Gracias Mi Señor Jesús.


365 relatos breves
Relato No 41: 

Si alguna vez tengo la oportunidad de ver a Cristo en el cielo, solo le diré GRACIAS.  Sé también que debo aprender a verlo en cada persona que sufre, y que debo expresar mi agradecimiento en obras concretas, ya que “ni un vaso de agua quedara sin recompensa”. Y sé también que los años que aun me quedan de vida, debo seguir amando y seguir aprendiendo a amar. Amar mis propias enfermedades y todo aquello que no esta en mis manos poder cambiar. Y aprovechar cada día para hacerlo todo con amor, todo, en mi propia familia, en mi comunidad de la iglesia, en las personas enfermas, en mis propios pacientes y en todos aquellos que Cristo ponga en mi vida. Todo esto le sé muy bien. Y le pido a dios un cambio de actitud y poner todo de mi parte, para dar mi mejor versión, perdonar, amar, servir y vivir, en la libertad de los Hijos de Dios.

Dice mi guía espiritual, el padre José Luis, que el día del juicio personal, tendré muchos acusadores: de adolescente fui grosero con mi madre, no siempre le comprendí y la ofendí de muchas maneras; de adulto causé mucho dolor a mi esposa y a mis pequeños hijos por mis adicciones e infidelidades; fui autor intelectual y cómplice de aborto de dos de mis hijos; y ya como un hombre mayor he actuado con vanidad, soberbia y egoísmo muchas veces. Tendré muchos acusadores.

Pero dice también el santo sacerdote que habrá algunos defensores, algún que otro familiar, algún que otro paciente, algún que otro estudiante, alguno que otro hermano de iglesia, alguna que otra persona a las que serví con amor, pero sobre todo estará la Virgen y el propio Cristo, que han visto y conocen mi corazón. En casa desde niño rezábamos de rodillas a la Virgen y decíamos “ten piedad de mi en aquella hora terrible, cuando la vida me abandone, cuando mi lengua moribunda no tenga fuerzas para invocarte, cuando la luz no hiera mis ojos, cuando mis oídos no perciban el sonido de la voz, acuérdate entonces oh María, de la oración que arrodillado a tus pies de dirijo en este momento”.

Y cuantas veces de rodillas he abierto mi corazón e implorado la gracia y misericordia de Dios, en mi cuarto, ante el Santísimo, en la misa, en mi comunidad, en la confesión con tantos santos sacerdotes. Y tengo confianza y le creo al amor y la misericordia de Dios.

Hay 7 palabras de Cristo muy claras para mí, el día de hoy: Yo, ahora, sé lo que hago, y he tenido caídas y recaídas, y NECESITO de Dios, para huir del pecado, para acudir a la confesión, para orar y vivir mi Evangelio de cada día.   
Sé que para Dios no hay nada imposible, sé que vino por los enfermos y pecadores como yo, se que, como el ladrón clavado junto a Él, podré encontrar la gracia y el perdón, sé cómo el centurión romano, todo lo espero de Él, y que, aunque jamás seré digno, con una palabra de Él, bastará para salvarme.
Y sé que tengo a la Virgen, no estoy solo, jamás he estado solo, desde niño intercede por mí, me ama, aunque lastime, ofenda y clave en la cruz a su hijo, es mi madre, madre de nosotros, sus hijos pecadores. Y tengo la certeza que Dios jamás me ha abandonado, me ha cuidado desde que nací hasta el día de hoy. El me da cada día una y muchas oportunidades, El me ama y ha pagado un precio muy alto, su propia sangre, por mi y por nosotros, pecadores.
Y tengo sed de Cristo, sed de su Palabra, sed de su amor y su perdón, sed de su consuelo, su abrazo, y debo cambiar mi sed de mundo por sed de Dios. Y El me da y me dará el agua viva como la samaritana.
Y algún día moriré y todo habrá terminado para mí en este plano terrenal, y dejaré este cuerpo hedonista e inclinado al pecado, y podré descansar en la Paz Eterna de Cristo, y podré ver a mi abuelita Chepita, mis tres hermanos ya en su presencia, a Mauricio, al Padre Carlitos, al Padre Teo, al padre Bogantes, al Padre Soto, y a tantos y tantos, que ya están en su presencia.
Gracias Señor, por esta Semana Santa. Gracias. Gracias. Gracias.

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