollo de habilidades estuvo a cargo de la madre.

 

A partir de los 21 años desarrollé una adicción por el sexo, y mi id freudiano fue desbordado por una atracción desmedida por el mundo femenino. Mi vida estuvo regida por varios años por el principio del placer, y tuve que pagar muy caras sus consecuencias. 

 

Afortunadamente busque ayuda y la encontré, aún vive la doctora Amparo Gutiérrez, a quien le estoy eternamente agradecido, quien me guio en indagar en las raíces de mis problemas de conducta: la relación de amor y odio hacia mis figuras parentales, la proyección de mis “huecos de personalidad” hacia la evasión sexual, la búsqueda del placer, como “lealtad” a los dolorosos hechos en la vida de mi madre; en fin una conducta hedonista y egoísta, que tuvo entre otros hechos, la ruptura de mi matrimonio y la separación transitoria con mis hijas.

Poco a poco fui tomando conciencia de mis problemas y sus raíces. Empecé el proceso de sanación, fui comprendiendo y perdonando a mis padres, me fui perdonando a mí mismo. Y Dios hizo el resto.

Aún recuerdo el primer día del padre en una familia restituida, una mesa llena de platillos preparados por ellas mismas, aún recuerdo los almuerzos con Ernesto, los regalitos, las tarjetas, los abrazos, los lenguajes de afirmación, el perdón mutuo, el escribir o hablar, el compartir, revivir todo lo bueno de los primeros años: las salidas al mar, las navidades, los cumpleaños. Todos tenemos algo bueno y se trata de ver lo positivo y no la basura. 

El proceso de madurez implica dejar el pasado en el pasado. Disfrutar la realidad del aquí y el ahora, dar gracias a Dios por todo lo vivido.

 

Mey Ling es psicóloga, fue la mejor de su generación, con estudios de maestría y acreditada en TCC, trabaja en el departamento de Bienestar Estudiantil de la UNAN Managua, tiene una hija, nuestra primera nieta, Tania Isabel, vegetariana, terminando sus estudio pre universitarios, observando al mundo tras sus lentes y su mundo adolescente.

Renee Tamara es Ingeniera, trabaja en la asociación de arroceros, es nuestra única hija con estudios de maestría en un país europeo, está casada y tiene una hija, Allison Alana, nuestra segunda nieta de 5 años, quien ilumina nuestras vidas, aun en sus años de preescolar.

Claudia Lucia es abogada con estudios de postgrado, la única hija trilingüe: español, inglés y francés, es una especie de “freelancer”, trabaja en lo que quiere cuando quiere, se da ese lujo, está casada, y aun no tiene hijos.

Ernesto Rene, es economista, soltero, trabaja en el Ingenio san Antonio, disfruta de su juventud y su vida, es un muchacho libre y con un gran corazón.

 

Dios le dio sentido a mi vida como hijo, y ahora como padre y abuelo. El aún me lleva de la mano, como el padre que nunca tuve, y hoy más que nunca necesito de Él, de su abrazo, su perdón y su amor.

 

Posdata= Que Dios bendiga siempre su familia, lo bueno es que siempre pensó en ella, aún con tantas piedras en el camino, busco ayuda porque pensó como cabeza de familia y tuvo la voluntad de cambiar y buscar lo principal... pero de corazón ... y ese fue Dios (Sugey Godínez)

 

 

 

 

 

 

 

53. Trabajo, luego existo.

 

Por algún lado leí que el trabajo, hizo la diferencia entre el hombre y el resto de criaturas del Reino Animal. Otros se refieren al uso del dedo pulgar. Sé que tengo un alma inmortal y dejo la discusión a los antropólogos y sabios.

 Solo soy una simple copia, de muchas otras copias de mis ancestros y el imaginario colectivo de la humanidad. Lo que, si tengo bien claro, es que desde muy niño aprendí a trabajar y gracias a Dios, he disfrutado de esta vocación: trabajar, servir, ser útil. 

 

Quisiera vivir mientras siga siendo útil a los demás. Y ello ha sido producto en gran medida del trabajo. Cuanto agradezco a mi abuelita, madre, tía y mi hermanita Sylvia, de quienes siempre supe que trabajaban. Su ejemplo fue el motorcito que necesitaba.

Mi primer trabajo fuera del hogar, que yo recuerde, fue en la escuela, cuando vendí dulces de mermelada de guayaba, creo que eran hechos en Costa Rica, alguien los llevó a casa, y por supuesto, la mejor decisión era venderlos, nos hacía mucha falta el dinero. Y así lo hice, con una vergüenza espantosa, pero los vendí, y pude llevar mi primer dinero a casa. 

En mis días de secundaria, ya grandecito, escuché que contrataban “chavalos” para coser sacos, recuerdo que un Señor de apellido Arguello, era el encargado de la bodega. Se trataba de sacos de azúcar cruda, de la que exportaban sin refinar vía corinto, la tarea era coser el borde los sacos con una aguja enorme de metal, hilos de nylon grueso, para “amarrar” el saco una vez lleno de azúcar. 

 

Pagaban unos pesos por cada 100 sacos. Los dedos se quemaban y enrojecían por el contacto con los restos del azúcar, hacía calor, me dolían los dedos, pero sabía que entre más sacos cosiera, tendría más dinero para mi madre.

 Y que alegría más grande, fue el sábado del primer pago, no tengo idea de la cifra, pero si recuerdo como si fuera ayer, que le compre una “vanidad” a mi madre (era una polvera, una cajita redonda, con una bellota y polvo de ese que se ponen las mujeres en la cara, ese fue mi primer regalo a mamá), fruto de mi trabajo, como decimos en la misa, fruto del trabajo del hombre. Fue uno de los días más luminosos de mi infancia.

 

 

 

Mi segundo gran trabajo fue como enfermero en el Hospital del Ingenio San Antonio, ahí por recomendaciones de amistades donde mi madre trabajaba de costurera, el Dr. René Sánchez, director del hospital, me aceptó porque ya empezaba mis estudios de medicina. 

 

Fue tremendo, mi entrenador fue don Polito, un señor que curaba heridas, ponía inyecciones, suturaba abscesos, sacaba virutas de caña de las corneas de los paileros, hacia de todo un poco, con una asepsia cuestionable, sin guantes, pero no se podía esperar otra cosa, y yo, aprendí, sabia como hacer una curación de mejor manera, y en ese viejo hospital, donde paradójicamente, había trabajado mi padre, logre trabajar durante el periodo de vacaciones de la universidad.

 

 Mi vida, en los diez meses del periodo académico y los dos de vacaciones fueron inmersos en un ambiente hospitalario. Tomaba todos los días el “trencito” de chichigalpa al Ingenio, recordando la historia de mi tío Agustín Pérez, esposo de mi tía Lula, quien había muerto al dormirse, mientras trabajaba en el cruce de vías, debido a los turnos de 12 horas del monstruo devora humanos llamado Ingenio San Antonio.

 

Al terminar mi carrera fui enviado como médico interno al Hospital del Ingenio San Antonio, obtuve mi primera cotización del INSS, mi primer cheque y desde entonces (inicios de 1978) no he dejado de trabajar. 

Mi generación de Medicina cumplió 40 años en el 2018.

 
Aún no le he regresado los veinte córdobas que me prestó Leana Guevara un día a mediados del 2000, cuando en la transición de la derrota electoral del FSLN me encontraba en el parque central de León, pensando en cómo llevar dinero a mi familia, estando sin trabajo y sin alternativas a corto plazo.

 

Leana me saludó y con su maravillosa intuición femenina indagó lo que me pasaba, y muy discretamente, me dejó en la mano un hermoso billete de veinte córdobas, lloré y los llevé a casa. 

Me he prometido visitarla, darle un gran abrazo y súper agradecerle ese dinero bendito que dejó en mi mano derecha. Que Dios te bendiga Leana, no sé si aun vives en Fundeci (León de Nicaragua), eres parte de mis relatos y de la historia de mi vida. Tú lo sabes.


 

 

 

54. Candil de la calle, oscuridad de la casa

 

Antes de cumplir 30 años era papá de cuatro hijos, tenía un matrimonio de nueve años y debía cumplir con los deberes mínimos de un hombre, trabajar y proveer a mi familia, estar ahí para protegerlos, darles seguridad y cariño a todos, enseñarles el camino de la vida, con amor y sabiduría. Debía y quería ser un padre y un esposo, mejor que mi propio padre y ser el esposo que mi madre jamás había tenido. No lo hice.

Para mis pacientes, fui un buen médico; para la Revolución un buen revolucionario, para los demás, para casi todos los que me conocieron, un buen hombre, y en realidad lo era-para quienes no eran mi propia familia. 

Y luego fui creciendo, ingresé al mundo académico, y me convertí en un excelente profesor, me llovieron los títulos, estudios, logros, viajes, experiencias, dejé una huella en el modelo pedagógico de la educación superior, cientos de estudiantes me hicieron saber su reconocimiento y agradecimiento, pero, seguí siendo candil de la calle.

Creo que ser “candil de la casa”, es una paradoja y un reto. Yo no lo logré. 

Recuerdo que salía de casa muy temprano, en el ambiente sanitario todo inicia a las 7 am y termina muchas veces al día siguiente a las 3 de la tarde. En mi vida como “revolucionario” trabajaba sin horario. En el mundo académico tenía que viajar, preparar material, leer y escribir mucho, mis prioridades eran mis clases, publicaciones, estudiantes, reuniones, informes. 

Y cuando nos mudamos todos a Managua, empecé a viajar, y debía estar a la 7 am en León, es decir, salía de casa un poco antes de las 5 de la madrugada, esto lo hice cada día por casi 20 años.

 

Ahora se habla mucho de “tiempo de calidad, y en este tema, mi esposa es una referencia de primer nivel, ella siempre trabajó, estudió y cuidó de las hijas, sin descuidar el tiempo para cada una de ellas. Creo que tiene un ADN de primer nivel, una actitud digna de emular, fue y sigue siendo, el “stakeholder” clave de mi vida.

 

En Unidos por Siempre, una de las primeras enseñanzas que tuve, fue el de “las prioridades”, primero Dios, segundo mi esposa, tercero mis hijos, madre y familia, cuarto mi trabajo y quinto el servicio a la iglesia. Yo las tuve al revés. 

 

Recuerdo que una vez (en los años 80), mi esposa me hizo esta pregunta ¿cuáles eran mis prioridades? Y yo le dije, primero la Revolución, segundo la revolución y tercero la revolución. Y ya después no me repitió la pregunta, no era necesario, con mi actitud ya tenía la respuesta por adelantado.

 

¿Qué se requiere para ser “candil de la casa” ?, si veo todo en retrospectiva, creo que es esencial una relación madura y seria con Dios. Él es la luz para iluminar el camino. 

También es vital retrasar al máximo la edad para ser padre, los hijos y la familia requieren tiempo, pero también recursos, estabilidad, madurez. 

Y es clave asistir a grupos de autoayuda, escuela para padres, grupos de matrimonios, de lo primero hay poco, de lo segundo hay en casi todas partes.

 Y en todo este contexto es muy importante la educación, la cultura, el desarrollo de la actitud, las elecciones correctas, una mezcla de valor, inteligencia, sabiduría, calidez, y amor.

 

Creo que aprendí a ser egoísta y cómodo, y para ser “luz de la casa”, se requiere todo lo contrario. Y nadie da lo que no tiene, ni lo que no quiere.

 

Hay una hermosa oración que se reza todas las mañanas en los laudes, con ella quiero terminar, para ti y para mi, le llaman el Benedictus o canto de Zacarías. Es de Lucas, el médico evangelista:

 

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,/porque ha visitado y redimido a su pueblo,/suscitándonos una fuerza de salvación/en la casa de David, su siervo,/según lo había predicho desde antiguo/por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos/y de la mano de todos los que nos odian;/realizando la misericordia/que tuvo con nuestros padres,/recordando su santa alianza/y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,/arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia,/en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, /porque irás delante del Señor/a preparar sus caminos,/anunciando a su pueblo la salvación,/el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,/nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas/y en sombra de muerte,/para guiar nuestros pasos/por el camino de la paz”.

 

55. La familia, el mayor regalo

 

Hay una hermosa ceremonia en las universidades europeas, que se realiza al “retiro” de un “Professor”, hay discursos, buen vino, bocadillos, se presentan las publicaciones y libros del homenajeado, emocionante y hermoso. 

Yo recuerdo varios de mis “promotores”, en particular a dos de ellos, el profesor Gerrit Heuzer y Jann Kleinpenning, dos eminencias, el primero ya falleció y del segundo, no lo sé, debe estar ya muy viejecillo. 

Ambos me trataron como un hijo, pude una vez darme cuenta de que el talento no está reñido con la sencillez, y que las “eminencias”, también son seres humanos, cálidos ya afables. 

Recuerdo que me encantaba ir a estas ceremonias, recordaba una película de Russel Crowe (A Beautiful Mind), donde al despedir al “professor” todos los presentes depositan sus plumas fuente sobre el escritorio, como una muestra de respeto ante el genio. 

Pues bien, yo un poco atrevido, me acercaba a los “professors” y les hacia la misma pregunta, con el mismo ritual: “Professor, soy Rene de Nicaragua, le quería saludar y hacer una pregunta: Ud que ha tenido tantos éxitos en su vida, ¿hay algo que hizo falta?, y la respuesta siempre fue la misma: el abandono a la familia, la pérdida de la familia, el no priorizar a hijos y esposa, en su mayoría hombres y mujeres exitosos y famosos, pero solos, solos en la recta final de sus vidas, solos en sus hermosas casas, llenos de libros, distinciones y fotografías, pero sin una familia.

Y esta es una triste realidad de muchas personas que conozco: colegas, pacientes, amigos, familiares, y en gran medida, mi propia experiencia por un tiempo, ponemos cualquier otra cosa por encima de la familia. Y eso me lleva a preguntarme ¿Qué significado tiene la familia hoy en día?, ¿Qué concepto tengo de familia?, ¿Qué concepto y significado tengo del amor, pareja e hijos?, ¿Qué lugar ocupan en nuestras vidas?, ¿Cuáles son nuestras prioridades?

Yo, desde niño quise una familia, papá, mamá, esposa, hijos, un techo donde vivir, un pequeño jardín, una mascota talvez, cuartos privados (mis hermanos y yo dormimos mucho tiempo en “tijeras” compartidas. 

Mi primer “catre” de verdad y mi primer baño tipo inodoro, lo tuve en la Universidad). Y bien, lo intenté, casi después de mi primer cheque de Medico Interno, me casé y en poco menos de un año, tenía mi familia. 

Pero ¿qué pasó?, no tenía un concepto claro del amor, matrimonio, familia. No tenía experiencia, ni el modelaje familiar, y si, muchas heridas sin conocer y sin sanar, una terrible confusión sexo-amor y sobre todo me encontraba alejado de Dios. 

Es increíble, pero en todos esos años nadie me invitó a un retiro, nadie se acercó a presentarme a este amigo maravilloso, y quizás si hubiese aparecido, no lo habría escuchado, no lo sé. Todo esto pertenece a la historia, y todo contribuyo de una u otra manera, al “nido vacío” que tengo ahora, solo que el nido no está vacío, sino que está lleno, como dijo Luis Enrique Rodríguez, lleno del amor y la fidelidad de Dios.

Hoy en día, no hay una sola persona que se acerque a mi consultorio o hable conmigo, que no le dedique un buen tiempo, a proponerle la revisión de sus prioridades, compartirle sobre la relevancia de la familia, dotarlo de las herramientas para aprender a amar y sobre todo, la necesidad de un encuentro personal con Dios. Hay demasiado ritualismo como decía E. Durkheim, demasiadas reglas, y todo se reduce al mandamiento principal: el del amor. 

Como me dijo recientemente un sacerdote, “hemos acomodado Dios al hombre”, les hemos propuesto un Dios “hecho a la medida de cada uno”, goza de popularidad “el relativismo” y la “conciencia individual”. Y todo es válido también para la familia.

Los medios seculares nos venden diversos tipos de familia, y todo es válido, todo, vivimos la era del acomodamiento espiritual, el menosprecio a la Fe, el desprestigio a la iglesia y hacer lo que nos dé la gana, y hemos sustituido a Dios por cualquier cosa. Una época de idolatría: celular, televisión, futbol, sexo, trabajo, drogas, consumismo, egoísmo y soledad.

La principal iglesia es nuestra propia familia: la iglesia doméstica, el principal templo es nuestro propio corazón, la principal religión es el amor.
Una vez dijo Facundo Cabral, que, si los ricos supieran el valor de Dios, lo buscarían, aunque solo fuese por negocio. Y una vez me dijo el Obispo de León, Bosco Vivas y Robelo, que el principal “negocio” del ser humano, es buscar la santidad.

Cuida de tu familia, cuídala como un tesoro, algún día te darás cuenta de que vale la pena. No me creas a mí, créele a Dios. Para ti y para mí es difícil, para El nada es imposible.

 

56. Nuestros hijos

El día que muera me iré con la responsabilidad incumplida, de no haber sido un buen padre.

No existe un mandamiento especifico referido a los hijos, Dios, que es Dios, nos dejó uno sobre honrar a los padre, y El, si sabe lo que hace. Pero yo sé que no fui el padre que esperaba ser, que mi esposa esperaba y que mis hijos necesitaban. No lo fui. 

De alguna forma, repetí la triste historia de mi padre, que “abandonó” a sus seis hijos mayores, solo Ileana, mi hermana menor, gozó de un papá a tiempo completo.

La verdad, es que de niño jamás se me pasó por la cabeza ser Padre o ser Esposo. Jamás. No fue hasta el día que conocí a Armantina, que hablé de matrimonio, hijos, familia, cosas así. 

Y hoy que he llegado a la etapa final del viaje, creo que si volviera a este plano terrenal, y tuviese la oportunidad de escoger, no seria padre ni esposo. Quisiera ser un monje célibe, un laico consagrado, un escritor impotente y soltero, un pediatra con muchos pacientes a quien cuidar, o un psicoterapeuta infantil. Amo a los niños, pero no logré cuidar bien de los míos.

¿Qué pasó?, fueron tantas y tantas cosas, que no logro discernir en mi cabeza. Y odio justificarme o recurrir a circunstancias externas para comprender mi conducta. 

Agradezco infinitamente a Dios, a los sacerdotes guías y a mi psicoterapeuta, gracias a ellos logré agarrar el timón de mi vida, y tomar decisiones que día a día, con la gracia de Dios, me permiten sentirme realizado en muchos planos de mi vida, excepto en mi rol de padre.

Recuerdo con nitidez el día de nacimiento de cada uno de mis hijos, todos hechos con mucho amor; recuerdo sus primeros pasos; recuerdo sus primeros regalos; recuerdo cada regalillo que traía para ellos cuando salía de viaje; algunas reuniones en el colegio; los viajes al mar; los juegos en el parque; mi dinero, todo para ellos; y mi corazón dividido, por el tiempo, la mayor parte, casi todo, dedicado a mi trabajo, a mis “responsabilidades”, atrapado por mis “demonios internos”, la terrible decisión del divorcio, la separación en plena niñez y adolescencia de ellos; y muchísimas heridas causadas, algunas me las han compartido, otras nunca las sabré. 

Cada cumpleaños de ellos, es un nuevo auto reproche; cada palabra, cada expresión, cada mal recuerdo, son como golpes de un boxeador poderoso, sobre un rival empequeñecido, a punto de caer. 

Quizás todos tengamos una asignatura reprobada. No lo sé. Pero la mía, fue, y con muy mal promedio, la de ser padre.

Hay dos hermosas canciones de Serrat, sobre los “locos bajitos”, y sobre “la pequeña que se va de casa”. Yo he podido verlos uno por uno, irse de casa, y los veo una y otras vez, !cuanto han crecido!; todos mas altos y hermosos que yo; trabajando, viviendo, creciendo, criando a sus hijos (dos de ellos aun no los tienen); me han regalado la felicidad de mis dos nietas: Tania Isabel y Allison Alana; y Dios, que repito, es tan bueno, me ha regresado al hogar, me ha devuelto a mi esposa, me perdona una y otra vez.

Dice Nazim que a los padres, nos corresponde, como a los arqueros, lanzar cual flechas, a nuestros hijos al cielo, para que vuelen muy alto, y agrego, lejos de mi. 

Una persona sabia me dijo que esperara todo de Dios, incluyendo el Perdón, pero nada de los humanos, vivir sin expectativas, es una manera útil de vivir. 

Y ya como un hombre grande, yo tambien necesito el perdón, no por compromiso, sino por amor.

Y sé, que ese amor, solo viene de Dios. Ya he escrito, soy un hombre iluso, un idealista, un tonto vanidoso, un egoísta, un adicto, que solo he cosechado lo que sembré. 

Y debo asentir, bajar la cabeza y retirarme en silencio.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Parte VI= Viajero Infrecuente


 

 

57. Mis primeros viajes

 

El primer viaje que recuerdo fue a “PasoCaballos” un balneario popular de Occidente, al que íbamos en bus con mi abuelita, mamá y hermanos. Llevábamos una panita de aluminio con arroz, biftec de cerdo, maduro frito y tortillas, que se multiplicaban, porque alcanzaba para todos. 

Aún sigo amando el mar, sus olas y brisa, el contacto de la arena húmeda con mis pies, la puesta de sol, porque renace en mí el niño interior que disfrutaba de esos viajes, como si fuese el mejor “resort” del mundo.

 

Ya siendo médico, me avisaron que iría a Cuba, a conocer el desarrollo del sector azucarero, y me llené de terror porque he sido un “vomitón”, casi siempre echaba a perder las excursiones escolares, porque el olor a gasolina y el movimiento del bus, me provocaban unos vómitos horribles, y luego quedaba desfallecido y fatal. Pero ni modo, llegó el gran día, y ahí estaba en el aeropuerto, contemplando el avión de Cubana, me tomé una pastilla para los vómitos y me encomendé a Dios. 

Fui recibido con una hermosa sonrisa de la guapísima aeromoza cubana, que con su acento cantarino me dio la bienvenida y me regaló un caramelito, que me supo a gloria. 

 

Ya en las nubes, me llevó un mini bocadillo y una cerveza “Hatuey”, amarga y no tan fría, pero no pasó más nada, aterrizamos y logré pasar la primera gran prueba, viajar sobre las nubes sin vomitar ni fastidiar a nadie. No se me pasó por la cabeza que sería el primero de muchísimos viajes, donde pasaría vergüenzas, incomodidades y problemas de todo tipo, nada es fácil en la vida, ni siquiera tomar un avión y disfrutar de un viaje a tierras desconocidas.

 

Recuerdo mi primer viaje a Suecia, contemplé con la “boca abierta” el enorme avión de cientos de pasajeros, en la ventana del aeropuerto de Houston, con 12 hileras de asientos, donde gracias a Dios me tocó viajar en el centro donde solo íbamos dos personas, el doctor Rodolfo Peña quien se dedicó a dormir como angelito, y yo, a explorar el 747, caminé de un lado a otro, vi el cielo oscurecido de la noche que parecía no moverse, mientras volábamos a 800 kilómetros por hora, visité varias veces el bar (era el tiempo de las bebidas ilimitadas), vi dos películas, y al segundo o tercer trago de “Chivas” en las rocas me dormí como bebé, hasta que una rubia me dijo “good morning” y me dio una toallita perfumada, caliente y humedecida, que rápidamente entendí era para mi rostro. 10 u 11 horas maravillosas para un joven sin recursos para costear un viaje, pero sorprendido por la gratitud de Dios día tras día.

 

Bajé del avión directo al baño y al terminar busqué la palanquita para descargar el “toilette”, pero nada, me agaché, vi arriba, a los lados, y nada. ¡No quería dejar el baño sucio, que vergüenza, que dirían de “el nica”, y a los 5 o 10 minutos me di por vencido, y salí, y!  que sorpresa!, al alejarme del baño se descargó por sí solo. 

 

Ese día de 1995 descubrí los “sensores” que hoy abundan en todo el mundo. Me esperaban muchas otras sorpresas.

 

En Schipol vi a hombres besándose en el aeropuerto; en India a miles de personas viviendo como mansos animalitos a la orilla del río sagrado, el Ganges; en Ámsterdam contemple el espectáculo de Rosse Buurt, donde las trabajadoras sexuales se exhiben en vitrinas; viajé en un Ilushin de la II guerra mundial sobre las montañas de Paquistán; vi el imponente monte Everest y la columna de picos nevados elevarse muy por encima de las nubes; observé fascinado los milenarios edificios universitario de Oxford; vi caer los copos de nieve en el inicio del invierno; observé como niñito la vieja Torre Eiffel y el fastuoso museo de El Louvre; estuve con miles de personas en la Plaza Mayor de Madrid y en la calles de La Habana, celebrando el 31 de diciembre; me tomé una cerveza en la calzada de Acapulco, en las aguas verdeazules y tibias de Varadero; un largo y maravilloso sueño, que nunca había pasado por mi memoria. 

 

Recién he viajado con Armantina, hemos conocido Buenos Aires, Roma, Barcelona, Pisa, Siena, Florencia.

Entendí claramente que no se puede entender el mundo sin salir de tu pedazo de tierra, abrí mis ojos a la cultura y a la historia. En Nicaragua nunca vi a niños comiendo con los cerdos, como en “Las Animas” en la región rural de Guerrero. Y aquí termino este relato. Aún quedan mucho por contar y mucho que agradecer a la vida y al Padre Celestial.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

58. Las cuatro estaciones.

 

En la escuela aprendí que existían cuatro estaciones: Invierno, verano, Otoño y Primavera. Y por los dibujos en los libros, imaginaba el cómo serian, porque en mi pueblo solo había dos, el cruel verano, caliente como el infierno, y el invierno, con lluvias y tormentas eléctricas pavorosas.

 

Llovía desde mayo hasta diciembre. Descansábamos unos días, y ya a finales de enero comenzaba el calor, que duraba hasta octubre. Era una mezcla cruel de calor, lluvia, polvo, tormentas, lodazales, mosquitos, cucarachas, escorpiones, arañas “pica caballos”, culebras, goteras en el techo, ropa que nunca se secaba, olor a humedad, moho, hongos en el cuerpo, caspa, sarna, piojos, malos olores que venían de todos lados, un micro mundo de dos estaciones, que tomé sin alternativas, no tenía “otro palo en que ahorcarme”. 

 

La primera vez que sentí la nieve, fue en el mes de mayo, un invierno prolongado en la gélida Suecia. Bajamos del avioncito que nos llevó de Estocolmo a Umea, y para mi alegría y sorpresa, el universo me recibió con nieve. Una pequeña lluvia de nieve, que me permitió conocer el invierno en el primer mundo. 

 

Esa misma noche, en mi ignorancia pueblerina, fui a conocer el primer supermercado “24 horas”, donde nunca cerraban, fui en “short” y camiseta, y disfrutar del “sol de medianoche”, un fenómeno, también reservado al “primer mundo”, donde el sol se oculta muy tarde, en algunas ocasiones hasta la media noche. 

 

 

El resultado de mi caminata nocturna fue una infección respiratoria aguda, que me mantuvo 10 días en cama. Así aprendí que al clima hay que respetarlo, hay que protegerse con bufanda, guantes, y ropa apropiada. El frío, como el calor, pueden matar a cualquiera.

 

Disfruté plenamente de la nieve, durante mi ciclo “holandés”: mi cuarto de trabajo en la Universidad Católica de Nijmegen (KUN), tenía una enorme ventana al frente, que daba lugar a un hermoso bosque, todos cubiertos de nieve, por lo que mi distracción al terminar de trabajar, era dar un pequeño paseo, para sentir los “menos cinco grados” en el rostro, quitarme un rato los guantes para acariciar los copos de nieve, y ver los pinos con su cabello blanco, como en los cuentos de navidad que leía en la biblioteca del padre Soto. 

 

No olvido hasta hoy, una mañana de Noviembre, venia caminando los 5 kilómetros desde la casa de familia que me alojaba, en el este de Oxford, hasta “Lake School of English”, cuando de repente, empezaron a caer los copos de nieve, fue un espectáculo fascinante, la calle otoñal se volvió blanca, la nieve caía suavemente, cual caricias del cielo sobre el rostro, primero sonreí y luego lloré como un niño, algo tan común y silvestre, como el inicio del invierno europeo, era el primero de mi familia en experimentarlo. 

 

En Paris viví el inicio de la primavera, una tarde de marzo, decenas de flores de diferentes tonalidades aparecían por todos lados, la ciudad entera parecía un jardín, una época exultante, aún con la brisa fresca del invierno y el universo dándole la bienvenida a la nueva estación. 

Y en Holanda el inicio del otoño, la caída de las hojas de los árboles, el cielo nublado, el sol rojizo entre los molinos, pagodas y guapas mujeres en bicicleta. Y siempre he pensado que Dios es bueno, al menos lo ha sido para mí. 

 

No sé si de ahí, viene mi fascinación por Vivaldi y sus cuatro estaciones, y la celebración de los veinte y uno: Marzo, Junio, Septiembre y Diciembre. Cada uno, un homenaje a la vida, la vida que he respirado con intensidad, cual si fuese mi último suspiro. 

 

No conocí el Paraíso Terrenal, solo Adán y Eva saben de él, pero lo imagino, como una eterna primavera, con trozos de verano, sonrisas de Otoño y noches de invierno, donde espero volver algún día.

 

 

59. Dejarnos sorprender por Dios

Fui y sigo siendo una persona muy creyente, creo en las personas y en el amor infinito e incondicional de Dios. No he necesitado ver sanaciones milagrosas ni apariciones en el cielo, para creer. De muchas maneras he “sentido” su presencia en mi vida, aunque no siempre tuve la conciencia y fe madura de ahora. 

De chico creí en el pequeño Jesús que amaba a los niños pobres, ya que los niños ricos tenían un papá y una mamá que podían comprarles todo. Me llenaba de ternura ver “el nacimiento”, ese pequeño lugar lleno de paja y animalitos, seguramente con mucho frío, donde el Hijo de Dios, decidió nacer. !Que hecho tan maravilloso! 

Y cada diciembre le escribía, aún lo sigo haciendo, y en cada cartita le pedía algunas cosas, por mi abuelita para que le pagaran los delantales que ella daba “al fiado”; por mi mamá, para que se sintiera amada y dejara de trabajar tanto; por mis hermanos para que no se enfermaran mucho y fueran a una escuela mejor que la mía; por mi profesora de tercero o cuarto grado, que enfermó y murió jovencita en Chichigalpa; por una profesora de Chinandega, cuyo nombre no olvido, llamada Daycilia Muñoz que me pegaba mucho en la escuela; por los niños del barrio cuyos padres les maltrataban con frecuencia; por el padre Soto y don Toño, el sacristán; etc, etc.

Yo tenia dos sueños: estudiar para ser medico y conocer Paris. 

Una mañana, ya en los 90, estaba sentado en el cafetín del CIES UNAN Managua, cuando una señora alta, pelirroja y flaquita, se me acercó, y con una vocecita de niña me preguntó si podía sentarse a tomar su té conmigo. 

Por supuesto le dije que si y empezó a hacerme preguntas, y brevemente le compartí algunas cosas. Le interesó mi experiencia en los años 70 y 80, mi trabajo en el modelo de salud de León, llamado municipio docente asistencial (MDA), y me dijo si quería escribir sobre esto y presentarlo en una conferencia en Holanda. 

Siempre me he dejado sorprender por la ternura de Dios, y sin pensarlo mucho, ni preguntar nada, le dije que si. Era la doctora Francoise Barten, una cooperante holandesa enamorada de Nicaragua. Esa plática fortuita me abrió la “ventana al mundo” y me dio la tercera gran oportunidad de mi vida

De súbito, me vi envuelto en una dinámica increíble, leer y leer decenas de “papers” y libros sobre Nicaragua, llegué a tener una mini biblioteca sobre el tema, que infelizmente ya no existe. Y empecé, con ayuda de Francoise, a escribir mi primer articulo, un éxito en el “journal” donde fue publicado, que ameritó una carta personal del editor de la revista. 

Ese fue mi boleto para internarme en el “mundo académico europeo”. Una mañana de diciembre fui el invitado principal a exponer en mi “inglés rudimentario” sobre como desarrollar el modelo “Healthy City” y los principios de “Local Governance” en un país del tercer mundo, como Nicaragua.

Mi foto apareció en el periódico de Nijmegen, una bella y pequeña ciudad al sur de Nederland, fui entrevistado varias veces, me recibió el alcalde de la ciudad y el rector de KUN (La universidad católica de Nijmegen), y pude gracias a ello, traer mucha ayuda y proyectos, cuando la tragedia del Huracán Mitch. Varios estudiantes de la UNAN León han viajado a Nijmegen, gracias a ese convenio. 

 

Y León fue la pionera en PBL (Aprendizaje basado en problemas) y el entrenamiento a nivel de “magister” en Educación Superior en Salud, que hoy se oferta en diversas universidades. Fui una suerte de “representante” de la UNAN León en Nijmegen.

Durante mi primera semana en Holanda, viajé varias horas en bus para llegar a Paris, conocer la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, el museo de El Louvre, el cementerio de Montmartre, la Catedral de Notre Dame, la “Sorbonne”, el Rio Sena, el “Moulin Rouge”, el barrio latino, caminaba y caminaba, extasiado de la belleza de la ciudad, jardines, clima, mujeres bellas, turistas por todos lados, parisinos distantes caminando rápido. Uno de mis sueños infantiles estaba siendo cumplido.

Fue el primero de mis tres viajes a esa ciudad, el Paris de mis cartas al Niño Dios de la infancia. El me daría y me ha seguido dando muchos y variados regalos, sobre todo sentirme amado por El, me eligió la mejor esposa del mundo, y me cuida día a día, como si aun fuese el pequeño niño avergonzado y triste, en la acera de mi casa en Chichigalpa.

Terminaré estos relatos con mi carta al Niño Dios, con mi palabra favorita. GRACIAS, gracias Señor por tu amor infinito, gracias, cada día, una nueva oportunidad para conocerlo y amarlo, como nos dice san Agustin: Ama a Dios y haz lo que quieras.

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Parte VIII= El sentido de la vida


 

 

60. El mundo académico

 

Nunca fue un secreto que la escuela constituía mi refugio seguro. En ella no necesitaba a nadie, más que a un maestro que me enseñara algo, lo que fuese, y yo estaba ahí, sentado en algún lado del aula, aprendiendo algo nuevo cada momento. Así pude leer y escribir, terminar la primaria, secundaria y universidad. 

Mi segunda gran oportunidad llegaría en 1990, tras la derrota electoral, días de incertidumbre y auto reproches. Casi todos mis colegas médicos se habían especializado y sub especializado. Los dirigentes políticos de una u otra manera se las habían arreglado. 

 

Asistí al histórico congreso de la división del FSLN, y algo se rompió ahí dentro. Di mi “vida política” por terminada, y me propuse servir a mi país, en la vocación de mi vida: la medicina. En mis oídos retumbaban las palabras del doctor Oscar Fonseca, uno de mis tutores en el internado, quien al verme siempre me decía, con una mezcla de brutal sinceridad, sarcasmo y decepción: !Que desperdicio!

 

Dios tenía nuevos planes para mí y una mañana caminando por el parque central de León, me encontré al doctor Rigoberto Sampson (qepd), caminando hacia el hospital, nos saludamos y me preguntó que estaba haciendo, le conté sin darle muchos detalles, y me dijo “llegate mañana a la decanatura, tenemos rato de estarte esperando”. 

Lo hice y me llevó con “Tito” Meléndez (qepd) director de Medicina Preventiva, quien me acompañó a un escritorio donde había una computadora, y me dijo, “esta será tu oficina”, vas a trabajar como profesor auxiliar en el Estudio-Trabajo. 

 

No hubo protocolo, recorrí el departamento, saludé al doctor Toruño y al doctor Rivas López, profesores en mis años de estudiante, y al resto los fui conociendo poco a poco. 

Un muchacho sin estudios universitarios, pero muy listo y amigable, llamado Julio, me enseñó el uso de la computadora y el programa “dbase”. Esa misma semana me asignaron a Sutiava con un grupo de estudiantes de medicina y así comenzó mi vida académica. Un recorrido de 26 años.

 

Recuerdo una reunión donde ofrecían una beca para estudiar Salud Publica en Managua, todos mis colegas la rechazaron, ellos querían estudiar en Suecia u otra universidad europea. 

A falta de candidatos levanté la mano: fueron dos años de tiempo completo en el CIES UNAN Managua, clases de 8 am a 5 pm. 

 

No estaba seguro de competir, pero renació en mi la actitud por el estudio, mi amor por los libros y deseos de superación. Y Dios mediante, lo logré, fui el Egresado de Honor de la X promoción. Estudiaba todos los días, como en mi adolescencia, tuve la oportunidad y no la desperdicié. 
Días antes de terminar la maestría, fuimos invitados a una conferencia, llegué temprano, como siempre, y quedé fascinado con la sabiduría y sencillez de Neil Andersson, mi paradigma humano del profesor universitario; terminó la conferencia, todos se fueron muy rápido, me le acerqué para saludarlo, él notó mi interés y me dijo “¿quisieras saber más sobre Sitios Centinela?”, por supuesto le dije que sí, y días después recibí una aplicación en mi correo electrónico, para optar a una beca y especializarme en Epidemiología en el CIET de la Universidad de Guerrero en Acapulco.

 

La aceptación llego poco después y casi sin darme cuenta, inicié uno de los entrenamientos más relevantes de toda mi vida. No solo aprendí Epidemiología y Estadística, no solo obtuve el diploma, sino que pude compartir con un hombre extraordinario, quien me enseñó que el conocimiento más complejo, puede enseñarse con las palabras más sencillas. 

 

Neil Andersson cambió todas mis perspectivas pesimistas, por mi edad y la “década perdida”, todo lo contrario, me lanzó como flecha por un camino que no terminaría sino hasta 2016, casi 25 años después.

Iniciaría una larga carrera en la UNAN León y en el CIES UNAN Managua que me proyectaría en el extraño mundo de la academia, donde los “egos” crecen a la par de las publicaciones, conferencias, congresos, viajes, almuerzos y cenas. 

 

Afortunadamente estaba “vacunado” contra ese tipo de virus, y logré sobrevivir. Deje una semilla en muchos sitios del mundo y por supuesto en mi país, de manera particular en mi amado León. 

Mi mayor satisfacción ahora, es ver a destacados sub especialistas que me saludan y me dicen: “¿No se acuerda de mí, ¿verdad?, Usted fue mi maestro.

 

 

 

61. Flash Back (palabras en el paraninfo de la UNAN León)

 

Una madrugada de Junio de 1979, recibí una visita inesperada, mientras me encontraba atendiendo un parto en el Hospital que habíamos improvisada en una casa, en la ciudad de Chichigalpa. La sala de atención estaba llena, mujeres, niños y algunos heridos. Yo recién cumplía 22 años, había terminado el internado rotatorio y me estrenaba como medico del servicio social, mientras el país se debatía en la guerra, la insurrección final, que concluiría con más de 50 mil muertes y cientos de miles de heridos de guerra, huérfanos y viudas.

La visita era de tres queridos profesores de la Facultad de Medicina de León (la única en el país en esa época). Se trataba del Dr. Rigoberto Sampson, cirujano graduado con honores en Cornell; el Dr. Wiron Valladares, fisiólogo, graduado con honores en La Sorbona y el Dr. Fabio Salamanca, pediatra graduado con honores en México, posteriormente se integraría el Dr. Rene Meléndez, cirujano graduado con honores en Brasil. 
Los conocía como mis profesores, sobre todo a Wiron, mentor y amigo desde 1971, cuando cursaba el IV año de secundaria en el venerable Instituto Nacional de Occidente. 

Me reunieron al dejar un momento mi trabajo y me explicaron que el Frente Occidental Rigoberto López Pérez, había decidido que me hiciera cargo de la atención en salud en ese lugar de Nicaragua, que luego llegarían otros médicos, porque la lucha en todo el país era muy intensa. Todos andaban con camisas verde olivo y fusiles M 16 al hombro y sus expresiones eran una mezcla de valor, cariño y humanidad, también ellos eran combatientes sandinistas, la causa que había jurado defender en 1975, cuando apenas tenia 18 años y cursaba el III año de mis estudios de Medicina.

Los escuché y les dije que contaran conmigo en lo que fuese necesario. En ese momento no pensaba en mis sueños de ser internista, solicitar una beca para estudian en los EEUU, prepararme lo mejor posible, para integrarme como medico especialista a mis querido país, Nicaragua. En ese momento no pensaba en mi esposa Armantina, embarazada de nuestra primera hija, quien había estado a punto de ser asesinada dos semanas antes, cuando una tanqueta del ejercito de Somoza había atacado el hospital lleno de civiles, mientras ella trabajaba en el laboratorio clínico. No pensé nada más, solo les dije cuenten conmigo.

El país estaba asolado por la guerra, había estado de sitio en Nicaragua, se combatía por todos lados y solo en Chichigalpa había una paz relativa, ya que había sido liberada por las fuerzas sandinistas a inicios de junio de ese histórico 1979. Me había casado unos meses atrás, mi esposa recién concluía su carrera y vivíamos nuestra luna de miel y primer embarazo en medio de una guerra inesperada.

En alguna parte de mi cerebro creí que todo lo que vivíamos se trataba de algo transitorio, incluida la guerra, o quizás era lo último que pasaría si algún bombardeo o alguna bala de un francotirador nos asesinaban. La incertidumbre era total, pero yo no pensaba en la muerte, pensaba en mi deber como medico y como militante. 

La verdad que esa historia terminaría 12 años después, en febrero de 1990, cuando el sandinismo fue derrotado en las elecciones, y pude, por fin, regresar en paz a mi casa, ingresar a la universidad como profesor, reiniciar mis estudios de especialización como médico y regresar a la familia que quedo atrás, en el pasado, junto con mis mejores amigos y compañeros de estudio y de lucha.

Había muerto Mauricio Abdalah, médico y mi amigo, hermano, confidente y guía, a sus 20 años. Habían sido asesinados Perla Ma Norori, Lucrecia Lindo, Lenin Fonseca, Manuel Ballesteros, y tantos hermanos.
Había muerto mi abuelita Chepita, habían nacido mis hijos, habían pasado muchas cosas.

Todo esto meditaba en el histórico paraninfo de la Universidad, al ver las imágenes de Rubén, Sandino, el Dr Fiallos y miles de imágenes mentales: la masacre del 23 de julio, las manifestaciones estudiantiles, las asambleas en el básico, mis días en la cárcel, la tortura,las enfermedades, la pobreza, cuantas cosas habían pasado para poder estar ahí,sentado a la par de Trinidad Caldera, psiquiatra con un PhD, compañero de estudios en la Universidad, mi esposa Armantina ahí cerca, bonita, radiante,elegante, hermosa, fiel a su familia y a mí como esposo, tras 37 años de vida en común.

Pensé en mis días en el Ingenio San Antonio, cuando aprendía leer con D Anita, quien fue también la primera maestra de nuestra hija Mey Ling. En mis estudios de primaria en la hoy inexistente Escuela de Varones Br. Gilberto Ramírez (abuelo de mi amigo, el coronel Javier Pichardo Ramírez, quien se rebeló a la cúpula militar del ejército).

Evoqué mis estudios de secundaria, al inicio en el colegio San Luis Gonzaga, con el venerable Monseñor Víctor Manuel Soto Gutiérrez (tío abuelo del Dr. Orlando Núñez el asesor del presidente Ortega). Y mi arribo a la ciudad de León en 1971 para terminar mi secundaria en el Instituto Máximo Jerez, donde todos los profesores eran catedráticos universitarios, donde aprendería a jugar ajedrez y donde conocería al FSLN.

 

Y finalmente mis estudios de medicina en la UNAN León, la única escuela de este tipo en toda Nicaragua, donde logre matricularme y estudiar gracias a la Dra Ma Haydee Flores, y donde contra todo pronóstico logre clasificar, estudiar y graduarme como doctor en medicina y cirugía, bajo los rectores Dr. Carlos Tunnermann y Dr. Mariano Fiallos, una época de oro. Mi querido León, que cambiaría mi vida para siempre.

Al estar sentado ahí, pensé en mi padre, el Dr. Alfonso Pérez Andino. Mi madre Thelma Montiel García. Mi abuelita Chepita. Mi tia Chamana, mi hermana Sylvia, todos los que me ayudaron en mis estudios, me dieron la vida y el aliento para seguir día a día, todos estos años.

Pensé en mis maestros, desde D Anita, la de mis primeras letras, pasando por el prof. Jorge Padilla en secundaria; Catherine Cezanne, mi profesora de francés (nieta de Paul Cezanne); el Dr. Egdardo Buitrago, mi profesor de Historia de la Cultura; el Dr. Julio Cesar Terán, mi profesor de fisiología cardiovascular;el Dr. Oscar Fonseca, mi profesor de Cirugía. El gran Neil Andersson, profesor de Epidemiologia. Y los “professors” que encontré en el camino: Gerrit Heuzer, J Kleinpennning, Larss Ake, gente sencilla, accesible, cálida, de ellos aprendí que la sabiduría no estaba reñida con la modestia, y que no hacen falta mascaras ni apariencias, para trascender sin necesidad de dejar huellas en la arena de la vanidad, hipocresía o falsa exigencia.

Y sentado ahí, en ese histórico paraninfo le di infinitas gracias a Dios, por haberme dado una esposa como Armantina, hijos y nietas, que hoy llenan de paz y gozo mi vida terrenal. 
Sé que he cometido muchos errores e hice daño a muchas personas, solo le pido a Dios la oportunidad de resarcir todo lo que he robado en tiempo, cariño y devolver 2 veces lo negativo, expresado en conductas concretas de compromiso y amor a los demás, mis pacientes, mis estudiantes, y sobre todo a mi familia; mi prójimo mas cercano.

 

 

62.¡Miedo a vivir?

 

Cuando era un niño le tenía temor a la oscuridad, pensaba que de algún lado una sombra maligna me asustaría, o una voz me hablaría algo terrible. Lo atribuía a todos los relatos leoneses que mi abuelita contaba cada noche: la carretanagua, el cadejo, el duende, la mona, la cegua, el punche de oro, el padre sin cabeza, y lo contaba con tanta naturalidad que no dudaba que todo era cierto. 

 

Era tal el miedo que temblaba para salir a orinar al “pompón” del fondo del patio, y para todo te amenazaban con algo de esto “si no haces tal cosa, te va a salir el cadejo negro”. 

Cuando regresaba del cine, me moría del miedo, sobre todo si era alguna película de terror, y en el pueblo las luces las apagaban temprano, eran unos faroles con luces amarillentas y pálidas. 

Yo caminaba rápido y en cada perro creía ver al cadejo, en cada sombra a la cegua, y en cada carreta de leña a la temida carretanagua. Crecí con miedo.

 

Ya de adulto le he tenido terror a las serpientes, y poco a poco, le he venido perdiendo el miedo a los escorpiones, arañas peludas, ratas, gusanos, aunque aún conservo cierto temor a las alturas. Durante mis estudios de Medicina pude entender que no debía temerle a los muertos, sino a cierto tipo de “vivos”.

 

Una persona sabia me reveló una verdad universal: lo opuesto al amor no es el odio, sino el miedo. Y entonces entendí que muchas de mis actitudes se debían a ello. 

Vivimos llenos de temores: temor al abandono, al rechazo, a la soledad, y de estos temores surgía una conducta egoísta, “a la defensiva”, agresiva, neurótica, como niños al que le quitan un juguete, o que no tiene con qué o con quien jugar.

 

 La crianza, la vida, las experiencias, van construyendo un YO temeroso, ansioso, frágil, vulnerable, inseguro, torpe, empequeñecido.

 

En un retiro hace algunos años, el sacerdote se acercó a mi oído y me dijo suavemente “No tengas miedo”. Y entonces seguí comprendiendo que no eran casualidades, sino que de una u otra manera, debía entender la raíz de mis temores, miedos y carencias. Y debía seguir sanando mis heridas. Y debía ser libre, de tantas ataduras y cárceles invisibles, donde el carcelero era yo mismo.

 

Hay un tipo de patología mental llamada fobia, un tipo de ansiedad, que no permite a la persona realizar sus actividades cotidianas de forma habitual. Hay fobias específicas y fobia generalizada. Una conducta infeliz porque paraliza a quien la padece, y necesita ayuda profesional y muchas veces usar fármacos.

 

Creo que uno de los miedos más terribles, es el miedo a vivir. Creo que uno de los temores más dañinos, es el temor al amor. Creo que la fobia más patológica es la Teofobia y Cristofobia, personas que rechazan toda relación con Dios. 

 

Y he observado en algunos hermanos cristianos el temor a la Virgen. Todo esto me parece muy triste: el miedo a vivir, el temor a amar y el rechazo a Jesús y María.

Hoy te invito a dejar a un lado tus miedos, temores y fobias. Tienes que buscar ayuda. No seas soberbio. Busca ayuda. Hay excelentes guías espirituales en todas las iglesias. Y excelentes terapeutas que pueden ayudarte.

 

Te invito a ser libre. Libre, en la hermosa libertad de los Hijos de Dios. No tengas miedo. Todo lo podemos con Cristo, que nos fortalece.

 

 

63. La vida con sentido.

 

Tengo mis serias dudas, sobre si todos los humanos buscamos el sentido de la vida. Creo que muchos libramos una batalla personal entre el Yo interior y el Yo exterior, es decir entre lo que somos: piel, huesos, músculos, neuronas, sentimientos, emociones, cogniciones y decisiones. Y el Yo exterior, el micro y el macro contexto, lo que acontece día a día a nuestro alrededor: personas, situaciones y hechos sobre el cual tenemos muy poco control. 

 

Me pregunto cómo logramos “equilibrar” ambos escenarios y observo diferentes propuestas, diversos modos o estilos de vida, varias filosofías o paradigmas. Hoy quisiera compartir algunas de ellas.

 

Observo a muchas personas, yo mismo lo he hecho algunas veces, recurrir al uso de “mascaras”, mecanismos de defensa, conscientes o inconscientes, para buscar armonía y equilibrio en nuestras vidas. ¿Es un buen modelo? No lo creo. 

 

Algunos le llamaran hipocresía, otros actuar “políticamente correctos”, para mí no es otra cosa que falta de coherencia de vida, pensar una cosa y hacer otra.

 

Otros son personas muy consecuentes, se oponen constantemente al “status quo”, luchan contra las injusticias, arriesgan su propia vida, luchado por “un mundo mejor”, son llamadas idealistas, anarquistas, revolucionarios, personas con una escala de valores y principios establecidos y que defienden a como de lugar. Estas personas han logrado cambiar el mundo, para bien o para mal.

 

 

Hay quienes se refugian en filosofías de vida particulares, mencionaré dos o tres de ellas: el budismo, una renuncia a los apegos, una búsqueda de la armonía, una actitud pacifista y conciliadora, la esperanza en una eventual re encarnación, mientras en esta vida, vas logrando dejar todo aquello que produce infelicidad o sufrimiento. 

Otros como la Nueva Era, procuran desarrollar la conciencia y energía individual y en armonía con el universo. Parten de que cada uno poseemos capacidades y habilidades, que somos haces de energía, y Dios mora dentro de ti. Tan solo debes construir tu realidad, día a día, alcanzado diferentes niveles cuánticos, para “recordar” todo lo que has aprendido, hasta trascender y desarrollar todo lo que hay dentro de ti.

 

Otros, infelizmente, recurren a adicciones y conductas “disfuncionales” para disfrutar la vida tal y como se presenta, se esconden tras el sexo, alcohol, drogas o la propia vida laboral. En el fondo, no viven, no son libres, son esclavos de personas o situaciones. Conductas peligrosas, vidas vacías, de “felicidad” momentánea e infelicidad cotidiana.

 

Yo, he optado por el cristianismo, la creencia en un Dios vivo, que camina junto a mí, dentro de mí y fuera de mí. 

Él es el centro de mi vida. Un Dios que me enseña a amar, a vivir bajo un determinado código de conducta, basado en la Palabra, resumida en el amor, a Dios y a los demás como a mí mismo.

 Un Dios que me da libertad para decidir y actuar y elegir, teniendo como luz y faro la Palabra, y en mi fe católica, los sacramentos, sobre todo la confesión, la eucaristía y la caridad, basada en obras y desprendimiento hacia los más desposeídos y “pequeños”.

 

Hoy, no tengo una “receta” para ti. Yo solo quisiera que fueses feliz, que aprendas a amar, sin máscaras, ni apegos, confiando en que no estás solo, que Dios camina a tu lado siempre, y cuando le buscas con todo tu corazón y todo tu ser, El estará ahí contigo.

Ciertamente la vida tiene un sentido, y ese es AMAR. Viktor Frankl estuvo en los campos de concentración, y ahí perdió a toda su familia, pero no perdió el sentido de la vida. Nelson Mandela estuvo preso por décadas, y salió de la cárcel, para perdonar y unir a una buena parte de la humanidad.

 

Medita, piensa, elige y decide: la vida tiene un propósito, la tuya y la mía, sin dogmatismos ni ritualismos, que va más allá de “pasarla bien”. Ojalá y encontremos: eso que estamos buscando. Por ahora, yo le apuesto al amor.

64. ¿Quién que es, no es romántico?

 

Una amiga muy querida me dijo una vez: “no seas tan romántico”. No le 

pregunté porque lo decía o algo parecido, solo guardé silencio y asentí. Ahora que han pasado los años, he recordado esta pequeña parte de mi vida, y creo que ella tiene toda la razón: soy culpable de ser un romántico.

 

Como solemos culpar a algo o a alguien de todo lo que nos pasa, asumo que los genes románticos vienen de mi madre y yo los he aceptado de muy buen gusto. A sus 83 años mi madre sigue actuando y viviendo como una mujer romántica, idealista, soñadora, incluso su tono de voz, es como una niña grande, como Penélope, “esperando en el andén”, a la espera de un sueño irrealizable, con la certeza que algo va a ocurrir, aunque la realidad diga todo lo contrario. 

Viví con ella, trece intensos años, escuché sus historias, compartí su música, fui cómplice de sus cartas de amor, aprendí el amor por los libros y la poesía, su fascinación por las rosas y los pajaritos, el mar, el amor a Dios y su tierna devoción por la Virgen. Y al salir de casa, viví como el Quijote Cervantino, en busca de utopías, amores imposibles, sueños, emociones, búsquedas, tragedias, universos desconocidos, viajes a países remotos, poetas, pintores, musas, ninfas y unicornios, como en los cuentos del Azul Dariano o en los viajes del gran Ulises.

En la mitología griega de mis años pre adolescentes, encontré a muchos de mis héroes y heroínas. En los patriotas de las luchas revolucionarias de los 60 y 70, conocí de primera mano a hombres y mujeres capaces de darlo todo, incluso la vida, por sus convicciones y creencias. Incluso en los mártires cristianos de los primeros años creí hallar, ese “más allá” de los limites humanos, la capacidad de entrega, sacrificio, amor.

 

Pensando un poco sobre el significado de “ser romántico”, personas intuitivas, sentimentales, entusiastas, casi instintivas; espontáneos, de “amores a primera vista”, brutalmente sinceros, luchadores por la justicia, indignados, fervorosos, devotos, apasionados, nos tomamos “las cosas en serio”, fascinados por la novedad, la aventura, lo desconocido; amante de “causas perdidas”, dispuestos “a morir” por lo que creemos correcto, ideal, deseable. 

Queremos “cambiar el mundo” y volvemos una y otra vez, aunque nos demos “contra el muro”, lo que nos vuelve una mezcla extraña de introvertidos, impacientes, tenaces, esforzados, “contra corriente”, no aceptamos las reglas ni los modelos rígidos, sentimentales, ilusos, sensibles, ilusos, soñadores.

 

Se que estamos en el s XXI, donde a pocos les importa lo que piense o siente o escriba, pero creo no necesitar de eso. Espero morir haciendo lo que creo correcto, dando lo mejor de mí, y disfrutando de mis momentos de intimidad personal, con mis libros, música, películas, recuerdos y sueños por una Nicaragua y una humanidad diferente, a la que observo todos los días. 

 

Quiero seguir creyendo en la bondad del ser humano, en que somos criaturas creadas a imagen y semejanza de Dios, a cultivar la “buena semilla” que todos llevamos dentro, y darme permiso de llorar en las homilías, y momentos en que me siento, como dice Serrat “tierno y bueno, buscando en la arena, esa luna llena que arañaba el mar”.

 

 

65.   Resiliencia.

 

Hace días una distinguida y prestigiosa profesora me hizo una muy cordial invitación, para compartir mi experiencia de vida en un Congreso Internacional de Psicología. 
Es la segunda vez que recibo una invitación, sobre la base de mi historia en vida, la primera fue en el contexto de las reformas de salud en la década los 80 y 90. 

Confieso que, al inicio, deseché la idea de inmediato, luego alguien muy cercano a mí, me hizo replantear mi impulso inicial, enfocando la invitación en el contexto de la resiliencia, enfocada sobre todo a psicólogos y profesionales jóvenes. En fin, la idea se fue tornando atractiva.

 

Primero, aclarar a todos, sobre RESILIENCIA, un término tan joven, como mi edad, referida a la capacidad de afrontar la adversidad. 

No precisamente una actitud personal, aunque si importa, sino como un proceso donde confluyen diversos elementos, que permiten “salir adelante”, ante un desastre natural, la muerte de un ser muy querido, condiciones económicas críticas, abusos, enfermedades, abandono, etc, etc, seguir y sobreponerse, “aunque el cielo caiga sobre nosotros”. 

Cuando escribo esto evoco a Nelson Mandela, Viktor Frankl, y un poco más cerca a Tony Meléndez, personas así, y la verdad, mi historia no se aproxima ni a kilómetros, para atreverme a ir a un Congreso.

Y volviendo a mi historia, sospecho que Dios, siempre tuvo un plan para mí, ¿por qué?, yo no lo sé (mi madre me dijo una vez que he tenido “suerte”), pero si estoy seguro que El me ama y me puso en el camino, las opciones y oportunidades que cambiaron mi vida=

 

1. La escuela, maestros, libros, conocimientos, habilidades, competencias, que me permitieron salir del círculo perverso de la pobreza.

2. La vocación de la medicina y el servicio a los demás, luego llegaron una por una, la salud pública, epidemiología, investigación, gerencia de servicios y la salud mental.

3. Los viajes, convivir y aprender en diversos contextos culturales. La vida tenía muchas cosas que ofrecer más allá de las cuatro calles de Nicaragua.

4. El valor que tenía mi familia, esposa, hijos. El tesoro escondido. El pedacito de cielo, aquí en la tierra.

5. Mi relación personal con Dios. Aprender a amar. Aprender a vivir. Aprender a convivir. Sin Él, nada seria.

Y haber compartido con tantas y tantas personas, todas ellas dejaron su huella de amor en mi vida. Y todo lo demás es historia. Y todo ha valido la pena. Todo. Y debo agradecer, devolviendo lo que he aprendido. Y seguir mi viaje “ligero de equipaje”. 

 

Hay un poema de Antonio Machado que dice, entre otras cosas:
“Caminante, son tus huellas/el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,/se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,/y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca/se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino/sino estelas en la mar”.

 

 

 

66.            La increible sonrisa de Gioconda

En una época maravillosa de mi vida, estudié en Holanda, en una pequeña y hermosa ciudad llamada Nijmegen (Nimega en español). Solía trabajar duro todos los días, llegaba temprano (7 am) a KUN (Universidad Catolica de Nijmegen) y salía tarde (6 pm), caminaba hasta llegar a mi apartamento, donde seguía trabajando hasta que llegaba el sueño y dormía. Una rutina cruel pero necesaria.

Un fin de semana salí al centro, 30 minutos caminando, y la vida me llevó a "Dekker", una hermosa librería situada en Marikenstraat, en el pequeño pero confortable centro comercial de Nijmegen.

Vi un anuncio colocados a la salida de Dekker, que esa tarde se presentaría Gioconda Belli, a leer fragmentos del “País bajo mi piel”, en su primera edición en holandés, era temprano, pero no importaba, era algo fuera de lo común en ese rincón del mundo para mi, y era Gioconda

 

Admito que solo entiendo 4 palabras de holandés, pero deseaba conocer a esa mujer, cuyos libros y poemas habían dado la vuelta al mundo. Jamas la había visto en persona.

Llegó casi puntual, fue presentada por la directora del establecimiento quien habló brevemente sobre ella, y le pidió leer “en español” el prologo de su libro-memorias-auto biográfico sobre la Revolución Sandinista. Lo hizo y al terminar, luego de los aplausos, empezó la fila de personas para firmar el libro.

Esperé que terminara de firmar autógrafos, y saludar, me acerqué, con una mezcla de timidez y valor, ya que al fin y al cabo, somos de la misma tierra, y le dije con mi acento nica: ¡Hola Gioconda, solo quería saludarte!, y me respondió con esa increíble sonrisa que le ilumina el rostro y la pelirroja cabellera , ¡pero sos Nica!, y ¿Cómo te llamas y que haces aquí?. Le conté brevemente que estudiaba mi programa doctoral, pero que estaba ahí por ella, por sus libros, por sus poemas, por su inspiración para que de Nicaragua se dijera algo mas que “guerras, corrupción y politiquería”, y me devolvió un sonrientísimo ¡GRACIAS!.
Hablamos 2 o 3 cosas más, y me despedí. 

La volví a ver en el Festival de Poesía en Granada. Había comprado su “país bajo mi piel”, su versión del paraíso y el país de las mujeres. No comparto con ella algunos criterios políticos, pero tiene todo el derecho de disentir, al fin y al cabo, ella es Gioconda.

Hoy solo quiero darle las Gracia, gracias una vez mas, por su sonrisa, su actitud gentil y afectuosa, y sobre todo por sus escritos, por ayudar a devolverle a Nicaragua lo que le pertenece, ya que por que al menos unos días en el año, ha hecho que se escriba de otra cosa en los periódicos (que no sea política), y nos sintamos de nuevo orgullosos de ser Nicaragüenses.

 

 

67.            Celebrando el amor (a propósito del 14 de febrero)

 

Cada 14 de febrero muchos nos disponemos a celebrar el amor, no precisamente el consumismo, sino el amor, y el amor merece ser celebrado, el 14.02 y todos los días. 

 

En nuestra comunidad lo haremos y lo celebraremos a lo grande, como debe ser. Una persona sabia dijo una vez que había dos fuerzas incontrolables: la naturaleza y el amor.

 

Y entonces, ¿qué es el amor?, escuchamos tantas cosas sobre el tema, nos llegan tantos “post”, videos, “memes”, frases, muchas rosas, ositos, pasteles, sonrisas, caritas felices, invitaciones a cenas románticas, ya sea en el “New York” de la carretera nueva a León o en el restaurante o fritanga de su preferencia. Amor, amor, amor.

 

El amor dice Erich From es un arte, y precisa un aprendizaje, la vida consiste en aprender a amar. Y exige disciplina, paciencia, responsabilidad, respeto y conocimiento. La Biblia dice que Dios es amor. 

 

Y Pablo de Tarso dice que el amor es paciente, servicial; no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás.

 

¿Como saber si mi experiencia de pareja es amor, o simplemente erotismo, pasión, sexo? Te daré algunas pistas: el amor erótico centra toda su atención en el cuerpo, las relaciones sexuales, las caricias, el deseo, y es la forma más engañosa del amor. 

 

El amor “maduro” tiene como premisas: el respeto hacia la persona amada, la comunicación sincera, centrarse en las necesidades de mi pareja, paciencia para comprender, escuchar y tomar decisiones compartidas. Y se debe alimentar toda la vida, con pequeños detalles como una plantita, que necesita agua y sol.

 

El amor va por etapas, inicia con el enamoramiento, luego empiezas a conocer bien a tu pareja, no solamente sus genitales y su anatomía, y tomas una decisión, la de amar. El amor es una actividad continuada, no se trata solo de encontrar un objeto de amor adecuado y que después todo venga solo sin trabajar en ello y cuidar.

 

El amor debe cuidarse como un vaso frágil. El amor es quizás el proyecto más importante en la vida de todo ser humano. Agustín de Hipona dice: Ama y haz lo que quieras.

 

Si tienes una pareja, un noviazgo, una relación o un matrimonio, te invito a que lo cuides, lo valores y lo preserves. Te aseguro que vale la pena. Todos deseamos amar y ser amados. Todos tenemos necesidad de afecto, caricias, seguridad, protección, apoyo mutuo, calor familiar. 

Te invito a celebrar el amor. Haz lo que quieras, pero demuestra con actitudes concretas tu amor. Y le ruego a las chicas que se valoren, cuiden su autoestima, su proyecto de vida, su seguridad, no arriesguen todo por tan poco. Sean inteligentes, astutas y cuidadosas. 

Y a todos en general les invito a conocerse bien, conocer bien a su pareja, compartir, pensar en el ser amado y no solo en uno mismo.

 El amor no es ciego, sino todo lo contrario: abre bien los ojos y aprende a amar sin prisas, sin tener que bloquear tu móvil, sin cartas escondidas, sin esconderte en el baño. 

Aprende a amar, sin culpas ni reproches, ni pasando facturas del pasado, sin manipulaciones ni chantajes, sin ofensas ni descalificaciones.
Aprende a amar. Acércate a Dios, déjate guiar por El. No tengas miedo. Ama.

 

 

68. La vida no es como tú quieres, la vida es como es.

 

El Doctor Muñoz, un querido amigo y profesor cubano, me enseñó hace muchos años el poder de “la vida”, refiriéndose a los hechos, circunstancias y acontecimientos, que ocurren a tu alrededor y que influyen en tu vida cotidiana, sin que puedas hacer mucho por cambiar el rumbo de los acontecimientos. Las cosas son como son, no como uno desearía que fuesen. Así de sencillo.

 

El sabio griego, asesor de Marco Aurelio, ya se refería a esto muchos siglos atrás, “no son las circunstancias las que te afectan, sino lo que tú piensas acerca de ellas”.

Y la terapia cognitiva conductual (TCC), parte precisamente de esta premisa, y te invita reconocer el patrón de tus pensamientos, para reconocer tus distorsiones cognitivas y tratar de modificarlas, para mejorar tus cogniciones sobre el mundo y sobre uno mismo. Tarea difícil pero alcanzable, como todo lo valioso y relevante en la vida.

 

Recuerdo una vez decir a Facundo, que Dios te puso a cargo una sola persona, y esa es uno mismo. A nadie más. Yo sí puedo y debo hacer las cosas mejor. 

Yo sí puedo y debo, dar cada día la mejor versión de mí mismo. Yo sí puedo y debo amar y hacer lo mejor por mi vida y la de mis seres queridos, sin expectativas ni esperar nada a cambio.

En el mundo ordinario decimos, “si me hace yo lo hago”, “si me da le doy”, una especie de trueque comercial y frustrante. Y quizás tenga valor para un empresario, un tipo que busca dinero y anda buscando que o a quien vender, y tiene que sacar ganancias. La vida no está basada en intercambios ni en comercialización, de hecho, se trata sobre todo de dar y no de recibir. 

 

Pero ¿cómo entender esto, en un mundo hedonista y egoísta? Es una misión “casi” imposible. De hecho, solo es posible con Dios en el corazón. 

 

Recuerdo que, a mis estudiantes de Salud Mental en León, les decía que cada mañana iniciaba mi “ritual” dando gracias por el don de la vida, encomendaba mi día a Dios y procuraba hacer lo posible por dar lo mejor de mí a todo y a todos. 

Luego tomaba el intermortal de la UCA hacia león y procuraba meditar el Evangelio, la Reflexión de la revista Magnificat, escuchaba un poco de música, llenarme de paz y espiritualidad.

 

Hacia mi trabajo de 7 am hasta las 5 pm, dando mi “mejor versión”, y regresaba a casa, con la “satisfacción” del deber cumplido tanto hacia mis pacientes como a mis estudiantes. Y terminaba el día, nuevamente dando gracias, revisando mis “errores” o “problemas” del día, procurando aprender de ellos, para seguir construyendo mi mejor versión, procurando no esperar nada de nadie, ya que la vida es como es y no como yo quisiera.

 

 

69. Aunque no seas estúpido, puedes hacer estupideces

 

No olvido cuando una persona muy querida me dijo: “René, no eres estúpido, pero haces muchas estupideces”. 

 

Por el respeto que le tenía, no le dije nada, pero luego reflexioné y me di cuenta que tenía toda la razón, con frecuencia realizaba actos irracionales, fuera del “sentido común”, sin pensarlo mucho, una mezcla de impulsividad, “hacer lo que me diera la gana”, disfrutar, aprovechar las oportunidades, tantas cosas locas.

 

Un científico me dijo que usaba mucho el “cerebro primitivo”: el sistema límbico, el centro del placer, las emociones, los peldaños básicos de la escalera de necesidad de Maslow. En otras palabras, fui definido como un “animalito” con un poco de racionalidad.

 

Y pienso que mi propia experiencia es visible en muchas personas, y he observado que esta “irracionalidad” es selectiva, es decir personas muy inteligentes, hábiles y capaces en el campo laboral, pero torpes, inseguros y “descarrilados” en el campo de las relaciones interpersonales. ¿Qué es lo que pasa? ¿Un cerebro “izquierdo” más desarrollado, un cerebro “derecho” hipertrofiado¿, ¿Un exceso de hedonismo?, ¿Alimentación cargada de hormonas, contaminantes o glucosa?, ¿Comidas rápidas?, ¿Bebidas energizantes?

 

Pero, a que le estamos llamando “estupideces”, bueno cosas como estas: hombres que maltratan a sus parejas e hijos, botan basura donde les dé la gana, “dejan” hijos por todos lados, irrespetuosos, patanes, violentos. 

 

Y qué decir de algunas mujeres, con baja autoestima, que se “dejan” embarazar del primer tipo que aparece, que conviven con el “victimismo”, abandonan a sus hijos por una aventura sexual, una mezcla de irresponsabilidad, inmadurez e ingenuidad. 

 

Y quitando el sesgo biológico hombre-mujer, conductas y acciones “estúpidas”, donde podríamos preguntar ¿por qué?

 

Siempre podemos recurrir a las justificaciones, pero apartando las patologías mentales, por lo general encontramos poderosas barreras culturales, personalidades inmaduras, adultos con “niños interiores” frágiles y vulnerables, y analizando el macroespacio, sistemas educativos donde no se nos enseña a pensar, cultura con doble moral, influencias mediáticas hedonistas y superficiales, familias sin modelos nutritivos y cargados de disfuncionalidad y adicciones. 

 

Un tema complejo, que al parecer solo los países nórdicos y orientales parecen tener resueltos. Sociedades que invierten en el capital humano y no sociedades como las nuestras donde las celebridades son “modelos”, “reinas de belleza”, “presentadoras”, donde se promueven anti valores, exportamos seudo culturas, elogiamos modelos de vida consumistas y donde “tener dinero” es elogiado a “tener inteligencia”. 

 

 

No soy tan optimista con relación al futuro, jóvenes inmersos en un equipo electrónico, sin deseos de luchar, conformistas y pasivos, acomodados, donde importa más una figura semi desnuda que el talento y la capacidad. Ojalá y me equivoque y no tengamos que seguir pagando las consecuencias de la estupidez: sociedades sin ciudadanos, individuos sin proyectos de vida, y alejados de Dios: Nada podemos hacer.

 

 

70. Black Mirror

 

Ve donde tú quieras, un centro comercial, un parque, un hogar promedio, e incluso puedes observar tu propia conducta, y podrás discernir que lograron atraparnos, nos hicieron dependientes de dispositivos, sin los cuales ahora ni tú, ni tus hijos o nietos pueden desprenderse. 

Los llevas siempre contigo, les dedicas horas al día, la mayor parte de veces, repites con ellos rutinas automáticas, compulsivas, y los utilizas de muy variadas formas.

 

Puedes “comunicarte” con quien tú quieras, puedes acosar a cualquiera, decir lo que te de tu regalada gana, puedes esconderte en el mundo de la pornografía, puedes jugar como niño cualquier cosa, influyen en tu vida como nadie, dictan lo que tienes que hacer, y poco a poco, quizás ni tú te has dado cuenta, te van condicionando, como en los experimentos conductistas del s XX, pero más sutiles que “el pequeño Albert”.

 

Observa con atención los cambios en tan solo una generación: cambiamos los juegos al aire libre en la calle del barrio o en cualquier otro lugar, por estar sentado con un dispositivo electrónico en tu cuarto o donde tú quieras. 

Has perdido el equilibrio “mente sana en cuerpo sano”, por una ludopatía, de la que aún no percibes ni sus raíces, ni sus efectos.

 

Dejamos de conversar cara a cara, con nuestros seres más queridos, por estar horas y horas, ante un dispositivo. Dejamos de escribir hermosas cartas de amor, poemas o epístolas de cualquier propósito, para sumergirnos en el universo de las redes sociales, sin saber cómo empezó todo, ni porqué lo hacemos. 

Somos una especie de zombies movidos por hilos invisibles.

 

 

Dejamos de disfrutar de la sexualidad, el cortejo, las miradas furtivas, el toque de las manos, el primer beso, la noche de bodas, el amarse en libertad y disponerse a estar juntos, día a día, hasta el final; por sexting, sexo virtual, pornografía, tener sexo por tener sexo, el placer por el placer, sin anillos, ni hijos, ni familia, nada de nada.

 

Dejamos de pensar, razonar, discernir, por dar Like a cualquier cosa, decir cualquier tipo de calumnia, acosar a cualquiera, creamos perfiles anónimos para jugar a ser jueces y verdugos, como en la época más oscura del ser humano.

 

Dejamos de leer, de estudiar en los libros que aún existen en las bibliotecas, dejamos de investigar, de desarrollar el lóbulo frontal, por copiar y pegar, usamos el camino más fácil; ya no usamos los cinco sentidos, ya no vemos, como los ciegos de Saramago; ya no escuchamos más que a los programadores invisibles; ya no olfateamos el peligro que se nos avecina; ya no sentimos la piel del ser amado, ni la nuestra.

Todo lo que hacemos, conscientes o no, tarde o temprano, tiene consecuencias. 

 

Ya el daño ambiental se ha hecho, ahora vamos al daño interior, a nuestras sinapsis y redes neuronales. Nos insertaron un chip, del cual no hallaremos la forma de quitar, porque ni siquiera sabemos cuándo ni cómo nos lo insertaron.

Aún hay salidas. Algunos lo saben y ellos lograran sobrevivir. Hoy estamos advertidos.

 

 

71.  Miedos, temores y fobias

Cuando era un niño le tenia temor a la oscuridad, pensaba que de algún lado una sombra maligna me asustaría, o una voz me hablaría algo terrible. Lo atribuía a todos los relatos leoneses que mi abuelita contaba cada noche: la carretanagua, el cadejo, el duende, la mona, la cegua, el punche de oro, el padre sin cabeza, y lo contaba con tanta naturalidad que no dudaba que todo era cierto. 

Era tal el miedo que temblaba para salir a orinar al “pompón” del fondo del patio, y para todo te amenazaban con algo de esto “si no haces tal cosa, te va a salir el cadejo negro”. Cuando regresaba del cine, me moría del miedo, sobre todo si era alguna película de terror, y en el pueblo las luces las apagaban temprano, eran unos faroles con luces amarillentas y pálidas. 

Yo caminaba rápido y en cada perro creía ver al cadejo, en cada sombra a la cegua, y en cada carreta de leña a la temida carretanagua. Crecí con miedo.

Ya de adulto le he tenido terror a las serpientes, y poco a poco, le he venido perdiendo el miedo a los escorpiones, arañas peludas, ratas, gusanos, aunque aun conservo cierto temor a las alturas. 

Durante mis estudios de Medicina pude entender que no debía temerle a los muertos, sino a cierto tipo de “vivos”.

Una persona sabia me reveló una verdad universal: lo opuesto al amor no es el odio, sino el miedo. Y entonces entendí que muchas de mis actitudes se debían a ello. Vivimos llenos de temores: temor al abandono, al rechazo, a la soledad, y de estos temores surgía una conducta egoísta, “a la defensiva”, agresiva, neurótica, como niños al que le quitan un juguete, o que no tiene con que o con quien jugar. 

La crianza, la vida, las experiencias, van construyendo un YO temeroso, ansioso, frágil, vulnerable, inseguro, torpe, empequeñecido.

En un retiro hace algunos años, el sacerdote se acercó a mi oido y me dijo suavemente “No tengas miedo”. 

Y entonces seguí comprendiendo que no eran casualidades, sino que de una u otra manera, debía entender la raíz de mis temores, miedos y carencias. Y debía seguir sanando mis heridas. Y debía ser libre, de tantas ataduras y cárceles invisibles, donde el carcelero era yo mismo.

Hay un tipo de patología mental llamada fobia, un tipo de ansiedad, que no permite a la persona realizar sus actividades cotidianas de forma habitual. Hay fobias especificas y fobia generalizada. Una conducta infeliz porque paraliza a quien la padece, y necesita ayuda profesional y muchas veces usar fármacos.

Creo que uno de los miedos mas terribles, es el miedo a vivir. Creo que uno de los temores mas dañinos, es el temor al amor. Creo que la fobia mas patológica es la Teofobia y Cristofobia, personas que rechazan toda relación con Dios. Y he observado en algunos hermanos cristianos el temor a la Virgen. Todo esto me parece muy triste: el miedo a vivir, el temor a amar y el rechazo a Jesús y María.

Hoy te invito a dejar a un lado tus miedos, temores y fobias. Tienes que buscar ayuda. No seas soberbio. Busca ayuda. Hay excelentes guías espirituales en todas las iglesias. Y excelentes terapeutas que pueden ayudarte.

Te invito a ser libre. Libre, en la hermosa libertad de los Hijos de Dios. No tengas miedo. Todo lo podemos con Cristo, que nos fortalece.

 

 

72. Sobre cinismo y escrupulosidad

 

No soy un moralista, ni pretendo dar lecciones de moral a nadie, soy el menos indicado para ello, pero quiero dar mi punto de vista al respecto. Se que a menudo vivimos y no nos damos cuenta de algunas cosas. 

 

Pienso que somos copias de copias de copias, caminamos sobre hombros de gigantes o de mediocres, dependiendo de muchas circunstancias, y en general, la mayoría de nosotros, pasa su vida, sin saber qué y cómo ha vivido, no hay reflexión, no hay aprendizaje, se trata tan solo de vivir, disfrutar, pasarla bien y en el peor de los casos, sobrevivir.

 

El cinismo fue una escuela filosófica cuatro siglos antes de Cristo, su nombre deriva de “cynos” (perro), una especie de contracultura, un relativo desprecio por los convencionalismos, un concepto que fue derivando en descaro, desvergüenza, mentira, deshonestidad, un término infelizmente popular ante la cultura política hegemónica, basada en medias verdades, manipulación, chantaje, clientelismo, o en su peor expresión: autoritarismo y violencia. 

 

La subcultura machista es en esencia cínica, la corrupción es cínica, la violencia es cínica. Mucho de lo que vemos y oímos de la sociedad actual es cínica. Yo, muchas veces en mi vida, me he comportado como un vulgar cínico.

 

La escrupulosidad, derivada de “scrupulus” “la piedrita en el zapato”, está vinculada al perfeccionismo, minuciosidad, aprehensión, una especie de desasosiego excesivo de la conciencia individual. 

 

La teología moral se ocupa de este tema con detenimiento y la explica como “temor al pecado”, originada en el desarrollo de la conciencia moral, un SuperEgo infantil, un sentido de culpa reiterada, una persona empujada una y otra vez a la angustia, real o imaginaria, expuesto al uso de “mascaras”, una especie de fariseo moderno, plagado de mandamientos y tentaciones, a la vez. 

 

No dudo, que en mi vida adulta he sido autosuficiente, narcisista, rebelde, intelectualoide, temeroso y a la vez audaz, una especie de adulto inmaduro, con adicción a la evasión, hedonista, neurótico e insatisfecho.

 

 

 

Como dije al inicio, no soy nadie para dar lecciones de moral, y en mi escaso currículo cristiano, solo he tratado que otros no repitan mis errores, darles un espejo contaminado, para evitar malas decisiones o elecciones desafortunadas o costosas, en términos de daños a seres queridos por conductas egoístas, infantiles, alejadas del amor de Dios.

 

No sé si quienes algún día lean esto, se reconocerán como “enfermos de la conciencia”, no lo sé, he aprendido que “no hay peor ciego, que el que no quiere ver o verse”. Pero quizás les ayude un poco, para buscar coherencia en su vida, buscar ayuda, si fuese necesario. Tan pernicioso es aquel que todo lo minimiza y lo reduce, personas cuya consigna es “no pasa nada”, como aquel que desarrolla conductas obsesivo compulsivas, paranoides, con un temor crónico a “manchar su conciencia”. 

 

Todo extremo es enfermizo y hace infeliz al individuo y sus allegados. Dice el Papa Francisco, que la gracia no es parte de la conciencia; sino la cantidad de luz en nuestras almas, ni el conocimiento ni la razón. Vale la pena entonces, y con urgencia, buscar la gracia de Dios en nuestras vidas.

 

 

 

73.  Mi amor por los libros

 

Uno de mis mejores amigos, me aconsejó que a diario debes hablar con tres tipos de personas, los vivos, los muertos y contigo mismo. Hablar con los vivos es comunicarse con quienes están a tu alrededor, familia, amigos, seres queridos. Hablar contigo mismo se llama “introspección” y es una especie de “examen de conciencia”, una revisión crítica de tu propia vida. Y hablar con los muertos, es leer, leer a quienes ya han partido, pero siguen vivos a través de sus libros, poemas, escritos, historias.

 

La primera vez que fui a Oxford, entendía muy poco de Inglés, y como suele ocurrir fui a la biblioteca municipal de esa bellísima ciudad, encontré la sección “Español” y ahí estaba Rubén. Me enteré que en Oxford University existe una cátedra “Ruben Dario”, y comprendí que una de las pocas cosas que unen a los humanos, son los libros, los mejores amigos del hombre, junto a los perros y el agua. Hoy, casi al terminar estos relatos quiero hablarles acerca de los libros y la lectura, uno de los mejores regalos de mi educación materna. 

Diría que hay libros que “cambiaron” mi vida, me “transportaron” a otro mundo, y no dejo de asombrarme del “poder” que tienen las palabras bien escritas, una historia bien contada, un relato que te lleva al mundo del escritor, el universo de las palabras. 
Dejaré a un lado los libros de texto y al final escribiré sobre La Biblia, el libro de los libros. 

Pido permiso para enfocarme en libros “humanos”, no espirituales, y todo es obra de Dios, una buena sinfonía, un gran poema, una fábula, un cuento, un libro.

 

En Holanda conocí a José Saramago, y me permito recomendarles algunos de sus libros, no sé por dónde comenzar, quizás por “El ensayo sobre la ceguera”, “La muerte de Ricardo Reís”, “Las intermitencias de la muerte”, “La Caverna” e incluso “El Evangelio”. Sigan sus largos párrafos, disfruten sus analogías y frases, léanlo por favor.
Ahí cerca encontré otro poderoso escritor, Sandor Marai, y su impresionante “El último encuentro”, léanlo y “vivan” con él la conversación de dos hombres, Henrik y Jakob.

 

En casa de un amigo muy querido, me inicié en el universo de Borges, y de este poderoso escritor, al menos me permito recomendar su colección de cuentos “El Aleph”. Yo al menos lo he releído decenas de veces y me sigo asombrando de “El inmortal”, “Emma Zunz” y Deutsches Requiem”, pero léanlos todos, vale la pena.
En una biblioteca de La Paz Centro, me encontré con “Lo Rojo y lo Negro” de Sthendal, y la vida de Julien Sorel, la transición del romanticismo al modernismo.

 

Aún conservo la edición príncipe del “Azul”, y no dejo de fascinarme con “El Rey Burgués”, “La canción del oro” y “Anagke”. Y el mejor regalo que pueden hacer a sus hijos, es la Antología Poética de nuestro príncipe y maestro mágico, liróforo celeste.

Una novelita llamada “17 instantes de una primavera” de Yulian Semionov, fue por años mi libro de cabecera. Y coincidirán conmigo cuando lean “El destino de un hombre” de Mijail Sholojov, que se trata de uno de las novelas cortas más intensas de la literatura. 

 

Y ahí mismo les invito a disfrutar de “Crónica de una muerte anunciada” y “El Coronel no tiene quien le escriba” del gran Gabo, y si pueden, disfruten de “Cien años de soledad” y todas sus historias. 

 

Ya casi termino, quizás por mi amado León disfruto tanto de “Castigo Divino” y “De tropeles y tropelías” de Sergio. De Thomas Mann recomiendo “Muerte en Venecia”, de Truman Capote “A sangre fría”. De Umberto Eco “El nombre de la Rosa”. La “Iliada” de Homero. “El Principito” de Saint Exupery, un regalo obligado para todo niño, de cualquier edad. “La metamorfosis” de Frank Kafka, uno de mis mimados, junto con “Crimen y Castigo” de Dostoiewsky. A mi esposa le regalé “Los 20 poemas de amor y una canción desesperada”, que aun releo a la orilla del mar en mi barcarola.

 

En 1990 conocí a José Luis Martin Descalzo, les recomiendo todas sus “Razones”, “Un cura se confiesa” y su hermosísimo “Vida y misterio de Jesús de Nazaret”. 
Y en La Biblia, hallaran todo. Ahí está Dios. “En el principio era la palabra, y la Palabra estaba ante Dios, y la Palabra era Dios”. Disfruten, lean, y un nuevo mundo se abrirá ante sus ojos.


74.   Mi amor por la comida 

 

Fui un niño pobre y afortunado, siempre comí delicioso y siempre tenía hambre. Como suele decir mi madre, Dios hizo el milagro del “maná” cada día, porque sin dinero la comida llegaba a casa. 

Cada mañana había leche y café, cada medio día mi abuelita transformaba los frutos del patio de la casa en comida, e incluso había postre. Y cada noche la comida del trabajo de mamá era la cena para todos los cachorritos. 

Cuando salí de casa a concluir mi bachillerato a León, ya mis papilas gustativas se habían habituado a la cocina leonesa, y como siempre tenía hambre, todo me sabia a gloria. Comía lo que me daban, con hambre y con gusto. Y como el lobo del poema de Rubén, en todas las casas, alguien me daba de comer, y si me daban, yo estaba contento. Ya en la universidad, tanto la comida donde d Anita (frente a la calle de los cines en León) como donde d. (estatua de la madre en san Juan dos al norte y media abajo), era para mi, un regalo, comida caliente y a tiempo, tres veces al día, cada día.

Y una vez casado, Armantina, aprendió de mi abuelita, a cocinar, y hacerlo “al estilo leonés”, y desde ese día hasta hoy, cuarenta años después, sigo disfrutando de la comida en casa. Una regla aprendida es no comer nada en la calle, y no comprar comida en el trabajo, porque nada sustituye el sabor y el amor de la comida casera.

En Holanda aprendí, llevar siempre una fruta, una botella de agua y un “pan con algo” en la mochila, con ellos aprendi también a disfrutar del té, los quesos y un buen vino. Con ellos aprendí también a degustar “broodje haring”, bocadillos de pescado con pepinillos y papas, y el hutspot, un puré con carne y una salsa deliciosa. 

Y en cada lugar seguí disfrutando de la comida: los “chiles en nogada” y los “mixiotes” mejicanos, el “mole poblano”, por supuesto en Puebla, la feiojada de los brasileños al estilo de Sao Paulo, el silpancho y el pique macho de Cochabamba, el congri con puerco en Cuba, las tortas de espinaca en El Salvador, el caviar ruso del Mar Negro, la carbonada flamenca de Bélgica y las truchas, camarones, ensaladas y cremas dondequiera que las encontraba.

Debo ser sincero y confesar que en ningún lugar he comido mejor, que en casa. Mi esposa Armantina, una mujer diabética y cuidadosa de su figura, tomó la decisión hace algunos años de encontrar nuevas recetas de la comida internacional cada día, y es así, como mi hogar se convirtió en el Restaurante Gourmet mas delicioso de mi devoción por la comida. Esto no quiere decir que no aprecio un buen gallo pinto, tortillas palmeadas en casa, frijoles refritos, carne en baho, canelones caseros, manuelitas, enchiladas, cerdo adobado con yuca reventada, y por supuesto, las sopas, herencia de la cocina del occidente de Nicaragua: sopa de gallina con albondigas, sopa de frijoles, sopa de res, sopa de mondongo, sopa de pollo y por supuesto, mi plato fetiche: la gallina rellena al estilo leonés. 

Al momento de escribir este relato, mi esposa ha descubierto que el desayuno no es la comida mas importante del día, sino el almuerzo; así que ahora no desayunamos, sino que hacemos un buen almuerzo y una cena intermedia, suprimiendo casi totalmente las carnes rojas, frituras, azúcar y sal. Hemos cambiado hasta el aceite, usamos el de coco, y en casa siempre hay ensalada, aceite de oliva, mucha agua con limón y para mi, una copa de vino tinto. Desaparecieron los “frescos”, y solo me hace falta la disciplina de Armantina para caminar una hora cada día, hacer 30 minutos en bicicleta estacionaria y eliminar los postres, tentaciones que no he podido vencer aún.

Tengo la absoluta convicción que comer bien y comer sano, no están reñidos. Somos un país bendecido, hay frutas y verduras todo el año, agua en abundancia, y muchos lugares para caminar y respirar aire puro. No conocí a Jean Anouilh, pero estoy de acuerdo con él: “A uno que tenga hambre, dale primero de comer y después háblale de lo que sea; si empiezas por hablarle, sea de lo que sea, fracasarás, no lo dudes”.

75.  El tesoro de la Familia

 

Hay una hermosa ceremonia en las universidades europeas, que se realiza al “retiro” de un “Professor”, hay discursos, buen vino, bocadillos, se presentan las publicaciones y libros del homenajeado, emocionante y hermoso. Yo recuerdo varios de mis “promotores”, en particular a dos de ellos, el profesor Gerrit Heuzer y Jann Kleinpenning, dos eminencias, el primero ya falleció y del segundo, no lo sé, debe estar ya muy viejecillo. 

Ambos me trataron como un hijo, pude una vez darme cuenta de que el talento no está reñido con la sencillez, y que las “eminencias”, también son seres humanos, cálidos ya afables. 

Recuerdo que me encantaba ir a estas ceremonias, recordaba una película de Russel Crowe (A Beautiful Mind), donde al despedir al “professor” todos los presentes depositan sus plumas fuente sobre el escritorio, como una muestra de respeto ante el genio. 

 

Pues bien, yo un poco atrevido, me acercaba a los “professors” y les hacia la misma pregunta, con el mismo ritual: “Professor, soy Rene de Nicaragua, le quería saludar y hacer una pregunta: Ud que ha tenido tantos éxitos en su vida, ¿hay algo que hizo falta?, y la respuesta siempre fue la misma: el abandono a la familia, la pérdida de la familia, el no priorizar a hijos y esposa, en su mayoría hombres y mujeres exitosos y famosos, pero solos, solos en la recta final de sus vidas, solos en sus hermosas casas, llenos de libros, distinciones y fotografías, pero sin una familia.

Y esta es una triste realidad de muchas personas que conozco: colegas, pacientes, amigos, familiares, y en gran medida, mi propia experiencia por un tiempo, ponemos cualquier otra cosa por encima de la familia. Y eso me lleva a preguntarme ¿Qué significado tiene la familia hoy en día?, ¿Qué concepto tengo de familia?, ¿Qué concepto y significado tengo del amor, pareja e hijos?, ¿Qué lugar ocupan en nuestras vidas?, ¿Cuáles son nuestras prioridades?

Yo, desde niño quise una familia, papá, mamá, esposa, hijos, un techo donde vivir, un pequeño jardín, una mascota talvez, cuartos privados (mis hermanos y yo dormimos mucho tiempo en “tijeras” compartidas. Mi primer “catre” de verdad y mi primer baño tipo inodoro, lo tuve en la Universidad). Y bien, lo intenté, casi después de mi primer cheque de Medico Interno, me casé y en poco menos de un año, tenía mi familia. 

 

Pero ¿qué pasó?, no tenía un concepto claro del amor, matrimonio, familia. No tenía experiencia, ni el modelaje familiar, y si, muchas heridas sin conocer y sin sanar, una terrible confusión sexo-amor y sobre todo me encontraba alejado de Dios. 

Es increíble, pero en todos esos años nadie me invitó a un retiro, nadie se acercó a presentarme a este amigo maravilloso, y quizás si hubiese aparecido, no lo habría escuchado, no lo sé. Todo esto pertenece a la historia, y todo contribuyo de una u otra manera, al “nido vacío” que tengo ahora, solo que el nido no está vacío, sino que está lleno, como dijo Luis Enrique, lleno del amor y la fidelidad de Dios.

 

Hoy en día, no hay una sola persona que se acerque a mi consultorio o hable conmigo, que no le dedique un buen tiempo, a proponerle la revisión de sus prioridades, compartirle sobre la relevancia de la familia, dotarlo de las herramientas para aprender a amar y sobre todo, la necesidad de un encuentro personal con Dios. 

 

Hay demasiado ritualismo como decía E. Durkheim, demasiadas reglas, y todo se reduce al mandamiento principal: el del amor. Como me dijo recientemente un sacerdote, “hemos acomodado Dios al hombre”, les hemos propuesto un Dios “hecho a la medida de cada uno”, goza de popularidad “el relativismo” y la “conciencia individual”. Y todo es válido también para la familia.

Los medios seculares nos venden diversos tipos de familia, y todo es válido, todo, vivimos la era del acomodamiento espiritual, el menosprecio a la Fe, el desprestigio a la iglesia y hacer lo que nos dé la gana, y hemos sustituido a Dios por cualquier cosa. Una época de idolatría: celular, televisión, futbol, sexo, trabajo, drogas, consumismo, egoísmo y soledad.

La principal iglesia es nuestra propia familia: la iglesia doméstica, el principal templo es nuestro propio corazón, la principal religión es el amor.
Una vez dijo Facundo Cabral, que, si los ricos supieran el valor de Dios, lo buscarían, aunque solo fuese por negocio. Y una vez me dijo el Obispo de León, Bosco Vivas y Robelo, que el principal “negocio” del ser humano, es buscar la santidad.

 

Cuida de tu familia, cuídala como un tesoro, algún día te darás cuenta de que vale la pena. No me creas a mí, créele a Dios. Para ti y para mí es difícil, para El nada es imposible

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Parte VIII= El ultimo de mis amores


 

 

76.El último de mis amores 

 

En la segunda etapa de mi vida, cuando creía haber vivido y leído mucho, llegó a mi vida: la Psicología, mi vocación desconocida y el último de mis grandes amores. Recuerdo que había concluido el informe final de una investigación en el CIES Managua, cuando fui a matricularme a una pequeña universidad que estaba a unas pocas cuadras de mi trabajo, opté por el turno regular, tres o cuatro días a la semana, de 8 a 12 del día, porque mi trabajo me lo permitía, era “muy eficiente” y podía compensar el tiempo con “trabajo en casa”. 

 

Mis paradigmas como psicólogas, eran la doctora Amparo Gutierrez, una sabia mujer que había “incursionado” como nadie en mi YO, y me había “diseccionado” como un cadáver en la morgue: Un ID con múltiples alas pequeñas y un SUPEREGO pesado como un “mal matrimonio”, que no dejaba en paz a mi YO, fragmentado y ambivalente. Mi hija mayor Mey Ling, la mejor psicóloga de su generación. Mi hermanita Sylva, una “sanadora” y profunda conocedora del “alma” humana. Y mi esposa Armantina, una mujer con una madurez impresionante y una sabiduría “natural”. Ellas fueron mis referentes personales.

Yo había “devorado” a Freud, conocía a Karen Horney y un poco a Carl Jung, me consideraba una especie de “neofreudiano”, me había “empapado” de las culturas orientales, y sentía un ligero menosprecio por los conductivas norteamericanos, y una atracción desconocida por las corrientes gestáltica, humanista y transgeneracional de la Psicología. Empezaba a incursionar en un mundo desconocido pero familiar a la vez.

 

Pensé era una buena idea, casi de forma simultánea hacer un curso que la UCA estaba ofreciendo llamado “Diplomado Superior en Psicoterapia”, era por las noches de 6 a 9 pm, y como estaba con “hambre de conocimiento”, pensé que valía la pena. Fue una decisión acertada. 

 

Me encontré con un par de mujeres super competentes, Auxiliadora Marenco y Sonia DuqueEstrada y un re encuentro con “viejos amigos”, el doctor Humberto Lopez y el doctor Santiago Sequeira”. Fueron 4 a 5 años muy intensos, de “corre y corre”, trabajaba y estudiaba, tenía mi familia, una vida con muchas ocupaciones y ya no era un adolescente lleno de ilusiones, sino un adulto ansioso por la “iluminación” y búsqueda de la sabiduría. Aún sigo en ello.

 

 

Creo que en la carrera obtuve un promedio histórico, una especie de “Cum Laude”, no me aceptaron convalidar las “Estadísticas” y con mucho orgullo aún guardo mis notas de 100 en cada una de ellas. Todo lo demás fue “pan comido”. Disfrutaba de todo, de profesores que no preparaban bien sus clases y decían algún tipo de “disparate”, hasta de profesoras muy competentes y apasionadas por su vocación de psicólogas. 

 

Hice mis prácticas profesionales con Los Pipitos acompañando en talleres de desarrollo personal, a una mujer con un alma hermosa, llamada Amalia Soto.
Recuerdo cuando me hicieron mi primera “Caja de Arena”, mis primeras “regresiones”, haber asistido a una “Constelación”, acercarme un poco a la hipnosis ericksoniana, tratar de entender al Reiki, la reflexología, el shiatsu, y todo lo que aparecía en mi camino. Fue un viaje apasionante, que aún no ha concluido, y espero seguir navegando mientras aún tenga “hambre” de conocimiento y necesidad de ser útil.

 

En estos días se recuerda a la Psicología y al Psicólogo en Nicaragua, una ciencia que aún está en pañales, hay mucho trabajo que hacer, vivimos en una sociedad que sigue en transición, con una subcultura violenta y machista, y muchos duelos que sanar, como sociedad e individualmente.

 

Mis expectativas van dirigidas al sistema educativo y a la familia, que aprendamos a pensar, a discernir, a trabajar para superar el atraso y la pobreza mental y material. Me preocupan los estilos de crianza tan permisivos que observo, la desmotivación y el concepto de “vida fácil” de muchos jóvenes. Y no sé qué va a ocurrir con el “exceso” de tecnología, la carencia de valores y la ausencia de “modelos” a seguir, que no sean deportistas, estrellas de cine o de la farándula.

 

Hoy más que nunca son necesarias la Psicología y los Psicólogos, y creo que el reto está en nosotros, en proyectar y “vender” una imagen profesional, legítima y necesaria. Decían los sabios “mente sana, en cuerpo sano”. 

 

Yo quisiera seguir pensando como Carl Rogers: “cuando miro el mundo soy pesimista, pero cuando miro a la gente soy optimista”. Y aunque seamos escépticos o “post modernos”, no podemos alejarnos de la dimensión espiritual en nuestras vidas, un Yo alejado de Dios, será siempre un falso yo. Y vivir es, nacer a cada instante.

 

 

77.            Jung, arquetipos y sombras.

 

En la búsqueda sobre mi verdadero YO, encontré a Carl Jung, un sabio fallecido cuando yo tenía cuatro años, que al incorporar la cultura, filosofía, religión y espiritualidad a la Psicología, desarrolló el concepto de “sombra”, uno de sus arquetipos o hipermodelo de nuestras ideas y pensamientos. 

Debo adelantar mi fascinación por Jung, un genio y un referente obligado para quienes tratamos de alejarnos de la mediocridad y superficialidad de la cultura actual.

Recuerdo que de niño tenía temor y curiosidad acerca de mi sombra, había leído que a veces podíamos proyectar “sombras” diferentes a la de nuestros cuerpos, y aunque por un lado quería “verme”, por otro lado, temía “encontrarme”. 

Jung que viajó por todo el mundo, conoció todas las culturas y se comunicó en todos los idiomas y dialectos conocidos, pudo darme muchas luces sobre mis propias sombras.

Para Jung la sombra se refiere a lo que somos y no percibimos, una especie de “inconsciente”, rasgos no conscientes como propios, aspectos rechazados de nuestra conducta, algo similar al “lado oscuro” de nuestra personalidad. 

 

Una de mis frases preferidas de Jung es “las crisis son magníficas oportunidades para familiarizarnos con la sombra”, y así ocurrió, cada una de mis crisis, me fue familiarizando cada día más con mi sombra. Me fui dando cuenta que no era solamente el chico pobre, flaco tímido y estudioso, no solamente el adolescente introspectivo y perseverante, no únicamente el adulto intelectualizado y apasionado por su trabajo. Había algo más que todo eso.

La cultura actual nos ha llenado de conceptos, uno de ellos el de la Bioneuroemoción, que nos propone buscar la historia detrás de la historia, el porque de los porqués, la causa de las causas, la raíz de nuestros conflictos, tribulaciones y “sufrimiento”. 

En mi experiencia nicaragüense, encuentro a personas que atribuyen todo a la “buena o mala suerte”, otros atribuyen todo lo malo al “demonio”, y pocas muy pocas personas, buscan dentro de si mismas, ya sea por la vía del conocimiento o del amor, sobre su propia sombra.

Una vez le preguntaron a Jung si creía en Dios, y contestó: “No tengo necesidad de creer en Dios. Lo conozco”. 

Y el gran san Agustín de Hipona, decía en su dialogo con Dios: “Conócete, conóceme”, un hombre con hambre de Dios y hambre de conocimiento y autoconocimiento. 

Yo, tengo la certeza que Dios me ha creado, y me ha concedido la gracia de conocerlo y conocerme, no ha sido un proceso fácil ni de corto tiempo, fueron muchos años, de vivir, experimentar, aprender, desaprender y dejarme guiar por El. Aún estoy en ello.

En unos días inicia la cuaresma, mi desierto personal y mi “camino de Santiago”, me espera-nuevamente- el encuentro con mi sombra, mi tentador personal, mi EGO, mis demonios internos, mi lado oscuro, y quizás no estaré solo, aún no lo sé. 

Mi sombra está cultivada con falta de autodominio, hedonismo, pereza, falta de perdón, intolerancia, soberbia, evasión y un toque de vanidad y neurosis. 

Pablo de Tarso recomienda ir preparado con las armas espirituales: “Fortalézcanse en el Señor con la fuerza de su poder. Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir en el día malo y mantenerse firmes después de haber superado todos los obstáculos. Permanezcan de pie, ceñidos con el cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza. Calcen sus pies con el celo para propagar la Buena Noticia de la paz. Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, con el que podrán apagar todas las flechas encendidas del Mal. Tomen el casco de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios”

Jung, comenta que "al acordarse de San Pablo y de la escisión de su conciencia; San Pablo, de una parte, se siente a sí mismo como apóstol llamado e iluminado directamente por Dios; de otra, se siente como hombre pecador, que no es capaz de escapar al aguijón en la carne ni al ángel satánico que le atormenta. 

Esto significa que aún el hombre iluminado sigue siendo el que es y que jamás pasa de ser un yo limitado frente a aquel que en él habita, cuya hondura no tiene límites cognoscibles, que le rodea por todas partes, profundo como los fundamentos de la tierra y vasto como el cielo"

Recuerdo aquella tarde en que venía en el intermortal, cerca de La Paz Centro, camino a casa y alguien me llamó para decirme que habían asaltado mi casa varios hombres armados, que a mi hija la habían encontrado amordazada y amarrada de pies y manos, que la policía y canales de TV de nota roja estaban en frente a mi casa. Hablé rápidamente con Armantina por teléfono y empecé a rezar: “El Señor es mi Pastor. Nada me falta. Aunque ande por valles oscuros y sombras de muerte, no temeré, porque TU estás conmigo, tu vara y tu cayado me sostienen. Tu amor y tu bondad me acompañan todos los días de mi vida”

78. Breves lecciones de psicoterapia

 

Se atribuye a Einstein la frase sobre el asombro que le producía el “universo moral interior”. ¿Que hay dentro de nosotros?, que nos impulsa a realizar actos heroicos y altruistas, misericordia, amor y compasión, logros científicos, honestidad, humanismo, pero a su vez ser capaces de las peores atrocidades: guerras, torturas, genocidios, experimentos con seres humanos, madres que prostituyen y padres que violan a sus hijas?

¿ Cómo entender estas conductas de la misma criatura: el ser humano? ¿Porque mi abuelita era tan “santa y llena de virtudes” y otras son como la “triste e increíble historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada”?.  
¿Cómo entender el amor de los mártires cristianos y la atrocidad de los nazis en los campos de concentración?. ¿Porqué mi madre no me abortó y se fajó como leona para cuidar de sus hijos, y porque otras tiran a su bebé a un basurero? ¿Porque actuamos así?

Llegué a la psicoterapia por la misma vía de la medicina: una fuerza poderosa que me impulsa a “servir”, ser útil, aliviar el dolor, quizás una forma de compensar mis propias heridas, duelos no resueltos y frustraciones. 

Como médico basaba mis habilidades en el “entrenamiento” y el dominio científico, y como psicoterapeuta le he añadido ademas del dominio de los modelos, escuelas y enfoques científicos, el descubrimiento de la espiritualidad y mi relación con Dios. 

Tengo la convicción que el don de ciencia, es dado por el espíritu, y que si disponemos nuestra “libertad” o libre albedrío en las manos de Dios, podemos convertirnos en instrumentos de su amor incondicional.

Los que han llegado alguna vez a mi consultorio, pueden corroborar que no utilizo rituales religiosos, ni “impongo las manos”, ni promuevo ninguna fe. Nada de eso, pero si existe alguna brizna de ella, recurro a ella como una fuente de sanidad, reconciliación personal y búsqueda del “insight”.

 

Muchos de los que leen estos textos no tienen formación en este campo, por lo que compartiré algunos “tips”, que considero claves en la vida, si al menos alguno de ellos le sirve, me daré por satisfecho. Los recomiendo porque a mi me han sido útiles. Por lo demás, respeto mucho la individualidad de cada quien y su libertad humana.

 

1. Creo que es fundamental “buscar ayuda profesional”, sobre todo cuando adquirimos algún grado de conciencia sobre “quienes somos” y reflexionamos sobre nuestra “historia de vida”. 

2. Todos tenemos algo que sanar y es de valientes e inteligentes, buscar ayuda de un profesional cualificado, maduro y competente. Sobre todo las heridas de la infancia o de eventos vitales.

3. Es clave la “elección de una pareja”, por ello recomiendo retrasar al máximo la edad para el matrimonio y mas aún, la de ser padres. Nunca será igual una separación sin hijos, que un divorcio con seres que no pidieron nacer ni ser partidos por la mitad.

4. Una tarea estratégica es la de “reconciliarnos con nuestros padres y ancestros”. Hay tantas heridas causadas por papá y mamá. Honrarlos y perdonarlos es el inicio de un largo proceso, del cual los principales beneficiarios, seremos nosotros mismos.

5. Al menos una vez al años deberíamos realizar una profunda “introspección”, una evaluación serena y reflexiva de nuestra conducta, sin “buscar culpables externos”. La tarea no es “cazar brujas”, sino buscar en nuestro interior, las causas que nos impiden ser libres, tener paz interior y aspirar a la felicidad personal.

6. Muchos problemas de los niños y adolescentes son ocasionados, conscientemente o no, por sus propios padres, estilos de crianza y modelos equivocados de conducta.

7 Y por supuesto, debemos buscar de Dios, El nunca nos fallará. Siempre recomiendo la confesión, guía espiritual, eucaristía, buscar de una comunidad, dejarse moldear por el gran alfarero. 

8. Nuestros principales “enemigos” somos nosotros mismos: nuestros “egos”, soberbia, miedo, egoísmo, orgullo, vanidad, todo ello estimulado por una subcultura hedonista, machista, violenta, carente de valores y actitudes dignas de un ser humano. Solo hay que abrir el periódico o ver el noticiero en TV, para darse cuenta de lo que ocurre día tras día.

Tenia menos de 30 años cuando busqué ayuda profesional, tardé muchos años en sanar mis heridas, no es fácil perdonar y perdonarte. Dejarme amar por Dios es lo mejor que ha pasado en mi vida. Y hoy puedo escribir y abrirte mi corazón, sin ningún temor.

Estoy bastante preparado para el “gran viaje” y dejarme sorprender por El, día a día. Anímate tu también. Ni la depresión ni la ansiedad vienen de Dios. Tú puedes. No estas solo.

 

 

 

 

79. La Salud mental: Un instrumento de Dios

 

En el transcurso de la vida me hice muchas preguntas: ¿Por qué un padre abandona a sus hijos?, ¿Por qué tenemos conductas adictivas y autodestructivas?, ¿Por qué la desmotivación, las conductas suicidas, la violencia? Había estudiado y leído mucho, viajado por decenas de países, discutido con académicos, asistido a congresos y conferencias, y las preguntas, pero sobre todo, los hechos, las evidencias, las noticias cotidianas, seguían apareciendo y un buen día decidí hacer estudios formales de Psicología Clínica y realizar un Diplomado Superior en Psicoterapia, fueron varios años de estudio, y tuve el privilegio de compartir con personas muy talentosas: Auxiliadora Marenco, Santiago Sequeira, Sonia Duque Estrada, Humberto López, Ernesto Fonseca Pasos. 

 

Me dediqué a leer los clásicos de la salud mental: Sigmund Freud, Carl Jung, Eric Berne, Virginia Satir, Erich Fromm, Viktor Frankl, Carl Rogers, Jean Piaget, Albert Ellis, Erik Erikson, Fritz Perls, Aaron Beck, y etc, etc, me subí a los HOMBROS DE GIGANTES, y aprendí, aprendí mucho, el último gran oficio de mi vida profesional: La Salud Mental, un instrumento de Dios.

 

Aún recuerdo mi primer “empleo” como psicoterapeuta. Un día estaba esperando a mi esposa Armantina en el laboratorio de Plaza España, cuando entró un sacerdote, leyó un mini brochure sobre mi trabajo como Psicoterapeuta, y me dijo si quería apoyar en la asistencia psicológica a un grupo de seminaristas. 

 

Como les he comentado, siempre me he dejado sorprender por Dios, y le dije: “Si Padre, con mucho gusto”. Y así fue, pasaron dos años maravillosos, trabajando con adolescentes que deseaban servir a Dios. Todos los días llegaba al seminario, entraba a la capilla a orar; tenían una biblioteca maravillosa, ahí leí el libro del padre Carlos Valles “Dejad a Dios ser Dios”, entre muchos otros y “atendía” a los seminaristas, desde las 11 am hasta las 2 pm. 

 

Un día me pidieron hacer un artículo para una revista cristiana titulado “El papel de la Psicología en la vida religiosa”, que, al revisarlo con formadores y editores, me convencí de la relevancia de la Psicología, de la mano de terapeutas maduros en lo humano y espiritual, que hayan tenido una experiencia personal con Dios.

 

 

Mi segundo “empleo” fue como profesor de Psicología en la Universidad Juan Pablo II, donde pude seguir constatando el rol de la psicología con mis estudiantes, algunos de ellos religiosas, seminaristas o laicos comprometidos. Una vez más la ciencia humana al servicio de Dios. 

Y en León, pude seguir desarrollando esta “escuela”, un enfoque humanista y espiritual de la Salud Mental, con resultados evidentes, más allá de los fármacos y terapias convencionales. 

Habilité un pequeño consultorio en Managua, y ya son muchos años de servicio a parejas, personas, hombres y mujeres. Cada cita es un nuevo aprendizaje, tantas heridas por sanar: abusos de todo tipo: físicos, verbales y sexuales; incesto; abandono de los padres, muchos de ellos “padres presentes-ausentes”; carencia de afecto; necesidad de aceptación; duelos no resueltos, etc; que conducen a conductas adictivas, suicidas, ansiedad, depresión, codependencia, etc y etc. 

He visto en cientos de casos la poderosa mano de Dios actuando, restaurando familias y matrimonios, devolviendo la dignidad y autoestima individual, llevando la paz a corazones endurecidos por eventos terribles, infelizmente frecuentes. 

Nadie puede dar lo que no tiene. Jamás recomiendo algo que no haya experimentado. Si me siento “contaminado” busco la sanidad en la confesión y eucaristía. Busco la dirección espiritual correcta y trato de “estar bien”, “vivir mi aquí y ahora”, asumir mis responsabilidades sin justificaciones ni pretextos; procuro ser coherente (no es nada fácil); se que algunas conductas solo pueden corregirse con “ayuno, oración y obras de caridad”. 

 

Estoy caminando, vivo los años de “plenitud”, pensé vivir 30 y ya he duplicado la cifra. Dios es misericordioso, y me sigue dando una nueva oportunidad cada día. “Ven que estoy a tu puerta y te llamo. Si me abres, yo entrare y cenare con el y el conmigo”. Y Él es el invitado permanente en mi vida y mi consultorio. 

Se acerca Navidad, el tiempo de adviento, para abrir el corazón al pequeño Nino Jesús. Y me repito una y otra vez: Maranatha (Ven Señor Jesús).

 

 

 

 

 

80. Quiero ser libre

 

Cuando era un niño me llamaba René Montiel, mi primer nombre Fausto, nunca lo usaron en mi casa ni en la escuela, y como mi padre no me “reconoció”, fui inscrito con el apellido de mi madre, al igual que mis hermanos Martha Ligia y Juan Carlos. 


Ya adulto, en un intento por recuperar mi “identidad” decidí hacer una “rectificación” de mi partida de nacimiento, pasé a llamarme René Pérez Montiel, y con la irrupción de la célula de identidad, mi nombre “oficial” pasó a ser Fausto René Pérez Montiel, y cuando en muchos lugares me llaman “Fausto”, no siempre reconozco que se refieren a mí, ya que la mayor parte de mi vida adulta y pública he sido René Pérez Montiel, “el compañero René” de los años de Revolución o el “Doctor Pérez”, de mis años en la universidad o en el sector salud. Fui recuperando mi nombre y mis apellidos.

 

Y así ocurre muchas veces en la vida, nos toca recobrar la identidad, salir de la amnesia social o espiritual, no necesariamente de un nombre o apellido, sino “darnos cuenta” quienes somos realmente, “respirar profundo” y salir a “luchar” la batalla por la vida, aprender a vivir, y usualmente no lo podemos hacer solos, necesitamos ayuda.

Creo que esta es una de las primeras “cosas” que he aprendido. Hay que BUSCAR AYUDA PROFESIONAL. 

 

Aún recuerdo como si fuera hoy la crisis de “surmenage” y “burnout” que viví a mediados de los 80, me desplomé y fui llevado a un centro de recuperación, de donde eventualmente conocí a la doctora Amparo Gutiérrez, ella fue mi terapeuta por varios años, no fue fácil, ella y mi hermanita Sylvia Elena, fueron mis “sanadoras”, y poco a poco fui “comprendiendo” las raíces de mis conductas y adicciones. Amparo me dio toda la psicoterapia del mundo, Sylvia me dio todo el amor de hermana posible.

 

Siempre, siempre, aún durante la dura etapa del divorcio, Armantina estuvo conmigo, y fue la compañera fiel, la esposa leal, la amiga incondicional, y hoy más que nunca sé que es clave la ELECCION DE NUESTRA PAREJA. 

 

Una mujer prudente y sabia, puede ser algo más que tu esposa, puede ser tu “salvación” o todo lo contrario. 

Ella se sentada a comer a mi lado, cuando llegaba “de la calle” y me acompañaba, me preguntaba ¿Cómo te fue hoy?, ¿Cómo estás?; ella me llevó a mi primer “Encuentro de Parejas”, ella fue el puente para salvar mi matrimonio y mi familia. 

Con ella aprendí la certidumbre de las palabras del Apóstol Pedro “el amor borra multitud de pecados”.

 

Y por supuesto, para ser libre, es necesario un ENCUENTRO PERSONAL CON DIOS, no fue fácil, me sentía “sucio”, “contaminado”, “pecador”, no sabía que Él ya había pagado un alto precio por mí. No sabía que Él me amaba a pesar de mi conducta. Y me dejé amar por El y poco a poco, seguí rompiendo mis cadenas. 

 

Sabía que a Él no podía engañarlo, con El no funcionaban las máscaras, ni las apariencias. Y me di cuenta que todo se reducía a una palabra: Amor. Y Con El aprendí a amar. Estaba vacío pero necesitado. Estaba sucio, pero quería estar limpio. Era y soy un pecador, pero quería ser diferente, algo en mi sabía que podía lograrlo. 

Le creí a Dios y aquí estoy: viviendo un largo proceso de conversión, que solo terminará el día de mi muerte

 

Finalizo agradeciendo al Ministerio “Unidos por Siempre”, les estoy eternamente agradecido, un grupo de hombres y mujeres, que me acogieron con amor, respeto y me dieron un testimonio de vida, valiente, coherente y fiel a la Palabra de Dios. Ellos fueron mi escuela, el grupo que necesitaba para seguir rompiendo mis cadenas. No podemos luchar solos. NECESITAMOS CONGREGARNOS.

 

Nacimos para ser libres, pero no podemos solos. Se que aún no he finalizado mis “doce pasos”, aún hay huellas en mi corazón de todo lo que he experimentado. Se que Dios está de mi lado. El es mi fortaleza, mi refugio seguro, mi padre y mi madre. Necesito de El. Me han dicho que viviré 6 años más, no lo sé, solo espero seguir aprendiendo a amar, solo así salvaré mi alma, sirviendo, agradeciendo, amando.

 

 

81.            Conócete, conóceme (¿Quién soy?)

 

En uno de los momentos más dramáticos de la la vida de Jesús, interroga a sus discípulos con esta pregunta: ¿Y ustedes quien dicen que soy yo?, una interrogante que sigue siendo válida, por supuesto en la figura del Pobre de Nazaret, pero también sobre nosotros mismos. 

 

Y vale la pena en estos primeros días del año, reflexionar un poco sobre nosotros mismos: ¿Quién soy?, ¿Cuál es el propósito de mi vida?, ¿Soy feliz?, ¿Qué necesito?, ¿Cómo está mi vida?, ¿Cuáles son mis actitudes?, ¿Por qué me molestan o incomodan x situaciones?

 

Los sabios griegos comenzaban sus enseñanzas con una máxima para todos: “Gnóthi Seautón” o “Gnosce te ipsum” (Conócete a ti mismo) y la interrogante del evangelio y de la sabiduría antigua sigue vigente para los hombres y mujeres del s XXI, muchos de los cuales, “nacen, crecen, tienen sexo, trabajan, consumen y mueren”, sin conocerse a sí mismos.

 

A lo largo de mi vida he podido viajar y asomarme a distintas culturas en oriente y occidente. 

He podido conversar y convivir un poco con familias de cosmovisiones tan diferentes, en Holanda, Bangladesh, Brasil, Inglaterra, Ecuador, Guatemala, EEUU, Bélgica, Costa Rica, México y por supuesto Nicaragua. Y sigo convencido de la necesidad de realizar una introspección seria y consciente sobre esta milenaria interrogante: ¿Quién soy?

 

Comprendo que el ser humano tiende a justificar y buscar pretextos a sus conductas, y claro está, a no mostrarnos tal cual somos, por temor al rechazo o a la crítica, nos escondemos tras diversas “máscaras” y usando la terminología freudiana o jungiana, disponemos de un inconsciente, donde conviven “sombras”, “arquetipos”, “id”, “ello”, “superello”, “ánima”, “ánimus”, y muchos mueren sin siquiera asomarse a su universo interior.

 

Se le atribuye a un sabio del oriente el siguiente dialogo: “Maestro ¿quién es Dios? – pregunta un discípulo y el maestro responde “Y tú ¿quién eres tú? Si ni siquiera sabes quién eres tú realmente, como pretendes conocer a tu Creador.

 

Y el doctor San Agustín de Hipona, una de las mentes más preclaras de la historia de la iglesia, clama a Dios diciendo: “Conócete, conóceme”, donde implora conocerse a si mismo para conocer a Dios, concluyendo con su histórica: conócete, acéptate, supérate. 

Hoy te invito a conocerte. 

 

Difícilmente lo vas a lograr sólo, acércate a un guía espiritual, un filósofo, un consejero psicológico, y no puede ser cualquiera. Una vez más recurro a los Evangelios para que tengas una guía donde y con quien buscar quien puede contribuir a la búsqueda y reconocimiento de ti mismo:
“una persona de familia, sobria, prudente, decorosa, hospitalaria, apto para enseñar, no dado a la bebida, digna, no calumniadora, no pendenciero. Por el contrario, amable, no contencioso, no avaricioso. Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad, (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá guiar a otros)”.

 

Inicia este año, procurando conocerte mejor, sin pretextos ni justificaciones, sin máscaras ni apariencias, no te engañes, y procura ser feliz. 

 

Todos podemos. Lo importante es tomar la decisión de hacerlo, de lo contrario andarás caminando por la vida, como ciegos, ciegos guiando a otros ciegos, como en el libro de José Saramago “Ensayo sobre la Ceguera”, que te recomiendo leer (Nobel Literatura 1998). 

"Tenemos la responsabilidad de tener ojos, de poder ver, de conocernos a nosotros mismos, ya que muchos, la mayoría, no se conocen, ni ven, aunque tengan sus propios ojos"

 

 

82.            Aprendiendo a vivir en pareja

 

La mayor parte de seres humanos aspiramos a tener una relación de pareja estable, nutritiva y edificante, sobre todo cuando “nos sentimos enamorados”, ya que “deseamos” que ese “estado de gracia”, se prolongue la mayor parte del tiempo. Sin embargo, debemos advertirnos que una de las tareas más difíciles de la sociedad contemporánea es precisamente esta: aprender a construir relaciones de pareja estables y saludables.

 

Debo subrayar que una pareja se trata de “dos personas que no tienen nada en común”, únicamente se aman. Es decir, no están vinculados por “la sangre”, en una buena parte de casos no se conocen bien (del noviazgo a la vida en pareja hay “un mundo” de diferencia). 

Se trata de dos personas con diferentes historias de vida, dos personas con diferentes expectativas, dos personas desconocidas. 

Por eso la primera misión de cada persona “enamorada” es CONOCERSE BIEN A SI MISMA Y HACER TODO LO POSIBLE EN EL NOVIAZGO, PARA CONOCER BIEN A SU PAREJA. Una buena idea es acercarse un poco a los padres y familia de su futura pareja, y observar bien cómo viven, como son, como se comportan, y le dará una idea aproximada del futuro comportamiento de su romeo o su Julieta.

 

La segunda recomendación es PROLONGAR EL NOVIAZGO TANTO COMO SEA POSIBLE (y evitar un embarazo a viento y marea). El Noviazgo es una de las etapas más importantes en la vida de toda pareja.

 

 Aprovéchela. Salga, disfrute, comparta, aprenda, observe, no se vaya “a la cama” así por así. Ya tendrá todo el sexo del mundo, si tiene un poco de paciencia y autocontrol de sus hormonas y emociones. No eche a perder un buen proyecto de pareja, por un rato de placer.

 

Si ya está convencido que ha encontrado al “amor de su vida”, haga un buen ejercicio de preparación para el matrimonio: le recomiendo tres cosas: 

UN CHEQUEO MEDICO (hay que saber que genes estamos heredando a nuestros futuros hijos, incluyendo infecciones de transmisión sexual (ITS), esterilidad o enfermedades como diabetes;

 

UNA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA DE AMBOS, es muy importante, a cargo de un profesional cualificado, para tener un criterio independiente de su perfil profesional y la compatibilidad como pareja y UNA PREPARACION ESPIRITUAL, con su pastor o sacerdote o guía espiritual, la vida de pareja y el matrimonio son decisiones poderosas, y no deberíamos tomarla bajo “la calentura” del erotismo.

 

Es muy pero muy importante LA INDEPENDENCIA, no cometa el error de ir a “vivir con los suegros” o familiares. Mas temprano que tarde les afectará en su intimidad, no aprenderán a enfrentar las dificultades, se formaran “bandos a favor o en contra”. Si no tiene condiciones para la independencia, siga de novio o novia.

 

Hay quienes prefieren un “modelo de pareja” centrado en la apariencia física, otros se focalizan en el carácter o “forma de ser”, otros en el dinero, profesión, y otros en todo. Recuerde que desde niños vamos construyendo un “modelo”, un prototipo de su “media naranja”. 

Todo es importante, si en algo le sirve, recomiendo: una persona cerca de los 30 años, profesional, con un empleo estable, independiente, de buen humor, y CRISTIANO. Una pareja de mal carácter va a “amargar” su vida. Una persona con adicción al alcohol u otro tipo, le convertirá en codependiente. Una persona holgazana o sin estudios, le invitará a una vida de privaciones y dificultades.

Una persona inmadura se tomará todo como un juego, incluyendo a Usted. Sea inteligente, valórese..

 

Hay muchos otros temas en la vida de pareja, demasiados: el nacimiento de los hijos, la sexualidad, la comunicación, autoestima, socialización, valores. Esto es solo una breve introducción. Ojalá y te sirvan.

 ! Buen Provecho!

 

 

 

83.En el mundo tendreis tribulaciones

 

En la vida cotidiana casi no se escucha ni se usa la palabra tribulación, se refiere a adversidades, penas, congojas, preocupaciones, etc, etc, etc.

Y creo que todas estaremos de acuerdo que la vida es como es, no como nosotros quisiéramos, y en esta incertidumbre, todos experimentamos momentos difíciles. 

Hagamos lo que hagamos, todos somos probados alguna vez. Todos. En mi propia vida y en mi oficio de psicoterapeuta y en mi caminar espiritual, me he acercado mucho a estas situaciones de vida.

 

¿Qué hacer? Algunas persona son estoicas y no se desaniman ante nada, se levantan y siguen adelante como vikingos o guerreros espartanos; otros se desploman y pasan años lamentándose de su “suerte”, lamiendo sus heridas, llenos de resentimiento, deseos de venganza, o víctimas de su dolor y sufrimiento. 

Y hay quienes entregan todo a Dios, se abandonan a su amor, confían, creen, y encuentran paz y consuelo en el amor incondicional e inmerecido del Creador. Hay de todo y para todos.

De niños y adolescentes, somos dependientes y un poco ingenuos y no nos queda otro camino que tolerar situaciones difíciles y esperar, que la vida nos empuje un poco mar adentro, y al crecer, tratar de aprender y superar todo lo vivido. 

Ya de jóvenes y adultos, en pleno vigor y con mucha energía, o nos hundimos en conductas adictivas o sublimamos las heridas en el trabajo o en la vida familiar. 
Y de mayores, o todo se complica por la depresión asociada a la edad o con la sabiduría de la edad, todo lo dejamos en las manos misericordiosas del Padre.

Casi todas las culturas y creencias tienen muchas cosas en común, para sobrellevar las tribulaciones o adversidades y salir adelante:

 

1/Dejar el pasado en el pasado. No racionalizar ni tratar de comprender emocionalmente lo que ya pasó. Algún día nos daremos cuenta que todo valió la pena. Todo. Sin culpables ni víctimas. Son las circunstancias de la vida. Se que en todo esto hay un gran variabilidad, jóvenes parapléjicos, chicas abusadas sexualmente, hijos abandonadas, seres queridos muertos, desastres naturales, tantas cosas duras y difíciles. No hay un porqué ni un para qué que nos consuele. Algún día comprenderemos que todo tiene un sentido. Y ese día daremos gracias.

 

2/Perdonar y bendecir. Quizás lo mas sanador en la vida sea el perdón. Quizás lo mas hermoso en la vida es bendecir al que nos maldice. El dolor nos hace personas fecundas y fuertes. El perdón y la bendición, serán tu mejor alimento, y abrirá tus ventanas al amor de Dios en tu vida. El que mucho ama, mucho perdona y mucho bendice.

 

3/Trata de ser feliz con lo que tienes. Rodéate de gente gozosa, mira tu familia, tus seres queridos y confía en Dios. El te ama. El entregó su vida y El está contigo siempre. Perdónate. Amate. Valórate. Hoy y siempre. 

Hay muchas cosas que podrían decirse, pero es hora de terminar. Te invito y me invito a orar con el salmo 71: “SEÑOR, en ti he buscado refugio; no me decepciones. Rescátame y libérame porque eres justo. Escúchame y sálvame. Sé tú mi roca donde acudo a refugiarme, pues tú diste la orden de salvarme. Tú eres mi roca, mi fortaleza”.

84. Las transiciones en la vida.

Leia hace poco, los comentarios de dos amigos ya mayores, por tanto con una buena dosis de sabiduría, sobre los cambios experimentados por los seres humanos, un enfoque era sobre las “metamorfosis” de las personas, y el otro sobre la influencia del contexto en los cambios experimentados. 

Al leerlos reflexioné sobre mi propia vida, ya que prefiero, hacerlo sobre mis propias circunstancias, que la de los demás, sin menospreciar la experiencia ajena y lo que nos enseña la historia y la vida.

Una profesora de la UNAN León, me subrayó un día sobre mi capacidad para “re inventarme”, en referencia a mis opciones en la vida: médico, luchador social, salubrista, docente, investigador y ahora psicoterapeuta. 

Un autor ha escrito sobre las transiciones vitales y vale la pena detenerse en ellas, cada una con sus características: transición del mundo del hogar a la escuela, transición de la infancia a la adolescencia, transición a la universidad, transición a la vida laboral, a la vida en pareja, al nacimiento de los hijos, a la madurez, la plenitud, sabiduría y la muerte. Y obviamente no podemos ser los mismos.

 

Jung le dió una categoría al termino de “máscara”, no necesariamente referida a la “doble vida” y conductas “hipócritas”, sino mas bien ligada al arquetipo de “la sombra”, ese “lado oscuro” de nuestra personalidad. Muchas veces de forma no consciente usamos una u otra máscara, proyectamos nuestra sombra, hasta que emerge de forma definitiva el verdadero yo.

Y por supuesto el contexto es determinante, no podemos actuar igual ante “el sol, la lluvia, la noche o el desierto”, de nuestras vidas. Debemos responder al contexto, como mecanismo de defensa, pero también como estrategia de aprendizaje, el buscar estrategias eficaces para afrontar con eficacia los eventos vitales: dolor, enfermedad, muerte, abuso, abandono.

Pocos piensan en Dios, pocos atribuyen al Creador, el poder y la gracia para cambiar y cambiarnos. Pocos se dejan iluminar con la luz de la reconciliación, la Palabra, la Eucaristía y el Amor. La sociedad relativista, niega a Dios y todo lo reduce al hombre, se nos presenta una sociedad centrada en el hombre. Yo lo sé muy bien, porque mucho tiempo traté de vivir alejado de Dios, y los resultados fueron devastadores para mi y mis seres queridos. 
Sé que Dios nos ama en libertad, sé que El es respetuoso de nuestras decisiones y elecciones. Yo aprendí que no soy producto del azar ni de las circunstancias, y que mi vida tiene un propósito. Y que nací de nuevo, el día que Dios iluminó mi vida: yo no soy nadie para refutar teoría alguna, que cada quien adopte y siga la que crea, pero ya no ando buscando, encontré lo que necesitaba y solo espero que SU gracia y misericordia, guíen cada uno de mis días.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Parte IX= Mi camino hacia Dios

 

 

 


 

 

85. Mi guía espiritual

 

Miles de cristianos conocimos a José Luis a través de las “páginas escogidas” durante el jubileo del año 2000. Personalmente se convirtió en mi mentor y amigo al leer sus maravillosas “razones” (razones para la esperanza, razones para la alegría, razones para el amor y razones desde la otra orilla).

 

Para muchos fue una sorpresa saber que José Luis había muerto en 1991, ocurre que al leerlo lo sentimos tan vivo, tan actual, como si viviese entre nosotros, y nos acompaña día a día, en países tan especiales como Nicaragua.

Otra sorpresa fue al saber que fue un sacerdote, un poeta, un dramaturgo, que gano el premio Nadal en España, que nunca tuvo ningún cargo, que vivió para todos y murió, aceptando como pocos, con alegría y valor, la enfermedad y la muerte.

 

¿Quién no se enternece al leer su descripción de la parábola del hijo prodigo, o su catequesis sobre el "Padre Nuestro", su "Carta de amor a Dios", o sus "caminos para aprender a ser felices"?.

 

Sorprende, porque José Luis no escribe como un religioso tradicional, sino como un hombre como nosotros, pero con una certidumbre y un crédito en el hombre, como nadie. Escandaliza a los fariseos modernos al escribir “las prostitutas os precederán en el reino de los cielos”, y nos muestra toda su intimidad de hombre de Dios, en “un cura se confiesa”.

 

Hoy en día leemos, oímos y escuchamos cosas terribles sobre el ser humano, los medios de comunicación nos “informan” sobre lo peor de nosotros mismos, pero poco, muy poco, casi nunca, sobre los milagros de cada día, que hombres y mujeres vivimos, en la familia, en el barrio, en la comunidad.

José Luis nos habla sobre esto una y otra vez, sobre el “creer desesperadamente en el bien”, creer en la eficacia del amor, saber esperar.

Nos dice contra todos lo que nos intoxican el alma con sus intereses egoístas, que es preferible que nos engañen, que vivir desconfiando de los demás.

José Luis nos alegra el alma, es agua fresca, es una brisa en un día soleado, es una sonrisa infantil, un abrazo afectuoso, un alimento indispensable, en este contexto de la Nicaragua de hoy en día.

 

Antes de morir, José Luis escribió Vida y Misterio de Jesús de Nazaret, donde nos ilustra como nadie sobre ese hombre-Dios extraordinario, nos interroga sobre si realmente lo conocemos, porque si aun no lo amamos, es porque no lo conocemos realmente.

En sus “Siete Palabras”, José Luis fustiga nuestra hipocresía, discute con el Padre, sobre si “realmente no saben lo que hacen”, y finalmente nos invita a vivir la navidad como niños, y nos deja su “Testamento del pájaro solitario”.

 

Amigo lector, deja por un día las noticias terribles del periódico, no veas por un día los programas televisivos cargados de intereses egoístas, no escuches por un día los mensajes de sangre de las radioemisoras, dedícale un día a tu alma, y lee un poco a José Luis Martin Descalzo, hoy, si no lo conocías, te lo presento, es de esos amigos y de esas personas, por las cuales vale la pena vivir.

 

 

86.El gran arquitecto

 

En el transcurso de mi vida he recibido muchos calificativos, algunas descalificaciones y de vez en cuando elogios. He aprendido a recibirlo todo. Dice Carl Jung que todo lo que nos irrita de los demás, nos puede ayudar a entendernos a nosotros mismos, todo en su contexto. Y con los años, si uno se dispone, hay un poco de sabiduría.

 

 

En la etapa de la niñez no tuve muchos apodos burlescos, aunque yo mismo me sentía muy acomplejado, por la pobreza material, era enclenque como el quijote, feo como un sapito, y avergonzado por algunas situaciones familiares. Nada de esto podía controlar o cambiar en ese momento. Nada. Y como diría S. Freud “sublimé” todas estas fracturas en la escuela y en la iglesia. Ahí encontré protección, amor y seguridad.

 

En la adolescencia supe claramente que no contaba con nadie para mis planes y expectativas, y esa sensación de “soledad en medio del océano”, te ayuda a nadar, el instinto te permite sobrevivir, y no podía darme el lujo de “buscar culpables”, así que me propuse estudiar más duro aún, creo que hice todos los ejercicios de los libros de Baldor. 

 

Aprendí de memoria la tabla periódica de los elementos, las fórmulas de física y química, nunca fui inteligente, sino esforzado, tenaz, perseverante, fuerte.

La experiencia de la cárcel, aprender ajedrez, clasificar para medicina, fueron los indicadores que me fueron guiando, día a día. 

Jamás se me pasó por la cabeza vivir más de 30 años. Estaba convencido que, de una forma u otra, moriría temprano. Por ello traté de “vivir” con intensidad cada momento, experiencia, circunstancia, detalles; me despedía del mar, de los atardeceres y amaneceres, de las rosas que mamá tenía en su jardín, de mis amigos. Y la vida me fue regalando, nuevas y nuevas oportunidades, así aprende a ser agradecido.

 

Creo que Dios es el gran arquitecto de nuestras vidas, creo que El nos ama incondicionalmente, y nos da un cerebro, corazón, conciencia, piel y músculos para ser usados en libertad. Nos pone ante nosotros caminos, y todos hacemos elecciones, de uno y otro tipo, y debemos asumir las consecuencias, sin justificarnos ni buscar culpables.

En mi vida adulta me han dicho muchas cosas: hipócrita, fariseo, “Salomón”, “pastor”, “cardenal”, y recién alguien agregó el de "terrorista". 
Sé que algunos esperan verme de nuevo en el piso, pero yo no confío en mí. Yo confío en Dios.

 

 Y recuerdo cada elección y actitudes equivocadas, en mi vida adulta: mi divorcio de Armantina, la separación con mis hijas, mis adicciones sexuales, mi conducta egoísta e inmadura, abortos, la falta de comunicación con Ernesto (mi hijo menor), priorizar mi trabajo a mi familia, e incluso, por un tiempo, mi alejamiento de Dios. Y todo tuvo consecuencias y muy costosas, que asumí y sigo asumiendo, ¿qué otra cosa puedo hacer, sino dar GRACIAS a Dios por todo lo vivido?

Como dice uno de mis guías espirituales, el padre José Luis, gracias, gracias. “Sí, desde la altura de mis años, vuelvo mi vista atrás, ¿qué encuentro sino la interminable cordillera de tu amor? No hay rincón en mi historia en el que no fulgiera tu misericordia sobre mi. 

 

No ha existido una hora en que no haya experimentado tu presencia amorosa y paternal acariciando mi alma. Tú eres la última y la única razón de mi amor. No tengo otras. ¿Cómo tendría alguna esperanza sin ti? ¿En qué se apoyaría mi alegría si nos faltases tú? ¿En qué vino insípido se tornarían todos mis amores si no fueran reflejo de tu amor? Eres tú quien da fuerza y vigor a todo. Y yo sé sobradamente que toda mi tarea de hombre es repetir y repetir tu nombre. Y algún día, con tu gracia, retirarme a tu presencia”.

 

 

87. Mi largo camino de conversión

 

He sido, con mis altibajos, una persona muy creyente, creo en las personas y en el amor infinito e incondicional de Dios. No he necesitado ver sanaciones milagrosas ni apariciones en el cielo, para creer. De muchas maneras he “sentido” su presencia en mi vida, aunque no siempre tuve la conciencia y fe madura de ahora. 

De chico creí en el pequeño Jesús que amaba a los niños pobres, ya que los niños ricos tenían un papá y una mamá que podían comprarles todo. Me llenaba de ternura ver “el nacimiento”, ese pequeño lugar lleno de paja y animalitos, seguramente con mucho frío, donde el Hijo de Dios, decidió nacer. !Qué hecho tan maravilloso! 

Y cada diciembre le escribía, aún lo sigo haciendo, y en cada cartita le pedía algunas cosas, por mi abuelita para que le pagaran los delantales que ella daba “al fiado”; por mi mamá, para que se sintiera amada y dejara de trabajar tanto; por mis hermanos para que no se enfermaran mucho y fueran a una escuela mejor que la mía; por mi profesora de tercero o cuarto grado, que enfermó y murió jovencita en Chichigalpa; por una profesora de Chinandega, cuyo nombre no olvido, llamada Daycilia Muñoz que me pegaba mucho en la escuela; por los niños del barrio cuyos padres les maltrataban con frecuencia; por el padre Soto y don Toño, el sacristán; etc, etc; yo tenia dos sueños: estudiar para ser medico y conocer Paris.

 

Una mañana, ya en los 90, estaba sentado en el cafetín del CIES UNAN Managua, cuando una señora alta, pelirroja y flaquita, se me acercó, y con una vocecita de niña me preguntó si podía sentarse a tomar su té conmigo. 

Por supuesto le dije que sí y empezó a hacerme preguntas, y brevemente le compartí algunas cosas. Le interesó mi experiencia en los años 70 y 80, mi trabajo en el modelo de salud de León, llamado municipio docente asistencial (MDA), y me dijo si quería escribir sobre esto y presentarlo en una conferencia en Holanda.

 

Siempre me he dejado sorprender por la ternura de Dios, y sin pensarlo mucho, ni preguntar nada, le dije que sí. Era la doctora Francoise Barten, una cooperante holandesa enamorada de Nicaragua. Esa plática fortuita me abrió la “ventana al mundo” y me dio la tercera gran oportunidad de mi vida

 

De súbito, me vi envuelto en una dinámica increíble, leer y leer decenas de “papers” y libros sobre Nicaragua, llegué a tener una mini biblioteca sobre el tema, que infelizmente ya no existe. Y empecé, con ayuda de Francoise, a escribir mi primer artículo, un éxito en el “journal” donde fue publicado, que ameritó una carta personal del editor de la revista. Ese fue mi boleto para internarme en el “mundo académico europeo”. 

Una mañana de diciembre fui el invitado principal a exponer en mi “inglés rudimentario” sobre cómo desarrollar el modelo “Healthy City” y los principios de “Local Governance” en un país del tercer mundo, como Nicaragua.

 

Mi foto apareció en el periódico de Nijmegen, una bella y pequeña ciudad al sur de Nederland, fui entrevistado varias veces, me recibió el alcalde de la ciudad y el rector de KUN (La universidad católica de Nijmegen), y pude gracias a ello, traer mucha ayuda y proyectos, cuando la tragedia del Huracán Mitch. 

 

Varios estudiantes de la UNAN León han viajado a Nijmegen, gracias a ese convenio. Y León fue la pionera en PBL (Aprendizaje basado en problemas) y el entrenamiento a nivel de “magister” en Educación Superior en Salud, que hoy se oferta en diversas universidades. Fui una suerte de “representante” de la UNAN León en Nijmegen.

 

Durante mi primera semana en Holanda, viajé varias horas en bus para llegar a Paris, conocer la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, el museo de El Louvre, el cementerio de Montmartre, la Catedral de Notre Dame, la “Sorbonne”, el Rio Sena, el “Moulin Rouge”, el barrio latino, caminaba y caminaba, extasiado de la belleza de la ciudad, jardines, clima, mujeres bellas, turistas por todos lados, parisinos distantes caminando rápido. Uno de mis sueños infantiles estaba siendo cumplido.

 

Fue el primero de mis tres viajes a esa ciudad, el Paris de mis cartas al Niño Dios de la infancia. El me daría y me ha seguido dando muchos y variados regalos, sobre todo sentirme amado por El, me eligió la mejor esposa del mundo, y me cuida día a día, como si aun fuese el pequeño niño avergonzado y triste, en la acera de mi casa en Chichigalpa.

 

 

Terminaré estos relatos mi palabra favorita. GRACIAS, gracias Señor por tu amor infinito, gracias, cada día, una nueva oportunidad para conocerlo y amarlo, como nos dice san Agustín: Ama a Dios y haz lo que quieras.

 

 

88. Noches oscuras del alma

 

Recuerdo claramente una tarde que llegué a la Catedral de León en busca de la reconciliación, mi alma estaba contaminada de muchas cosas. En esos años aún se acostumbraba una confesión de rodillas frente a una ventanilla recubierta por una tela gruesa, detrás de la cual estaba sentado un sacerdote. 

El hombre de Dios me escuchó, le abrí mi corazón y de repente, lo vi salir del confesionario con su sotana blanca y estola color morado, había una pequeña fila de personas esperando la confesión, me lanzó una mirada que me amedrentó, como cuando era un niño y mi madre me regañaba o castigaba. 

Con un gesto me pidió hacerme a un lado, y me dijo: “! de rodillas!”, y entró de nuevo a seguir confesando. 

Yo no sabía qué hacer, tenía muchos años de no buscar de Dios, y me quedé ahí, de rodillas, mientras la misa continuaba y el padre seguir confesando. No sé cuánto tiempo pasó, para mí una eternidad, me sentía avergonzado y a la vez “castigado”, cuando escuché la voz del sacerdote que me dijo nuevamente con voz de trueno “puede irse y cumpla con los Diez Mandamientos”.

 

Me levanté y salí rápidamente de Catedral. Pasaría mucho tiempo para atreverme a entrar nuevamente a un templo.

 

La primera vez que fui a México, visité a mi hermanita Sylvia. Yo estudiaba Epidemiología en Acapulco y debía tomar un “Estrella Roja” y viajar 450 kilómetros hasta Puebla de los Ángeles. 

 

Salí de clases ese viernes a las 5 pm y debía estar de regreso el lunes a las 7 am. No lo dudé ni un instante, llegué a Puebla a media noche, y al día siguiente, sin preguntarme, Sylvia me llevó a misa y a confesarme con el padre Ignacio.

 

 Yo no dije nada, me dejé llevar por mi hermanita a quien tenía varios años de no ver. El Padre me abrazó y me dijo: Dios es un Dios de amor y misericordia, El siempre perdona los pecados, no me dejó terminar mi “extensa” confesión y me dijo: "vete en paz, tus pecados te son perdonados", y me dio la bendición.

Recién he visto al padre Ignacio nuevamente, ahora enfermo de cáncer, pude abrazarlo y me confesé nuevamente con él, al terminar me pidió rezar junto con Sylvia un Ave María y su énfasis en la parte final de la oración “Ruega Señora por nosotros-tus hijos- ahora y en la hora de nuestra muerte. Amen”.

 

Mi vida ha sido de muchas caídas y vuelto a levantar del lodo, basura y podredumbre. Y en la segunda mitad de mi vida, en mi nuevo nacimiento, he aprendido lo que tengo que hacer: acercarme al confesor, visitar al Santísimo, buscar la guía espiritual, rezar.

 

Mi segunda “confesión general” la hice con el padre Juan Domingo, pedí una cita de 15 minutos y el sacerdote me dedicó mas de una hora, nuevamente “abrí mi corazón” y todas las vergüenzas de mi vida como pecador. Me escuchó con la paciencia de Job y al final me abrazó como un Padre, lloré en sus brazos como un niño y recibí el perdón y la paz que solo Dios puede dar.

 

He tenido demasiadas “sombras” en mi vida: momentos auto destructivos, conductas depresivas, adicciones de diversos tipos, hice mucho daño a seres inocentes como mis hijos, fui por muchos años un hombre egoísta y alejado de Dios. Pero El en su infinito amor siempre me mantuvo ocupado, trabajando sin parar, en una y otra cosa, y me mostró su amor a través de mi esposa Armantina y muchas personas, sacerdotes, laicos, religiosas e incluso personas desconocidas. 

 

Las noches y momentos oscuros no han desaparecido, se presentan de repente como fantasmas y algunos trozos han permanecido ahí, sembrados en las neuronas del dolor emocional, causado a veces por familiares y personas cercanas, pero he aprendido que “la salvación es individual”, y yo “debo hacer mi parte”, sin pretender influir y mucho menos controlar lo que ocurre a mi alrededor.

 A menudo me pregunto: “¿quién soy yo?, para pretender que x o y persona, haga lo que yo considero correcto.

Me ha costado mucho, pero sigo aprendiendo a callar, tolerar, escuchar, comprender, y como dice el padre Larrañaga, “abandonar y abandonarme” en brazos de Dios. Y como siempre mi dice mi madre “no dejemos de rezar”. 

No todos lo comprendemos, pero hemos nacido con un propósito, el mío hasta ahora el es de ser útil, servir en mi profesión de médico, vivir mi vocación de papá, esposo, hijo, abuelo, hijo de Dios, de la mejor manera posible. Muchas veces no se cómo hacerlo, pero sé que no estoy solo, nunca lo he estado, por ello digo en mi blog, que “debemos vivir conforme su palabra y amparados por su amor". 

 

Solo soy un hombre agradecido, un pecador enamorado de Dios. En El encuentro las fuerzas para vivir, día a día, pase lo que pase. 

Uno de mis salmos preferidos es el 23: “Aunque pase por valles y sombras de muerte, no temeré, porque Tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me sostienen”. Gracias Señor. Gracias.

 

 

89. Unidos por Siempre.

 

Hace algunos años veía TV con mi esposa Armantina, y de repente “pasando canales” vi a un viejo amigo, el ex comisionado general de la policía, Luis Enrique Rodríguez, hablando sobre Dios, y me quedé “con la boca abierta”. 

El, un hombre ateo, mundano, dando un testimonio sobre su conversión de forma pública, ¿Que había pasado?

 Yo conocía a Luis Enrique de mi experiencia política de los 80, un hombre alegre, bromista, entusiasta, un buen amigo, lo veía en la tele y no me lo creía. Me quede en el canal Extra Plus hasta el final, un hombre como él, ¿cómo había logrado cambiar tanto?. 

 

Días después fui con mi esposa a la piscina del Hotel Holiday Inn, y cuál es mi sorpresa que veo a Luis Enrique caminando con alguien que parecía ser su esposa, no resistí y me le acerqué, me dio un gran abrazo, y me invitó a unas “charlas” que daba los jueves a los 7 pm en el Colegio Teresiano. Lo comenté con Armantina y ese mismo jueves fuimos. 

 

Llegamos y el local estaba lleno, sobre todo de parejas, nos sentamos y mi primera sorpresa es que me dan la “bienvenida”: “nos alegra ver esta noche a René y Armantina, un viejo amigo, gracias por estar aquí”. Y luego pasaron dos videos, el primero fue “Nadie te ama como yo” y el segundo “A sus pies hay paz”, al escuchar las letras y ver las imágenes del crucificado camino al calvario, entregándose por mi y por ti, al escuchar su voz dirigiéndose a la Virgen: “Ya ves Madre, yo hago nueva todas las cosas”, no soporte más y rompí a llorar, Armantina apretó fuertemente mi mano. 

 

Alguien hizo una oración por todos los ahí reunidos, y pidió al Espíritu Santo abrir los corazones, y empezó el testimonio de Luis Enrique y su esposa Aura Rosa, lo escuché con el corazón palpitante por una hora, y vi en él reflejada mi propia vida: infidelidad, abortos, candil de la calle, oscuridad de la casa, abandono de los hijos, y empezó a hablar sobre la Palabra de Dios

Recuerdo tres citas extraordinarias: “donde abundó el pecado, sobre abundará la gracia”, “un corazón contrito y humillado, Dios no lo desprecia” y “El que confiesa su pecado, alcanzará misericordia”. 

 

Al final se acercaron a nosotros y nos invitaron a un Encuentro de Parejas de un fin de semana, el costo era de cien dólares, pero nos harían una rebajita y lo dejarían en sesenta. 

Llenamos una hoja de inscripción y dos semanas después estábamos ahí, en Diriamba, era un viernes a las 5 pm

 

Desde que cruce el umbral de la puerta, en el Encuentro de Parejas, sentí que no estaba en Nicaragua, había una fiesta para mí, vi a un Padre corriendo a mi encuentro, abrazándome, su rostro lleno de lágrimas, feliz de verme de nuevo, quise decirle cuánto había fallado, abrir mi corazón, pedirle perdón, pero no me dio tiempo de nada, me hizo pasar al gran salón, puso un anillo en mi dedo, me puso ropa de fiesta y empezó el banquete: fueron dos días y una noche extraordinarias, escuché varios testimonios de hombres y mujeres cuyas vidas habían sido destruidas y como 

 

Dios los había restaurado, vi a hombres como yo contar sus heridas infantiles y adolescentes, abusos de todo tipo, muchas veces causados por sus padres o familiares. 

 

Y vi como el Señor los había restaurado, sentí el amor y la misericordia en vidas desgarradas por el mundo, ahora con “una vida nueva”, una “familia nueva”, y me dije: No soy digno de Ti, pero una Palabra tuya, y yo también, puedo ser un hombre con un corazón nuevo y un espíritu nuevo.

 

La tarde del sábado nos visitó un matrimonio, eran Edgar Rodríguez (el cronista deportivo) y su esposa Elbita, y con ellos abrimos nuevamente el corazón. Le pedí perdón a Dios y a mi esposa. La vi a los ojos como cuando la conocí en Laguna de Perlas, nos pedimos perdón mutuamente, oramos los cuatro y sentí que el Espíritu de Dios había restaurado mi vida.

Salimos el domingo a las 5 de la tarde y experimenté un nuevo nacimiento, sentía m piel como la de un bebé, respiraba como si fuera la primera vez, escuchaba los sonidos del viento y los pajaritos como si estuviese en el paraíso perdido.

Con Unidos por Siempre estuvimos un año más, nos prepararon para una misión: la de servir, ser testimonio, hacer viva la palabra, nos dieron herramientas espirituales para la batalla en esta nueva vida. Mi esposa y yo estamos eternamente agradecidos.

Una tarde, el padre Victor Rivas nos llamó para organizar la Pastoral Familiar en la parroquia, le dijimos que habían muchos matrimonios ejemplares, que nosotros habíamos tenido demasiadas caídas y pruebas, pero él nos dijo, “precisamente por eso, solo el que ha vivido el desierto, puede comprender y ser instrumento de Dios para ser Iglesias Domesticas, sin excluir ni rechazar a nadie”.

Y ahí nos hemos quedado, sirviendo, como pecadores amados por El, siervos inútiles, y musitar con el salmo 39: Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad.

 

 

90. Gracias padre Víctor

 

En el año 1999 salimos de León hacia Managua, el inicio de un nuevo éxodo (atrás quedaron el Ingenio san Antonio, Chichigalpa y León). Atrás quedaban muchos años difíciles (1978-1999), veinte y un años de desierto, pruebas, tentaciones, caídas, alejamiento de Dios.

Al llegar a Managua, un lugar peligroso y cuasi desconocido, al menos para mi. Una de las primeras cosas fue buscar una parroquia (era un tiempo en el que aún viajaba todos los días hacia León, lo hice hasta mi reciente jubilación). Fuimos a diferentes templos, conocimos diferentes sacerdotes. Recuerdo con mucho cariño a un joven sacerdote de Don Bosco, quien hizo una preciosa eucaristía, para bendecir, sanar y restaurar nuestro matrimonio. Dios le bendiga, esté donde esté.

Una mañana fui al templo buscando la confesión (siempre he sido un pecador, necesitado del perdón) y al terminar la misa, atrevidamente (otro de mis defectos), fui en busca del celebrante y le dije “¿Padre, puede confesarme? El joven sacerdote estaba sentado comiendo algo, y me dijo con una sonrisa y la mirada alegre: “solo espere que termine de comer y ya lo confieso”. Y así fue, me confesó y me dijo: “No olvide que Dios es un Dios de amor y de misericordia. El perdona siempre, al que le busca de corazón”. Este fue mi primer encuentro con el padre Victor Manuel Rivas Bustamante.

Hoy, en la etapa final de mi vida, quiero expresar públicamente mi agradecimiento a este aún joven sacerdote. Poco a poco lo fui conociendo mejor: un hombre extrovertido, hiperactivo, sonriente, todo el tiempo ocupado, pero siempre con el tiempo para saludar, interesarte en tu vida, orar por ti, bendecirte, un alegre, joven y misericordioso hombre de Dios.

No olvido el día en que llegó, por sorpresa, a visitarme estando recién operado. No olvido el día que llegó, sin esperarlo, a una de nuestras fiestas familiares, a saludar, a compartir. No olvido el día en que nos llamó para sellar nuestra vida matrimonial, nos habló sin mucho discurso, no hizo referencia a ninguna cita bíblica, no nos “regañó”, simplemente nos invitó a la introspección espiritual y humana. Fue el tiro de gracia a la vida en el mundo, y el nacimiento de una nueva vida, con Cristo en el centro. 

El padre Víctor nos bautizó a nuestra nieta Alisson Alana, dio la primera comunión a nuestra primera nieta, Tania Isabel, hizo la renovación de nuestros votos matrimoniales, nos regaló la gracia de servir en la Pastoral Familiar, y ha sido un referente de pastor para todos, cercanos o alejados de la iglesia.

Tuve el privilegio de conocer a sus padres y supe que además de todo lo anterior, es un hijo amoroso y amado por sus padres y toda su familia. Me he acercado un poco al dolor de sus problemas de salud, y lo he visto celebrar sin quejarse una sola vez. Lo he visitado en su casa, en la universidad, en el templo, y el mismo padre Víctor: alegre en el Señor.

Su anillo sacerdotal dice las palabras de Isaac “Átame fuerte Padre mío. Átame fuerte” (Genesis 22, 11-19), el precioso Aquedah del Camino Neocatecumenal. Y cuando me siento débil y tentado, recuerdo estas palabras: Átame fuerte Señor, que yo no me resista. Ayúdame. Te necesito. No puedo solo. Un pobre pecador, enamorado de Dios.

Gracias padre por su cariño, sus palabras, sus homilías, sus frases de ánimo: “échele ganas”, “chavalón”. Gracias por su reprensión fraterna, su ejemplo, su valor, su cariño.

Nuestra casa ha sido bendecida muchas veces con su presencia, en una comida, un café, siempre con su buen humor, sonrisa de niño grande, oraciones y palabras de afirmación. 

 

Estoy llegando al final del camino y no sé si con el padre Víctor haré mi última confesión. No sé. Pero espero encontrarlo de nuevo en el cielo. Y con él, a otros sacerdotes que he conocido en la parroquia. Pastores de mi iglesia y hombres de Dios.

Termino con el texto de una tarjeta que una vez mi hija Mey Ling hizo para él, con sus propios manos: “¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en su lugar santo? Solo el de manos limpias y corazón puro”. Gracias padre Víctor, que Dios le bendiga siempre y le preserve en gracia y santidad.

 

91.            Nada es imposible para Dios

En 1999 después de 21 años de vivir en Occidente, mi familia emigro hacia Managua. Aún recuerdo el camión transportando las cosas, y nuestras hijas viajando con el “Oso” en nuestro viejo y fiel “Niva”. 

El destino era la casa de Fátima, la hermana mayor de Armantina, quien vivia en Miami. Iniciábamos un nuevo capítulo en nuestras vidas, atrás quedaba Chichigalpa donde nació Mey, el Ingenio san Antonio donde nació Tamara y León, donde había nacido Claudia, pero también quedaban atrás momentos muy difíciles, sobre todo para ellas. Era un nuevo comienzo y con muchas incertidumbres.


Al inicio asistíamos a misa a Don Bosco, pero por la distancia, nos quedamos en el templo de la Inmaculada Concepción, ahí conocimos al párroco, el padre Victor Rivas. Éramos una familia más, no conocíamos a nadie, y aún habían muchas heridas sin sanar. 

Dios nos puso en el camino al “Ministerio Unidos por Siempre” y al concluir la etapa de post encuentros, nos preguntaron ¡dónde queríamos servir?, ¿si con ellos o en nuestra parroquia?. Sin pensarlo mucho optamos por nuestra iglesia.

Recuerdo que después de la misa dominical buscamos al sacerdote, pero estaba ocupado con otras personas, y alguien nos pregunto si queríamos algo, y les dijimos “queremos servir como matrimonio” y nos dijeron “¿No quieren ser lectores?”, nos reunimos los sábados a las 5 pm. 

Y una semana después ahí estábamos con ellos, por primera vez, congregados en una comunidad.

 

Fue una hermosa experiencia, aprendimos a “leer”, a escudriñar la palabra, recibimos formación litúrgica, conocimos a personas muy piadosas, y de alguna manera u otra nos fueron conociendo las personas de otras comunidades, éramos una pareja que “leía” en las misas, un matrimonio que asistía a todas las actividades de la iglesia, una pareja en busca de Dios.

Una tarde mientras estábamos en la reunión semanal de los lectores, Nimia, la secretaria parroquial nos dijo “el padre quiere hablar con ustedes”. 

Fuimos a un pequeño salón, y el sacerdote nos habló acerca de la “Pastoral Familiar”, que aún no existía en la parroquia, nos propuso una pastoral “abierta” a parejas ya sea en condición sacramental, matrimonio civil o unión libre, y nos pidió hacernos cargo de su organización. 

Nos quedamos sorprendidos, pero a la vez, entusiasmados, ya que precisamente habíamos sido “preparados” para ello, trabajar con parejas, y a pesar de nuestra posición que “había otros matrimonios mas “sanos” que nosotros, el padre Victor dijo, que precisamente, por haber pasado “tantas pruebas” estábamos en la posición de comprender y ayudar a muchas parejas, que vivían conflictos de diferente naturaleza. 

Sin pensarlo mas, aceptamos su propuesta, nos bendijo y empezamos a trabajar.
Fueron meses intensos e increíbles, Dios nos dio las fuerzas e iniciativas necesarias: repartíamos volantes al inicio de la misa, visitamos muchos hogares con una lista que nos dio el sacerdote, preparamos una agenda de catequesis, compramos un “data show” y un martes a mediados de julio de 2012, con el templo bastante lleno, luego de la oración del padre Victor, Armantina y yo dimos la primera catequesis: hablamos sobre el amor, abrimos nuestros corazones, compartimos todo lo que nos había pasado y les dijimos que al poner a Dios en el centro de nuestra vida, El nos había restaurado, que éramos una familia “normal”, donde ambos trabajábamos, teníamos hijos y una nieta, con problemas y dificultades, pero que ahora ya no “confiábamos en nuestras propias fuerzas, ahora confiábamos en Dios, y que para El nada es imposible.

Terminó la reunión, algunas expresaban su pesar, “pobrecita, cuanto ha sufrido esta señora”, otros decían “que hombre mas sinvergüenza”, y al martes siguiente, ahí estábamos a las 6.30 pm abriendo el templo, las persianas, encendiendo las luces, colocando el proyector, la computadora, los cables, el sonido, distribuyendo volantes, visitando las casas, invitando a las reuniones y así cada jueves del resto de ese año. Una noche se nos acercó una pareja de jovencitos, Rogelio y Carolina, nos preguntaron “si podían ayudar”, por supuesto le dijimos que si, y así comenzó el primer grupo de “servidores” de la pastoral, se creó la primera “directiva” y al finalizar ese primer año, en el día de la Sagrada Familia, Dios nos regaló una iglesia repleta para contemplar cinco bodas sacramentales, el primer fruto de la Pastoral Familiar.

 

Han pasado varios años, y hoy la iglesia cuenta con una hermosa comunidad, donde hemos visto muchos matrimonios y parejas restauradas, hay una proyección en los dos templos de la parroquia, somos la única comunidad que hace catequesis todos las semanas del año, sin excepción, hacemos “encuentros” de hombres, mujeres y parejas, damos consejería espiritual, atención psicológica, oramos, escudriñamos la Palabra, misionamos en dos comunidades, y poco a poco, hemos aprendido todos a creerle a Dios, promovemos el sacramento del matrimonio, y tratamos de ser testimonio, con nuestra vida personal y familiar. 

 

Es un camino donde Dios nos ha querido poner, y ahí estaremos hasta que El disponga lo contrario.
Cada noche doy gracias a Dios por mi esposa Armantina, ella ha sido la pieza clave de mi conversión, ella me anima, me escucha, ora conmigo, llena de alegría y risas nuestro hogar, es como una brisa fresca permanente, una mujer prudente y sabia, un tesoro para mi proyecto de vida. 

 

92.            ¿Dios existe?

Esta semana un matrimonio católico muy querido, me ha pedido hacer una catequesis sobre la existencia de Dios, a lo que he aceptado con mucho gusto, ya que, aunque no soy un catequista, tengo algunos dones para ello y el Señor, me ha concedido la gracia de la piedad y disfrutar de las cosas de Dios. 

Le comentaba a esta pareja y al grupo en que estábamos, que este es un tema central de la Antropología y la Teología, de hecho, muchas comunidades cristianas inician su caminar, con este tema, hoy lo hago retomando las enseñanzas del padre Santiago Martin:

 

La primera conclusión a que llegó el ser humano cuando se hizo tal, fue que Dios existe. ¿La existencia de Dios fue un hermoso sueño que motivó a los hombres desde el principio y que les ayudó a afrontar lo duro de la vida y la aún más dura muerte, o el ser humano tenía desde el inicio la certeza de que Dios existía? Dicho de otro modo, ¿la fe en Dios fue común o no ya en los albores del ser humano? Y, sobre todo, ¿por qué es importante esto?

 

Comencemos por dar respuesta a la última pregunta. Saber si Dios existe o no, es decisivo para el hombre y para el conjunto de los hombres, porque de una respuesta afirmativa o negativa se van a desprender conclusiones que marcarán en un sentido o en otro la vida del ser humano y sus relaciones sociales. Y esto justamente es lo que entendió el hombre desde el principio de su existencia y por eso esta cuestión estuvo presente en los primeros pasos del pensamiento humano, en el origen de la Filosofía.

Sin embargo, es muy probable que el hombre primitivo no se formulara la pregunta cómo nos la hacemos hoy, sino que, partiendo de la certeza que le daba la intuición, se preguntara más bien cómo debía ser su relación con ese Dios que estaba seguro que existía. 

 

En las más ancestrales huellas de cultura humana hay fe en la existencia de Dios; los enterramientos rituales, por ejemplo, son una prueba de que los más remotos antepasados nuestros creían no sólo en la divinidad sino en algún tipo de vida después de la muerte. Y digo que creían y no sólo que lo deseaban, pues por el cumplimiento de un anhelo, de una hipótesis, uno no se desprende de objetos valiosos y escasos como los que eran depositados en las tumbas de los familiares difuntos. 

 

 

La fe en la existencia de Dios ha sido, por lo tanto, una constante en el ser humano y el hombre ha creído en la existencia de Dios y, más aún, ha creído que esa existencia era la base y el origen de su propia existencia. 

 

Cuando Yahvé se le aparece a Moisés en el Sinaí, en el famoso episodio de la zarza que ardía sin consumirse, Dios da de sí mismo esta definición: "Yo soy el que soy" (Ex 3, 13-14). Es decir, el hombre comprende que Dios es el inicio de la existencia, de toda existencia, de su propia existencia. Dios es el suelo firme en el que poner los pies. Porque Él existe, yo existo. Y sin Él, sin su existencia, la mía se tambalearía, pues no sólo no sabría quién soy yo exactamente, sino que no sabría quién debo ser y qué va a ser de mí cuando deje de ser lo que soy aquí en la tierra.

 

 

Aquí dejo al querido padre, y termino con mis propias palabras, podemos caminar esta vida con la luz de Dios o con nuestras propias luces (intelecto, racionalidad, etc). Yo he decidido caminar con la Fe en Cristo, y no tengo nada con quienes no lo hagan de esta manera. 

 

Yo he experimentado la existencia de Dios, yo he sentido el amor de Dios, yo necesito de Dios, yo he conocido a Jesús, me he enamorado de El, y le sigo, con mis pasos humanos y vacilantes, y espero seguirlo hasta mi último momento. He aprendido que Dios es amor, y yo he nacido, para aprender a amar.

 

93.   El Paraíso Perdido

 

Ayer fui invitado por la Pastoral Familiar de la Parroquia san Pablo, a compartir el tema: Un nuevo año para seguir aprendiendo a amar. Algunas personas me han pedido compartir con ellos también esta catequesis, así que tratare de resumir su contenido.

Hay un poema de John Milton, titulado “El Paraíso Perdido” y ese fue el punto de partida: fuimos expulsados del paraíso por la “desobediencia” a Dios. Y esto sigue ocurriendo día a día, un mundo que no solamente desobedece, sino que promueve vivir sin Dios. Una cultura secular, atea y relativista, que deja en manos de cada quien, actuar conforme a su conciencia individual, es decir vivir como “nos de la regalada gana”. 

Y esto es el segundo tema, la libertad de los Hijos de Dios, el libre albedrío, donde cada uno de nosotros, hace elecciones y toma decisiones en libertad, pero hay que asumir las consecuencias, sin buscar culpables, más que uno mismo.

 Dios perdona, pero el pecado tiene consecuencias y hay que aceptarlas, sin pretextos ni justificaciones.

Yo he perdido a cuatro hijos no nacidos, tres hermanos, abuelita, tía y padre. Yo quiero ir al cielo, quiero retornar al paraíso y se que ello solo puede ocurrir por pura gracia de Dios. La vida es un regalo y la santidad es una gracia. Yo confío y le creo a Dios. Y su Palabra dice “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. Y eso es mi esperanza. Que Dios limpie mi corazón y ser fiel a su Palabra, con Fe y con Obras, mientras aun viva.

En la 2a carta a los Corintios, hay una palabra que dice: “De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas”. Y este es el mensaje central. En una ocasión Dios le dice al Rey Salomón: ¡Pídeme lo que quieras! y el Rey pide Sabiduría, discernimiento, para saber cómo actuar. Y estos son los primeros pasos de este nuevo 2018: Pedir sabiduría a Dios para que con su gracia y en nuestra libertad, retornemos al paraíso. "Busca el Reino de Dios y todo lo demás te será dado por añadidura".

“Estar en Cristo”, es obedecer su Palabra: Amar a Dios y a tu prójimo como a ti mismo. No se puede servir a dos señores. Estar en Cristo es un camino, el de la conversión, una batalla espiritual día tras día, que en la Fe Católica se alimenta con los sacramentos, especialmente confesión y eucaristía, y con las obras de caridad. 

Ser “Nueva Criatura”, es el resultado del Encuentro Personal con Dios, una gracia maravillosa, fruto de la oración, la intención de amor en todo lo que hacemos, “nacer de nuevo”, tener “un corazón nuevo, y un espíritu nuevo”.

“Las cosas viejas pasaron”, es dejar en el pasado, toda la “basura”, duelos, traumas, abusos, dolor emocional, todo. Para ello debemos recurrir al perdón, hijo del amor. El que ama, perdona. Al que mucho ama, mucho se le perdona. Y hay que ser valientes y buscar ayuda, humana y espiritual.

“Yo haré nuevas todas las cosas”, es recordar que somos hijos de Dios, hechos a su imagen y semejanza, y que, para Él, nada es imposible. Llevamos un tesoro en vasijas de barro. El Espíritu de Dios mora dentro de nosotros.

Construyamos este nuevo año, dando lo mejor de nosotros cada día, todo con amor, perdonando, aprendiendo de nuestras caídas y errores, discerniendo cada decisión y elección, dejando atrás el “victimismo”, entendiendo que no puedo cambiar ni controlar a los demás, pero si a mí mismo. Que no puedo amar, si no me amo. No puedo perdonar, si no me perdono. La invitación es a ser feliz en la libertad de los hijos de Dios, aceptándonos como somos, sin rechazar nada: enfermedades, problemas, crisis. Todo tiene un propósito.

Que al llegar la Navidad no estemos repitiendo las mismas historias, sin estar buscando “hombros en que llorar” o amigos o parejas que llenen el vacío, que está dentro de nosotros. No sigas buscando afuera, todo lo que necesitas, está dentro de TI. ¡Que Dios te bendiga siempre!

 

94.            La gente más feliz de la tierra

 

Un amigo me regalo un libro hace algunos años titulado “la gente más feliz de la tierra”, que leí en una semana. El material me encantó porque trata de una historia real, basada en un llamado del Espíritu que cambió y sigue cambiando la vida de cientos de miles de personas: el cristianismo.

 

Hay quienes dirán, “ya sé por dónde viene este tipo” u “otro fanático religioso”, o cosas por el estilo, pero no importa, sé que alguno lo leerá y coincidirá conmigo en que la verdadera felicidad del ser humano, es el encuentro personal con Cristo.

 

He visto a personas con mucho dinero o una perfecta anatomía, morir por suicidio o vivir infelices, o aparentar serlo mediante adicciones o máscaras de uno u otro tipo. No digo que el dinero o una perfecta anatomía sean causas de infelicidad, lo que digo es que la verdadera felicidad y vida plena, es cuando se experimenta la gracia y el amor de Dios.

Soy humano y como pocos viví por mucho tiempo, apasionado por los temas humanos: la política, la academia, la anatomía femenina, la naturaleza, la creación artística, y tantos etcéteras, y ahora, en esta nueva vida, desaprendo un poco cada día y mi única meta es seguir con pasión a Cristo. El es mi camino, mi verdad y mi vida. 

 

Escribo esto por lo que observo y analizo en el mundo y sub cultura actual: confusión, desorden, manipulación, chantaje, sexualización sin amor, adicciones de cualquier tipo, y lo peor de todo: el culto al anti testimonio. Nuestros héroes e “influencers” son cualquier cosa, personas ambiciosas, oportunistas y “libre pensadoras”. Nadie habla de ética, honestidad, compromiso, valor, principios, solidaridad, amor.

 

Hoy más que nunca necesitamos de Dios, un Padre y Madre que nos ama incondicionalmente. Como dijo en la vigilia pascual Monseñor Bosco Vivas, yo no tengo palabras para explicar y mucho menos persuadir a nadie para experimentar el amor de Dios. Reitero lo que dijo el, mejor dejemos que la madre nos hable ¨hagan lo que Él diga”. Ella que todo lo guardaba en su corazón.

No dejemos de rezar. No dejemos de creerle a Dios. No nos alejemos de su amor. En un mundo contaminado por el poder del mal, hoy más que nunca es necesario el amor y Dios es plenitud, felicidad y amor.

 

 

95. El evangelio equivocado

 

Hoy asistí a la misa dominical de las 11 am y el sacerdote en lugar de leer el Evangelio de la fiesta del nacimiento de Juan el Bautista, proclamó el correspondiente al 12o domingo del tiempo ordinario. 

De inmediato percibí el malestar de algunas viejitas, y el fastidio de otras, y como suele ocurrir, empecé a observar gestos y actitudes de quienes estábamos presentes en el templo. 

 

Noté la poca asistencia, la alegría de los niños de catequesis, a un hombre de rodillas casi toda la misa y de inmediato, me sentí atrapado por la “equivocación” del sacerdote. En realidad, no fue así, y comprendí de inmediato que el Señor estaba hablando a mi corazón al escuchar el Evangelio de Marcos 4, 35-40.

 

El presbítero me hizo llegar tres anuncios:

1) El significado de “ir a la otra orilla”

2) Que hay en la otra orilla? Y 

3) Que obstáculos hay en mi vida, ¿que me impiden ser sanado por Jesus?

Ya en la mañana había meditado el Evangelio de Lucas y el mensaje referido a el Bautista. Pero Dios tenía una sorpresa para mí y quería tocar mi corazón.

El padre dijo que en la otra orilla estaba la voluntad de Dios y no la mía. En once semanas se había auto destruido el país que tanto amaba, el fantasma de la guerra había vuelto, la idolatría política se extendía como lepra, y me sentía separado de casi todo, aislado, pecador, incluso no me sentía siquiera cristiano. 

 

Era como un absceso que al apretarlo expulsaba toda la podredumbre. Y el mal olor y el dolor cubría casi todo. Y el padre decía que no siempre entendemos la voluntad de Dios y que llegamos a comprenderla más tarde, no en el momento actual. Y que debía obedecer la voluntad de Dios, aunque no la comprendiera o fuese contraria a lo que yo pensaba o deseaba. 

 

Y me invito a “navegar” hacia la otra orilla de mi vida. Dejar muchas cosas atrás: parroquia, amistades, grupos, rituales, actitudes. Pequeños o grandes cambios que mi vida necesita y que para realizarlos debía viajar a la otra orilla. Sin temor. De la mano de Dios.

 

 

Luego el sacerdote me dijo que en la otra orilla había un hombre endemoniado que Jesús quería sanar. Y me di cuenta a lo inmediato que ese hombre era yo. Poseído por mis pasiones humanas, por los demonios interiores de mi propia vida. Por los fantasmas del pasado y del presente. 

Me invitó a realizar un diagnóstico espiritual y moral de mi historia personal. Y que Cristo quería sanarme y salvarme. Me di cuenta de mi lepra, mi parálisis, mi ceguera, mis demonios, sentí el dolor del absceso y la pestilencia de la pus. 

 

Y el padre oró por todos los que estábamos ahí. Y me pidió meditar el capítulo 4 del Evangelio de Marcos, el evangelio de los milagros. Y Cristo quería rescatarme nuevamente en medio esta tormenta, el obstáculo para llegar a la otra orilla. Y mencionó las barreras que en la familia y en la sociedad me alejan de Dios: los duelos no resueltos, la cultura del odio, las adicciones inmorales, el pecado revestido de tantas maneras, la muerte espiritual, la división familiar.

 

Y finalmente habló sobre el tratamiento, la alegría del domingo, la vida en familia, la necesidad de compartir, la esperanza en el Dios de vivos, la fe fundamentada en el amor, la paz que solo Dios puede brindar. Y me di cuenta que el Espíritu había tocado mi corazón. 

No había equivocación alguna en el Evangelio. No existe un Evangelio equivocado. La Palabra de Dios nunca regresa vacía. 

Y el padre oró por el Papa Benedicto XVI, y por todos los pastores que proclaman la Palabra y hacen la voluntad de Dios, y por todos nosotros, y por mí, un pecador poseído por espíritus inmundos. Y sentí la brisa fresca del domingo, la brisa que Elías sintió en la cueva y la necesidad de levantarme y seguir, implorando que se haga la voluntad de Dios y no la mía.

 

Y salí del templo, con la imagen de los niños de catequesis y del hombre de rodillas, y la mano suave de mi esposa cerca de mí. 

Y pedí nuevamente perdón y di nuevamente las gracias, y me puse en manos de Cristo. 

 

A sus pies, como dice Jesus Adrian. Tocando el borde de su mano como la hemorroísa. Con mi vida de pecado como la samaritana. Y pedí la gracia de levantarme de nuevo, como el hijo menor, y aceptar a mis hermanos, como el hijo mayor. Y callar ante el que todo lo puede, aquel a quien hasta el viento y las aguas obedecen

 

 

96.   La homilia del jueves

 

Ayer asistí a la iglesia, como todo Jueves Eucarístico. A dar gracias y pedir perdón. 

Y el Padre José Luis se refirió a los diversos tipos de cristianos católicos: los de apariencia, los de doble moral, los hipócritas, los sembradores de odio, los soberbios, los que no quieren perdonar, los que escandalizan a los más pequeños.

 

Y se refirió también a los sacerdotes, los que, en vez de anunciar la buena nueva, azuzan el odio y las pasiones humanas. Y sé que también hay alcoholizados, de doble vida, homosexuales, pedófilos, con poca fe.

Por eso debemos rezar mucho por ellos. Necesitan nuestras oraciones para permanecer firmes y fieles al Evangelio.

Y subrayó que TODOS somos Hijos de Dios. Todos. Y nos recordó el salmo: al sacerdote eterno y la invocación al Señor para hacer SU voluntad y no la nuestra.

 

Y salí del templo atravesado por la espada de doble filo que es la Palabra. ¿Cuál es la voluntad de Dios en mi vida ahora?

 

Y sé que debo morir a mis pasiones humanas y sé que debo aceptar a mis hermanos tal cual son. Y sé que mi único camino es Jesucristo. Nadie más. Por El y para El. 

 

Doy gracias a Dios por el Don de la Vida y poner en mi camino tantas bendiciones y pruebas. Todo ello me ha hecho lo que soy: un pecador enamorado de Dios. Un hombre necesitado del Amor de Dios. Un trozo de barro. Una brizna de polvo. Y aun así Dios me ama. Sé que cuento con El.  Y sé que un corazón contrito y humillado Él no lo desprecia

 

 

97. Pasos para la plenitud

 

Muchos piensan y actúan, con la convicción que la vida se reduce a “pasarla bien”, de la manera que sea: sexo, fiestas, paseos, tragos, comida, descanso, y está bien, como dice mi amigo, el borrachito sabio “cada quien que se acomode como pueda”. Yo no voy a darle lecciones a nadie. Estoy más que entendido que la cultura hedonista es la que muchos viven o anhelan vivir. 

 

Me resisto a creer que nuestros cien mil millones de neuronas, se utilicen únicamente las del sistema límbico, o sea vivir como personas cargadas de emociones, deseos y recompensas. Me resisto a creer que el “sentido de la vida” sea únicamente esto (que es importante, no lo voy a negar). 

 

Yo al menos, desde que empecé a tener un poco de racionalidad, luché por un sueño y un proyecto de vida, y con el pasar de los años, me convenzo una y otra vez que tuve la “intuición” correcta: salir del “pueblo blanco”, prepararme bien, tener un desarrollo integral como ser humano, y ser útil, sentirme útil, y encontré en la Medicina y el Amor a Dios, los dos pilares claves para hacer mi “camino de Santiago”. 

 

El día que muera, me iré con la convicción de haber sido un hombre, que construyó su mejor versión, que aprendió de sus errores, que supo leer las señales y enfrentó con armas espirituales y humanas, las tentaciones de la mediocridad, las adicciones, los apegos y el temor a la muerte. Poco a poco me he ido “liberando” de mis propias cadenas.

Casi todos los sabios coinciden que el primer paso consiste en Ser Libre de adicciones, apegos, dependencias y codependencias. Un proceso de mediano plazo, para lo cual existen diversas “terapias” y “procesos”. 

Me da mucha tristeza escuchar a las personas envueltas en este tipo de “prisiones personales”, decir “yo no tengo nada”, “yo no necesito de nadie”, “yo estoy bien”, y en el peor de los casos “déjenme en paz, así como soy, así quiero seguir”. 

Muy triste, porque no hay nada peor que una adicción, sea cual sea: alcohol, drogas, cigarro, trabajo, sexo, iglesia, “amor”. 

Y ya no digamos de las personalidades dependientes, llenas de inseguridad, miedo, temor, con un YO debilitado, incapaz de tomar decisiones, prisioneros de cadenas invisibles.

 

El segundo paso, es dejar atrás el pasado, sobre todo ese pasado que te recuerda una y otra vez, “lo mal que la vida ha hecho contigo”, ese pasado deprimente y oscuro, cargado de maltrato, abuso, descalificaciones, ofensas, “mala suerte”, que solo te lleva a conductas depresivas, melancolía, tristeza, pesadumbre, dolor emocional, ideas suicidas, soledad. 

Es una tragedia personal vivir en el pasado. Pero también es una elección. Tú decides donde quieres vivir AHORA. Y es un paso difícil, pero posible. 

Todo depende de TI, ahora, hoy, en este momento. Y te advierto, vas a necesitar ayuda por un tiempo. Un guía espiritual o un consejero profesional. Atrévete y da el paso.

Y el último paso es no temer miedo a la muerte. Un hecho biológico indelegable e imposible de evadir. Mas aún, un paso necesario para la vida eterna (si crees en ella).

Yo me atrevería a añadir un cuarto paso: una relación personal con Dios. Ese Dios cercano, amigo fiel, cuyo sinónimo es Amor. Un Dios que te invita a amar-lo, amar y amar-te. Acércate a Dios. Déjate amar por El. Y ya verás que todo cobra un sentido. Yo no sé tú, eres libre de decidir y elegir. Al menos yo, trato de construir para mí, una vida en plenitud. Y con la ayuda de Dios, procuro lograrlo. La invitación está hecha. Tú eliges.

 

 

98. La clínica de los viejitos

 

Recién jubilado, uno de los principales cambios, fue pasar del nuevo y lujoso Hospital Militar, a la Clínica del Adulto Mayor. La he bautizado como Clínica de los Viejitos.

 

Usualmente llena de ancianos geriátricos, en silla de ruedas o andariveles, bastones, con acompañantes. La mayoría, seguramente, mucho mayores que yo.

El primer dia, me querian sacar de la fila en la farmacia (hay que hacer fila en "verificación", en "citas" y en farmacia). Tuve que sacar mi carnet de pensionado para que me creyeran.

 

Mi Epicrisis es fabulosa: discopatia y abombamiento de C3 a C8, osteopenia, artrosis de ambas rodillas y hombros, hipertensión crónica, hipertrofia ventricular izquierda, diverticulosis dufusa del colon, gastritis crónica, cataratas bilaterales, hemorroides, ptorus palatinos gigantescos. Historia de 2 hermanos fallecidos por cancer, etc.

Me dan cada mes una bolsa de medicinas. He estado hospitalizado dos veces por neumonía y soy tipificado como paciente de alto riesgo por mis oncogenes.
Sin incluir el tratamiento especializado, que llevo hace 4 meses en el Hospital Dermatológico.

 

Si me preguntan, en términos generales, me siento bien, solo me afectan las crisis por dolor y la incoordinación refleja. 
No tengo miedo y espero seguir asistiendo a la clínica, hasta que realmente tenga cara de viejito.

 

Los ancianos son gente especial, contadores de historias, pacientes, amables, solidarios, sabios.
He aprendido a conversar con ellos, conocer sus historias, valorarlos como forjadores de al menos dos generaciones.

 

Hoy 30 de octubre, tengo mi cita mensual en la clinica de los viejitos. 
Un dia especial, aunque aún no termino de acostumbrarme a ser parte de ellos.

Algo en mi cuerpo se resiste, pero, eso soy, he vivido demasiado, y aunque no lo quería, llegué a la edad plateada y gris. 
Soy un joven adulto mayor.

 

99. La alegría del dolor

 

Como ya es habitual, esta mañana me levantaba con dolor de cabeza, el mismo que me acompañó ayer noche al acostarme. Sentado durante la Misa, agudos pinchazos y calambres martilleaban mi espalda, con dificultad leía el texto de la homilía que yo mismo había escrito, pues mis ojos todavía no acaban de enfocar bien. Desde que me atropelló aquel coche el 17 de noviembre, cada mañana me despierto a mis dolores, y el día transcurre como por un oscuro túnel por el que avanzo con paciencia y fe, acompañado del cariño de tantos que se preocupan y rezan por mí.

 

Por este túnel avanzan también muchas personas queridas, por este túnel también caminó el Señor Jesús. El dolor continuo es como una taladradora que lentamente va rompiendo todos tus cimientos, e incluso puede llegar a hacerte desesperar; cuando así ocurre, aprieto fuertemente el rosario, el mismo que llevaba entre mis dedos el día del accidente. Pienso en cuánto ha sufrido el Señor por nosotros, y en el dolor tan grande que gente muy cercana padece, los tengo muy presentes y pido por ellos.

 

Hoy era una mañana como las últimas ciento once mañanas de mi vida, por eso nada me hacía presentir que al llegar la tarde, saliendo de la universidad, rompería a llorar como un niño, pero no de dolor, sino de alegría. Hoy por primera vez, al terminar las clases y disponerme a salir del aula, he tomado conciencia de algo insólito, no me dolía la espalda, no me dolía la cabeza. Es la primera vez en más de tres meses que así me ocurre. 

Entonces se me han abierto los ojos y he visto el sol del atardecer bañando la clase, el crucifijo sobre la pizarra, el rostro feliz de mis compañeros.

 

Al salir de la universidad y mirar el cielo azul se me han saltado las lágrimas, se ha renovado en mi corazón la certeza de que el Señor no me ha abandonado y trabaja en mí y en cuantos sufren apoyados en la fe. Aunque sé que pronto volveré al túnel del dolor, he gustado la verdad de mi existencia, la de un cuerpo sano y un alma reconciliada en Cristo.

 

Volveré mañana al dolor de cabeza, a no poder pensar con claridad, a no encontrar una postura en la que no me duela la espalda, a renunciar a pequeños objetivos del día, a rezar con la repetición, a pedir ayuda para levantar un peso, a soñar que vuelvo a correr y subir una montaña… volveré al túnel del dolor con tantos otros seres queridos, agarrado a la cruz de Cristo, sabiendo que la victoria final es suya y de aquellos que viven unidos a él por la fe.

 

Por las horas de luz que hoy me has regalado, Señor, por las lágrimas de alegría con que me has colmado, te doy gracias, Señor. 
(Padre Daniel)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Parte X= Mi Nicaragüita

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

100.            Mi Nicaragua, mi Nicaragüita

 

Recuerdo claramente una de mis primeras experiencias en una playa nudista, en el norte de Europa: fui invitado por una familia, esposo, esposa y dos niños, 9 y 6 años. Y en ese ambiente extraño (para mi), de aguas heladas, dunas de arena, hombres y mujeres desnudos, niños caminando de la mano de su padre, como en un parque cualquiera; Roberto, el esposo, empezó un discurso sobre las diferencias entre el “primer mundo” y los países como el mío: Nicaragua. 

Elogió los tremendos logros de los países ricos: dinero, confort, viajes, educación, idiomas, clima, etc, etc, etc, y su última frase no la olvido “si alguien tiene oportunidades aquí, sería un loco pretender regresar a esos países, que no tienen nada que ofrecer”. 

Dos o tres veces en mi vida he tenido ofertas de trabajo y vida en otros países, todas las he rechazado, jamás, jamás he deseado vivir fuera de Nicaragua. Yo amo a mi país. Y si, por supuesto, me gusta casi todo lo que tiene el “primer mundo”, pero ni lo envidio ni lo deseo para “mi vida”. 

Escucho y leo a tantas personas despotricar contra Nicaragua, y entiendo si alguien tiene recursos económicos (bien o mal habidos), tiene todo el derecho de vivir donde les dé la gana. Pero nadie debería tener el derecho de menospreciar la tierra que le vio nacer. Admiro al gran Rubén y otros como el, que siempre se declararon nicaragüenses. Pero bueno, cada quien con lo suyo, de malinchistas y otras cosas está lleno el planeta.

Hace poco estuve en La Florida y de nuevo la misma pregunta: ¿porque no te venís a vivir aquí, tendrías de todo? Y mi respuesta es la misma de siempre. Gracias pero no.

 

Conocí, hablé y observé la vida de decena de inmigrantes, incluso tengo varios amigos médicos, sub especialistas, y más de alguno, solo está esperando la fecha de jubilación (65 años) para regresar a Nicaragua. Pero repito cada quien con lo suyo.

 

Observé que debían tener 2 o 3 trabajos para vivir “decentemente”; que la “familia” no existe, se reúnen una hora el día de acción de gracias y luego nada, no existen hijos, ni cumpleaños, ni navidad ni año nuevo; el Dios a quien idolatran es el DINERO, no hay una Fe compartida, no hay amor, no hay caridad

La ley en estos paises, es “sálvese quien pueda”, sociedades consumistas, hedonistas, tiendas llenas y corazones vacíos; y lo que más me dolió es el trato a quienes no son blancos rubios anglosajones, se percibe el rechazo y la discriminación en las miradas, gestos, salarios y abusos de todo tipo. 

 

Pero reitero, cada quien con lo suyo, lo respeto, pero YO, amo a Nicaragua, aquí he vivido y aquí quedarán mis huesos en el nuevo cementerio de León, a la par de mi esposa, y muy cerca de tantas personas amadas.

 

En Nicaragua, he podido trabajar, desarrollarme profesionalmente, disfrutar de una familia, vivir mi fe a plenitud, tengo varios confesores, guías espirituales, libertad para expresarme y pensar, sin tener que andar con vigilantes privados como en Guatemala, Honduras o el Salvador, sin temor a un secuestro como en México, y me siento muy orgulloso de Diriangén, Adiact y Agateyte, Rubén, Salomón, Azarías, CMR, Alfonso Cortez, Gioconda, Sergio, de la Mora Limpia, Camilo Zapata, las marimbas de Masaya, mazurcas del norte, valses de José de la Cruz Mena y las pinturas de Armando Morales, Rodrigo Peñalba, Roger Pérez de la Rocha. Orgulloso de Sandino, Benjamín, Carlos, Mauricio y tantos y tantos hombres y mujeres amantes de la vida y de este, su país.

Me siento orgulloso de mis padres, mis maestros, del INO y de la UNAN León, de mis lagos, lagunas y volcanes. Orgulloso de transformar la pobreza material en sentido del humor, hablar confianzudo, un país sencillo y hospitalario, un país único y original: Mi Nicaragua, Nicaragüita, la flor más linda de mi querer.

 

 

 

101.         La Revolución Sandinista (Testimonio personal)

 

Recuerdo como si fuera hoy, mi primer encuentro con el professor Gerrit Huizer, una eminencia de la Universidad Católica de Nijmegen (KUN) y mi promotor en la tesis doctoral. 

Con un poco de ansiedad toqué la puerta de su despacho, entré y me recibió con un gran abrazo, y me dijo con una profunda emoción !Viva Sandino!.

Ese día valore aún mas la relevancia de la gesta del general de hombres libres, y la lucha de cientos de hombres y mujeres, muchos de ellos ya en la paz de Cristo, para terminar con la dictadura de los Somoza. 

Sé que esto es un tema polémico, pero espero que mis hijos, nietos y biznietos, tengan mi versión y hagan un juicio critico de esta etapa de nuestra historia, sin pretender convencer a nadie. Todo tiene un contexto, y los hechos deben analizarse históricamente, al menos es mi intención.

Yo he vivido varias épocas de mi país: el Somocismo, los gobiernos neoliberales del Ing. Lacayo, el Dr. Aleman, el Ing. Bolaños y el actual. No lo he leído en ninguna crónica periodística, yo estuve ahí y por eso me atrevo a dar mi propia versión de los hechos.

Eran cerca de las 9 de la noche, cuando mi esposa y yo, escuchamos el ruido inconfundible del “Becat” y los gritos de los guardias, arrastrando a un chavalo. Vivíamos en la colonia “El Hipódromo”, Armantina tenia 20 años, estaba en su ultimo año de la universidad y yo había regresado del Hospital, a eso de las 6 de la tarde, habíamos cenado juntos y nos quedamos como toda pareja recién casada, a tomarnos de la mano, abrazarnos y hablar de tantos tema, en ese 1978, un año decisivo para Nicaragua. Al día siguiente hallaron su cadáver mutilado, detrás del estadio de León

La madrugada del 26 de mayo de 1979, iba a trabajar al Hospital del Ingenio san Antonio, cuando vi los cuerpos tirados en la calle, uno a uno los habían sacado de sus casas y los habían asesinado, casi frente a sus madres o esposas. Algo parecido había presenciado en el patio del comando de Chinandega en 1977, y hay decenas de historias similares, cientos y cientos de asesinados, bajo un régimen cuyas banderas eran la tortura, la cárcel y la muerte.

 

Vivíamos un país con una moneda “dura”, pero bajo condiciones de pobreza y miseria terribles, sin luz eléctrica ni agua potable en el campo, niveles históricos de mortalidad infantil, mortalidad materna y mortalidad prematura por enfermedades prevenibles, no existía un Ministerio de Salud, ingresar a la universidad era una “lotería” para los pobres, y la vida era para muchos, quizás como yo la miraba “Dios era para los pobres, porque los ricos no tenían ningún problema”. 

 

Estábamos “condenados” a ser obreros del Ingenio san Antonio o de la licorera, éramos una generación sin futuro, sin derecho a un proyecto de vida, un matrimonio, una familia, sin esperanzas, con un poco de amor y mucha Fe. 

Recuerdo una conversación increíble con el director de los programa sociales del ingenio san Antonio, fui donde él porque el hospital, dependía de su oficina, no estoy seguro si era por un reportaje para la revista “El Pailero” y me habló sobre ellos, los paileros, con tal desprecio y menosprecio, que me dio ganas de vomitar, “no se preocupe doctor, esa gente no vale la pena, son borrachos y gastan todo en putas, no les de muchas medicinas, ni se esmere tanto, que de todas maneras se van a morir temprano”. Y esa era la visión de país que conocí y contra la cual puse mi granito de arena para cambiarlo y que mis hijas vivieran en un país mejor que el mío. Y valió la pena.

Mis tres hijas pudieron ir a la universidad, en la UNAN Managua, UNI y UNAN León, mi hijo Ernesto estudió en la UCA y ahí también terminó sus estudios Claudia Lucia. Mis nietas aun están en pre universitario y pre escolar (que inició con la Revolución). Y tienen sueños y planes, y Dios mediante, los van a realizar. Esta es una nueva Nicaragua.

 

Leo lo que todos los días los periódicos, veo las caricaturas vulgares y ofensivas contra los gobernantes actuales y no pasa nada. Veo las instalaciones deportivas, parques infantiles, carreteras, desarrollo turístico, el acceso universal a la salud y educación, créditos accesibles, política de vivienda como nunca antes. 

Pero no soy ciego, veo claramente todo lo que hay que corregir. No hay sociedad perfecta, y en la mayoría priva la inequidad y la corrupción. No soy un fanático. Pero tampoco repito lo que otros escriben o piensan. Tengo mi propio criterio y lo expreso, cuando quiero y con quien yo considero conveniente.

Poco a poco hemos perdido el sentido de Patria, el respeto a próceres y héroes nacionales, seguimos en pañales en la construcción de ciudadania, aún hay mucho por hacer. 

Yo sigo poniendo mi granito de arena, dejando cada noche al dormir, un mundo mejor que el de ayer, yo respondo por mis actos, y que cada cual responda por los suyos.  

Me retiré formalmente de la política partidista después del Congreso de 1994 y la división del FSLN. Mi política ahora es mi vocación de medico, mi servicio a los pacientes, mi familia, y procuro cuidar de mi país. Yo amo a Nicaragua. 

 

Y nos olvido a los caídos, “no hay amor mas grande que aquel, que da la vida por sus amigos”, y sigo haciendo mía la consigna del Dr. Guevara “sentir en lo mas hondo cualquier injusticia, cometida contra cualquiera, en cualquier parte del mundo, es lo mas lindo de un revolucionario”.  

“Querida mamá, no se preocupe por mi, hay muchos hombres y mujeres luchando, son lo mejor de Nicaragua, esto no durará mucho, cuídese y cuide mis hermanos. Su hijo que la quiere mucho. René” (Notas desde la cárcel, 1977).

 

 

102.              El amor en tiempos del caos

 

Una de las cosas humanas (“rebus humanis”), que mas me han gustado de la vida, ha sido ver a la gente en las calles, mostrándose afecto, cariño, amor: abrazarse, tomarse de las manos, besarse, acariciarse. 

No es que sea un “voyeur”, no se, creo que no. Simple y sencillamente creo que el amor humano, le da mucho sentido a la existencia. 

San Pablo y San Agustin al menos hablan mucho sobre el amor. Y no me refiero precisamente al sexo. Me refiero al amor sencillo y complicado de los novios, parejas y esposos: miradas, gestos, detalles, un toque de los dedos, una carta, un texto, un “no hago otra cosa que pensar en ti”, como dice Joan Manuel. 

 

Y debo confesar que me fascinan las bodas, escuchar las lecturas de ese día, la homilía, observar los rostros de los futuros esposos, la puesta de los anillos, la bendición del presbítero, el arroz a la salida del templo. Todo eso. 

Y extraño los parques con enamorados saboreando un helado, las parejas en el estadio tomando un cerveza, los esposos en los restaurantes celebrando su aniversario, los amantes preparando su cita secreta, los padres celebrando el día de la esposa, y las madres celebrando el día de su esposo.

 

Serenatas, mariachis, tríos, equipos de sonido a todo volumen en los barrios, discotecas repletas de humo y jóvenes, fiestas por cualquier motivo, bodas con desfile y comilona en los pueblos, tantas y tantas cosas, que me hacían sonreír y hacer pensar (quizás heréticamente) que “Dios es bueno con todos”.

Ahora que vivimos en medio del caos, y las sombras tenebrosas se ciernen en el cielo y la tierra, ya no veo esas manifestaciones publicas y evidentes de amor.

 

La “visita” del novio a la novia es mas difícil, porque no hay “rutas” de noche, o es “peligroso andar muy tarde en la calle”. Los restaurantes están medio vacíos y muchos no abren de noche “por la situación”. 

Las calles lucen vacías, de novios y parejas. No veo noticias sobre bodas ni en el Facebook ni en las iglesias. No escucho serenatas en el barrio. Ni música en el bar de la esquina. Espero que “Paris” y “New York” sigan funcionando. La verdad no lo sé.

 

Busco señales en el cielo y en la tierra para que el amor florezca de nuevo en las calles, plazas, parques y playas. Y no las veo todavía.

Mis pacientes se muestran más estresados, ansiosos, deprimidos y somatomorfos que nunca.
Las familias discuten por cualquier cosa.
Los novios sufren por no verse a menudo. 
Los amantes recurren al “sexting” para compensar los encuentros. Los matrimonios se aburren de ver la TV. 
Hasta en los templos, la asistencia de las parejas ha disminuido.

Da la impresión que el amor se ha escondido por un tiempo, a la espera del nuevo amanecer, y que las fuerzas del odio y la violencia se disipen como el humo de las hogueras de la edad media.

Yo, sigo creyendo en el amor, con mis caídas y levantadas. Sigo viendo a mi esposa, "como la mujer mas linda del mundo”, la sigo tomando de la mano cuando podemos salir a la calle, necesito su mano en la mía para poder dormir, me siento como “perro sin dueño” cuando ella no está cerca de mi, no puedo comer sin bendecir juntos los alimentos, me siento como náufrago cuando voy a misa sin ella, y ruego a Dios, para que en todos los hogares, la llama del amor se mantenga encendida.

El caos terminará algún día. Los “orcos” y los “hobbits” firmaran la paz. Y habrá un nuevo gobierno. Y los estudiantes volverán a sus libros. Y los políticos seguirán mintiendo. Y los ricos se harán mas ricos.

Y los pobres, bueno, ojalá y los pobres podamos volver a la calle a demostrar que el amor es mas fuerte que la muerte y que si no tengo y demuestro amor, nada soy. 

Y aunque no tenemos "lo que han tenido y tendrán los ricos", tendremos y de sobra: AMOR.  Qué viva el amor! Qué viva la paz!

 

103.    La peste

 

Hay un libro de Alberto Camus, titulado La Peste, una epidemia terrible con cientos de muertos y la ciudad en cuarentena, una historia real, donde la incertidumbre, el miedo, la desesperación y lo mejor o y peor del ser humano aparecen. 

 

Algo parecido describe José Saramago en su Ensayo sobre la Ceguera, un mundo sin capacidad de ver y donde todos son capaces de todo. Mundos bizarros, anárquicos, desolados, tristes.

 

Veo a Nicaragua HOY y me pregunto ¿Dónde está el corazón del hombre? Muertos, heridos, destrucción, barricadas, mi propia familia “refugiada”, grupos enardecidos en la calle como las que vociferaban contra Cristo el viernes santo, personas disparando a la policía, empresarios y políticos egoístas reunidos como Anás y Caifás y sus secuaces, miles de personas enfurecidas difundiendo su rabia interior contra todo, odios políticos caminando como zombies, insatisfacciones y reclamos transformados en violencia social descontrolada, sin autoridad, ni gobierno, ni ley, ni sentido común. ¿Esto es lo que queríamos para Nicaragua?

 

¿Como empezó todo y como terminará todo?  Creo que todos somos cómplices y algunos más que otros. Ya la historia los juzgará o los absolverá. Solo sé que esta no es la Nicaragua posible. 

 

Esta es la triste Nicaragua de siempre. El regreso de los “timbucos y calandracas”, “liberales y conservadores”, la insurrección de las ideas, en un mundo sin ley y sin Dios. Una sociedad azuzada por los mismos de siempre, los que hoy lanzan sus viejas consignas y luego terminan firmando acuerdos. El poder y los poderosos seguirán unidos. El pueblo y los pobres seguirán poniendo los muertos.

 

Creo que somos una sociedad anárquica, vulnerable, desinformada, enferma, un movimiento caótico, sin una dirección clara, sin una conciencia real de lo que estamos haciendo y heredando un modelo más violento, al incierto futuro.

No son las reformas en la Seguridad Social únicamente, por supuesto que no, la propuesta del FMI y de los empresarios era peor (ellos nunca han sido ni serán pobres, ni tienen el menor interés, más que sus cuentas de ahorro). No se trata solo de los “errores” del gobierno (no hay sociedad perfecta). Es el producto de muchos factores y muchos actores, tampoco se trata de buscar culpables por ahora, que los hay y muchos.

Si, estoy claro que nada será como antes. Las caretas y máscaras han caído al suelo. Intelectuales acomodados en sus botellas de vino seguirán condenando y protestando. Periodistas seguirán llenando las páginas de notas rojas y vendiendo “noticias y primicias”. Empresarios y poderosos recuperaran sus “pérdidas” a costa de la gente. Los jóvenes seguirán desorientados en medio de sus teléfonos móviles y familias disfuncionales. Seguirá uno que otro gobierno aprovechando el “momento político” para enriquecerse. 

 

Y el mundo seguirá alejado de Dios, rindiendo culto a los Idolos del fanatismo, la violencia, la política, el poder, la envidia, la soberbia, el odio y la estupidez.

 

¿Y los muertos qué? ¿Y los discapacitados y heridos qué? ¿Y todos los muertos desde que el almirante y sus perros de caza llegaron a Nicaragua, que?

 

Yo, voy a morir en poco tiempo. Mi tiempo se termina. Pero y mis hijos y nietas. ¿Qué herencia recibirán? Yo le sigo creyendo a Dios. Creo que El sigue siendo el camino, la verdad y la vida. Hemos vivido peores tiempos y hemos sobrevivido. Pero un mundo sin Dios, seguirá muerto. El pago del pecado es la muerte. 

 

Estamos en tiempo pascual y de resurrección. Seguiré en otro lugar, otra parroquia, otra ciudad, no lo sé. Pero seguiré, mientras tenga vida, seguiré, caminando hacia la certeza de la salvación y sembrando con mis semillas de mostaza, el Reino de Dios, aquí en la tierra. Hoy más que nunca, es tiempo de oración y conversión. El existe 

terremotos. Seguiré asentando con su misericordia y su gracia, sobre la roca firme de su Palabra.

 

 

104.    Sobre ideología, violencia y poder 

 

Ayer conversaba con una persona muy bien formada en temas relativos a la conducta humana, sobre la cultura de nuestro país, y trataba con ella de formular hipótesis a las hechos recientes y actuales, tristes y terribles.

 

Creo que hay como mucho en la vida, diversos factores asociados. No se trata de un fenómeno unicausal.

 

En primer lugar, está influido por la historia personal, los eventos y situaciones vividas, por ejemplo, el abandono o maltrato parental, te hace crecer con deseos ocultos de venganza, buscando a quien culpar de tus heridas y tu baja auto estima se eleva protagonizando actos auto destructivos como el alcohol o la droga, adicciones o protagonismos, no necesariamente nutritivos.

 

Luego está el modelaje parental que te hace repetir o rechazar la historia. No somos páginas en blanco, sino lienzos en manos de los pintores sociales y familiares.

Además, está la sub cultura autoritaria, violenta, patriarcal, anárquica, que te hace crecer sin Dios y sin Ley. Donde el "apartate" o el "sálvese quien pueda" son las consignas cotidianas.

 

Y también la ideología, el fanatismo, la figura del "super heroe" o "el super killer". Hay tanto ruido en la cabeza. Tanto dispositivo electrónico en las neuronas que no nos ayuda a pensar ni discernir.

 

Y me atrevo a decir que cada cual fabrica un Dios a su medida. Desde el púlpito y desde la conciencia individual. El relativismo lo inunda todo. El hagan lo que El dijo en el Sermón de las bienaventuranzas es para muchos "old fashion". Y la ideología contamina. El fanatismo te ciega. El odio te destruye el corazón.

Yo como dice el padre José Luis, aún tengo razones para la alegría, la esperanza y el amor. Creo en la bondad del ser humano y en la gracia y misericordia de Dios.

 

Hoy amanecí creyendo que todo ha sido una horrible pesadilla. Pero no. Todo ha sido cierto. El que ama todo lo perdona. El que odia es ciego, sordo y mudo ante la vida. 

Yo. No sé tú. Le apuesto al amor y la Paz en mi vida y en mi corazón. Que Dios les bendiga a todos.

 

 

105.       La historia suele repetirse a veces como comedia y otras como tragedia.

 

De niño y aún como una persona grande me gusta la historia. Y leía mucho. Notaba que suelen describirse los eventos, usualmente dolorosos, pero pocos se detienen en analizar el contexto y las raíces o causas de los conflictos. O cada cual escribe defendiendo o atacando un determinado enfoque.

Hoy que Nicaragua llora (nuevamente) a sus muertos. Los lloramos desde la época de la "conquista" española hasta hoy. 
Personalmente experimenté la peor guerra en nuestra sangrienta historia. Y los 50.000 muertos, al parecer no fueron suficientes. 

Me pregunto que nos hace falta como sociedad para aprender arreglar las obvias diferencias, inequidades e injusticias, ¿bajo otro método que no sea el de la violencia y los muertos?

 

Veo en los hogares el abuso físico y sexual. Femicidios. Parricidios. Golpes. Patadas. Gritos. Papas que violan s sus propias hijas y esposas. Drogas. Alcohol. Pornografía. Adicciones. Ausencia de Dios.

 

En otros casos tu pareja te ha dejado. Tu mejor amiga te ha traicionado. Tu hermano te ha estafado. Y vivimos llenos de rencor, resentimiento, dolor emocional al estado puro. Y todo esto lo proyectamos al mundo social.

 

Y me pregunto si esta es la raíz, la escuela donde hemos aprendido a que no es posible la convivencia. Quizás creemos que la Paz es un mito. Que estamos condenados a vivir siempre asi: asonadas, golpes de estado, insurecciones, derramamiento de sangre.

He conocido otras sociedades y hay otras vías para aprender a convivir y vivir. 

Desaprender y aprender. Construir y desarrollarnos. Como lo hizo Costa Rica y lo han hecho otros países. Al menos hay que intentarlo.

Que no sean el azuzamiento, los ideologismos, el fanatismo y el odio, los medios a utilizar.

 

Yo espero antes de morir. Ver nacer el cambio en la cultura. Que la generación de mis nietas Tania Isabel y Allison Alana, puedan vivir en paz.

 

 

106.         Misioneros del amor

 

Siempre me ha impresionado y conmovido la actitud de los mártires del cristianismo: hombres y mujeres que en los dos mil diez y ocho años de cristianismo han proclamado y llevado la Palabra a todas las naciones y nada ni nadie los detenía. Morían alabando al Señor.

 

De niño leía en la biblioteca del Padre Soto en Chichigalpa la historia de los macabeos, de los profetas y la fe extraordinaria de Abraham. Y fui entendiendo poco a poco, que la construcción del amor de Dios, del Reino de Dios en la tierra, lo exige todo, hasta la entrega de la propia vida.

Y ya en mi vida de adulto, en busca de mi fe madura, sigo desaprendiendo y abandonando las pasiones humanas y enfoco mi vida a mi crecimiento espiritual, apelando únicamente a la misericordia de Dios, tras mi triste vida de pecador. 

Confío en el Señor, he visto y sentido su gracia y su amor incondicional. Y me siento, un esclavo de El, entregando todo lo que me pasa: enfermedades, dolor, diagnostico médicos, tentaciones, tribulaciones, pruebas, todo, abandonando todo, ¨completando con mi vida de pecador, lo que le faltó a la pasión de Cristo”.

 

Veo a sacerdotes, obispos y laicos, llamando a la rebelión en las calles. Y solo esperaría ver ese fervor y pasión para predicar el Evangelio y llamar a la conversión. Pero ¿quien soy yo?. Nada, un gusano, un trozo de polvo, una brizna de viento, yo oro por ellos y oro por Nicaragua. Ya Cristo lo dijo muy claro “Mi reino no es de este mundo”. Y ya lo veremos llegar con toda su gloria y majestad, a juzgar a vivos y muertos. Y todos seremos juzgados en el amor.

Veo a empresarios egoístas, políticos oportunistas, corruptos y quienes viven de la nota roja, la sangre y el dolor, azuzar, provocar, manipular, echar leña al fuego, pero nunca al fuego del amor de Cristo. No. A ello les mueve el dinero y el poder. Y ya los veremos en unas semanas o meses, comiendo en el mismo plato, y el pueblo pobre lleno de heridas y muertos. La triste realidad de la historia de nuestro empobrecido país.

Soy salubrista y dediqué cinco años de mi vida a estudiar las reformas al sector salud y todos los que tenemos algún tipo de formación sobre el tema, sabemos que la reforma al sistema de salud llegaría mas tarde que temprano. Solo basta investigar e informarse sobre las reformas en todos los países del primer y tercer mundo para saber como la inequidad y la comercialización de la salud, es el nuevo gran negocio del mundo. Pero no es el tema de este relato.

Mi corazón está triste. Mi alma esta triste. Pero no estoy solo, mi Camino, mi Verdad y mi Vida es Cristo. Todos rendiremos cuenta de cuantas almas hemos salvado del infierno y cuantas hemos alejado de Cristo. 

Termino pidiendo oración por todos, sobre todo por los pastores para que sigan predicando el Evangelio y no el Odio. Oración por los gobernantes para que tengan sabiduría. Oración por los laicos comprometidos, que no caigamos en la trampa del demonio y no sigamos adorando los Idolos de la política y el poder.

 

Mi deseo es decir como san Pablo: “Ya no soy Yo, es Cristo quien vive en mi”. No tengo miedo del dolor, la enfermedad ni la muerte. Estoy preparado. Solo quiero vivir para honrar a mi familia y servir a Cristo, donde Él me llame. Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad.

 

 

107.    Despedidas y Encuentros

 

Una vez escuché a un sabio decir, que “toda despedida es un encuentro”, y una amiga muy querida siempre saludaba diciendo “hola y adiós”. El gran Tony de Mello aconsejaba “vivir sin dejar huellas”. Y el mismo Cristo decía que “nadie que pone la mano en el arado, debe volver la vista atrás”. La mujer de Lot miró hacia atrás y se convirtió en estatua de sal. 

Y así, como estas, encontrarás muchas luces en el camino, señales que nos invitan a cerrar páginas todos los días, vivir con intensidad cada momento, abrir el corazón a nuevos encuentros, renovarnos cada día, como lo hace la naturaleza entera, celebrar el don de la vida, el cumpleaños cotidiano, el consabido “vivir como si fuese el último día”. 

 

He reflexionado sobre el ¿por qué nos cuesta tanto? Y coincido con los sabios y con la sabiduría, en que nos apegamos a muchas cosas del exterior y no hemos sabido sembrar y construir dentro de nosotros mismos, en nuestro interior. Somos “candiles de la calle y oscuridad de nuestras casas”. 

 

En uno de los pasajes más extraordinarios de la Palabra, los fariseos indagan a Jesús sobre ¿cuándo había de llegar el Reino de Dios? Y Él les responde “El Reino de Dios está entre Ustedes”, usando la expresión griega “koine” (dentro de ti). Y esto es algo extraordinario. 

Para los cristianos el bautismo nos hace hijos de Dios, la confirmación nos une al Espíritu Santo, y con la Eucaristía, recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo, y la gracia de Dios, permite que nos convirtamos en otros Cristos, templos del Espíritu.

 

 

Todo este “misterio” es una revelación, una invitación, un camino: el de la plenitud, la santidad y la gracia. La armonía perfecta: cuerpo, mente, espíritu. Pero este “estilo de vida”, es una elección que depende de nosotros. El “libre albedrío”, la libertad, el discernimiento para decidir qué hacer en cada momento de nuestra historia.

 

Observo en mi consultorio y en mi propia experiencia, que las “despedidas” que más se nos dificultan están relacionadas con la muerte de un ser querido y las separaciones amorosas. Quizás en el fondo tenemos temor a la soledad, no queremos enfrentar la vida sin la persona que ha partido, nos apegamos a los seres amados, y no nos preparamos para vivir sin depender, buscamos siempre hacia fuera, o a quien culpar, o en quien descargar nuestras frustraciones, desengaños, temores.

 

La vida está llena de encuentros, experiencias, sucesos de uno u otro tipo. En las hermosas palabras del papa Francisco, “dejarnos sorprender cada día por Dios”. Que nuestra vida cotidiana esté llena de nuevos “encuentros”, sobre todo aquellos que nos enriquecen, nos edifican, nos nutren y nos animan a vivir en plenitud y paz.

 

Mi guía espiritual, el padre Jose Luis Martin Descalzo dice: “La primera cosa que tendríamos que enseñar a todo hombre, es que los humanos no nacemos felices ni infelices, sino que aprendemos a ser una cosa u otra y que, en una gran parte, depende de nuestra elección el que nos llegue la felicidad o la desgracia. 

Que no es cierto, como muchos piensan, que la dicha pueda encontrarse como se encuentra por la calle una moneda o que pueda tocar como una lotería, sino que es algo que se construye, ladrillo a ladrillo, como una casa”.

 

HOY te invito y me invito para construir nuestra casa interior, este nuevo día. No puedo ofrecer hospitalidad si carezco de un hogar. No puedo dar amor, si no tengo amor en mi corazón. Deja de buscar fuera, lo que está dentro de TI. No sigas dependiendo de otros para ser feliz. Dice la Palabra, “busca a Dios y todo lo demás te será dado”. Y no lo busques en objetos externos. Él está dentro de TI. 

San José María Escriba nos dice: “Abre tu corazón a Dios, cuéntale tu historia, sin pretextos ni justificaciones, ni auto elogios innecesarios, ni vanaglorias. El ya lo sabe. Dile que quieres ser su discípulo, dile que quieres hacer SU voluntad y no la tuya. Jesús quiere tu santidad y gozo, pero esto implica tu lucha personal, mediante la oración y los sacramentos. 

No podemos llevar a Cristo a los demás, si nosotros seguimos en el pecado”. Animo.! ¡Que Dios te bendiga!

 

 

108.        La paz en la mirada, la voz y el alma de doña Perlita

 

En medio de la crisis, conocí a d Perlita, una señora enferma de cáncer. Fui primero con mi esposa y luego con otras mujeres piadosas de la Pastoral Familiar. Al inicio rezábamos y hacíamos un cantito a la orilla de su cama, y poco a poco, como una plantita sin agua ni sol, fue cerrando sus ojitos.

Su dulce voz, dando las gracias, su mirada limpia como una niña de primera comunión, me estremecían cada vez que llegaba a su casa.

La última vez no resistí mucho tiempo. Evoqué a mi hermanita Sylvia en su tránsito al encuentro con el padre. Sabía que se estaba despidiendo de nosotros.

Hoy mi esposa la acompañó por última vez. Ya el sacerdote habia llegado a preparar su viaje a la eternidad.
Minutos después dejó de respirar y se fue al cielo de los justos.

Jamás la oi quejarse. Transpiraba paz, serenidad, bondad, alegria al vernos, ahi, a la orilla de su cama, musitando el Ave Maria y el Padre Nuestro.

Gracias Perlita, ya estas con Sylvia, la chepita y Mauricio. Besos hasta el cielo.

"Verán al Señor cara a cara y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá más noche, ni necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios irradiará luz sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 22, 4-5)

 

 

 

 

109.          Sobre vocación, jubilación y familia

Ayer me enviaron el relato de un anciano médico que a los noventa y pico de años seguía llegando al Hospital. La historia se presentaba como un gran ejemplo, digno de emular a los discípulos de Hipócrates y Galeno. El post llevaba hasta ayer cientos de miles de reproducciones. Al inicio lo leí muy rápido y luego hice mi segunda lectura.

 

En primer lugar, creo que un anciano de noventa y pico de años, debería estar bajo cuidados médicos geriátricos. A esa edad hay todo tipo de deficiencias e insuficiencias. La foto del anciano doctor lo dice sin palabras. Su familia debería protegerlo del ambiente contaminado de un hospital, un accidente, una infección nosocomial, cosas así. Y aun en casos de una extraordinaria vitalidad, todo tiene un tiempo en la vida, tiempo para trabajar y tiempo para descansar y tiempo para dedicar a la familia y a uno mismo.

 

Un médico empieza a trabajar desde los 21 años y se retira a los 65, son casi 45 años de trabajo como pocos oficios en la vida, con turnos extenuantes, enfrentando situaciones límite de vida y muerte a diario. El dolor, la enfermedad y la muerte son los espejos en que se ve de forma cotidiana. Por algo se nos llama “profesores o maestros de generaciones”. Es una vocación de vida extraordinaria. Como otras.

 

Pero y ¿la familia del médico?, ¿es que acaso es una profesión para solteros o célibes, como ocurre con los sacerdotes? Como he comentado en otros relatos, durante mis días de vida académica europea, siempre me acercaba a las eminencias, autores de libros, professors, y todos me respondían lo mismo: “perdí a mi familia”, “lo único de los que me arrepiento es haber perdido a mi familia”. Y ¿entonces?

 

Alguien muy sabio, diseñó la edad del retiro. Dios mismo pide el descanso el séptimo día. El futbol un “medio tiempo”. La vida, una siesta. Y también para los médicos llega la hora de la jubilación. Yo la planifique exactamente el día que hubiese cumplido sesenta años. Ni un día más. Había trabajado 40 años. Y ahora, sigo trabajando, pero mi prioridad ha cambiado. Ahora es mi familia y yo mismo, por supuesto.

 

Pienso que quizás el anciano doctor es viudo, no tiene o no tuvo hijos ni nietos, ni hermanos ni hermanas. Ni jamás le apeteció tomar un crucero, ir de vacaciones a Mónaco o dedicar el tiempo a leer, escuchar música, hacer el “camino de Santiago”, no, nada de eso, a él le “llena el alma” el Hospital. En este caso, mis respetos.

 

Como dice mi amigo, el borrachito de la esquina, “que cada quien haga de su vida lo que quiera” (agrego, siempre y cuando no se haga daño a si mismo ni a otros).

 

He escuchado que en la Iglesia a los 75 años le piden el retiro al sacerdote (ellos han sido célibes toda su vida) y a esa edad, quizás sus padres ya estén en el cielo, y sus hermanos o hermanas también. Y muchos no se retiran, y tienen toda la razón. Quizás sea el mismo caso del anciano doctor.

 

En otros relatos hablaré sobre el retiro. Ahora termino este, compartiendo mi deseo ferviente, que vivan su vocación al máximo, dando lo mejor de si mismos. Y que, si quieren, disfruten también de su familia y se dediquen tiempo para ustedes mismos. La vida es breve, dice Calderón, y hay que saber vivirla. De eso se trata. Carpe Diem.

 

110.         Mis “influencers”

 

El marketing mediático ha creado el término “influencer”, para referirse a las personas con influencia sobre los compradores potenciales: las “personalidades”, los “líderes de opinión”, los comunicadores, etc, siendo las “redes sociales” el espacio, en la cultura del S XXI, donde “influyen” sobre la sociedad. 

Hay “influencers” falsos, creados por el mercado, la publicidad, el “establishment”, el “nuevo circo romano”, donde se nos venden figuras para “alienarnos” o “divertirnos”, de acuerdo al modelo de país y cultura hegemónica. 

Llama la atención que en Nicaragua, un país con un promedio de escolaridad del 4o grado, y una cultura donde compiten la misoginia, la doble moral, el clientelismo, etc, los “influencers” promovidas por los medios y redes sociales, sean presentadoras de TV, reinas de belleza y alguna que otra chica o chico, con poca ropa en el cuerpo.

 

Yo no tengo nada que objetar a la belleza femenina, y sus correspondientes atributos, pero rechazo y me niego, a incluir estas beldades, entre mis “infuencers”, pero cada cual con lo suyo, y si alguien quiere conseguir cien mil likes, quitándose la ropa, está en todo su derecho. 

A nivel global hay “influencers” en diferentes campos, “belleza”, “hogar”, “fitness”, “viajes”, “comedia”, “gamers”, “entretenimiento”, “comida”, “deportes”, y la lista seguirá creciendo.

 

Hay quienes tienen quince mil millones de seguidores en YouTube, una cifra que casi duplica la población mundial. Y observando el comportamiento en las redes sociales, la mayoría de “influencers”, pertenecen al mundo del entretenimiento o deportivo, en otras palabras, las personas que mueven dinero, son artistas, cantantes, “estrellas” del deporte, etc. Pareciera que en la la batalla por la vida, va ganando el “consumismo”, “el hedonismo” y el “relativismo”. Ahora ya no hace falta ir al circo, sino que ya lo tienes en casa o en tu cabeza. 

 

De niño y adolescente, cuando no existían estos nuevos símbolos del poder, mis referentes personales fueron mi abuelita, mi madre, mi hermanita Sylvia, mi padre ausente, mis maestros, dos sacerdotes y Rubén, el padre y maestro mágico.

Luego tuve como “infuencers”, a luchadores sociales como Martin Luther King, Nelson Mandela, Mahatma Gandhi. Cantautores como Joan Manuel Serrat, Silvio Rodriguez. Poetas como Pablo Neruda. Escritores como Gabriel Garcia Marquez y José Saramago. Compositores como Mozart y Bach. Pintores como Reembrandt y Van Gogh. Maestros como Dennis Saavedra. Guerreros de la vida, como Tony Meléndez.

Y luego en mi vida adulta, intelectuales como Carl Jung, Eric Berne, Sigmund Freud. Héroes como Sandino, Marti, Diriangén. Guías espirituales como Jose Luis Martin Descalzo, Ignacio Larrañaga, Tony de Mello. Santos como Agustin de Hipona, los evangelistas Lucas y Pablo.

 

Sobre Jesus de Nazareth, la figura mas extraordinaria de la historia, me niego siquiera a ubicarlo en esta neocategoría. Cristo ha influenciado mi vida como nadie.

El pensador E Punset, dice que “vivimos con los cambios tecnológicos del siglo XXI y con instituciones sociales del siglo XIX”. 

Tu decides a quienes le das permiso de “influenciar” tu vida. Yo al menos no me siento representado por las “influencers” de la red social ni del periódico del Domingo.

 


111.          

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Parte Final= Despedida y Re encuentro


 

 

111.  Mi testamento

 

En algunos de los libros que conocí en mi infancia, había algunos donde se hablaba del “testamento” y yo, asumí por “default”, que el testamento era algo que las personas ricas dejaban a sus personas queridas al morir. Es decir, que el testamento no era algo que ocurriría en mi familia o en mi propia vida. Fui creciendo, me hice médico, me casé, nacieron mis hijos y no se me ocurría siquiera pensar en mi testamento. 

 

Al ir caminando en la madurez de mi vida, supe de otros tipos de testamentos: el testamento moral, el testamento espiritual, atribuido a los valores, principios, fe, espiritualidad, cosas así, pero creo que su uso más común es el testamento “testis”, “testario mentis”, se refiere a los “bienes” que el futuro difunto legará a sus descendientes. 

 

Y ahora que estoy contando los años que me quedan, en este hermoso plano de la vida, me pregunto ¿Cuál será mi testamento?, ¿Cuáles son mis “bienes”?, ¿Qué es lo que yo, voy a legar a mis descendientes?.

En ocasiones escucho a hermanos de la iglesia o amigos, cosas como esto: “esta hermosa casa donde vivo, fue herencia de mi papá”, “esta hermosa finca, fue herencia de mi suegro”, “este negocio me lo dejó mi mamá”, y que bonito es tener una familia que te “deja algo” material. Una casa, una finca, un terreno, un negocio, siempre será bienvenido. 

Algunos de mis hermanos menores, seguramente tendrán una herencia, y que bonito será recibir veinte o treinta o cuarenta manzanas de tierra, cosas así. Y hay muchos ejemplos, sobre testamentos, herencias y temas similares.

 

Yo hace poco recibí de mi hermanita Sylvia, antes de morir, su MacBook Pro, con la cual estoy escribiendo, y su iPod con un reproductor de música, que me permite recordar la música que disfrutaba, una especie de herencia, no escrita en un testamento. 

 

En realidad, Sylvia me legó antes de morir, otras cosas materiales, que no me atreví traer conmigo. 

De mi padre recibí la herencia de su legado: un hombre valiente, opositor anti somocista y médico. 

 

 

De mi madre recibí además de la herencia de la vida, crianza, amor por los libros, estudios, cuido en mis enfermedades, ánimo, oraciones, fe y fortaleza espiritual. Creo que he recibido muchos regalos, dones, pero jurídicamente ningún testamento.

 

 

Y yo, ¿qué dejaré a mis hijos? Mis hijas tienen una casa propia cada una. Mi hijo Ernesto tiene muchos tíos y una familia materna grande y unida. Todos tienen sus carreras, postrados y maestrías. Pero yo, ¿qué les dejaré en mi testamento? 

Tengo un auto pequeño, un Alto 800 que en los 8 años que me quedan de vida, ya no valdrá nada. Muchos libros, que, en mi casa, estorban y nadie quiere (he empezado a regalarlos a bibliotecas). 

 

Un par de reproductores de música que en ocho años estarán tan obsoletos como un “betamax”. Tengo varios CDs que ya han pasado de moda, ya que en Spotify se escucha todo y con mejor calidad. Y me da un poco de pena, no poseer casi nada material, y no tener casi nada que escribir en el testamento. 

Que Dios bendiga a los hombres prósperos y generosos, que dejan un hermoso testamento a sus hijos o seres queridos. Yo, infelizmente no tuve prosperidad material, ningún negocio y no podré dejarles nada de este tipo. 

De mi guía espiritual, Jose Luis Martin Descalzo, tomo prestado un trozo de su “testamento”: ANTE TODOS LOS DOLORES/QUE INCENDIAN EL PLANETA /QUIERO CONFESAR MI CERTEZA /DE QUE HE SIDO AMADO /DE QUE LO SOY/QUIERO CONFESAR/ QUE HE SIDO Y SOY FELIZ.

Y en este testamento he de dejar aún/mi única riqueza: mi esperanza. /Tengo metros y metros para hacer, /con ella millones de banderas/No, mundo, sábelo: no me resignaré, /no me resignaré jamás a tu amargura, /no dejaré que el llanto tenga sal, /ni que al dolor le dejen la última palabra.

 

 

 

 

 

 

 

112. !Oh muerte, bendita muerte!

Tendría unos pocos años de edad cuando murió mi tía Marianita, una viejecita esquizofrénica que vivía en un cuartito al fondo del patio en la vieja casa materna en Chichigalpa. Yo le llevaba su comida algunas veces, y ella hablaba sola y escribía interminables cartas de amor, a su prometido, que la había dejado “esperando” en la iglesia.

 Me di cuenta de su fallecimiento, por el llanto de mi madre y abuelita. Al parecer murió en el antiguo hospital de Chinandega y como nadie reclamó su cadáver, ya que murió repentinamente, fue enterrada en el patio de “los muertos olvidados”, en el viejo hospital.

 

A mediados de los 80, murió mi abuelita Chepita, me avisaron de que había dado un “grito” y se había quedado como “muerta”, yo dejé una de mis interminables reuniones con el “comité de base” de la universidad y me fui “volando” a Chichigalpa. Se trataba de un accidente cerebro vascular fulminante. 

 

La traje al HEODRA en compañía de Ricardo Cuadra, y falleció en el transcurso de la noche. En la madrugada regresé con su cadáver en la parte posterior del “Niva”, la llevaba en mis brazos. La velamos con la presencia de muchos compañeros de lucha y la enterramos a la par de Mauricio Abdalah en el cementerio de Chichigalpa.

 

Debo confesar que no le temo a la muerte. Y siempre en los seminarios de Salud Mental en mis largos años de docente en la UNAN de León, hacia una encuesta entre mis estudiantes, y los interrogaba sobre el temor a la muerte y el porqué de ello: la mayoría expresaba sentir miedo de morir, quizás porque eran muy jóvenes, y sobre el porqué de ello, debido a no saber dónde irían, si al cielo o al infierno. 

 

Y luego yo les compartir sobre mí no temor a la muerte, quizás debido a la muerte prematura de los de mi generación, para mí, vivir después de los 30 ha sido un inmenso regalo, no siempre bien valorado, pero perdí el temor. 

Y sobre el cielo y el infierno, he tenido la certeza que veré el rostro de Dios, aunque pase mucho tiempo en el “purgatorio” de la purificación de mi alma.

 

No importa. Confío y confiaré en la misericordia de Dios.

Hay varias teologías con relación a la muerte, los cristianos creemos en la resurrección; los budistas en la reencarnación; pero intuyo que de una u otra forma todos creemos en que no todo termina aquí, hay un instinto de vida eterna en todos: antiguos egipcios, celtas, vikingos, griegos y romanos. 

 

Los hermanos del Camino Neocatecumenal, tienen un hermoso ritual de difuntos donde cantan a la “bendita muerte”, ¡y repiten con san Pablo! Que Cristo ha vencido a la muerte”. Los mexicanos veneran a la “santa muerte”. Creo que nadie permanece insensible ante la muerte, un hecho inevitable y definitivo. 

Yo no espero “vivir” muchos años y en buena medida tengo hambre de “vida eterna”, deseo y espero ver al Señor, y abrazar a mi padre, a mi abuelita, mis hermanos, a Mauricio. 

Dice un hermoso poema de José Luis Martin Descalzo: “Morir sólo es morir. Morir se acaba./Morir es una hoguera fugitiva. Es cruzar una puerta a la deriva/ y encontrar lo que tanto se buscaba”

 

 

 

113. LOS VIVOS Y LOS MUERTOS

 

Hoy dos de noviembre, llenaremos los cementerios.

Los velatorios también son muy concurridos, al igual que las misas de cuerpo presente y casi siempre hay palabras bondadosas para el difunto.

El misterio de la muerte, con buñuelos, ropa negra, flores blancas y un aroma particular, mezcla de formalina, lágrimas y nostalgia. El duelo, la partida, el nunca jamás, la vida eterna.
La iglesia nos pide enterrar a los muertos y Jesús nos dice: dejad que los muertos, entierren asus muertos (Lucas 9,60).

 

¿Y que de los vivos?, los muertos en vida, los destructores de vida, los profetas de la muerte, los que vamos dejando la vida a pedazos, en el camino, como si fuera basura no reciclable.

Dios es un Dios de vivos, no de muertos (Lucas 20,38) y vino a darnos vida y vida en abundancia.

Me invito y te invito a reflexionar sobre la vida. ¿Qué tipo de vida hemos llevado? ¿Porque aún estamos vivos? ¿Qué espera Dios de nosotros?

Aún estamos a tiempo. Los únicos beneficiados con cambios en nuestra vida, seremos nosotros mismos. 

La muerte está más que asegurada, es inevitable. Dejemos de llorar por los muertos, honremos su memoria con alegría, demos gracias por haberlos tenido entre nosotros y abracemos a la vida.

Ya hay demasiados muertos-vivos, seamos vivos en plenitud, aprendamos a vivir de forma coherente, sanemos nuestras heridas y apostemos por la vida. 
Y si tienes tiempo, recursos, palabras que aún no has dicho, sueños sin realizar, intenciones de amor: en vida hermanos, en vida, en vida.

Corre donde tus padres, abuelitos, tíos, hijos, esposos, seres queridos y exprésales cuanto los amas, con hechos y con palabras. En vida, hermano, en vida.

 

114.  Vela y entierro

 

Alguna vez aprendí lo innecesario de gastar muchísimo dinero, en velatorios y entierros. Respeto a quienes lo hacen. Es su derecho como familia, pero en mi caso, he contratado a una pequeña empresa funeraria, para que se haga cargo de casi todo.
Mi ataúd será del INSS y todos los gastos (mínimos) serán deducibles de la cooperativa de jubilados de la Unan León.

Deseo ser enterrado rápidamente en León (ya está todo preparado), y ser alimento de gusanitos y plantitas, después del responso y misa de cuerpo presente (espero sea celebrada por mi primera comunidad del Camino Neocatecumenal).

No deseo flores, ni café con pan, ni estampitas, ni medallitas. El que desee rezar por mi alma, hará una obra de misericordia.
No acompañen un cadáver, pueden visitarme en vida, tomar un café conmigo, acompañarme a la playa, jugar ajedrez, escuchar música, leerme un poema, ir a misa, rezar juntos.

Y si mis seres queridos quisieran decir algunas palabras (de los muertos suele hablarse bien), o gastar algo de dinero, les ruego lo hagan en vida, no en la tumba fria, ni ante un cadáver, sino en vida, con vida, vivo.

Mi alma le pertenece a Dios y El me juzgará en el amor. Mientras aún viva, agradeceré las oraciones y reprensiones con amor.

Nadie sabe el día ni la hora, así que debo estar preparado y clamar por la gracia y misericordia de Dios.

Un médico, estudiante mío preparará mi cadáver (y se asegurará que este bien muerto).

Si algún familiar o amigo o desconocido, desea gastar dinero para vela o funeral, agradeceré lo donen al 'Pajarito Azul' o a niños huérfanos o sin padre.

Nada de luto, agradeceré un brindis y un poco de mi música. Dios ha sido bueno conmigo y no habrá nada por lo cual estar triste.

Iré feliz al Encuentro con el Padre. Espero compartan ese día, mi felicidad.

115.  Mi “bucket list” (mis deseos antes de morir)

Hace once años vi con mi esposa Armantina, esta hermosa película, sobre cosas que quisiéramos hacer, antes de morir. Y hoy, tras una semana de confusión y desencantos, he pensado en mi lista, incompleta, porque hay muuuuchas cosas que aún no he hecho, pero se también, que algunas de ellas no me atreverían a hacer, por un lado, soy un cobarde y por otro, cada día, procuro pensar menos en mí. Ya fui suficiente tiempo egoísta. Y Dios me ha regalado tantas y tantas experiencias, vivencias, sorpresas, pero siempre queda algo por hacer.

He visto los picos del Himalaya, delfines saltando en alta mar, el sol a medianoche, la nieve en primavera, cometas, lunas llenas, eclipses. Pero y sobre todo, he visto el nacimiento de mis hijos y nietas, he sido amado, he conocido el amor incondicional de Dios, tengo una hermosa familia, aún puedo honrar a mi madre, he podido rezar un rosario ante un moribundo o una familia desesperada, sanar heridas de familias destruidas por el abuso y la violencia. Dios ha sido bueno conmigo y me ha utilizado como profesional y ser humano, en diferentes circunstancias.

Los últimos años de mi vida estuve en Holanda, Bangladesh, Bolivia, Brasil, Ecuador, Colombia, Inglaterra, Suecia, España, Luxemburgo, Bélgica, Mexico, EEUU, Cuba, India, toda Centroamérica, Francia, Alemania, y he conocido lugares maravillosos en mi amada Nicaragua. 

Pude ver la Torre Eiffel, caminar por los Campos Elíseos y los jardines del Palacio de Versalles. Estuve en Picadilly Circus, fui al museo británico y al Louvre, tomé una cerveza en Covent Garden y Acapulco, un café a la orilla del cantábrico. Entre a un “cofee shop” en Amsterdam. He visto las arenas blancas y el agua verde azul de Varadero y Corn Island. 
Estuve en el ramadán de los musulmanes, he entrado a una mezquita, una iglesia bizantina, y en el final de los tiempos pude orar y confesarme en la Capilla Sixtina y en las Basílicas de San Pedro, Siena, La Sagrada Familia, Guadalupe. Tantas y tantas cosas. Dios ha sido bueno conmigo.

Así que, sin pensarla mucho, esta sería mi “Bucket List”:

1. Celebrar nuestro 40 aniversario matrimonial con todos mis hijos y nietas. Todos.
2. Compartir una comida con mis 8 hermanos, 4 vivos por mi madre y 4 vivos por el lado paterno. Ya han partido tres.
3. Ver feliz a mi madre, con todos sus hijos a la orilla, viviendo el presente, comprometidos para verla partir en paz, tras casi 84 años de amor, trabajo duro y miles de oraciones.
4. Presenciar la conversión cristiana de todos mis hijos y nietas. Saber que han experimentado el amor incondicional de Dios en sus vidas
5 Llevar a mi esposa a conocer la nieve y verla sonreír, sintiéndose amada por sus hijas y toda su familia.
6. Vivir el día de la Sagrada Familia, con el templo colmado de nuevos matrimonios sacramentales, sobre todo de mis hermanos de la Pastoral Familiar y mi parroquia.
7. Servir en mi consultorio hasta el ultimo día, proponiendo un modelo de vida en gracia y plenitud a quienes lo necesiten.
8. Ver realizado los proyectos de vida de personas muy queridas, en particular D Olga, mi sobrino R Roberto, mis hermanos, la primera comunión de Alisson y la confirmación de Tania.
9. Disponer de fondos para atender niños maltratados, abusados, carentes de amor, seguridad, familia.
10. Regresar a un aula de clases y contribuir a formar a los futuros médicos y psicólogos. Devolver un poquito todo lo que Dios me ha permitido aprender y desaprender. 

Y como ya he dicho alguna vez, vivir para amar a mis seres queridos y quienes se acercan a mi vida. Dar cada día mi mejor versión. Recuperar mi condición de cristiano. Morir amando y sirviendo. Poder llegar a la presencia del Padre, conocer su mirada y pedir permiso para decirle: GRACIAS.

 

 

 

116.   El día de mi muerte

 

Tengo fobia a los velatorios y entierros. Asisto a ellos y no sé que decir. Lo único que se me ocurre es dar un abrazo y nada más. Detesto el formal “lo siento mucho”. Y escucho a mucha gente llegar a las “velas” a contar chistes, reír, hablar de cualquier cosa, como si estuviesen en el estadio o en un bar, ninguna diferencia, solo que hay un cadáver cerca. Y en los cementerios, el llanto y el legitimo dolor de los familiares, la tierra cayendo sobre el ataúd, es terrible. Y yo no quiero para mi familia, ni velatorios, ni lagrimas, ni funeral.

 

He hablado y he escrito a mis familiares, sobre el día en que me muera. Que no hagan mucho ruido, que me inyecten unos cuantos litros de formalina y me lleven rapidito al cementerio. Tengo un sitio en mi amado León, donde no espero ser visitado por nadie. Ahí, solo habrán huesos secos. Quizás una pequeña lápida con mi nombre: Dr. Rene Perez Montiel (1956-2025). “Yo hago nuevas, todas las cosas” Ap. 21,5.

 

Eso si, me gustaría esa tarde, una pequeña reunión familiar, donde recuerden algunas cosas mías, abran una botella de buen vino, y rían un poco sobre las cosas chistosas que me pasaron y brinden por mis sueños incumplidos y mis intenciones pendientes. Me gustaría que cada uno de los presentes, dijera cuatro palabras sobre mi, quizás mi amor por los libros, los estudios, la poesía, la música, el mar, mis cuatro hijos y mis (hasta ahora) dos nietas, mi amor por Armantina, mi relación con Dios, mi pasión por mi carrera en sus diferentes facetas, mis viajes, aventuras y locuras.

 

Podrían hacer una “presentación” con mis fotos. Acordarse de mis frecuente olvidos. Reír con mi forma única de bailar todos los ritmos de la misma forma. Hablar de mi desorden, las veces que me quedaba sin gasolina en el Niva, recordar mi viaje a Bruselas sin hablar una pizca de francés, la vez que se me apareció un ángel, mi falta de temor a la muerte, la forma en que conocí a Armantina, el nacimiento de cada una de mis hijos y nietos (yo siempre estuve ahí), mi devoción por la “gallina rellena”, mi amor por León, la ilusión de ver reunidos a todos mis hermanos, mis frustraciones al no haber aprendido a tocar la guitarra, cantar en karaoke, bailar con ritmo, nadar.

 

 

Me gustaría pusieran “de fondo” el playlist con mi música “mundana" preferida, al menos algunas de ellas: Mediterráneo (Serrat), Que sabe nadie (Raphael), Paris (La Oreja de Van Gogh), Se nos rompió el amor (Rocio Jurado), Lya (Simone), Don´t Speak (No doubt), Daniel (Elton John), To the moon and back (Savage Garden), Back to black and You Know I’m no good (Amy Winehouse), Raquel (Alberto Iglesias), La mitad que me faltaba (Alejandro Fernandez), Si buscabas (Katya Cardenal), Europa y El Ultimo Tango (Gato Barbieri), O que será (Chico Buarque), Desahogo (Roberto Carlos), Gracias a la Vida (Mercedes Sosa), La vida es un carnaval (Celia Cruz), Que bonita es esta vida (Jorge Celedón), No soy de aquí, no soy de allá (Facundo), Marinero de Luces (Isabel Pantoja), Sous le ciel de Paris (Edith Piaf), Siempre será 19 (Carlos Mejia), El Maniquí (Sandro), Pequeña serenata diurna (Silvio) y tantas y tantas canciones que llenaron mis oídos por décadas.

 

Pediré a mi familia un triduo de misas en acción de gracias por el don de la vida que tuve. A mis hermanos de la iglesia un rosario de pésame, con cinco canciones hermosas en forma de video-Karaoke: “Alma Misionera”, “Pescador de Hombres”, “El espíritu de Dios está en este lugar”, “Con el borde de tu manto” y “A sus pies”.

 

Y que celebren mis cumpleaños, con una rica cena y brinden con "Margaritas", con mi foto del periódico holandés, sonriéndole a la vida, que, gracias a Dios, me ha dado tanto.

 

 

117. ¿Y sigue siendo Sandinista?

 

Una pregunta que muchos me hacen, ahora que tengo casi 64 años, es si sigo siendo Sandinista? La respuesta es obvia, claro que si. Los mismos motivos de hace tantos años, son los de ahora, en otro contexto y otra realidad.

Recuerdo que en la escuela había una clase llamada "Moral y Cívica", eran los tiempos en que los niños teníamos escuela de 8 a 12 y de 2 a 4 de la tarde. Ahí aprendí las nociones de Patria, Soberanía y Dignidad. !Una maravilla! La niñez es la etapa del juego y el estudio. Por supuesto los padres eran y siguen siendo los modelos de vida a seguir.

La realidad casi siempre es diferente a lo deseado. Pero a pesar de la carencia de un padre, mi madre y mi abuelita fueron ejemplos de dignidad. 

Con ellas aprendí los valores de la honestidad, trabajo y responsabilidad. No por un discurso, sino por la práctica cotidiana. La mejor manera de educar, no es hablando, sino haciendo.

Para un 14 de septiembre me pidieron declamar la Oda a Roosevelt, del libro Cantos de Vida y Esperanza de Ruben Dario. Fue un poema que me llegó hasta el alma: "eres los EEUU, el futuro invasor/... más la América nuestra, vive de luz, de fuego, de perfume, de amor/ ...esa América, hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive y sueña, y ama y vibra, es la hija del sol/... y pues contáis con todo, falta una cosa: Dios.

Conocí la historia de los caciques, asesinados, quemados, ahorcados, desmembrados, destrozados por los perros de los españoles: Adiact, Diriangén, Cuauhtémoc, Túpac Amaru, Lautaro. Y fue naciendo en mi mente pre adolescente, las ideas de valor, soberanía, dignidad, amor a la patria.

En secundaria llegarían a mis manos libros fundamentales: Sandino, general de hombres libres de Gregorio Selser y los libros de Sergio Ramirez, El muchacho de Niquinohomo y El Pensamiento Vivo de Sandino.

Cuando terminé la secundaria, sabia que la historia no era las que nos pretendían enseñar en el colegio. Nicaragua no era un país pobre, era un país empobrecido: España y EEUU, los grandes depredadores y también una triste historia: la de los traidores, simbolizados por Adolfo Diaz y la oligarquía de liberales y conservadores. Y los Fernando Agüero y la dictadura de los Somoza, bajo la cual nací en diciembre de 1956.

Al ingresar al FSLN, no tenia ninguna duda que estábamos recogiendo las banderas de Sandino, Diriangén, Darío, Zeledón, lo mejor de lo mejor de Nicaragua. Ninguna duda.

Hoy, que han pasado 41 años de aquel 19 de julio, la utopia hecha realidad, añoro a la Patria, Soberanía y Dignidad. Observo con infinita tristeza los millones de dólares a las ONGs, empresarios (hombres que nunca han pasado hambre ni subido a un bus), alianzas llenas de los intereses egoístas de siempre, y lo peor, bendecidas y alentadas por hombres como los antiguos capellanes de la GN. 

Se que no hay sociedad perfecta. No existe. Pero, poco a poco, la patria iba cambiando, tras los nefastos gobiernos Neo liberales de Antonio Lacayo, Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños. Empezábamos a "ver el sol", crecimiento económico, desarrollo social, turismo, carreteras, parques, hospitales, microempresas, hoteles, universidades, y pensé: gracias a Dios. Por fin. 

 

Y entonces vinieron los tristes momentos de abril del 2018. La patria ensangrentada, los tranques de la muerte y la cara de la oligarquía de siempre, vociferando, exigiendo ser una colonia de EEUU, una y otra vez, los nuevos Adolfo Diaz.

Como le dije a un amigo: sigo creyendo en la utopia, sigo creyendo en la dignidad y soberanía, sigo creyendo en el amor, sigo aspirando a ser cristiano, sigo llorando por los muertos y sigo siendo Sandinista.

 

 

118.  Gratitud e ingratitud

Una de las palabras mas usadas del idioma castellano y quizás en otros idiomas, sea GRACIAS, una expresión que solemos usar como muestra de cortesía, aunque en realidad no este referida a un tema de “buenos modales”, sino de justicia, en especial con aquellos que han contribuido de forma significativa con nosotros, y no necesariamente por un pago, obligación o compromiso.

La gratitud es una cualidad cristiana, y en la Eucaristía solemos decir “en realidad es JUSTO y NECESARIO darte GRACIAS, siempre y en todo lugar, al referirse a nuestro Señor. Y acá están los dos argumentos esenciales sobre el porqué dar gracias. 

Se trata de un tema de justicia y necesidad, sobre todo cuando vivimos un “despertar espiritual” y tenemos conciencia de TODO lo que Cristo ha hecho por nosotros: su encarnación, pasión, muerte y resurrección.

 

En la vida cotidiana damos gracias a “todo el mundo”, cuando nos brindan un servicio por el que están recibiendo un salario, propina o algo similar. Es como si estamos tan acostumbrados al maltrato, que al percibir un gesto amable, nos vemos impelidos a dar gracias.

 

Personalmente me siento agradecido con mi primera maestra, la profesora Anita Arguello y muchos maestros en primaria, secundaria, universidad y estadios superiores. Ellos hicieron un “plus” en mi vida, no se limitaron a enseñar por el salario que devengaban.

Estoy agradecido con mis padres, por el don de la vida, con mi madre por su crianza, amor, cuidos, lagrimas y oraciones hasta el día de hoy. Con mi hermanita Sylvia, mi esposa Armantina y muchas personas que de corazón y desinteresadamente me han mostrado su amor y fidelidad.

Y por supuesto estoy eternamente agradecido con Dios. Y se que debo mostrar con “obras” mi gratitud, sobre todo en mi disposición y mi amor con los que sufren, con los pequeños, marginados, excluidos y pobres.

Hay una palabra muy triste, la palabra “desgraciado”, referida a quien se aleja de la gracia de Dios. Y como esta, hay otras palabras: ingrato, mal agradecido, injusto, desconsiderado, que se expresan en muchas actitudes cotidianas hacia nosotros y hacia los demás.

Me invito y te invito a meditar el salmo 138, que entre otras cosas dice: “Te daré gracias, Señor, de todo corazón. Me arrodillaré en dirección a tu santo templo, para darte gracias por tu amor y tu verdad. Señor, tu amor es eterno; no dejes incompleto lo que has emprendido!

 

 

119. Gracias a la vida que me ha dado tanto

 

La primera vez que-ya de adulto- “hablé” en un templo, sudé como si estuviese en el desierto. Recuerdo que asistí a un mini retiro y de repente, se armó una situación terrible, algunos “hermanos” empezaron públicamente a criticar todo tipo de cosas, incluyendo el ministerio del sacerdote. 

 

Al terminar la actividad me acerqué al padre, me presenté y con mi atrevimiento ocasional, le pedí permiso para preparar una “charla” sobre el perdón. El padrecito no sé por qué, me dijo que sí. 

Y dos semanas después, por primera vez en mi vida, de forma pública “abrí mi corazón”, compartí mis propias heridas, y con la Palabra de Dios en la mano, hablé 45 minutos sobre el perdón. Fue a las 3 de la tarde, hacía calor, pero nadie se movió de sus asientos.

 

Al terminar muchos se acercaron a saludarme, conocerme y algunos agradecerme. Dios me permitió acercarme a sus almas. No sabían que hablaba no solo para ellos, sino que también para mí mismo, tan necesitado de perdonar y ser perdonado, como casi todos. Dios me dio desde niño muchos talentos. Y la vida será poco para agradecerle.

 

A mediados de 1979 viví una de las experiencias humanas más fascinantes de toda mi vida, estábamos en el “dispensario” en un país aún convulsionado por las secuelas de la guerra, cuando me citaron a una “reunión” en el Estado Mayor de Chinandega, eran quizás las 7 de la noche, y me fui, acostumbrado a esta nueva vida: trabajo, pacientes, reuniones, asambleas, todo a cualquier momento, no existía el “horario de oficina”. 

 

Pues bien, llegamos a Chinandega, nos llevaron al patio del antiguo Hotel “Los Farallones”, el lugar donde había pasado mi “luna de miel” invitado por mi familia. Nos sentamos en la grama, había una hermosa luna, un poco de frío, éramos unas 15 o 20 personas, todos vestidos de “verde olivo”, el “uniforme” de esos días, y de repente se acercó un hombre de jeans, con una guitarra, nos saludó rapidito, se sentó entre nosotros y empezó a cantar, era Silvio Rodríguez, quien llegaba a compartir su arte y voz con los “combatientes” Sandinistas. 

 

Y ahí estuve yo, a la par de quizás, el cantautor más importante de toda América Latina. Aun guardo sus discos, su voz y los recuerdos de esa noche maravillosa. La música que ha llenado mi vida, uno de mis grandes amores.

 

Mi madre fue, quizás ahora ya no tanto como antes, admiradora de la voz y la presencia escénica de Raphael, el cantante español. Y un buen día me enteré de que vendría a Nicaragua, averigüé el precio de los boletos en platea, costaban “una fortuna” para la época y para mi bolsillo, pero no lo dudé un momento, los compré y el día del concierto, ahí estuve con mamá, por hora y media, ahí a pocos metros de nosotros, del gran Raphael. No sé quién lo disfrutó más, si mamá o yo. Canté, lloré, escuché y viví como pocos, cada una de las canciones que también han marcado mi vida. “Yo sigo siendo aquel, que cuando muere el sol, le echa de menos; que vuelve a equivocarse y vuelve a levantarse, y que ama con la fuerza de un loco”.

 

Recuerdo como si fuese hoy el nacimiento de cada uno de mis hijos: Mey Ling en medio de la guerra, mis manos seguras sacando del vientre de Armantina al fruto del amor de la novia de mi juventud, mi “chinita", la brillante psicóloga, que ahora me aconseja y me da de comer de vez en cuando. 

Reneé Tamara, en el hospital del ingenio, a inicios de los 80, una “chelita” preciosa, deportista y estoica, ahora toda una ejecutiva emprendedora y fotógrafa. 

 

Luego Claudia Lucía, la “niña de los hermosos ojos negros”, mi orgullo trilingüe, una profesional elegante y guapísima. Y al final Ernesto René, el “Pancasán” de finales de los 80 y el “Tochi” de ahora, un Chavalo guapo y libre como el viento, nacido por cesárea. 

Fui el orgulloso “partero” de mis primeras tres hijas. Uno de los motivos por lo que más agradezco a Dios. De Mey y Tamara, nacieron Tania Isabel, una adolescente con hambre de adultez, y Allison Alana, una niña, que aún es niña, ellas son la alegría de mi alma y quienes sacan de mí, la mejor de mis sonrisas.

Mi familia extendida vive en Veracruz, Puebla, Miami, Homestead y Costa Rica. Ojalá antes de morir pueda verlos reunidos a todos, o al menos ir a darles personalmente un abrazo, compartir, decirles y demostrarles cuanto les agradezco y los quiero.

Ya ven, tengo muchos motivos para agradecer. Muchos. 

 

Tengo una gran familia, a la que nunca he podido reunir, once hermanos, de los cuales ya han muerto tres. Aún viven ocho dispersos en Sao Vicente, Managua, El Viejo, Posoltega, Chinandega y Chichigalpa. Decenas de sobrinos, nietos sobrinos y un nuevo hijo: Anibal, esposo de Tamara, un muchacho amoroso y educado, su presencia ha sido un regalo para mi familia, llena de amazonas: mujeres hermosas, inteligentes y fuertes.

 

De adolescente viajaba al “raid” y caminaba, Mauricio me pagaba el bus la mayor parte de veces. Como profesor de Medicina en León viajaba en los viejos buses del Campus Medico al Hospital y al CAPS. Ahora en Managua alterno entre las “rutas” repletas de pasajeros y mi “Suzuki Alto 800”. 

 

No me ha dado estima o estatus, ni el auto, ni la ropa que uso. Por años me vestí en las “pacas” y los que me conocen saben, como disfruto con la compañía de la “gente sencilla”, doy lo mejor de mí en “el consultorio”, y no me siento autor de nada, todo ha sido gracia, pura gracia de Dios. 

Me despido de estos relatos y quiero seguir como dice Antonio Machado: “Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar”.

 

 

120.   Carta a mis hijos

Hace algunos años hice una carta para mis 4 hijos, todos venían de historias de vida muy difíciles, y me atreví a escribirles, hoy que termino mi penúltimo “recuerdo”, la comparto y espero que algún otro papá como yo, también pueda abrir su corazón con sus propios hijos. O al menos lo medite, como María, y lo guarde en su corazón.

 

Hola hijos, les escribo para saludarlos, bendecirlos y pedirles perdón por todo lo que no pude hacer por ustedes, en mi rol de Papá.

Los pocos o grandes cambios que han notado en mi conducta humana, son todos debidos al Espíritu del Señor que me ha perdonado e invitado a caminar con El, en esta vida terrenal, limitada y provocadora. 

Si no fuese por la misericordia y la gracia del Señor, ahora mismo estaría en cualquier parte, haciendo cualquier cosa, menos sirviendo y obedeciendo a Dios.

Me convencí que no podría ser ni el padre, ni el hijo, ni el esposo, ni el ser humano, que siempre quise ser, sin incorporar a Dios en mi historia personal, fue un proceso rápido, he encontrado en el Señor, el amor que buscaba en el mundo, y ahora estoy sirviendo y luchando cada día, por ser coherente entre lo que ahora hago y lo que ahora digo, sigo teniendo problemas con mis pensamientos y conducta, y me estoy agarrando fuerte del Señor, pues estoy convencido que solo con El puedo ser el hombre libre y pleno que aspiro a ser.

 

A nadie he ocultado todos mis errores, sobre todo con ustedes mis hijos, con su mamá y con otras personas que dañe de una forma u otra, una y otra vez he confesado públicamente todo lo que hice, y también muestro los cambios que Dios ha hecho en mi vida.

Gracias hijos, porque hasta hoy han sido mejor que yo: más responsables, más maduros, más honestos, ojala y algún día también encuentren a Jesús en su camino, y puedan recibir todas las bendiciones que Él tiene para todos nosotros. 

 

Gracias a Uds., mis hijos, algún día podre tener el perdón de todos, por todo el daño que les cause en mi vida anterior, cuando estaba alejado de Dios.
Día a día, oro por cada uno de ustedes, implorando la misericordia de Dios y que les conceda la oportunidad de tener un encuentro personal con El.
Seré feliz el día que pueda ver a todos, compartiendo como hermanos, y ojalá antes de morir pueda recibir el perdón de todos, la mayoría ya lo han hecho poco a poco.

 

Por ahí, un pajarito me ha contado que me harán una cena y se los agradezco, porque no me la merezco, les hice mucho daño con mi egoísmo, inmadurez y mis adicciones. Pero lo agradezco de corazón, Dios les recompensara su misericordia.

Les pido que oren por mí, no me dejen solo, hoy más que nunca necesito de sus oraciones, me sentiría muy agradecido por sus oraciones, eso será lo más importante.

 

El mundo sigue ahí, lleno de todo lo que la vida humana ofrece, y el demonio sabe que me está perdiendo y no se dará por vencido, y yo sé que, si me aparto de Dios, el demonio regresará con siete espíritus más, porque conoce mis flaquezas y debilidades humanas.

 

El Señor lavó con su sangre todos mis pecados, pagó un precio muy alto y yo le creo al Señor y estoy aferrado a él, con la oración, la eucaristía, el servicio y sobre todo ser un testimonio, una persona coherente en todo sentido.

Dios cambia radicalmente la vida de todos, de muchas maneras nos invita, nos habla en distintos lenguajes, y nos anima y sostiene, aunque no creamos en él ni recurramos a él, él nos ama incondicionalmente.

Que Dios los bendiga a todos, que el Espíritu del Señor los guíe, que el amor de María, nuestra madre, los reconforte y que puedan vivir y experimentar una nueva vida, caminando con Dios en el centro de nuestras vidas.

 

Dios nos ama, con amor incondicional, Él es el Padre que nunca nos falla, el Padre ejemplar que todos necesitamos.

Un abrazo muy fuerte, los amo y que Dios les bendiga siempre.
No me crean a mí, créanle al Señor.

Con amor.

Papá

 

 

121.  Carta al Niño Dios

 

Querido Niño Jesús, espero estés contento porque se acerca la fecha de tu cumpleaños, el mío será un poquitín antes que el tuyo. Gracias por la mamá y el papá que me diste, que bonito es sentir que eres fruto de, aunque sea un instante de amor y que tu pensaste en mi desde siempre, me creaste y has estado conmigo toda la vida. 

 

Recuerdas que nací tan débil que mamá tuvo que darme su leche en un gotero, porque no tenía fuerzas ni para succionar, y ya ves, siempre flaco y feo, pero sobreviví. 

 

Ahora entiendo porque siendo Dios Niño naciste en un pesebre rodeado de animalitos, y tus papas buscando un lugar para que tu nacieras. Nos querías enseñar a ser humildes y sencillos. Te pido perdón por ser tan soberbio y lamer tanto mis heridas, pero tú me conoces, ¿verdad? Y entiendes que los humanos creamos barreras y mecanismos para protegernos de nuevas lastimaduras. Detrás de un rostro duro, hay un niño reclamando cariño y protección.

Tú sabes cuantas veces necesité y sigo necesitado de, un abrazo, comprensión, perdón y amor. 

 

Era tan solo un niño, cuando cuidaba de mis 4 hermanos: Marthita era frágil como una hoja de papel, a Juan Carlos se le fue borrando la sonrisa poco a poco, y los gemelos eran tan chiquitos, inocentes todos, sobre la vida que nos esperaba, pero sabes, yo te creo y confío en TI. 

 

Se que tienes grandes planes para mis hermanos, a tres ya te los has llevado al cielo, también están contigo mi abuelita, mi tía, mi papá y cuatro de mis hijos no nacidos, y te pido que cuides de ellos. Cuanto quisiera verlos de nuevo, hacer una piñata contigo, ahí en el cielo, recibir de nuevo mis juguetes, decorar juntos el nacimiento, pero lo mejor de todo, será gozar de tu presencia, me han contado que sanas todo con una sonrisa y tu mirada

 

Sabes, hoy quiero pedirte por mi mamá, cuídala tú, por favor. Está cansada y enferma, necesita amor y perdón, abrázala y dile cuanto la quieres, ella se pondrá tan contenta. Te la entrego, contigo estará mejor que nadie. Dile que no tenga miedo y permite que todos mis hermanos, tus hijos, la sigan amando cada día más. 

Tu nos dijiste “Honra a tu padre y a tu madre”, y seguimos sin entenderte bien, abre nuestros ojos y oídos, para verte y escucharte, para hacer viva tu Palabra, por favor. Se que fuiste hijo único, pero tú comprendes y lo puedes todo.

 

Gracias por el día de mi bautismo y confirmación, gracias por mi Primera Comunión, aun guardo la tarjetita-recordatorio, aún recuerdo el café con leche en tazas de verdad, las manzanas, el pudín, el trajecito blanco, me hiciste muy feliz esa mañana de 6 de enero.
Gracias por mi maestra Anita, mi profe Jorge Antonio y todos mis maestros de la universidad y en la vida adulta, aún sigo aprendiendo algo nuevo cada día. 

Gracias por mis amigos del barrio, mis compañeros de colegio y universidad, gracias por Mauricio, espero que ya haya dejado de fumar. 

Gracias por Armantina, un tipo tan complicado como yo, necesitaba una mujer como ella y tú me la has dejado por casi 40 años, que lindo eres con nosotros, sabes lo que nos hace falta, aún antes de pedirlo. 

Gracias por mis hijos y todos los sacerdotes que me has permitido conocer, y tantas y tantas personas que has puesto en mis manos de médico, sé que has sido tú, el que ha sanado tantos corazones. Y te pido perdón una vez más, por todas las veces que he sido desobediente y mal portado, perdóname Señor. 

Esta libertad humana que nos dejas se nos hace complicada muchas veces, y entre más nos alejamos de ti, menos sabemos usarla.

 

De niño a niño te digo una cosa, sé que tú también la pasaste mal, y sé que todo lo hiciste por amor. Todo. Naciste y viviste para enseñarnos a amar, solo que somos “cabeza dura y corazón duro”, pero sé cuánto nos amas y que nos esperas a todos, ahí contigo en el pesebre y en el cielo. Gracias sabes, por todo lo vivido, todo. Gracias por todas tus parábolas y enseñanzas, gracias por tus siete palabras en la Cruz, tu testamento de amor. Gracias.

 

Tengo que terminar sabes, vendré a visitarte a el Santísimo y conversar de nuevo contigo. Pero tú, no te vayas, quédate en mi corazón, te necesito para perdonar y perdonarme, para seguir aprendiendo a amar, el tiempo que aún me queda como peregrino en esta tierra.

Aún recuerdo el villancico que le cantaba a mis hermanos en Navidad: “Esta noche es nochebuena/vamos al bosque hermanitos/ a cortar un arbolito/porque la noche es serena/los reyes y los pastores/andan buscando una estrella/le cantan a Jesús Niño, hijo de la Virgen bella”. 

Déjame seguirte cantando, déjame ser un niño de nuevo, cargarte en mis brazos, besar tu frentecita, aspirar ese olor a bebecito que tanto me gusta. Gracias por este día, una nueva oportunidad de encender mi lamparita para esperarte. Ven, no tardes tanto, guárdame un lugarcito en el cielo, sé que no soy digno, pero una palabra tuya bastará para sanarme.


 

 

 

 

 

 

122. Gracias.

 

Una de las expresiones que más me enternece de Allison Alana, desde que aprendió a hablar, dice con su encantador acento infantil: gracias. Y debo subrayar que es una de mis palabras preferidas: Gracias. 
Se atribuye al escritor Jean de La Bruyère, la frase “Solo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de gratitud”. Y que me queda ahora, al contemplar en retrospectiva mi propia vida, sino la de agradecer por tantas y tantas cosas.

En mi oficio de psicoterapeuta me asomo todos los días al dolor humano, al sufrimiento, a la sensación de impotencia, rabia, tristeza, frustración, indefensión, angustia, que invade a muchas personas, por uno y otro motivo. Y no olvido, ¿De dónde Dios me sacó? y el largo camino recorrido desde aquel bebecito desnutrido hasta el hombre de hoy, tantas caídas y recaídas, y que puedo decir sino Gracias.

Gracias por el maravilloso don de la vida, vida que renuevo día tras día, vida que me permite respirar, sonreír, observar la maravilla de la creación, sentir un abrazo o un beso, o llorar al ver los pies del crucificado o meditar la sabiduría de su Palabra.

 

 

Gracias por mis padres, por el doctor Perez y por doña Thelma, dos seres que se encontraron una vez en la vida y en un abrazo de amor, me fecundaron y Dios se encargó del resto. De mi padre desconocido aprendi mucho de lo que no debía repetir, y de mi madre, sigo aprendiendo su fortaleza espiritual y su fe, más grande que una semilla de mostaza.

 

Gracias por Armantina, mi compañera de viaje, mujer sabia, amorosa y guapa. No me dejo de sorprender cada día que despierto y veo su bello rostro, ahí, a mi lado.

 

Gracias por mis hermanos, de uno y otro lado, una gran familia de hombres y mujeres, que compartimos genes y sangre, una herencia de muchas historias, que cada cual vive e interpreta a su manera.

 

Gracias por mi vocación de médico, educador y psicoterapeuta, gracias por los dones de trabajo duro, honesto y apasionado, siempre di y daré lo mejor de mí. Siempre.

 

Gracias por mis hijos, en medio de mis sombras y luces, traté de amarlos siempre, ellos son mi mayor orgullo. Me alegran el día con un gesto cariñoso y me entristecen con un menosprecio. Los que son padres como yo, me entenderán. Sembramos lo que cosechamos.

 

Gracias por muchas personas que conocí a lo largo de mi vida, amigos del barrio, profesores, compañeros de la universidad, hermanos de lucha, colegas, hermanos de la iglesia, sacerdotes, religiosas, seminaristas, y ángeles desconocidos, que cuando menos lo esperaba, aparecieron como mensajeros de Dios.

 

Recuerdo un día en los años 80 que me quedé sin gasolina en medio de la noche, expuesto a cualquier cosa, y un hombre desconocido, se detuvo, viajó unos 25 kilómetros hacia León, regresó con mi esposa Armantina, consiguió gasolina y me remolcó hasta la puerta de mi casa. Nadie haría eso en tiempos de guerra y escasez. Le pedí una dirección para llegar al día siguiente a compensar sus servicios y jamás lo encontré. 

Dios me quería vivo, para cuidar de mi familia y ser testimonio de su amor.

 

Dios ha sido demasiado bueno conmigo. Me ha acompañado todos estos años, me despierta cada día con un beso en la mejilla, y cierra mis ojos cada noche o madrugada. Él es mi camino, mi verdad y mi vida. Mi confidente, mi Padre y mi Dios.

 

Ya casi termino estos recuerdos. No escribiré más por un tiempo, o al menos, no de esta manera. Exploraré otro género, menos “vivencial”, no sé. La vida es frágil como las alas de una mariposa.

 

De un poeta casi desconocido he copiado estos versos: 

 

“Gracias mi Dios todos los días de mi vida, cada fracción de segundo, cada minuto, cada hora, en cada palabra dicha, en cada momento expresado, cada sentimiento esparcido, y compartido, gracias”. 

Les agradezco a todos por seguirme en esta aventura de “relatos” y “recuerdos”. Gracias.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

123.  Proyecto de vida

 

René,
Aún tiene mucho más que dar en esta vida, 
amar más a doña Armantina, hacerla feliz, 
acompañar a sus hijas,
jugar con sus nietas,
bisnietos que pronto llegarán y el trabajo por hacer
en la Iglesia... ni se diga...

Hay muchos pecadores por convertir, 
tristes que consolar, necesitados que ayudar,
así que ni se haga esperanzas. 
Dios cuenta con usted,
Él le siga bendiciendo.

 

Padre Victor Rivas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Epílogo

 

Hemos llegado al final de esta historia. Gracias por tu compañía. Disculpa los sesgos y errores de edición. Te advertí que no soy escritor, solo he sido un protagonista. He tenido el atrevimiento de resumir hechos tan relevantes, desde mi experiencia y visión de la historia.

 

Espero terminar mi tercer manuscrito “Crónica de una pandemia” y enviarte el segundo sobre “Psicoterapia de la vida familiar, en el contexto del siglo XXI”

 

Te invito a que te animes y escribas tus vivencias y experiencias. Quizás algún día tus descendientes, comprendan a través tuyo, su propio imaginario e inconsciente colectivo.

 

Puedes grabar audios en tu teléfono o escribir notas cortas en tu ordenador, o en un cuaderno de pasta dura, como en los viejos tiempos. Y procura tener un orden, un propósito, y no te desanimes. Aprovecha cuando tengas ánimo. La clave es la disciplina y la motivación.

 

Hasta pronto. Vive. No dejes de rezar. Y no hagas a otros, lo que no quieras te hagan a vos. Eres libre para amar. Este es el propósito de la vida. Nacimos para el amor. Shalom.  

 

 

 

Comentarios

Anonymous ha dicho que…
¿SE ENFRENTA A ALGÚN TIPO DE DIFICULTAD EN LA VIDA Y QUIERE UNA SOLUCIÓN DURADERA CONTACTO CON EL DR AJAYI? ES UN PODEROSO EN CASCABEL EN Viber o WhatsApp: +2347084887094 o correo electrónico: drajayi1990@gmail.com

Mi esposo planeaba divorciarse de mí diciendo que estaba cansado de nuestra unión. Me sorprendió porque esto sucedió de repente y mi instinto me dijo que algo iba mal, luego descubrí que mi esposo tenía una mujer afuera, le pregunté sobre eso. , se enojó mucho y dijo que por eso quiere que nos divorciemos, se fue de su casa durante 6 meses cuando vi el contacto del Dr. Ajayi, el lanzador de hechizos, una mujer le explicó con quién podía quedar embarazada y tener un hijo propio. una medicina herbal después de 9 años de matrimonio, tomé su contacto y le expliqué mi situación con mi esposo, él me dijo que mi esposo había sido manipulado por la fuerza oscura, me dijo algunas cosas que debía hacer y realizar un hechizo para mí, después de las siete días después del hechizo, mi esposo llegó a casa y rompió el papel del divorcio, ahora estamos viviendo felices gracias al Dr. Ajayi. No se avergüence de sus problemas, busque ayuda y resuélvala.
Anónimo ha dicho que…
Mi esposo acaba de despertarse y decidió que nuestro matrimonio había terminado. Desde hace unos meses, Roger y yo no hemos estado bien porque él estaba teniendo una aventura con su asistente en el trabajo. Amaba tanto a mi esposo y decidí quedarme y trabajar en nuestro matrimonio. En poco tiempo, Roger dejó de venir a casa y su amigo cercano me dijo que tiene otro departamento donde vive con ella. Me dolió y seguí buscando ayuda porque Roger era diferente al hombre con el que me casé hace 10 años. Afortunadamente, encontré al Dr. Ilekhojie, quien prometió devolverme a mi esposo. Realizó un hechizo de reconciliación que devolvió a Rogers y ahora ambos estamos felices nuevamente con nuestros hijos. Si tiene problemas como los míos, envíe un correo electrónico al Dr. Ilekhojie: gethelp05@gmail.com) o contáctelo en Whatsapp +2348147400259
Anónimo ha dicho que…
Fui rechazada por mi esposo después de 10 años de matrimonio. Él nos dejó a mí y a nuestros hijos sufriendo con poco o ningún ingreso. En el trabajo, una amiga me contó sobre el Dr. Ilekhojie y cómo la ayudó a reconciliarse con su ex marido. Me acerqué a él y me confirmó que una mujer había hechizado a mi esposo y prometió romper la magia oscura utilizada en mi esposo y asegurarse de que regrese a casa. Le creí y confié en él para romperlo y ayudarnos a reconciliarnos porque las cosas eran muy difíciles sin mi esposo y eso estaba afectando a nuestros hijos. Avance rápido hasta ahora, mi esposo está de vuelta en casa con nosotros y las cosas están mejorando gradualmente y estamos en paz. Busque ayuda del Dr. Ilekhojie y obtenga soluciones. Su correo electrónico: gethelp05@gmail.com o Su número de WhatsApp: +2348147400259
Unknown ha dicho que…
Después de 3 años de matrimonio roto, mi esposo me dejó con dos hijos y mi vida quedó destrozada. Tenía ganas de acabar con todo, casi me suicido porque nos dejó sin nada. Estuve emocionalmente deprimido todo este tiempo y la vida parecía no tener sentido. En un día fiel, mientras navegaba por Internet, encontré varios testimonios sobre el Dr. Ilekhojie. Algunas personas testificaron que trajo a su Ex de regreso, algunas testificaron que restaura el útero y cura enfermedades con hierbas. Estaba más interesada en la reconciliación con mi esposo, lo que el Dr. Ilekhojie hizo posible en 3 días. Ahora mi esposo está de regreso y estamos viviendo felices desde entonces. Gracias. Aquí les dejo su contacto para todos. Correo electrónico: gethelp05@gmail.com Llamada/Whatsapp: +2348147400259
Anónimo ha dicho que…
Quiero decirle rápidamente al mundo que existe una ayuda real, poderosa y genuina. Me ayudó recientemente a reencontrar mi relación con mi esposo a pesar de que él ya pidió el divorcio. Vi varios testimonios del DR Ilekhojie en Facebook e Instagram. Me resistía a hacer contacto porque había perdido la esperanza, pero algo dentro me empujaba a intentarlo. Me comuniqué con él por Whatsapp y le expliqué todo lo que había sucedido en mi matrimonio. Simplemente me dijo que mi esposo está bajo mala influencia y que está siendo manipulado, lo que cortó nuestra conexión y le pidió que se fuera. Me aseguró que va a realizar un ritual de reconciliación para restablecer la conexión ya perdida entre nosotros. Le proporcioné todo lo que quería y me aseguré de que todo lo necesario estuviera disponible porque mi esposo es el único hombre que he conocido en toda mi vida y no lo quería lejos de mí y de nuestros hijos. Exactamente 3 días, mi esposo llamó con un número extraño y pidió regresar a casa entre lágrimas. Pensé que era una broma hasta que lo vi entrar en nuestro rancho. Han pasado 3 meses y hemos sido como niños de secundaria. Ahora ha regresado con mucho amor y cuidado. Pensé en dejar sus datos aquí en caso de que alguien necesite pedir su ayuda. Puede contactarlo a través de su correo electrónico gethelp05@gmail.com o llamada/Whatsapp +2348147400259

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