La tierra buena (tony de Mello)


Esta actitud se ve perfectamente en el tipo de escuelas de teología que dirigimos los cristianos. Cabría esperar que estas escuelas formaran personas que ayudasen al hombre moderno a saciar su sed de Dios. Pero se han convertido en copias de las escuelas seculares. Tienen profesores, en vez de Maestros; y ofrecen enseñanza, en vez de iluminación. El profesor enseña, el Maestro despierta. El profesor ofrece conocimiento; el Maestro ofrece ignorancia, destruye conocimiento y crea experiencia; os ofrece conocimiento como un vehículo, sólo para sacaros de él cuando llegue el momento y el conocimiento no impida el reconocimiento.

El aprendizaje secular se realiza por medio de la reflexión, el pensamiento, la palabra. La religión se aprende a través de la meditación silenciosa. (En el Oriente, "meditación" -dhyan- no significa reflexión, como ocurre en Occidente, sino el acallar toda reflexión y pensamiento). La escuela secular produce eruditos. La escuela religiosa, meditadores. La tragedia es que muchas escuelas cristianas de teología se limitan a hacer de un erudito secular un erudito religioso. La escuela secular intenta explicar las cosas creando "conocimiento". La escuela, religiosa enseña a contemplar las cosas de tal modo que crea "asombro". El hombre tiene una ignorancia enraizada. Su aprendizaje secular no suprime esta ignorancia: la oculta más, dándole la ilusión de conocimiento. En la escuela religiosa, esta ignorancia es sacada a luz y expuesta, ya que dentro de ella hay que encontrar lo divino. Pero es rara la escuela religiosa que haga esto; con demasiada frecuencia queda enterrada bajo nuevas capas de conocimiento religioso.

La escuela religiosa cristiana debe, por tanto, desarrollar técnicas para utilizar el conocimiento como un medio para exponer la ignorancia, para utilizar la palabra de modo que conduzca al silencio. Como el "mantra" o "bhajan" en la India, donde la palabra o la fórmula se entienden primero con la mente, luego es repetida incesantemente hasta crear un silencio en el que la fórmula es transferida desde la mente al corazón, y su significado profundo se siente más allá de toda palabra o fórmula. Los estudiantes religiosos deben ser entrenados de tal modo que, cuando lean o escuchen la palabra, su corazón sintonice incesantemente con la realidad sin palabras que resuena en la palabra. Deben seguir una disciplina rigurosa hasta que sus mentes queden serenas y, en silencio, aprendan a "considerar las cosas en su corazón". (Un oficial del gobierno preguntó al gran Rinzai cuál era el secreto de la religión resumido en una palabra. "Silencio", respondió Rinzai. "¿Y cómo se alcanza el silencio?". "Meditación". "¿Y qué es la meditación?". "Silencio".)

Los estudiantes religiosos leerán la Biblia, pero en esa Biblia una página sí y otra no quedarán en blanco, para indicar que las palabras sagradas están encaminadas a producir un profundo silencio, un silencio enriquecido por las palabras sagradas, como el valioso silencio que sigue al tañido del gong en el templo. Deberán dedicar tanto tiempo a las páginas en blanco de su Biblia como al texto, porque sólo así serán capaces de compreder el texto. Porque la Biblia brotó de esas páginas en blanco, de hombres y mujeres que cultivaron lo bastante el silencio como para experimentar una verdad inefable que nunca pudieron describir, pero que procuraron señalar y sugerir con palabras que pudieran conducir a otros a la experiencia de la misma verdad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Un hombre con corazón de niño”

A Mauricio Abdalah

La experiencia de la carcel, la tortura y el dolor.