Hijo parental sustituto

  • Relato # 15= 

    Aunque estoy a punto de cumplir 61 años, alguna vez fui un niño y hoy quiero evocar esos años únicos de la escuela, en particular lo que ocurría al salir de ella. 
    Yo siempre tuve muchas responsabilidades en casa, pero de una u otra forma me las arreglaba para jugar y divertirme con mis amigos. Mi abuelita me hacia levantar muy temprano a comprar la leche, que ella hervía, la mezclaba con café de grano molido y la colaba, para servirnos el “café con leche” de la mañana.
    Cuando nacía alguno de mis hermanos menores, y mi abuelita tomaba una temporada fuera de casa, me encargaba de "cuidar" a mis hermanos, fueron 4 menores que yo, Marthita (flaquita y enferma), Juan Carlos (guapo y creativo), y los gemelos (Miguel Angel y Miguel Adrian), felices y contentos. La verdad me divertía mucho lo que hacia en casa: recuerdo que debía comprar leña y luego cortarla en pedacitos para el fogón, lustraba los zapatos de todos, hacia atol para alimentar a mis hermanos, barría el patio trasero, delantero y la casa, pasaba el “lampazo”, quemaba la basura (muchas hojas) en el patio, tiraba el agua servida hacia la calle, y no recuerdo que otra cosa, pero estudiaba, hacia las tareas, y por fin, ya libre, podía salir a la calle a jugar con mis amigos.

    Aún viven algunos, con mejor memoria que la mía, pero recuerdo muy bien que jugábamos beisbol, Volley-ball, handball y futbol, jugábamos a la guerra en el patio de un vecino, a las escondidas en los patios de las casas, muchas veces separados únicamente por un cerco de piñuelas, tuvimos el privilegio de no vernos atrapados, como ocurre hoy en día, por un teléfono, un juego de video, la TV o el internet, jugábamos hasta que las mamas nos llamaban para cenar o dormir.
    Muchas veces jugaba con mis hermanos, jugábamos a la procesión, hacíamos una tarima, poníamos un santito con flores y todo, y recorríamos el patio cantando y rezando. Otras veces íbamos al río, recogíamos piedras y flores, seguíamos a las mariposas y pajaritos, comíamos guayabas o papaturros que crecían cerca del cementerio, jugábamos a los enfermos y el doctor, a las adivinanzas, trabalenguas, los cuentos de miedo, “el cero escondido”, en verdad la pasábamos bien.
    Otras veces jugaba solo, hacia dos bandos de hojas, las verdes y amarillas y las ponía una frente a otra, y jugaba a la guerra, “matando” enemigos (las hojas) con un viejo cuchillo de cocina; otras veces jugaba beisbol con un pedazo de escoba y tapas de “chibolas” (las gaseosas de hoy en día), inventaba nombres de jugadores y “narraba” el juego: Yo era fanático del equipo “Flor de Caña” y del “León” y era amigo de Sergio Lacayo, uno de los mejores lanzadores de Nicaragua, quien vivía cerca de nuestra casa. Jugaba al yo-yo, al “ron-ron”, al “bolero”, al “ping-pong”, a las patadas, al boxeo

    Creo que lo que mas extrañé al irme a Leon a terminar mi bachillerato, fue dejar a mis amigos del barrio, algunos murieron, otros se fueron del pueblo, otros aun viven y trabajan ahí, algunos me decían “el gigante René Mena” por un jugador de beisbol guatemalteco, otros eran crueles y se burlaban de mi, por circunstancias propias de mi entorno familiar, pero a ninguno le guardo rencor, los recuerdo con mucho cariño.
    Por lo general voy a Chichigalpa con regularidad a compartir con mi madre, y desde que diviso el viejo san Cristobal evoco mi infancia, veo las mismas calles, ahora asfaltadas y llena de negocios de todo tipo, los viejos billares de “Joaquin, el chivón” y “lolo mendoza”, la iglesia y el parque, la calle donde siempre esta sentado “Pelayo” un personaje que permanece sentado, en short y sin camisa, el aire caliente, los trabajadores del ingenio que están por todos lados, y mi casa, donde ya desapareció el níspero que nos dio de comer tantas veces, ya no hay cerdos ni gallinas, ya se han muerto doña Mina y doña Brigida, ya no hay muchos niños jugando en la calle. Para mi Chichigalpa es a lo que Serrat evoca en su canción “Pueblo Blanco”. 

    Yo me fui de aquel lugar y solo regreso por mi madre. No se si volveré el día que ella ya no este conmigo, ahí están las tumbas de mis ancestros y de Mauricio, ahí nacieron dos de mis hijas, ahí está el monumentos a los asesinados el 26 de mayo, la casa donde funcionaba el antiguo dispensario. Entro de mañana y salgo de madrugada, con una mezcla de nostalgia y huida. Lo que mas extraño de todo, es mi niñez jugando con mis amigos y hermanos. Por algo dice el Evangelio, que hay que nacer de nuevo, para entrar al reino de los cielos.

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