Pedacitos de mi alma No 5: “Sufrir con paciencia, los defectos de los demás, y los míos”


 Soy un hombre con muchos defectos. De eso me di cuenta desde muy pequeño y quizás mi condición de ser hijo parental, profundizó estas características. Fui una mezcla de muchos niños: niño-papá, niño-esposo, niño-niño. Y éstos roles me convirtieron en un niño rebelde contra lo que yo consideraba “injusticias”, mantenía una relación de amor-malestar con mi mamá. No entendía muy bien, las diferencias entre mis hermanos, sobre todo, los menores, y el resto. Y mis primeros trece años fueron una gama de emociones negativas; me salvó la escuela con mis maestros; me salvó el padre Soto y el templo; me salvó el amor de mi hermanita y mi abuelita. Dios que me ha amado siempre, puso a mi lado muchos ángeles y me iluminó el camino que sigo llevando actualmente, en medio de caídas y tropezones, contradicciones e incoherencias. Soy humano y nada humano me es ajeno.

 

Ya adulto, tuve que asistir por años a terapia por los daños a mi personalidad, adicción sexual, co dependencia, baja tolerancia a la frustración, muchas cosas. Dios bendiga a la Dra. Amparo Gutiérrez, quien tuvo la paciencia, profesionalidad y empatía, para mostrarme todas las heridas de mi alma, y ponerme a caminar en la senda de la madurez y la vida de familia.

 

Mi esposa Armantina, me llevó un nuevo día, a los pies de Cristo, hace ya muchos años, y de repente, llegué al camino de la edad grande, me hice un adulto mayor, pero todos llevamos en el interior al niño que fuimos, al adulto que somos y al padre o abuelo que soy. Ahora ya no solo soy el hijo parental, soy abuelo, padre, hermano, hijo.

 

Y no sé, ¿qué es más difícil, si vivir con PACIENCIA mis propios defectos o los defectos de los demás? Me molestan muchas cosas del mundo exterior, y hago lo que puedo contra ellas, procuro poner mi grano de trigo, no siempre de la mejor manera. Y rezo mucho por ello, le he “entregado” muchas cosas: intolerancia, impaciencia, mi pasión por algunos temas que no edifican en nada. Y no he logrado ser un puente, sigo siendo un muro, que defiende lo que considero “lo menos malo”, sin esconder mis propias insuficiencias humanas.

 

Los últimos “ataques” contra el Papa Francisco, me llevan de nuevo a viejas actitudes. “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Me duele la actitud de los “opositores” que en lugar de propuestas, se limitan a la crítica destructiva, la calumnia y la alianza con la potencia del norte, para desprestigiar más y más a Nicaragua. Y me sigue doliendo el maltrato a los niños, a las mujeres, a los ancianos, la actitud de mis hermanos, hacia mi madre. Me ha costado comprender, perdonar y amar a todos.

 

Y este domingo, que la palabra del mandamiento del amor, llegó a mi corazón, fui interpelado. ¿Soy un cristiano descartable, o un cristiano coherente? Recuerdo que hace años dije, que era un “aspirante a cristiano”, y la verdad es que lo sigo considerando.

 

El sacerdote me recordó, que debo sufrir con paciencia los defectos de los demás, y que debo revisar mi vida, a la luz de las obras de misericordia, en lugar de fijarme en lo que hagan o digan los demás. Debo confesar que el dilema sigue en mí, pero tengo una tarea: poner en práctica las obras de misericordia. Y dejar a Dios ser Dios. Al fin y al cabo, yo solo soy un infeliz y torpe pecador. Sé que necesito valor, necesito paciencia, pero sobre todo necesito amor. Sigo confiando y aferrado al amor de Dios. Con Él lo puedo todo, alejado de Él solo seré un pedazo de papel, que el viento se llevará a cualquier parte.

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