OCHO MILLONES DE CASOS (No 39)

La búsqueda de culpables

Hoy, en el amanecer del 17 de junio del 2020, el mapa oficial de la OMS, anuncia que hemos superado los 8 millones de casos del SARS-CoV-2 y nos acercamos a los 500,000 fallecidos, en la pandemia más mediática de la historia, que obligó a cerrar Wall Street, Times Square, los museos vaticanos, las playas de Rio de Janeiro y los templos de todas las religiones del planeta. Los turistas han dejado desierta la torre Eiffel, los hinchas no han podido entrar al Camp Nou, los fieles han abandonado las mezquitas, las parejas han vaciado el Central Park y hasta los moteles han disminuido a los amantes secretos.



Plazas, mercados, calles y avenidas lucen desiertas. El sol se muestra opacado por las gruesas nubes, el cielo luce gris, las noches silenciosas, bares, antros y pubs sin los habituales consumidores de cerveza y cocaína. Y en el ambiente se huele algo diferente, el olor al pequeño virus, olor a enfermedad y muerte, que ni el cloro, ni mascarillas, ni ventiladores han logrado detener.

Las paradojas de la vida, han situado el pico de la pandemia en las grandes potencias, salvo casos excepciones e inexplicables, el planeta entero, lee sobre los nuevos fallecidos o enfermos. Entierros express, sin velatorios ni despedidas. Cadenas de oración por los enfermos. Aplausos por el personal sanitario y los recuperados. Y la pregunta es ¿hasta cuando? y en medio de la frustración y el dolor, otros siguen buscando culpables.

El duelo, esa palabra de moda hoy en día, se caracteriza por buscar al responsable de esta tragedia. Como en todo acontecimiento humano o en las grandes revoluciones, alguien debe ser fusilado o guillotinado. Esa ha sido la escuela de la humanidad. Algo o alguien debe calmar el malestar, ante tanta muerte o enferma inesperada.

Los positivos buscan como aprovechar la crisis para culpar al gobierno de turno. Los ambientalistas hablan del dolor de la tierra. Los religiosos de la ira santa de Dios. Unos a otros nos miramos con temor. ¿Será un portador asintomático? Si alguien tose o estornuda, todos se alejan, como si fuese un terrorista cargado de explosivos. Las emociones dominan a los humanos, sobre todo la tristeza, el miedo, la ira, la impotencia, el dolor. Sufre el cuerpo, pero sobre todo sufre el alma. 

La ciencia está desconcertada. El Lancet publica artículos que luego desacredita. Se aplican fármacos que luego se desaprueban. Hoy se habla con entusiasmo de la dexametasona, ayer se hacia lo mismo con la hidroxicloroquina. Es una locura. Posiblemente el Nobel de Medicina se otorgue a quienes desarrollen la vacuna y el Nobel de la Paz a los Trabajadores Sanitarios.

Los economistas pronostican crisis inflacionarias globales y casi todos coinciden en que lo peor (cuando terminemos de enterrar a los muertos) está por venir. Los salubristas advierten que otras enfermedades avanzan silenciosamente: difteria, cólera, poliomielitis y sarampión.

Este cronista, ha tratado, de ser promotor de esperanza. Pero la mayoría, sobre todo el periódico de siempre, siembra día a día la desconfianza, el miedo y la búsqueda de culpables. Los grandes medios de comunicación publican lo peor de los países que resisten el poder del nacionalismo blanco y ocultan lo que realmente ocurre o está ocurriendo, en las pequeñas y grandes ciudades, cuyos lideres son afines a las potencias imperiales. 

El macabro juego de intereses, donde las mayorías son peones lanzados a los leones del circo.

Cambiará el corazón del hombre? Me temo que no. Una vez que termine o se declare que permanecerá entre nosotros, volveremos a los bares, centros comerciales, estadios y templos. Dejaremos de lavarnos las manos, nos quitaremos las mascarillas del rostro y el alcohol de las manos. Y en EEUU, la gran potencia, ya no se agotará el papel higiénico ni el presidente recomendará rociarnos con Lysol. 

La buena noticia. Los nuevos y viejos amantes volverán a comerse a besos y harán el amor como debe ser.





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