CRÓNICA DE UNA PANDEMIA (No 32)

Día de las Madres en tiempos de pandemia

Hoy, 30.05.2020 pido permiso a los lectores de esta crónica, para evocar a las madres.

En la escuela, uno de mis grandes amores, aprendí que había un día dedicado a las madres. Recuerdo que debiamos hacer una rosa y llevarla a casa, al terminar las clases. No lograba entender porqué una rosa, pero tenía claro quién era mi madre. Fue hasta los 12 o 13 años, cuando obtuve mi primer “trabajo” y con ello pude comprar el primer regalo a mi madre: una polvera.

Han pasado 50 años y este dia, a causa de la pandemia, no he ido a visitar a mi madre, tengo miedo de contagiarla, pero además, siento una distancia entre nosotros. Casi nunca pudimos podernos de acuerdo. He sido un hijo lejano cercano. 
Dejé mi hogar materno al terminar la primera etapa de la secundaria y no regresé más a vivir con ella. Ya adulto, hará unos 30 años volví a frecuentarla y hacerme cargo de sus gastos. Debo decir que estoy por cumplir 63 años, mi madre va rumbo a los 86. Percibo en ambos una sensación de despedida. Quizás sea la pandemia.
 
Al día de hoy se cuentan 366,000 personas fallecidas, quizás unas 180,000 madres, ancianas en su mayoría. Una triste realidad, que aunque ocurra día a día, hoy, con la pandemia más mediática de la historia, podemos darnos cuenta de esta realidad, la vida y la muerte ante nuestros ojos. No hay ambiente para celebrar nada, dicen algunos. Hay que celebrar la vida, antes que nos arrebate a un ser querido, dicen otros.

Yo, al menos, he pensado que la muerte está asegurada, ya sea por COVID 19, un accidente de coche o un infarto, lo que sea, algún día partiremos. Pero la vida, hoy la tenemos con nosotros, la vida con sus luces y sombras, la vida, la que tiene la última palabra. Yo, procuro, cada día, celebrar la vida.

Hoy, desde esta crónica, rindo un homenaje a todas las madres, biológicas o no, a todas las mujeres y seres humanos, que por amor o cosas de la vida, han ejercido el rol de madres. La vocación más hermosa del mundo.

Gracias a todas las madres, sobre todo a mi madre. Madres trabajadoras, madres amas de casa, madres campesinas, madres intelectuales, madres analfabetas, madres prematuras, madres añosas, madres nutritivas, madres amorosas, madres atormentadas por los infortunios de la vida, madres solteras, madres abandonadas, madres abusadas, madres vendedoras ambulantes, madres fieles, madres prostitutas, madres, sea cual sea su condición, las une el hermoso título de madres.

Yo, aprendí a leer y disfrutar de la literatura, con mi madre. Por ella fui a la escuela, aprendí la fé católica y a trabajar con honestidad para ganarme la vida. Cada quien recuerda lo que aprendió con su madre. 
Pienso, con alguna ingenuidad, que todas las madres deberían al cielo. Todas. Creo que no hay ninguna vocación humana, mas hermosa, tierna e insustituible, que el de ser madre. Solo espero que usted y yo, podamos demostrarlo en vida. No creo en los ataúdes, velatorios, flores y lamentos en el cementerio. Creo que debemos procurar hacerlo en vida.

Elevo mis plegarias de pecador, por todas las madres, que han muerto sin despedirse de sus seres queridos. Estoy seguro que sus últimos momentos de lucidez, fueron dedicados a sus hijos. A todos, desde el borracho de la familia, hasta el mas afortunado. 
El corazón de una madre no hace segmentos de hijos. Ahí todos alcanzamos, hacinados, pero amados.

Y sé que un dia en el año dedicado a las madres, es una tontería humana, todos los días, deberíamos dedicarlos a amar y honrar, a Dios, el amor y a nuestras madres.

Ojalá y al terminar esta pandemia, el primer abrazo, sea para nuestras madres, las sobrevivientes.

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