Las hijas y los hijos: nuestros hijos y nuestras hijas



Ya lo dijo el poeta, nuestros hijos no son nuestros, son hijos de la vida, lánzalos tan lejos como puedas, tensa tu arco y lanza la flecha. Ya lo dijo el cantautor, a menudo los hijos se nos parecen y nos dan la primera satisfacción. No sé si los que aun no tengan hijos entiendan esto, pero sé que los que viven la experiencia de ser padres, lo comprenderán perfectamente. Nuestros hijos nos importan demasiado, precisamente porque son nuestros, en alguna medida, nuestra continuidad, nuestra propia huella de ADN por esta tierra.

Desde el primer día, cuando te medio sonríen esa primera vez, desde esa oportunidad quedas atrapado para siempre. Cuando atrapan tu dedos con sus pequeñas manos, cuando dan los primeros pasos, cuando te abrazan, sientes que todo lo que has vivido, todo, toda vale la pena por esa caricia infantil.

Yo tengo 4 hijos, todos han crecido y vivido, ya no me necesitan, pero yo si necesito de ellos. Estoy lleno de sus recuerdos infantiles, de sus miradas y sus gestos, hasta hace poco tiempo viví para ellos y por ellos. Al menos eso creo, aunque ellos, quizás no piensan así.

¿Cómo olvidar sus nacimientos?, ahí estuve, en cada uno de ellos. De cada uno guardo detalles en mi memoria de largo plazo, de cada una y de cada uno. Algún día moriré y agradeceré al Dios del universo por darme ese privilegio, el de ser padre.

Sé que los he lastimado más de una vez, sé que los he decepcionado, sé que esperaban otra cosa de mí, he perdido su respeto más de una vez.

Mi madre, una católica ferviente, dice que deberíamos pedir perdón cada vez que hablemos con nuestros hijos. Las madres tienen la razón casi siempre. Y yo también debo pedir perdón. Perdón hijos, por haberles fallado, somos humanos, cometemos errores, nos equivocamos. Traten de aprender, de ser mejores madres y ser mejores padres.

Sé que tenemos vidas diferentes, ellos y ellas viven sus propias vidas. Yo vivo la mía. El punto es, como afirman los existencialistas, vivir de forma coherente. Yo agregaría, tolerarnos, respetarnos, entendernos. ¿Estoy pidiendo mucho?

Nuestros hijos nos importan, pero no son nuestros, ellos son hijos de la vida, viven y vivirán sus propias vidas, con o sin nuestro permiso. Harán lo que crean conveniente, nos parezca o no. Y nosotros, padres, hombres de 40 o 50 años. Creo, que deberíamos tener una buena relación con nuestros hijos, en la medida de lo posible.

Termino, citando al maestro Tony de Mello: amemos a nuestros hijos sin apegarnos a ellos. Amenos a nuestros hijos por lo que son, nuestros hijos, pero no vivamos con la etiqueta de “padres”, somos seres humanos, somos personas, tenemos nuestra propia divinidad, no busquemos en ellos y ellas, lo que está dentro de nosotros mismos.

Comentarios

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