La hermosa tarea de ser padre

Relato # 12:


Cuando veo la pared de mi consultorio donde están colgados mis títulos universitarios, tengo la sensación que el mas difícil no está ahí: el titulo de Papá. El titulo de doctor en medicina y cirugía, psicólogo clínico, psicoterapeuta, maestrías en administración, salud publica, epidemiología y educación superior, y otros mas de la Universidad Libre de Bruselas, CIET Internacional, UNA, UCA, UNAN, pasantías y cursos cortos, estancias académicas en Holanda, Suecia, Oxford, tantas oportunidades surgidas posterior a 1990, cuando pude dejar mis responsabilidades políticas como miembro de la junta de reconstrucción municipal, secretario político, jefe de organización del Comité Regional de Occidente y miembro de la Asamblea Sandinista, años y años de estudios, experiencias, aprendizajes, viajes, congresos, artículos y todo lo concerniente al mundo académico. Y siempre me interrogo, ¿Y tu rol como padre? Y por lo general me reprocho y me auto repruebo.

Desde niño sentí la ausencia de mi padre, lo espere por 25 años y como el genio de la lampara, nunca llegó, pero en realidad si llegó, pero cuando menos lo esperaba. Ya había nacido Renee Tamara, mi segunda hija, había atendido su parto en el Hospital del Ingenio San Antonio, era una hermosa niña alta y blanca.

Ser padre, lo aprendi en mi vida y entrenamiento como psicoterapeuta, mi ultima vocación, significa brindar Protección, Seguridad, Proveer, y por supuesto amar a sus hijos, demostrarlo con sus actitudes y conducta, siendo un esposo fiel y unido a su esposa como familia. Ese es el modelo de padre que yo había formado en mi mente, y el que nunca tuve.

Mi madre jamás me habló mal de mi padre, todo lo contrario, me regaló una hermosa imagen de él. Pero no estaba conmigo y no estuvo jamás, lo extrañaba, me sentaba en la acera de mi casa en Chichigalpa a esperarlo, miraba a mis amigos del barrio, y muchos de ellos tenían un papá. Mi madre tuvo otros hijos, pero ninguno era mi papá, me sentía triste, solitario, avergonzado y diferente. Ya me llegaría mi oportunidad.

Recuerdo que un día mi madre me dijo que su padre, mi abuelo D Ramon Montiel llegaría al pueblo, fui a esperarlo a la parada de buses, un señor elegante, delgado, alto, blanco, de cabello blanco, rostro bondadoso, educado, gentil, me recordaba al “Alfred” de las películas de Batman. Y al llegar a la casa, mi madre me pidió decirle que no le quería recibir, y yo, como mensajero infantil, sin entender muchas cosas, fui y le dije, “dice mi mamá que no le quiere recibir” y el abuelo Ramón, me quedó viendo con tristeza y se marchó.

Pues bien, a mi me tocó lo mismo, un buen día mi hermano Dagoberto tocó a mi puerta, y me dijo que mi padre quería conocerme. Jamas lo hubiese creído. Había esperado a mi papá por 25 años, y ahora aparecía, cuando había logrado mi primer titulo universitario, tenia una esposa, dos pequeñas hijas, había sido miembro de la junta de reconstrucción municipal, era el secretario político del municipio, había sobrevivido a la pobreza, muerte prematura, enfermedad y tortura. Había sido humillado por muchas personas, había soportado vergüenzas, penurias de todo tipo, en fin, mis neuronas se llenaron de dolor, el sistema límbico demandó castigo, mi corazón palpitaba a mil por hora, y le dije: “decile al doctor que gracias, ya no lo necesito, puede regresar a su casa y a su vida”. Mi hermano insistió un poco, pero mi lenguaje corporal y mi eje hipotálamo hipofisiario adrenal había lanzado demasiado cortisol y adrenalina, y repetí NO.
Mi hermano me vio como san Francisco al lobo, y se marchó. Poco tiempo después el doctor Alfonso Perez Andino murió al caer de una escalera, dice la leyenda que tenia 60 años de edad. No fui a su entierro y aun tengo pendiente conocer su tumba. Fue declarado “ciudadano del siglo” en Acoyapa.
A mi me tomó años perdonarlo. Gracias a Dios, obtuve la gracia del perdón y hoy procuro honrarlo y dignificarlo, con mis oraciones y destacar todo lo bueno que fue capaz de hacer. De sus 7 hijos que he logrado tener noticia, soy el único médico. Infelizmente repetí mucho de lo que critiqué de él, sobre ello compartiré en un próximo relato.

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