El fruto (homenaje al maestro)


Cuando el silencio produce la muerte del Yo, nace el amor. El hombre despierto, iluminado, se siente a sí mismo como diferente, pero no separado de los demás hombres ni del resto de la creación. Porque sólo hay un Danzante, y toda la creación constituye una danza. Los experimenta a todos como a su "cuerpo", a su Yo. Así, ama a todos los hombres cuando se ama a sí mismo.

No se lanza necesariamente al servicio. Sabe que cualquiera que busca servir está en peligro de convertirse en un ser semejante a tanta gente "caritativa" que no es en absoluto religiosa, es gente que se siente culpable, bienhechores forzosos que se entremeten en las vidas de otros. Es posible, por desgracia, que des tus bienes para alimentar a los pobres y que tu cuerpo arda, pero que no tengas amor. El mejor servicio que puedes hacer al mundo es que tú desaparezcas. Entonces te transformarás en vehículo de lo divino. Entonces el servicio será espontáneo, pero sólo si Dios te empuja a ello. Puede ocurrir que te empuje a cantar canciones o a retirarte al desierto, y el mundo entero se enriquecerá con tus canciones o con tu silencio, en vez de ser perjudicado con tu servicio. ("Perdóname", dijo el mono, mientras colocaba encima de la rama de un árbol al pez que protestaba, "simplemente evito que te ahogues". ¡La servicialidad puede matar!)

Independientemente de lo que hagas, sea servir, callar o cantar, estarás totalmente absorto, porque tu Yo no estará por medio, y consagrarás a cada actividad la totalidad de tu ser. Esto es la religión en su cumbre. No sentarse en la soledad, ni recitar oraciones, ni ir a la iglesia, sino ir a la vida. Todas tus acciones brotarán del silencio, de un Yo silenciado. Cada acción tuya se habrá transformado en meditación.

Actualmente, la acción cristiana corre el peligro de brotar de la "charla" y de la "reflexión", más que del "silencio". El cristianismo corre el peligro de convertirse en una religión "habladora" y "pensadora". Se dice de la eucaristía que es una "celebración", pero se está convirtiendo más bien en una "cerebración"; el sacerdote habla al pueblo, el pueblo habla para responderle, y juntos hablan a Dios. Si queremos convertir de nuevo la religión en celebración, debemos disminuir el "pensar" y el "hablar", y aumentar el "callar" y el "danzar". (Preguntado cómo había alcanzado a Dios, el guru respondió al discípulo: "Poniendo el corazón en blanco con una meditación silenciosa, no ennegreciendo el papel con una composición religiosa". Nosotros podríamos añadir: y no espesando el aire con conversaciones espirituales.)

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