DOS HERMANOS


Juan nació diez años antes que Pedro. El séptimo hijo, dos ausentes, uno por muerte prematura, otro por esas cosas de la vida. No se conocía el padre de los seis primeros. Pedro fue el "hijo amado" como el de La Biblia. Juan fue el mayor, por consiguiente, le correspondió hacerse cargo de los menores. Asumió esa responsabilidad sin protestar. A la vida no se le puede imponer nada.



 

El padre del hijo menor era como los ojos de su cara, de manera que recibió amor por duplicado, además de escuela, ropa, medicinas, protección. Tres años después del nacimiento de Juan, el hijo mayor se fue de casa. Salió sin herencia, a diferencia del hijo pródigo de la sagrada escritura. Era pequeño aún, pero intuitiva o aleatoriamente, se dio cuenta que debía buscar su futuro en otros lugares.

Treinta años después volvieron a encontrarse. Eran hermanos distantes, sin afecto ni empatía. Unidos por genes, no por amor. El uno era casi la antípoda del otro.

Sin casi darse cuenta, fueron cultivando una triste divergencia. La madre aún vivía, pero conservaba su dosis de afecto maternal a Pedrito. Cuidaba de él como si fuera un bebé. En el fondo de su corazón sabía el porqué de esta, aparente estratificación filial.

Juan aprendió en la escuela de la vida a ser independiente, a sobrevivir, se hizo cargo de su vida, y en medio del contexto de la vieja república, salió adelante.

Por el contrario Pedro no lograba romper el cordón umbilical- no parecía importarle- o quizás se acomodó a ello o no se daba cuenta. La vida es así. Consciente e inconsciente. Hacemos cosas o asumimos actitudes o roles, sin darnos cuenta.

Veinte años después se vieron por última vez. Pedrito había envejecido, parecía el mayor y no el menor. Un geriátrico del cuerpo y del alma. No había cambiado mucho, salvo las arrugas y las canas. Un accidente de coche, acabó con su vida, quizás sin darse cuenta por el exceso de alcohol en su sangre.

Juan acudió a su entierro. Dijo una plegaria, saludó a conocidos y desconocidos vestidos de negro. Y se marchó.




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