14 de diciembre= día del Psicólogo Nicaragüense


Desde el homo sapiens hasta hoy, nos hemos interrogado sobre la vida, el universo y la sociedad. Hoy, nos referimos con entusiasmo a la cibernética o la física cuántica, expresamos fascinación sobre el mundo digital o el espacio exterior, pero poco reflexionamos sobre nosotros mismos, historia de vida, valores familiares heredados, conducta personal, relaciones de pareja e interacciones con los demás.
Atribuimos muchas cosas al destino o al azar, sin un ejercicio sistemático al estudio de nuestra vida cotidiana, para aprender de los errores cometidos y atrevernos a vivir de forma plena, productiva y en paz con nosotros mismos y con quienes nos rodean.

En Nicaragua, pocas ciencias son tan desconocidas y subvaloradas como la Psicología y tan solo ciertas personas toman la decisión de mejorar sus vidas, con el apoyo de un profesional de la conducta humana.
En su lugar, empeoramos los conflictos no resueltos, recurriendo a drogas legales o ilegales, nos refugiamos en conductas disfuncionales, llevamos vidas codependientes, incurrimos en agresividad y violencia, usamos diversas “máscaras”, o nos apegamos a los fantasmas del dinero, sexo, poder, y vamos arrastrando día a día, generación tras generación, traumas, heridas, duelos y situaciones, que no conducen al verdadero sentido de la vida.

Hoy día del Psicólogo en Nicaragua, a dos semanas de dar vuelta al calendario anual, podría ser un momento de reflexión inteligente, para valorar el papel de la Psicología y quienes nos atrevemos a ejercerla: los psicólogos; hombres y mujeres que nos debemos caracterizar por la empatía, el respeto, la madurez humana y espiritual, la ética y un profundo conocimiento sobre la complejidad de la naturaleza humana, para invitarte a ti y a mí, a dedicar en tu agenda anual, la visita al profesional de la conducta humana.

Todos tenemos problemas en nuestra salud mental. De una u otra manera nuestra historia está marcada por eventos que no siempre nos permiten vivir en armonía con nosotros mismos y los demás, y no todos disponemos de herramientas humanas y espirituales para analizar los determinantes de nuestra conducta y buscar las alternativas para ser y hacer felices a nuestros hijos, familiares y sobre todo, nosotros mismos.

La Psicología ofrece diversas perspectivas para una introspección válida y confiable en las diversas etapas de la vida: niños, adolescentes y jóvenes; pero sobre todo los adultos, quienes tenemos la responsabilidad de realizar los ajustes vitales necesarios, para atrevernos a dar la mejor versión de nosotros mismos a partir de hoy, a nuestra familia y seres más queridos.

¿Qué hacer cuando uno o ambos padres estuvieron ausentes, cuando más los necesitábamos?, ¿Cómo sanar las profundas heridas del abuso emocional, físico y sexual?, ¿Cómo aprender a ser mejores padres para nuestros pequeños hijos?, hoy refugiados en el cáncer de la pornografía, el alcohol o las drogas. ¿Cómo ser mejores esposos, cómo aprender el hermoso oficio de la vida en familia?, la célula fundamental de la sociedad. ¿Cómo dejar atrás episodios de ansiedad, depresión, ideas suicidas, inseguridad, desmotivación, frustraciones y apegos?, ¿Cómo aprender a comunicarnos mejor con nuestros hijos adolescentes?, ¿Cómo aprender a ser transparentes, y llevar una vida con dignidad y respeto mutuo?, ¿Cómo sobrevivir en un entorno cargado de egoísmo, hedonismo, consumismo y corrupción?

Estas y otras interrogantes, podemos trabajarlas con un psicoterapeuta, guía espiritual o consejero sabio; tan solo debemos tomar la decisión de reconocer que tenemos problemas, atrevernos a buscar ayuda e iniciar un proceso gradual de cambio personal que va a repercutir en el entorno inmediato: la familia.

Decía San Agustín: “Conócete y conóceme”. Necesitamos ayuda y de Dios. Jamás nos arrepentiremos de esta decisión.

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