Gracias Maestro!


A la flor era semejante mi vida, en su aurora: a la flor que, abierta cuando la brisa de la primavera viene a golpear en su puerta, deja caer uno, o dos pétalos, e ignorante de su tesoro, no siente su pérdida. Ahora cuando pasó la juventud, mi vida se parece al fruto que ya nada tiene que perder, y espera, espera a alguien, para darse toda entera, con toda su pesadumbre de dulzura.

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