Un hombre, hijo de D Thelma, médico por vocación. Esposo de Armantina, padre de Mey, Tamara, Claudia y Ernesto. Abuelo de Isabelle y Alana. Un ser humano, al que nada humano le es ajeno
Roque Dalton
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Yo como tú amo el amor, la vida, el dulce encanto de las cosas, el paisaje celeste de los días de enero.
Tu nombre llevaba el viejo hospital de Chinandega/ tu nombre lleva una sala del hospital de la policía en Managua/ tu nombre lleva una calle del Reparto Las Palmeras en Chichigalpa/ ¿pero que importa todo eso? Es que acaso buscabas el reconocimiento o el aplauso?/ Los que te conocimos sabemos que no querías aparecer en la foto, no querías llamar la atención, ¿Pero como no hacerlo? Te delataba la mirada, la sonrisa, la complicidad, el amor/ Hoy que estas allá, en el cielo/ te digo que todo valió la pena, todo/ nos quedamos con tu actitud, tu coherencia, tu pasión por la vida, tu ejemplo/ Gracias turco, hermano del alma/ dejame llorar un momento/ dejame desahogarme, dejame por favor/ dejame escuchar "el maniquí" de Sandro/ dejame tomarme un trago de ron/ dejame recordar el vaso de chicha que me comprabas en el mercado central de León/ dejame que cuente que me pagabas el pasaje, que me dabas de comer, que me salvaste la vida Gracias turco, gracias por tu sacrificio y tu amor/ ...
¡Gracias! (Relatos, recuerdos y momentos de un protagonista, en su pequeño gran país). René Pérez Montiel “No se puede tener todo en la vida” (Anónimo) “Soy humano y nada humano me ha sido ajeno” (Tácito) “Trata a los demás como quisieras ser tratado” (Jesús de Nazaret) “El amor borra multitud de pecados” (San Pedro) A veces pienso que he tenido «demasiado buena suerte» (José Luis Martín Descalzo) Prólogo “Todo hombre debería tener tres corazones: para con Dios, uno de hijo; para con los demás, uno de padre y para consigo mismo, uno de juez” Fray L...
Relato # 10: Chichigalpa en los años 60 era una ciudad dinámica y bulliciosa. En la calle principal, donde quedaba la parada de buses, estaban ubicadas las tiendas de “los turcos”, comerciantes árabes, fenicios y palestinos, que llegaron a Nicaragua buscando no sé que cosa, que se quedaron en esta tier ra, vendiendo telas, o haciendo cualquier negocio, hombres hábiles, que con su acento y aspecto inconfundible, le dieron a su vida y sus “tiendas”, un “toque” inconfundible en los lugares donde se asentaron. Así llegó don Abel Abdalah al pueblo, quizás atraído por el comercio generado por la familia Pellas, quizás huyendo de una decepción amorosa, quizás buscando un lugar tranquilo para sus tres hijos. Yo no lo sé. Pero a mi, me llevó un nuevo hermano, una persona excepcional, el ser humano mas tierno, humano y dulce que yo haya conocido: Mauricio Abdalah, su hijo menor. Sé que todos tenemos en la vida personas a quienes amamos, mas allá de papá, mamá y familia. Sé que puedo estar s...
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