CRÓNICA DE UNA PANDEMIA (14ª parte)

El amor en tiempos de pandemia


Las pandemias son similares a los desastres naturales. De igual manera que un terremoto o un tsunami, así de repente, hace que la tierra se mueve y las olas crezcan, destruyendo todo a su paso, de igual manera ocurrió con el SARS- CoV-2, el Covid19, del 1 de diciembre del 2019.  El virus hizo que las aguas y la tierra entera alterará la vida cotidiana de los Sapiens del s XXI. 

En cuestión de días o semanas, en dependencia de la actitud del líder de turno en cada país, las sociedades cerraron sus fronteras aéreas, terrestres y marítimas, se proclamó la distancia social entre 2 y 4 metros, se instituyeron los cubre bocas y narices, para evitar la diseminación del virus invisible a los ojos, se prohibieron los abrazos y los besos. 
A pesar de todo esto, este cronista da fe, que el día de hoy, 21 de abril del 2020, la Universidad John Hopkins reportara en su monitoreo 24/7, un total de 2.4 millones de casos y 170 millones de muertes.

Hoy este cronista procurará indagar sobre el comportamiento del amor entre las parejas. Sé que también existe el amor hacia uno mismo, el amor a plantas y animales, el amor a los padres y el amor a Dios. El amor, han dicho los sabios de todos los tiempos, nunca desaparecerá. Y hasta ahora, la mayoría hemos creido esta afirmación. Los últimos Sapiens desaparecerán amando. El amor será el último acto legítimo de esta especie extraña, a la cual pertenecemos.

Los lectores del 2050 se amarán de otras formas, quizás conectando dos chips en sus respectivos sistemas límbicos, o quizás usarán Cyborgs o robots, pero tengo la remota expectativa, que continuará la antigua tradición de unir los cuerpos y las mentes, en eso que algunos llamamos “tener sexo”, coito o “hacer el amor”. 

Por muchas parafilias que diseñemos los humanos o por dosis elevadas de pornografía o sustancias químicas excitatorias, este cronista afirma que nada sustituirá lo que Master y Johnson, llamaron respuesta sexual humana, sobre todo la fase de excitación, donde una pareja de sapiens mediante caricias legítimas de amor, producen endorfinas, oxitocina y adrenalina, en niveles tales que hacen que sus cuerpos y sus mentes, experimenten la necesidad de unirse (gracias a Dios nuestros genitales son completamente diferentes, mediante los cromosomas XX de las mujeres y XY de los hombres). 
Y esta experiencia llamada “sexual” en el s XX, da lugar a un acontecimiento único en nuestra fisiología denominada “orgasmo”, que permite durante segundos, borrar todos nuestros pensamientos negativos y vivir la experiencia lúdica más fascinante de todos los tiempos, sobre todo si ambos sapiens se aman.


Imagínese ahora, en el pico de la pandemia, a miles de parejas separadas por las circunstancias; hombres y mujeres enfermos o muertos, separados de sus seres amados, sin tiempo para el último beso, el postrer “te amo”, o el chat final de su existencia “has sido lo mejor de mi vida”.



La pandemia nos encerró en pisos, favelas, casas de cartón, condominios, cruceros o mansiones. Y no todos tuvimos la providencia o fortuna, de quedar aislados con nuestras parejas, esposas o amantes. Una crueldad añadida, al rigor de la enfermedad y la incertidumbre de la muerte.

Me perdona el lector del 2050, por referirme al amor en estas trágicas circunstancias, pero comprenderá que antes los titulares del mundo entero, contando casos y defunciones, alguno de nosotros, piense o escriba sobre el amor. Por supuesto las autoridades sanitarias recomiendan que si usted ha quedado en cuarentena con su pareja, mantenga todas las medidas: distancia social y aislamiento, y todo el protocolo de prevención. 
Este cronista ha constatado que algunas parejas llevan semanas “durmiendo en camas separadas”, semanas sin besos ni abrazos, con escasas muestras de cariño a 2 o 4 metros de distancia. 
Pero también debo confesar, que este cronista ha violentado estas disposiciones, y ha rendido culto al amor. Ni la guerra ni la pandemia ha evitado la búsqueda del amor de mi vida, hemos seguido compartiendo el mismo lecho, y uniendo nuestros genitales con la misma voracidad que los Sapiens de los primeros tiempos. 

Por alguna paradoja desconocida, el hambre de caricias que describia Eric Berne ha crecido, la líbido freudiana ha aumentado, la necesidad de rehacer la curva de la respuesta sexual humana, ha sido dibujada de diferentes maneras; quizas ante la inminencia de la muerte o quizas ante la pre eminencia del cerebro primitivo. No lo sé. 

Los científicos escribirán la historia oficial, pero este cronista declara y se auto delata, en el culto al “eros”, que no se ha detenido ante desastres humanos o pandémicos. Quizás sea por instinto, quizás placer o quizás amor, sea cual sea la explicación oficial, el amor sigue viviendo en tiempos del Covid 19. 
Espero que entre los cronistas del 2050, el amor entre XX y XY aún se preserve de forma "natural", a pesar de los cyborg, robots, manipulación genética e inteligencia artificial de entonces.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Un hombre con corazón de niño”

A Mauricio Abdalah

La experiencia de la carcel, la tortura y el dolor.