NIJMEGEN

Esa mañana fue a la cafetería de la universidad, quizás huyendo de la oficina. No encontró un solo humano en el trayecto. Notó, las plantitas verdes recién regadas y las florcitas que asomaban su nariz en el otoño de 1998. Evocó los últimos cuarenta años como un tornado: nacimiento, sobrevivencia, abuelita, mamá, iglesia, escuela, matrimonio, hijos, revoluciones, guerra, muerte, separaciones, confusión, búsquedas.

Se dio cuenta que en medio de ésta vorágine no se había detenido. A veces gateaba, caminaba o corría, pero con un aliento salido, ni él sabía de dónde, seguía buscando. ¿Qué buscaba?, ahora mismo no estaba seguro, quizás sentirse libre de los demonios de la culpa, dar seguridad a los seres queridos y en el fondo quizás buscaba la casita feliz de los cuentos de la infancia, un abrazo prolongado, una mujer a su lado, un par de libros, música, ligera llovizna, una cama caliente.  

Al llegar al cafetín vio a una mujer, definitivamente de una cultura lejana, lo denotaba la altura y la piel, el cabello rojizo, delgada, apacible, casi sonriéndole a la taza de té. Procuró no observarla demasiado y pidió a Doña Coco algo para beber. Estaban dos o tres personas en otras mesas, hablando, leyendo el periódico, pasando el tiempo. Procuró terminar el café para ir a la biblioteca y recoger un par de libro, para preparar las clases del fin de semana.

De repente la pelirroja se acercó y con un extraño y suave acento preguntó ¿puedo sentarme aquí? Todo lo que ocurrió después la madre lo atribuyó a la suerte. Si la sabiduría maternal fuese certera, la vida de nuestro personaje había sido un continuo salto de fortuna y posiblemente al terminar este relato, podamos verificar la certeza del diagnóstico, pero volvamos a nuestra escena del cafetín.

Con una leve sonrisa respondió “claro que sí”. La verdad, sentía aprecio por los cooperantes e internacionalistas que en los últimos 10 o 15 años habían llegado de tierras lejanas a ser parte de la legendaria Revolución de 1979. “De dónde eres” musitó la mujer, sin borrar la semi sonrisa del rostro.

Ahora pudo verla mejor, edad incierta, piel medio arrugada, mirada expectante, cabello largo, agradable. “Soy de León” dijo. ¿Y qué haces en León?  

Sin detenerse a pensar en la curiosidad de la mujer que ni siquiera se había presentado ni preguntado su nombre, habló sin parar de su amado León, refirió la historia de lucha desde Adiact hasta la toma del fortín, la primera capital de la revolución, ciudad universitaria, cálida y original, cuna de poetas y combatientes, donde ahora funcionaba el “municipio docente asistencial”, alianza entre la academia, el gobierno local y la comunidad. 

Le comentó también sobre su experiencia como director del primer centro de salud con camas, como miembro de la junta de gobierno por el movimiento pueblo unido, su compromiso con la joven revolución, el dolor de la derrota de 1990 y su desempeño ahora en el programa Estudio Trabajo, donde los futuros profesionales de la salud, convivían con las personas de los barrios y repartos, un hermoso dar y recibir de saberes y enseñanzas de vida.

Nadie recuerda todo lo que el entusiasmado profesor relatara a la extraña pelirroja, que escuchaba con atención evangélica, y preguntaba, como siguiendo un guion elaborado en su cerebro sobre el movimiento “ciudades saludables”, los acuerdos de Río, gobernabilidad, alianzas estratégicas, capital social, actores relevantes, impacto, pobreza, relevancia, participación popular, “governance”.

A cada pregunta le acompañaba una respuesta. Una conversación fluida, sin interrupciones, una mezcla de curiosidad académica, historia reciente, Nicaragua. Fue una hora o menos tiempo, eso no importa ahora. La mujer hizo un alto, como las agujas de un reloj que se detiene de repente y dijo “¿podrías escribir un artículo sobre lo que me has contado?”, si respondió, claro que sí. Y “¿quisieras presentar tu artículo en Holanda?”. 

Solo entonces creyó comprender que aquella mujer neerlandesa, no estaba ahí por casualidad, como tampoco fue casualidad Doña Anita, la señora que le enseñó a leer y escribir, ni la profesora Maritza (su primer amor infantil), ni los señores del ministerio de educación inquiriendo sobre Rubén Darío, ni el concurso de oratoria, ni el profesor Padilla, ni el sabio Neil Andersson. No, todo era una hermosa conspiración del universo.

La mujer ya por levantarse dijo, me llamo Francoise, soy holandesa, de la universidad de Nijemgen, en diciembre se realizará la conferencia sobre ciudades saludables, y quisiera invitarte a presentar tu experiencia, hablaré con el director para el permiso y te enviarán a tu correo los documentos a llenar y el boleto del viaje, también te darán una carta oficial de invitación para tramitar tu pasaporte y visa.

No supo ni que decir, asintió como si estuviese destinado a responder a las grandes oportunidades de la vida. La mujer entró a la oficina del rector y él regresó a su oficina, ya no fue a la biblioteca, olvidó en ese momento las clases del fin de semana en San Salvador, encendió la computadora y buscó el significado de ciudades saludables.

Así inició una aventura que cambiaría la segunda etapa de su vida. En diciembre de ese año estaría en el auditorio Erasmus de la Universidad Católica de Nijmegen (KUN), dictando su primera conferencia internacional sobre “Urban Governance” en León de Nicaragua. Posiblemente la madre tenia toda la razón del mundo. Era un hombre con suerte.

#DoktorMontiel

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