CRÓNICA DE UNA PANDEMIA (No 45).

EL PAÍS DE LOS TEMPLOS CERRADOS Y LOS BARES ABIERTOS


Vivo en un hermoso país, donde los dirigentes de mi iglesia decidieron cerrar los templos. En otros países, las conferencias episcopales han querido abrir los templos y las autoridades sanitarias lo han prohibido. Aquí ha sido lo contrario, para preservar la salud de los fieles, aunque algunos sacerdotes han mantenido las eucaristías de jueves y domingo, asumiendo que los templos son un lugar de adoración y oración, no de contaminación (excepciones honrosas).

Paradójicamente, los bares están abiertos y llenos. Nadie mide la temperatura al entrar, no hay alcohol gel y mucho menos se usan mascarillas. El alcohol se sirve en botellas o vasos, y va directo al estómago. Los "frezar" a cero grados mantienen las bebidas bien frías, e incluso hay promociones de 3x2 en cervezas nacionales y de margaritas al 2x1.



Cabe aclarar que las cervezas y el ron no han bajado de precio, mas bien se han incrementado ligeramente los precios, pero se observa la perseverancia de los consuetudinarios, con los televisores encendidos (SportBar) y la música al mayor número de decibelios posible (incluso hay concursos de Karaokes). Son bebedores sociales fieles y leales al bar de su preferencia (a esto se le puede llamar "la fe del borrachito social".

Ya empezaron las lluvias en este pequeños país y hoy está lloviznando, pero nada detiene la ingesta de licor. Se bebe con calor y con frescor. Se bebe con dinero y de contado. Se bebe para olvidar las penas por un par de horas, o para celebrar las victorias por penales o el var, del monárquico y magnífico Real Madrid,

Mi bello y extraño país, siempre ha sido una distopia. Ahora los templos y sus pastores, permanecen cerrados “para evitar el contagio”. Y las antiguas y nuevas generaciones están aprendiendo a escuchas la liturgia de la palabra en Facebook Live y se vive la liturgia eucarística, a la distancia. No en la casa de Dios, sino en la casa de los fieles (quédate en casa), mientras el oficiante se cubre el rostro con mascarilla y usa guantes en las manos (como debe ser).


La lluvia sigue cayendo. Los perros callejeros duermen, bajo los aleros, con hambre y sed. Los amantes aprovechan el “quédate toda la noche” de los moteles, de las 11 pm hasta las 7 am (con desayuno incluido). La mesera del bar limpia el baño de urinales y vómitos. El cajero cuenta el dinero recaudado y se deja todo listo para el día siguiente, se trata de sitios poco afectados por el desempleo y la crisis generada por la pandemia.

Se escucha el ruido del motorizado repartiendo cualquier cosa. Los millennials  siguen ensimismados con Tik Tok y éste cronista, aprovecha el insomnio de Julio, para escribir un poco. La vida es una oportunidad, antes que el Covid19 nos alcance. 

Tantas historias por contar, mientras el planeta sigue contando muertos, que mueren sin confesión ni unción, por temor al contagio de los presbíteros, mientras la pareja pide el ultimo cubetazo con la promoción de alitas picantes, en el bar de la esquina.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Un hombre con corazón de niño”

A Mauricio Abdalah

La experiencia de la carcel, la tortura y el dolor.