Los años maravillosos en la universidad

Relato # 5: 


En 1973 miles de adolescentes llegamos a León, una buena parte de ellos con el propósito de estudiar Medicina, para ello la universidad ofrecía un año “básico” donde tras 2 semestres de estudio, se promediaba el 75% de notas y 25% del llamado “test psicométrico”. 
Inicié con el pie izquierdo al fracasar en el examen de Matemática Introductoria, lo que me obligaba a cursar Matemáticas II en los llamados cursos de verano. Las clases “plenarias” eran el histórico auditorio “Ruiz Ayestas” y las clases de grupo en aulas. Los docentes eran monstruos sagrados de la educación, como el Doctor Edgardo Buitrago profesor de Historia de la Cultura, el geniecillo Javier Martinez en Matemáticas, la sexy doctora Lugo en Biología, el doctor Rogelio Ramirez en Sociología, el doctor Villaverde en Química. Estaba sobre hombros de gigantes.

Tomé la decisión de estudiar 5 horas por día, de 7 pm a 1 am, dandole prioridad a las clases más complejas y me dio resultado: Obtuve en matemáticas 0, I y II, 90 de promedio. Y así fue en mis otras clases y así transcurrió el año hasta concluir. El test psicometrico fue un completo desastre, obtuve solo 16 de los 25 puntos. Ahora todo dependía de mis notas y esperar el día en que la universidad publicaba la lista de los “clasificados” en cada una de las carreras: Jamas olvidaré ver mi nombre en el # 36, había logrado el primer obstáculo: mi ingreso a la Facultad de Ciencias Medicas.

El Hospital san Vicente estaba situado al norte de León, un viejo edificio del S XIX, donde los grandes maestros de la medicina, de la escuela francesa y norteamericana compartían sus conocimientos en aulas, laboratorios y “salas”, como se les llamaba al escenario directo con los pacientes. Se nos asignaba un cadáver a cada 4 estudiantes que debíamos disecar en el transcurso del año. Las aulas eran llamadas “gallineros”, por su aspecto, pequeños espacios de madera con ventanas recubiertas de cedazo. Eramos un centenar de adolescentes entrenándose para ser los futuros médicos, una de las vocaciones mas complejas y para mi la carrera mas fascinante y exigente de la universidad. Un hermoso sueño de mi niñez hecho realidad.
Inicié nuevamente con el pie izquierdo, una severa faringo-amigdalitis con fiebre de 39 grados y amígdalas purulentas, me tuvo 10 días en cama, los primeros de “Vida de Relación”, como se le llamaba al modulo de NeuroAnatomía, y en esa época, si perdías un modulo, perdías toda tu carrera. Era Medicina y no otra cosa. No te podías dar el lujo de reprobar nada. Solo Dios sabe como terminé mi primer año, pero lo hice, y así el segundo, tercero y cuarto ciclo, hasta terminar mi entrenamiento formal e ir al internado rotatorio.

Las clases eran de 7 am a 5 pm, con dos horas para almorzar durante 10 meses consecutivos. Mantuve la decisión de estudiar 5 horas diarias, de 7 pm en adelante y en época de exámenes no dormir ni una hora, lo que llamábamos “pasar de paso”, solo 30 minutos de “break” a las 10 pm para tomar una sopa de tomates con dos huevos y seguir estudiando. Tomaba pastillas de acido glutámico y en época de exámenes recurrir a las anfetaminas para no dormir, el café no era suficiente. 

La universidad era un hervidero de ideas, en su mayoría de oposición a la dictadura de los Somoza, habían “asambleas” en el auditorio, “manifestaciones” en las calle, mitines en las aulas, papeletas, afiches y mantas por doquier, las imágenes de Sandino, la música de Los Mejia Godoy. Mi generación fue la de Arlen Siu, Dora Maria Tellez, Mauricio Abdalah, habían brillantes oradores como Victor Hugo Tinoco, Carlos Arroyo, Omar Cabezas, Irving Davila e Ivan Montenegro. En mi aula de clases, ademas de Dora Maria y Mauricio, estuvieron Perla Ma Norori y Julio Ramos. Y en mi cabecita de adolescente renacía la figura de mi padre, el doctor Alfonso Perez Andino, luchador antisomocista quien estuvo en “la jaula de los leones” de la loma de tiscapa, torturado brutalmente junto al doctor Pablo Dubon y el Doctor Clemente Guido. Y yo no podía fallarle a mi país, a mi padre ni a mi mismo.

A los 18 años fui ¨reclutado” al FSLN por Maria Lourdes Jiron, y esto no ocurrió en las aulas de la Universidad sino en vacaciones de 1975 en la ciudad de Chichigalpa. Dos años después fui capturado por la GN, entregado a la OSN (Oficina de Seguridad), y torturado durante los días interminables del verano de 1977. Y ahí hubiese terminado mi vida, el sobreviviente de la mortalidad infantil y de la pobreza material, el muchachito estudioso de primaria y secundaria, el chavalito callado y meditabundo de mi pueblo, el estudiante universitario fortuito. Me habrían encontrado con un tiro en la cabeza en alguna calle o comarca de occidente, pero Dios tenia otros planes para mi.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Un hombre con corazón de niño”

A Mauricio Abdalah

La experiencia de la carcel, la tortura y el dolor.